DOMINGO DE LA PASCUA DE RESURRECCIÓN – C
(21 de abril de 2019)
Proclamación
del Santo Evangelio según San Juan 20, 1-9:
20:1 El primer
día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena
fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
20:2 Corrió al
encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo:
"Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto".
20:3 Pedro y el
otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
20:4 Corrían
los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó
antes.
20:5 Asomándose
al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
20:6 Después
llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el
suelo
20:7 y también
el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino
enrollado en un lugar aparte.
20:8 Luego
entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él vio y creyó.
20:9 Todavía no
habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los
muertos. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Amigos en el Señor resucitado Paz y Bien.
Si queremos ser
parte del triunfo de Jesús sobre la muerte, tenemos que pasar de la muerte a la
vida. Jesús nos había dicho adelantándose a esta escena lo siguiente: “El que
escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no
está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida” (Jn
5,24). Y el mismo Resucitado dijo a Tomas: "Trae aquí tu dedo: aquí están
mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo,
sino creyente” (Jn 20,27). En la parte final del evangelio de hoy hemos leído:
“Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de
entre los muertos” (Jn 20,9). De modo que, el Evangelio leído en esta fiesta de
las fiestas podemos titular con este anuncio: DE INCRÉDULOS A CREYENTES.
Recordemos la cita que trae el evangelista San Lucas: “¿Por qué buscan entre
los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó. Acuérdense de lo que les dijo
cuando todavía estaba en Galilea: el Hijo del Hombre debe ser entregado en
manos de los pecadores y ser crucificado, y al tercer día resucitará.” (Lc
24,5-7).
“Sabiendo que
el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y
que a Dios volvía” (Jn 13,3). “Salí del Padre y vine al mundo… Ahora dejo el
mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16,28) ¿Por qué vino y a qué vino Jesús? Vino
porque Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (Ez
33,11). El hijo tiene la misión que Él mismo explica en estos términos a
Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo Único, para que quien
cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque, Dios no envió al Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn
3,16). La misma idea plantea usando la figura del pastor cuando explica a la
gente en estos termino: “Yo he venido para que las ovejas tengan vida, y la
tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor que da su vida por las ovejas"
(Jn 10,10-11). Y en tercera persona es más enfático y directo en decir: “Así
como Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también el Hijo del
hombre será levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida
eterna” (Jn 3,14). “Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre,
entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo
que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo,
porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn 8,29-29).
En este Domingo
de la pascua de resurrección conviene reflexionar con detalles este episodio de
(Jn. 20, 1-9):
En primer
lugar: María Magdalena descubre que la tumba está vacía (Jn 20,1-2).Notemos los
movimientos de María Magdalena destacando la figura de la mujer en el anuncio
de la Buena Noticia (La tumba vacía, Jesús resucitado): María muy madrugada:
“Va al sepulcro cuando todavía estaba oscuro” (Jn 20,1). Esta acción es signo evidente de que su
corazón latía fuertemente por aquel que vio morir en la cruz. Pero también es
cierto que la hora de la mañana y los nuevos acontecimientos tienen
correspondencia: de madrugada muchos detalles anuncian un gran y radical
cambio, la noche se aleja, el horizonte se aclara y bajo la luz todas las cosas
van dando poco a poco su forma. Así
sucederá con la fe en el Resucitado: habrá signos que anuncian algo grande,
pero sólo en el encuentro personal y comunitario con el Resucitado todo será
claro, el nuevo sol se habrá levantado e irradiará la gloria de su vida
inmortal.
María una vez
descubierta la puerta movida “corre” enseguida porque presupone que el cuerpo
del señor no está porque no entró a la tumba y va a informarles a los
discípulos más autorizados, apenas se percata que el sepulcro del Maestro está
vacío (Jn 20,2). Esta carrera insinúa el amor de María por el Señor. Lo seguirá
demostrando en su llanto junto a la tumba vacía (Jn 20,11ss). Así María se
presenta ante Pedro y el Discípulo Amado como símbolo y modelo del auténtico
discípulo del Señor Jesús, que debe ser siempre movido por un amor vivo por el
Hijo de Dios.
María confiesa
a Jesús como “Señor”: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde
le han puesto” (Jn 20,2). A pesar de no haberlo descubierto vivo, para ella
Jesús es el “Señor” (Kýrios), el Dios de la gloria y por lo tanto inmortal (lo
seguirá diciendo: Jn 20,13.10). Ella está animada por una fe vivísima en el
Señor Jesús y personifica así a todos los discípulos de Cristo, que reconocen
en el Crucificado al Hijo de Dios y viven para Él.
En segundo
lugar: Los dos discípulos corren hacia la tumba vacía fuente de información de
la Buena noticia (Jn 20,3-10). Según el evangelista Juan los dos seguidores más
cercanos a Jesús se impresionan con la noticia e inmediatamente se ponen en
movimiento, ellos no permanecen indiferentes ni inertes sino que toman en serio
un anuncio (que tiene sujeto comunitario: no sabemos). Notemos cómo las
acciones de los dos discípulos se entrecruzan entre sí y superan cada vez más
las primeras observaciones de María Magdalena.
“Se encaminaron
al sepulcro” (Jn 20,3): La mención de los dos discípulos no es casual, ambos
gozan de amplio prestigio en la comunidad y la representan. Se distingue en
primer lugar a Pedro, a quien Jesús llamó “Kefas” (Jn 1,42), quien confiesa la
fe en nombre de todos (Jn 6,68-69), dialoga con Jesús en la cena
(13,6-10.36-38) y al final del evangelio recibe el encargo de pastorear a sus
hermanos (Jn 21,15-17). Por su parte el
Discípulo Amado es el modelo del “amado” por el Señor, pero también del que
“ama” al Señor (Jn 13,23; 19,26; 21,7.20). El discípulo amado llega primero a
la tumba, pero no entra, respeta el rol de Pedro. Se limita a inclinarse y ver
las vendas tiradas en la tierra. Él ve un poco más que María, quien sólo vio la
piedra quitada del sepulcro. “Simón Pedro entra en el sepulcro y ve las vendas
en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino
plegado en un lugar aparte” (Jn 20,6-7). Al principio Pedro ve lo mismo que vio
el Discipulado Amado, pero luego ve un poco más: ve que también el sudario que
estaba sobre la cabeza de Jesús, estaba doblado aparte en un solo lugar (Jn
20,7). Este detalle quiere indicar que
el cadáver del Maestro no ha sido robado, ya que lo más probable es que los
ladrones no se hubieran tomado tanto trabajo y darse el tiempo para dejar en
orden las cosas. Por lo tanto Jesús se
ha liberado a sí mismo de los lienzos y del sudario que lo envolvían, a diferencia
de Lázaro, que debió ser desenvuelto o ayudado por otros (Jn.11,42-44). Lo que
significa a diferencia de la resurrección de Lázaro, Jesús rompió las ataduras
de la muerte.
Desde luego que
la tumba vacía y las vendas no son una prueba de la resurrección, son
simplemente un signo de que Jesús ha vencido la muerte. Sin embargo Pedro no
comprende el signo. En cambio el discípulo amado “Entró... vio y creyó” (Jn
20,8) “...que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos”
(Jn 20,9) El Discípulo Amado ahora entra en la tumba, ve todo lo que vio Pedro
y da el nuevo paso que éste no dio: cree en la resurrección de Jesús. La
constatación de simples detalles despierta la fe del Discípulo Amado en la
resurrección de Jesús, el orden que reinaba dentro de la tumba para él fue
suficiente. No necesitó más para creer, como sí necesitó Tomás. A él se le
aplica el dicho de Jesús: “Dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20,29).
El Discípulo
Amado vio y creyó en la Escritura que anunciaba la resurrección de Jesús (Jn
20,9). Esto ya se había anunciado en Juan 2,22.
Aquí el evangelista no cita ningún pasaje particular del Antiguo
Testamento, tampoco ningún anuncio por parte de Jesús. Pero queda claro que la ignorancia de la
Escritura por parte de los discípulos implica una cierta dosis de incredulidad
por cuanto el Señor ya los anticipó del hecho (Jn 1,26; 7,28; 8,14). Así pues,
la asociación entre el “ver” y el “creer” (Jn 20,8) formará en adelante uno de
los temas centrales del resto del capítulo, donde se describen las apariciones
del resucitado a los discípulos, para terminar diciendo: “Porque me has visto
has creído. Dichosos los que no han visto y han creído” (Jn 20,29). ¿Qué hace
falta para pasar de incrédulo a creyente? Recordemos lo que ya nos había dicho
Jesús: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden
comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en
toda la verdad” (Jn 16,12-13).
Nos había dicho
también que: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo
cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto
para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto” (Jn 15,10-11).
Pues bien, ahora; la búsqueda amorosa del Señor se convierte en impulso
misionero. Como lo muestra el relato, se
trata de una experiencia contagiosa la que los envuelve a todos, uno tras otro.
Es así como este pasaje nos enseña que el evento histórico de la resurrección
de Jesús no se conoce solamente con áridas especulaciones sino con gestos
contagiosos de amor gozoso y apasionado. El acto de fe brota de uno que se
siente amado y que ama. Así todos nosotros, discípulos de Jesús, debiéramos
amar intensamente a Jesús y buscar los signos de su presencia resucitada en la
pascua de nuestra vida.
“Cuando Jesús
resucitó, sus discípulos recién recordaron que él había dicho esto, y creyeron
en la Escritura y en la palabra que había pronunciado” (Jn 2,22). Es decir, la
experiencia del resucitado tiene que ser como aquella escena descrita: “Con
razón, no nos ardía el corazón cuando Él nos hablaba en el camino y nos
explicaba las escrituras?” (Lc 24,32). Y asi, ahora podemos dar una mirada
hacia atrás desde la pasión, muerte y resurrección del Señor con nueva visión.
Así podremos recordar aquellas palabras: “Cuando ustedes hayan levantado en
alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí
mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y
no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn 8,28-29). Además
los milagros que hacen lo demuestra que si es Dios: “Ellos quitaron la piedra,
y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me
oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea,
para que crean que tú me has enviado». Después de decir esto, gritó con voz
fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». El muerto salió con los pies y las manos atadas
con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para
que pueda caminar” (Jn 11,41-44).
La gran prueba
de la divinidad de Cristo es su propia resurrección. Cristo profetizó que al
tercer día resucitaría, para demostrar que era Dios (Mc 10,33). Para estar
seguros de la resurrección de Cristo, primero, tenemos que estar seguros de que
murió. Si no murió, no pudo resucitar. Y tenemos cuatro clases de testigos de
que Cristo murió en la cruz y resucito:
1) Para LOS VERDUGOS: JESÚS ESTA MUERTO. (Jn
19,33): Los verdugos sabían que Cristo estaba muerto, porque cuando fueron a
rematarle, a partirle las piernas, no lo hicieron. A los crucificados les
partían las piernas con una maza de madera o de hierro, para que al partirle
las piernas, el crucificado no pueda apoyarse en el clavo de los pies, y al
quedar colgado de los brazos, los brazos tiran del diafragma, el diafragma
oprime los pulmones y se asfixia. Cuando van a rematar a Cristo, lo ven muerto
y no le parten las piernas. En opinión de los verdugos, que estaban muy
acostumbrados a crucificar, y sabían muy bien cuándo un hombre está muerto. En
opinión de los verdugos Cristo estaba muerto en la cruz.
2) Para la
AUTORIDADES: Cristo estaba muerto. (Mc 15,44-45): Cuando Nicodemo y José de
Arimatea van a pedirle a Pilato permiso para llevarse el cuerpo de Cristo,
Pilato se extraña de que Cristo esté muerto tan pronto, y no concede el permiso
sin recibir el aviso oficial de que Cristo está muerto. Así lo cuenta San
Marcos. Sólo entonces, concede el permiso a Nicodemo y a José de Arimatea para
que se lleven el cadáver de Cristo. Según la ley romana los familiares y amigos
tenían derecho a llevarse el cadáver del ajusticiado para darle sepultura. Por
lo tanto, oficialmente, Cristo está muerto para las autoridades cuando conceden
permiso a José de Arimatea para que se lleven el cadáver de Jesús.
3) Para los ENEMIGOS,
Cristo estaba muerto. (Mt 27,62-66): Porque los fariseos, con el trabajo que
les costó llevar a Cristo a la cruz, ¿podemos pensar que permitieran que se
llevaran el cadáver sin estar seguros de que Cristo estaba muerto? Ellos sabían
que Cristo había profetizado que al tercer día iba a resucitar (Mc 10,33). Para
evitar que nadie se llevara el cadáver y simulara una resurrección, pusieron
una guardia a la puerta del sepulcro (Mt 27,63-65).
¿Cómo los
fariseos iban a dejar que bajaran a Cristo de la cruz todavía vivo, para que se
curara y volver a empezar la historia? ¡Con el trabajo que les costó que Pilato
les permitiera crucificar a Cristo, después de que repetidas veces manifestó
que Cristo era inocente y que no encontraba culpa en Él! Por fin ellos lograron
atemorizarle amenazándole con denunciarle al César, pues Cristo era un
revolucionario que sublevaba al pueblo. Al fin, Pilato, sin estar convencido de
la culpabilidad de Cristo, les permite que lo lleven a la cruz. Los fariseos no
podían permitir que la historia volviera a empezar. Los fariseos tuvieron mucho
cuidado de que a Cristo no le descolgaran hasta que estuviera totalmente
muerto. Cuando los fariseos permiten que bajen a Cristo de la cruz y lo
entierren, es porque los fariseos sabían que Cristo estaba muerto. Allí no
había nada que hacer, porque Cristo estaba muerto. En opinión de los fariseos,
Cristo estaba muerto.
4) Para los
AMIGOS, Jesús está muerto (Mc 15,47): ¿Cómo es posible pensar que María
Santísima dejara a Cristo en el sepulcro y se fuera, si hubiera advertido en Él
la más mínima esperanza de vida? Cuando María Santísima, José de Arimatea y
Nicodemo dejan a Cristo en la tumba y se van, es porque estaban seguros de que
estaba muerto. Porque si hubieran observado la más mínima esperanza de
recuperación, ¿iban a dejarlo en la tumba y marcharse? María Santísima, José de
Arimatea, Nicodemo y San Juan estaban seguros de que Cristo estaba muerto. Por
eso lo dejaron en la tumba y se fueron. Y después de la fiesta volverían las
mujeres a terminar de hacer todas las ceremonias de la sepultura. En opinión de
los verdugos, en opinión de las autoridades, en opinión de los enemigos y en
opinión de los amigos, Cristo estaba totalmente muerto en la cruz.
¿Por qué es
importante que Jesús muriese de verdad? La muerte de Jesús en la cruz tiene
connotaciones trascendentales para nuestra fe: Si Jesús murió de verdad,
entonces es hombre de verdad y sufrió de verdad y si murió de verdad, entonces resucitó de verdad. Porque
si no ha muerto Jesús entonces no puede haber resurrección, solo si Jesús murió
entonces resucitó. Y Jesús si resucitó. Por tanto se comprueba que todo lo que
dijo Jesús es verdadero: “Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar
testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz” (Jn 18, 37).
Si murió Jesús;
¿Dónde está el cuerpo de Jesús el crucificado? No está en la tumba y si no está
en la tumba solo cabe dos posibilidades:
Primera
hipótesis: La tumba está vacía porque se lo robaron el cuerpo del Señor.
Segunda hipótesis: La tumba está vacía porque el Señor resucito. Si robaron el
cuerpo del Señor ¿Quién o quiénes pudieron robar? solo dos posibilidades: O los
enemigos o los amigos, porque a otras personas no les interesa el cuerpo del
crucificado. Luego si los enemigos robaron, sin duda que lo mostrarían el
cuerpo del crucificado porque se alborotó mayor escándalo al ser proclamado por
los apóstoles que Jesús resucitó (Hch 2,36). Los enemigos no lo mostraron el
cuerpo, por tanto no robaron los enemigos. Pero tampoco robaron los amigos o
los discípulos porque nadie daría la vida por una mentira. Si los apóstoles dan
su vida por una verdad: Que Jesús si resucitó. Porque nadie da su vida por una
mentira. Por tanto Jesús si resucitó: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado
y se apareció a Simón!" (Lc 24,34).
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