III DOMINGO DE PASCUA – C (Domingo 05-05-19)
Lectura del santo evangelio según
san Juan 21,1-19:
21:1 Después de
esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de
Tiberíades. Sucedió así:
21:2 estaban
juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea,
los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
21:3 Simón
Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos
también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no
pescaron nada.
21:4 Al
amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era
él.
21:5 Jesús les
dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron:
"No".
21:6 Él les
dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la
tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
21:7 El
discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!" Cuando
Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que
llevaba puesto, y se tiró al agua.
21:8 Los otros
discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban
sólo a unos cien metros de la orilla.
21:9 Al bajar a
tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
21:10 Jesús les
dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
21:11 Simón
Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran
ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
21:12 Jesús les
dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: "¿Quién eres?", porque sabían que era el Señor.
21:13 Jesús se
acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
21:14 Esta fue
la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
21:15 Después
de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que
estos?" Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero".
Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
21:16 Le volvió
a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le
respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta
mis ovejas".
21:17 Le
preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Pedro
se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo:
"Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo:
"Apacienta mis ovejas.
21:18 Te
aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero
cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde
no quieras".
21:19 De esta
manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de
hablar así, le dijo: "Sígueme". PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXION:
Estimados
amigos y hermanos en la fe paz y bien.
“Al atardecer
de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del
lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos” (Jn 2019).
Jesús les dijo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo
también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,21-22). Los discípulos resucitan al recibir
el soplo del Espíritu Santo, ahora los discípulos pasan a ser apóstoles. Como se ve, la noche cruel que acechaba como
un lobo rapaz, el temor, pánico, congoja, decepción, el desánimo y no era para menos;
recordemos que acaban de asesinar al maestro supremo y los apóstoles a dudas
penas pudieron escapar para no ser también crucificados conjuntamente con su
maestro, tal escena disipa poco a poco. Los apóstoles reinician con sus labores
habituales, quizá con mucha desidia al saber que tanto tiempo perdieron y para
nada; quizá hasta olvidaron las estrategias de la pesca.
Jesús había
dicho a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de
hombres" (Lc 5,10). Pedro dice me voy a pescar, los demás compañeros
reflejan alguna identidad aún de vida fraterna que aprendieron de su maestro:
“vamos también nosotros contigo” (Jn 21,3). Esta actitud se sitúa ya en un
contexto eclesial; Pedro, decide salir a anunciar el Evangelio, pero no irá él
solo también el resto se le une en la misión. Es que la Iglesia no es solo el
Papa, ni solo el Obispo, ni solo el sacerdote, la Iglesia somos todos los
bautizados (Mt 28,19-20). Todos somos responsables y todos estamos llamados a
"ir de pesca", aunque la expresión pueda parecer un tanto extraña. Desde
luego hubo épocas en que la Iglesia nunca dijo a los bautizados vamos a pescar,
pero felizmente aunque todavía de modo muy lento, vamos tomando conciencia de
que el anuncio del Evangelio tiene que ser obra de todos. No aislados, sino
formando una comunidad y comunión con el Pedro de hoy que es el Papa.
Es sumamente
importante tener una convicción firme y SIN MIEDO A LOS FRACASOS. No siempre
basta la buena voluntad y no siempre nos sonríe el éxito. También hay momentos
en los que el éxito brilla por su ausencia. No todos son éxitos en la Iglesia.
No todos son éxitos en el anuncio del Evangelio. "Aquella noche no
cogieron nada" (Jn 21,5). Son esos momentos de oscuridad que terminan, con
frecuencia, invitándonos al desaliento. Hablo por experiencia como sacerdote y
religioso consagrado, no siempre he sido escuchado y no siempre he logrado lo
que con todo corazón buscaba en mi predicación. Alguna vez he desistido de
ofrecer el Evangelio a alguien, de lo cual luego me he arrepentido. Felizmente,
he ido aprendiendo de la propia experiencia y cuanto más me queda por aprender
de la gente sencilla y de los niños.
Es posible que
aquella noche Pedro y los suyos fuesen demasiado confiados en sus propias artes
de pesca y fracasaron. Hasta que se aparece Jesús y nos dice: "Tiren la
red a la derecha de la barca y encontrarán" (Jn 21,6). El supremo maestro
si sabe de pesca, pero para que Jesús coopere en la obra de la pesca requerimos
hacer un alto en la jornada de trabajo (Lc 10,39-42), conviene echar una mirada
a Jesús que muy respetuoso espera su turno nos sugiere cómo, cuándo y dónde
tenemos que echar la red. Este momento sin duda es el domingo, día del Señor y
el día de la familia el hacer un alto en la jornada de trabajo, dejar la red a
un lado y dar una mirada de apertura al Señor tiene mucho sentido en el
domingo. Y Él nos dirá donde tenemos que echar la red y veremos que la red si
tiene peces si hay pan suficiente para los hijos. Ya había dicho: “Sin mi nada
pueden hacer” (Jn 15,5).
No somos
nosotros los que cambiamos los corazones de los demás. No somos nosotros los
que podemos cambiar la vida de los demás. Esa es obra de Jesús. Por eso, para
anunciar el Evangelio necesitamos estar acompañados de Él, confiados en Él.
Fiándonos de Él. Los fracasos también entran en la pedagogía de Dios. Nos
enseñan a confiar y fiarnos más de Él que de nosotros. De ahí que el
evangelizador primero ha de hablar con Dios y escuchar a Dios. Evangelización
(Mc 16,15) y oración (Lc 17,5) caminan juntas son los dos brazos del Evangelio.
¿No será también esta la pedagogía de los padres cuando ven que sus hijos se
alejan de la fe? No basta enfadarse, ni echarles grandes discursos. Primero
oremos por ellos. Desde la orilla Jesús grita a los discípulos que están
pescando y les hace una pregunta: "¿Tienen pescado? (Jn 21,5) La respuesta
es tajante: "No." Jesús les dice: "Echen la red a la derecha de
la barca y encontraran." Así fue. El problema está dónde echar las redes,
para ello hay que conocer bien el mar y el movimiento de los peces. Para
evangelizar hay que conocer la realidad del mundo, de la historia y de los
hombres.
A veces me temo
que a nosotros nos suceda algo parecido a los discípulos, queremos pescar en
las Iglesias vacías. Mientras tanto, la gente anda por la calle. La Iglesia
puede estar vacía y las playas están a abarrotadas de gente, pero ¿alguien se
atreve a proclamar el Evangelio en la playa? La Iglesia puede estar vacía y las
calles están llenas de gente, pero ¿alguien se atreve a hablar del Evangelio en
la calle? Tenemos que conocer dónde está la gente. Posiblemente tendremos que
cambiar nuestro estilo de evangelización. Los templos se van vaciando cada vez
más, pero nosotros seguimos empeñados en no salir de lo habitual. Seguimos
echando las redes a la "izquierda" cuando Jesús nos invita a echarlas
a la derecha. No esperemos que los peces vengan a nuestras redes, es preciso
echar las redes donde están los peces. No esperemos que la gente venga a
buscarnos, es preciso que nosotros salgamos a buscar a la gente. Y digo
nosotros porque esta Iglesia es nuestra, iglesia de todos los bautizados. El
problema no estaba en las redes, tampoco en los peces. El problema estaba en
los pescadores que pescaban donde no había peces.
Estimados
hermanos en la fe, no es hora de llorar sobre la tumba vacía, no es hora de
mirar el cielo, no es hora de bonitas idea de Dios (Mt 7,21), eso es lindo pero
algo más importante es sabernos comprometer y decir yo en qué y cómo puedo
ayudar en esta tarea de la pesca. Jesús nos ha dicho algo lindo en los
apóstoles pescadores: Sígueme (Jn 21,19). Dios a pesar de todo cuanto somos,
sigue fiándose de nosotros, sigue apostando por nosotros. Olvidó de las
traiciones, de las negaciones (Jn 18,17); ahora dice a Pedro ¿me amas? Si
Señor; pastorea mis ovejas (Jn 21,15). Todos los bautizados somos sacerdotes de
Cristo y tenemos la misión de pastorear y depende de este trabajo la vida
eterna que nos prometió cuando dice: “Todo el que haya dejado casas, o
hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras por mí,
recibirá cien veces más en esta vida, y heredará la vida eterna (Mt 19,29).
Jesús ya había
manifestado, cuando dijo: “Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la
tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las
ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen
las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata
y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el
buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí” (Jn 10,10-14).
Recordemos también cuando había dicho: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra
edificare mi Iglesia” (Mt 16,18). Ahora Jesús dijo: "Simón, hijo de Juan,
¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús
le dijo: "Pastorea mis ovejas" (Jn 21,16).
Termina el
evangelio con una atenta invitación: “Sígueme” (Jn 21,19). Esto requiere:
"El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con
su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que
pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar
el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su
vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus
ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras” (Mt 16,24-27).
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