lunes, 13 de mayo de 2019

V DOMINGO DE PASCUA – C (19 de Abril del 2019)


V DOMINGO DE PASCUA  – C (19 de Abril del 2019)

Proclamación del santo evangelio según San Juan 13,31-33.34-35:

13:31 Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
13:32 Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
13:33 Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes.
13:34 Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.
13:35 En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN

Estimado y queridos hermanos(as) paz y bien en el Señor.

“La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Rm 5,8). ¿Por qué es importante tener pruebas que Dios nos ama? Porque Dios es amor (I Jn 4,8). “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte” (IJn 3,24). Hoy nos ha dicho Jesús: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,35).

El inicio del evangelio se nos ha dicho: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17). Hoy nos ha recalcado el tema del amor al decirnos: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo les he amado. La señal por la que conocerán que son mis discípulos será que se amen unos a otros” (Jn 13,34). Otras enseñanzas según los sinópticos también se nos dice: “Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,43-48).

¿Por qué tanta insistencia sobre el amor? Porque Dios es amor (I Jn 4,8). El amor autentico a Dios pasa por el amor al hermano: “El que dice amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?” (I Jn 4,20). San Pablo agrega al respecto y dice: “Toda la Ley se resume en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gal 5,14). “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo porque el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm 13,8).

En este quinto domingo del tiempo de pascua, tiempo de manifestación del amor de Dios para con cada uno de nosotros, manifiesto expresado simplemente en el acontecimiento de Jesús crucificado y resucitado. Y en este contexto o despliegue festivo del amor de Dios, el evangelio nos aporta tres ideas principales, es a saber:

a) Judas que ya salió a hacer de las suyas. Jesús ve con mucha serenidad lo que se viene, por más que sabe a lo que va a pasar, Jesús mira con ojos nuevos su futuro. Sabe lo que le espera, pero no lo ve ni como algo trágico ni como una desgracia. Al contrario, siente que ahora ha llegado la hora de su propia glorificación y la glorificación del Padre en Él. Lo que para muchos serán unas momentos de dolor, frustración o fracaso, Jesús es capaz de ver en ello el momento de dar gloria a Dios y Él mismo ser glorificado. Y es que Jesús siempre ve las cosas desde el otro lado, desde el proyecto amoroso del Padre celestial.

b) La idea central que resalta el evangelio de hoy es el gran mandamiento que nos deja. Lo hace como todo buen padre lo haría con sus hijos al momento de morirse: que se amen unos a otros. Pero, no se trata de un amor como lo entiende el hombre del siglo XXI (amor eros, amor filia, amor interesado) un amor vacío. Se trata del amor como Él mismo nos ha amado. Aquí no se trata de palabras bonitas y románticas de corte novelesca y menos de una poesía bonita que todo eso no sirve de nada. El amor de verdad del que nos habla Jesús es ese amor ágape, el amor sublime, el amor incondicional y este tipo del amor verdadero solo puede venir de Dios. El amor de verdad es amar como Jesús ama, hasta dar su vida por el mundo.

c) La otra idea que me parece valioso es que: El verdadero testimonio cristiano que hace creíble nuestra fe y hace creíble nuestra fe en Jesús, no es hacer grandes cosas ni ocupar altos puestos, sino el "amarnos los unos a los otros. Los cristianos solemos ser gente normal, gente como el resto de la gente. Comemos, bebemos, dormimos, nos divertimos, trabajamos. Vamos en el autobús, nos molesta el frío. Nos agobia, con frecuencia el calor. Igualitos a todos. En estos actos simples se ve desplegado el amor autentico de todo discípulo y los demás de por si entienden el mensaje y dicen mira cómo se aman. Entonces es cuando nos sabemos que somos de Jesús nuestro maestro quien nos dejó esta forma de vida evangélica. Con razón algunos eminentes santos en nuestra Iglesia universal como como San Pablo dirá: Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí’ (Gál 2, 20). O como el mismo hermano universal, San Francisco de Asís que propone a sus hermanos como norma de vida fraterna: vivir el santo evangelio, que no es otra que vivir en el mismo amor de Dios.

En resumen: ¿cómo se nos identifica como cristianos? ¿Cómo saber que somos seguidores de Jesús? Hay un detalle que Jesús quiere dejar bien claro para que "conozcan que son mis discípulos". Nuestro único y verdadero distintivo es el que más nos asemeja a Él y al Padre. Para Jesús no es otra cosa que el "amor". "La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se amen unos a otros como yo les he amado". La Iglesia no se identifica por su gran organización, ni tampoco por la solemnidad de sus celebraciones ni siquiera por sus grandes documentos, la Iglesia se identifica ante la sociedad por ser el sacramento del amor de Dios a los hombres. La Iglesia no se identifica por su ortodoxia, sino por ser la expresión del amor de Jesús crucificado en la Cruz y como tal es el evangelio viviente y signo de salvación. Pues, ahora entendemos del por qué Jesús respondió al maestro de la ley cuando un buen día le pregunto ¿Cuáles el mandamiento principal de la ley? A lo que Jesús respondió: amaras a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y el segundo es semejante: amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37).

San Pablo es bien explícito sobre el tema: “Todo lo que hagan, háganlo con amor” (I Cor 16,14). Y es muy contundente al descifrar los valores que construyen el amor al decir: “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,  no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá, el amor no pasará jamás” (I Cor 13,1-8).

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