DOMINGO DE RAMOS – C (14 de abril de 2019)
Proclamamos la
Pasión de Jesucristo según San Lucas en el Capítulo 23, 33-49 (Lectura
abreviada)
23:33 Cuando
llegaron al lugar llamado "del Cráneo", lo crucificaron junto con los
malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
23:34 Jesús
decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Después se
repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
23:35 El pueblo
permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a
otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!"
23:36 También
los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
23:37 le
decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!"
23:38 Sobre su
cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos".
23:39 Uno de
los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el
Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
23:40 Pero el
otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la
misma pena que él?
23:41 Nosotros
la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho
nada malo".
23:42 Y decía:
"Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
23:43 Él le
respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
23:44 Era
alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra
hasta las tres de la tarde.
23:45 El velo
del Templo se rasgó por el medio.
23:46 Jesús,
con un grito, exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Y diciendo esto, expiró.
23:47 Cuando el
centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: "Realmente
este hombre era un justo".
23:48 Y la
multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo
sucedido, regresaba golpeándose el pecho.
23:49 Todos sus
amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a
distancia, contemplando lo sucedido. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXION:
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Con la
celebración del domingo de ramos iniciamos la semana santa y tiene varias
escenas, desde el día más oscuro (Viernes Santo) como el día más claro (Domingo
de Pascua). En resumidas cuentas ¿Qué significa la semana santa? Todo
pensamiento que podemos decir, queda insuficiente ante el misterio y silencio
de Jesús en la cruz. Ya el profeta Isaías hace 7 siglos, antes de la escena de
la pasión del Señor anuncio: “Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo
cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él (Hijo) las
iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera
abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el
que la esquila, él no habría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente, y,
¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes
y golpeado por las rebeldías de mi pueblo” (Is. 53,7-58).
El salmista
clama viendo esta escena de la pasión del Señor: “Mis enemigos me han rodeado
como toros, como bravos toros de Basán; rugen como leones feroces, abren la
boca y se lanzan contra mí. Soy como agua que se derrama; mis huesos están
dislocados. Mi corazón es como cera que se derrite dentro de mí. Tengo la boca
seca como una teja; tengo la lengua pegada al paladar. ¡Me has hundido hasta el
polvo de la muerte! Como perros, una banda de malvados me ha rodeado por
completo; me han desgarrado las manos y los pies. ¡Puedo contarme los huesos!
Mis enemigos no me quitan la vista de encima; se han repartido mi ropa entre si
y sobre ella echan suertes” (Slm 21,19). Con muchos pasajes podemos buscar su
real dimensión de la pasión del Señor, incluso el mis Señor dirá resumiendo
todo el A.T: “Estas profecías que acaban de oír, hoy se cumplen”(Lc 4,21).
En este relato
de la pasión del Señor, es tan cierto como el Profeta lo predijo: “Al ser
maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca. Como un cordero llevado
al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca
para su defensa” (Is 53,7). Donde solo hablan los hombres y tan cierto que
Jesús guarda silencio. Pero con la poca fuerza que le queda, sólo alguna que
otra palabra pronuncia, no en su defensa, sino manifestando su amor incluso a
sus verdugos. Esas que llamamos las siete palabras. Lucas pone en boca de Jesús
tres palabras: La del perdón (Lc 23,34), la de la promesa al buen ladrón (Lc
23,43) y la entrega de su espíritu en manos del Padre (Lc 23,46). Lucas trae un
detalle: la muerte de Jesús está sellada con la confesión de fe del Centurión
Romano, un pagano que reconoce a Dios en la Cruz por ver el modo como muere (Lc.23,47).
Las tres
Palabra citadas en la pasión, relatadas por Lucas son de doble dimensión:
divinas y humanas. Divinas porque sólo Dios puede olvidarse de sí mismo y de
sus sufrimientos para seguir pensando en el hombre. Sólo Dios puede morir
perdonando, que es el mejor oficio de Dios. Y sólo Dios es capaz de abrir a la
esperanza de la salvación a un facineroso que muere a su lado. Morir regalando
esperanza. Y sólo Él es dueño de la muerte. Por eso sólo Él es capaz de vencer
a la muerte (Jn 11,25) entregando voluntariamente su espíritu en las manos del
Padre (Lc 23,46). Son también, palabras profundamente humanas. Revelan la gran
sensibilidad de Jesús hacia el dolor de los demás (Lc 23,43). Revelan que se
puede morir olvidándose de su muerte para dedicar sus últimos momentos a
quienes están necesitados de perdón y de esperanza (Lc 23,34). Por eso mismo,
la Semana Santa no podemos vivirla sin sentirnos solidarios con los demás (Mc
12,28). La Semana Santa es un diálogo con Dios y con los hombres, un compromiso
con Dios y con los hombres. Porque es la gran semana del amor (Jn 13,34).
¡QUÉ DIFICIL ES
CREER EN UN DIOS QUE SE DEJA MORIR! (Lc 23,46)
¿Qué Dios se
nos manifiesta en la Semana definitiva de la Pasión? Un Dios, para muchos, un
tanto extraño, un Dios que no responde a nuestras expectativas. Pues a nosotros
nos encanta un Dios que lo sabe todo, lo puede todo. En la Pasión Dios se nos
revela con un rostro totalmente diferente. Es el Dios débil, del que los
hombres pueden hacer lo que les viene en gana: prenderlo, juzgarlo, condenarlo
y crucificarlo. Aquí no hay nada de grandeza humana, lo único que hay es
debilidad: “Pero yo no soy un hombre, sino un gusano; ¡soy el hazmerreír de la
gente!” (Slm 21,7) . Un Dios que, hasta los soldados y criados, se permiten el
lujo de escupirle en la cara, darle de bofetadas, y convertirlo en objeto de
diversión y burla. ¿A esto se ha reducido Dios? ¿Es posible que Dios se haya
podido empequeñecer más? Un Dios víctima de todos. Todos tienen derecho a jugar
con él. El único que carece de derechos es él.
¿Qué tipo de
Dios tenías en la mente? El Dios de la Pasión es el Dios débil y de los
débiles, crucificado y de los crucificados, el Dios que calla y sufre en el
silencio, mientras todos vociferan y piden a gritos su condena. Sin embargo,
todo eso no es sino el ropaje con el que se reviste Dios porque, por dentro, la
realidad es otra. El Dios de la Pasión es el Dios que encarna los valores del
Reino. El Dios que se sale del sistema humano(Razón) y anuncia un sistema
nuevo(Fe y amor). Se sale del sistema de la fuerza y el poder y proclama el
sistema del amor y la solidaridad y la fraternidad. El Dios que se comparte a
sí mismo con los débiles y ofrece la esperanza a los débiles. El Dios que no
ama el dolor, pero que es capaz de convertirlo en expresión de amor y de vida.
Un Dios que, colgado en la Cruz, es capaz de olvidarse de sí mismo y escucha y
atiende las súplicas de un crucificado que se desangra a su lado.
Hoy, propios y
extraños nos preguntamos: ¿qué hace un Dios colgado de la Cruz? ¿No parece el
mayor absurdo humano? Pues lo único que hace Dios colgado de la Cruz es
hacernos entender cuánto Dios nos ama, perdonar, salvar, dar su vida por ti.
Dar la vida por los demás, dar su vida para que otros vivan, puede ser un
absurdo humano, pero es la sabiduría divina. Con razón dijo san Pablo: “El
mensaje de la cruz es una locura para los que están en camino de perdición,
pero para los que están en camino de salvación es fuerza de Dios. Porque está
escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los
inteligentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el hombre culto? ¿Dónde el docto
sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es
una necedad? En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios
en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen
por la locura de la predicación. Mientras los judíos piden milagros y los
griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo
crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y
sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos.
Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la
debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres” (I Cor
1,18-25).
En resumidas
cuentas, la escena de la pasión del Señor no s sino la manifestación del amor
de Dios en su Hijo a la humanidad y la concreción y manifestación del Hijo que
nos enseña por su palabra y ahora por su testimonio: “Ustedes han oído que se
dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al
que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla
derecha, preséntale también la otra” (Mt 5,38-39).
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