CUARTO DOMINGO DE PASCUA - A (11 de Mayo del 2014)
Proclamación del Evangelio según: Juan
10,1-10
"Yo soy la puerta de las ovejas"
En aquel tiempo, dijo Jesús
"Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas,
sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por
la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guardia, y las ovejas
atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca
fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas
lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán
de él, porque no conocen la voz de los extraños." Jesús les puso esta
comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió
Jesús: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han
venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y
encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago;
yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante." PALABRA DEL
SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
Dios dijo por el profeta: “¡Profetiza,
hijo de hombre profetiza contra los pastores de Israel! Tú dirás a esos
pastores: Así habla el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a
sí mismos! ¿Acaso los pastores no deben apacentar el rebaño? Pero ustedes se
alimentan con la leche, se visten con la lana, sacrifican a las ovejas más
gordas, y no apacientan el rebaño. No han fortalecido a la oveja débil, no han
curado a la enferma, no han vendado a la herida, no han hecho volver a la
descarriada, ni han buscado a la que estaba perdida. Al contrario, las han
dominado con rigor y crueldad. Ellas se han dispersado por falta de pastor, y
se han convertido en presa de todas las bestias salvajes. Mis ovejas se han
dispersado, y andan errantes por todas las montañas y por todas las colinas
elevadas. ¡Mis ovejas están dispersas por toda la tierra, y nadie se ocupa de
ellas ni trata de buscarlas! Por eso, pastores, oigan la palabra del Señor. Lo
juro por mi vida –oráculo del Señor–: Porque mis ovejas han sido expuestas a la
depredación y se han convertido en presa de todas las fieras salvajes por falta
de pastor; porque mis pastores no cuidan a mis ovejas; porque ellos se
apacientan a sí mismos, y no a mis ovejas; por eso, pastores, escuchen la
palabra del Señor: Así habla el Señor: Aquí estoy yo contra los pastores. Yo
buscaré a mis ovejas para quitárselas de sus manos, y no les dejaré apacentar
mi rebaño. Así los pastores no se apacentarán más a sí mismos. Arrancaré a las
ovejas de su boca, y nunca más ellas serán su presa. Porque así habla el Señor:
¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él” (Ez 34,
2-11).
Este episodio del profeta Ezequiel nos
sitúa en la difícil situación del rebaño por culpa de los pastores que no
cumplen su misión por no decir de los falsos pastores que dispersan el rebaño
por lo que hay el deseo urgente de que Dios envié un pastor fiel: ¡Aquí estoy
yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él” (Ez 34,11) y este
pastor que anuncia el profeta es Jesús quien dice: “Yo soy el buen Pastor:
conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a
mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras
ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán
mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo
doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo.
Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi
Padre” (Jn 10,14-18).
El evangelio que hemos leído hoy; resalta
en primer lugar la identidad del pastor: “El que no entra por la puerta en el
redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un
salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le
abre el portero” (Jn 10,1-3).
Aquí Jesús nos presenta dos formas contrapuestas de acercarse a las
ovejas: la identidad del pastor autentico y del falso pastor. Notemos el énfasis en el verbo “ser”:
“Ése es un ladrón y salteador” y el de “Es pastor de las ovejas”. De esta
manera, la primera parte de la parábola señala mediante la contraposición: “El
que entra por la puerta falsa” y “El que entra por la puerta verdadera”. Entonces, hay dos modos de entrar al
rebaño que dependen de lo que se busque: cuidar del rebaño o, por el contrario,
hacerle daño. Así queda establecida la diferencia entre el falso y el verdadero
pastor de las ovejas.
a) El falso pastor: “El que no entra
por la puerta… escala por otro lado…” Quien busca hacer daño no da la cara,
entra a escondidas valiéndose de un subterfugio (Jn 10,1), porque quien tiene
segundas o malas intenciones no gusta de ser reconocido, como bien había
explicado Jesús: “Todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz,
para que no sean censuradas sus obras” (Jn 3,20). A quien procede de esta
manera se le dan los dos calificativos fuertes de “ladrón” y “salteador”, dos
títulos que señalan la intención deshonesta y egoísta. Ante todo priman sus
propios intereses, el resto no le importa; su búsqueda de la oveja implica
sometimiento, enajenación, aprovechamiento y, finalmente, muerte para ella.
b) El verdadero pastor: “El que entra
por la puerta… le abre el portero”. El verdadero pastor da la cara al llegar a
la puerta y dejarse convalidar por nuevo personaje en la parábola, el portero,
quien dictamina si es o no es pastor. Obviamente, cuando lo reconoce, éste no
duda en dejar entrar al pastor. También había dicho Jesús: “El que obra la
verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas
según Dios” (Jn 3,21). Y no sólo le abre el portero sino que “las ovejas
escuchan su voz”, se entabla una relación estrecha y vivificante entre ellos,
como vemos a continuación.
En segundo lugar se resalta la relación
entre el pastor y las ovejas: “Y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las
llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante
de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un
extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Jn.10,3-5).
Una vez que se ha identificado al
verdadero pastor, vemos cómo se entabla la relación de éste con sus ovejas.
Podríamos decir también que esta segunda parte de la parábola igualmente se
describe a la verdadera oveja con la contraposición: “Conocen su voz (del
pastor)” y “No conocen la voz de los extraños”. La primera frase lo afirma
claramente: “Las ovejas escuchan su voz”, o sea, no dudan en atender la voz de
quien los guía y, en consecuencia, “le siguen” con docilidad. ¡Una excelente
caracterización del discípulo del Señor! Toda esta sección podría englobarse
bajo el título “Las ovejas escuchan su voz”. Por cierto, más adelante, en el
relato de la pasión, Jesús dirá: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”
(Jn 18,37).
a) El seguimiento del pastor:
Se distinguen dos momentos: cuando la
oveja es sacada del redil y cuando es conducida por las praderas. En ambas
ocasiones la “voz” del pastor juega un papel fundamental. El verbo “sacar” está
repetido, es una acción importante. El término es conocido en el vocabulario
del éxodo: “sacar fuera” es un acto de libertad; al respecto, algunos
comentaristas han notado que nunca se habla de un traer de vuelta al viejo
redil. Pues bien, el “sacar” se realiza mediante un llamado: “a sus ovejas las
llama una por una” (“por su nombre”). Cada oveja sabe su propio nombre y
responde enseguida a la voz del que la llama. El “nombre” señala la identidad
de una persona, lo que la distingue y hace única, también su historia y sus
características personales. La oveja es conocida así. Tenemos aquí una sobria
pero elocuente descripción de la relación personal que el pastor entabla con
cada oveja: él se interesa por ella llamándola desde la hondura de su identidad
personal y ella, por su parte, reconoce su voz y le responde poniéndose en camino
hacia él y junto con él.
Comienza, entonces, la segunda etapa:
“va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Jn.10,4).
Una vez que han sido llamadas por su nombre, sacadas del redil y congregadas,
las ovejas son encaminadas hacia los lugares de la pradera. La relación llamada
y respuesta ahora progresa hacia la relación precedencia y seguimiento: el
pastor camina delante de ellas, y éstas –ciertamente con gran alegría- siguen a
aquel cuya voz les es familiar.
El discipulado se describe claramente
con el “ir delante” del Pastor y Maestro y el “seguir” de la Oveja y discípulo.
El contenido del seguimiento de Jesús está presentado a lo largo de todo este
evangelio, de punta a punta (si bien el término “seguir” es apenas uno de los
términos usados por Juan para describir el seguimiento de Jesús, vale la pena
observar: (Jn 10,27; 13,36-37; 18,15; 21,19.22). Pero aquí lo que el
evangelista nos invita a observar atentamente es qué es lo que dinamiza el
seguimiento: “le siguen porque conocen su voz”. Sin el conocimiento de la voz
de aquel que es la Palabra de Vida (Jn 1,4) no es posible el seguimiento de
Jesús.
b) La fuga ante los extraños: La parábola termina señalando que las ovejas no sólo “siguen” a Jesús sino que “no seguirán a un extraño” (Jn 10,5). Y el argumento es el mismo: “porque no conocen la voz de los extraños” (Jn10,5c). Es la antítesis del versículo anterior. No sólo se afirma que no seguirán a los extraños sino que “huirán” de ellos aterradas (Jn 10,5b). Una cosa es la indiferencia frente al extraño y otra es la fuga. Esta última actitud puede ser leída en dos planos:
1. Teniendo en cuenta que no se reconoce la voz de los extraños, se puede entender como capacidad de discernimiento por parte del discípulo del Señor: el discípulo aprende a distinguir lo que proviene y lo que no del Señor.
2. Teniendo en cuenta la connotación
del término fuga, como carrera en vía contraria, se puede entender como un
apartarse decididamente o, mejor aún, como toma de decisión radical y profética
frente a todo aquello que no va de acuerdo con el camino de vida.
Hay que tener presente que gracias a
la familiarización con la voz de Jesús es que es posible detectar las voces
seductoras que proponen caminos de muerte: ¡la escucha del Señor es la escuela de
los auténticos profetas!
La incomprensión del auditorio: “Jesús les dijo esta parábola, pero
ellos no comprendieron lo que les hablaba” (Jn 10,6). Situándonos sobre este
plano del “conocimiento” el evangelista nos invita a una correlación entre la
actitud de las autoridades religiosas judías, quienes son los interlocutores de
Jesús (Jn 9,39-41), y los comportamientos descritos en la parábola (Jn 10,1-5).
En pocas palabras: las ovejas oyen la voz del pastor (Jn 10,3b-4), pero los
fariseos no oyen su voz, no reconocen lo que les está diciendo. De esta manera
se identifica a los fariseos (Jn 9,40) con los “ladrones y salteadores” de Jn
10,1.
“En verdad, en verdad les digo: yo soy
la puerta de las ovejas. Todos
los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no
les escucharon. Yo soy la puerta;
si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (Jn
10,7-9).
La imagen de la puerta había aparecido
antes en Jn 10,1-2, allí era el lugar de entrada correcto para acceder al
redil. Ahora se da un paso adelante: Jesús es esta puerta. Un antecedente
bíblico puede ser el Salmo 118, el cual quizás fue interpretado como profecía
mesiánica –siempre bajo la luz de la Pascua- en el cristianismo de los orígenes,
particularmente el v.20: “Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los
justos”.
Esto quiere decir que solamente a
través de Jesús se puede tener el acceso adecuado a las ovejas y que por medio
de él las ovejas pueden salir hacia los espacios amplios de la vida
representados en las verdes praderas, como se describe en Jn 10,9.
Los que vinieron antes de Jesús son
calificados de “ladrones y salteadores”. Los que antes de Jesús han conducido
al pueblo de Dios, específicamente estos dirigentes que tiene ante sus ojos y
que lo rechazan a él así como a quienes comienzan a aceptar su revelación (por
ejemplo, el ciego de nacimiento), ya no son reconocidos como sus dirigentes:
“las ovejas no les escucharon”. Y puesto que no han entrado por la puerta, no
tienen ningún derecho sobre las ovejas.
Jesús es la mediación de la vida. Y
todo esto gracias a la voz que es escuchada y seguida: “Todo se hizo por medio
de ella (la Palabra)… En ella (la Palabra) estaba la vida / y la vida era la
luz de los hombres… La gracia y la verdad nos han llegado por medio de
Jesucristo” (Jn 1,3.4.17).
El “entrar” y “salir” connota también
la libertad de la que se habló en la parábola, en Jn 10,3b-4 (verbo “sacar”).
La puerta permanece grande y abierta, las ovejas van y vienen, no son
aprisionadas sino que se las hace salir y son siempre conducidas por aquel a
quien escuchan. Entre libertad y vida se establece una estrecha relación.
Y el don de Dios se da con toda
magnanimidad. Valga recordar que la imagen del “encontrará pastos” parece
retomar la promesa de Dios en Ezequiel 34,14 que se había convertido en anhelo
del Pueblo de Dios: “Las apacentará en buenos pastos, /y su majada estará en los
montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán pingües
pastos por los montes de Israel”. Es al servicio de esto que debían ponerse
todos los pastores de Israel. Y es aquí donde la manera de realizar la misión
en función del pueblo se pone en cuestión.
El evangelio termina con esta categórica afirmación:
“Yo he venido para tengan vida abundante” (Jn 10,10).
Lo que Jesús “es” se
realiza en la misión para la cual ha “venido”. Las frases contrapuestas “El
ladrón no viene más que robar” y “Yo he
venido para que tengan vida” ponen ante nuestros ojos –en forma comparativa-
dos maneras de presentarse ante las ovejas.
Los verbos “robar”, “matar” y
“destruir” aplicados al ladrón, señalan que no hay nada vivificante en ellos. Relacionemos con los que habían venido antes de Jesús y se presentaban ante
el pueblo como sus servidores no le ofrecían la vida que necesitaban sino que
se valían de él para mantenerse en su posición de privilegio. Los fariseos y
dirigentes del pueblo quedan definitivamente descalificados como pastores.
Los tres verbos de negación de vida de
la oveja que tiene como sujeto al ladrón, se contraponen a uno solo que tiene
como sujeto a Jesús: “Dar Vida”. Ahora se dice de forma explícita: “Yo he
venido para tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Y no solo un
poquito sino en abundancia.
Esta será la pretensión inaudita de
Jesús, la que será motivo de confrontación cada vez más fuerte con sus
adversarios, la que le llevará finalmente hasta la muerte en la cruz, en la
cual irradiará esa vida abundante sobre la humanidad entera, dando vida con su
propia vida glorificada.
En resumen: El verdadero pastor tiene que entrar
por la puerta que es Jesús y no por otros medios saltándose los muros del ansia
de poder, dominio y prestigio. Segundo, según el Papa Francisco el pastor
camina detrás de las ovejas, en medio de las ovejas, delante de las ovejas y
éstas le siguen. No por detrás con el látigo, sino preocupado que ninguna se
quede. Tercero, las ovejas conocen su voz y por eso le siguen. La voz del
pastor tiene que ser una voz amiga y cercana al rebaño, hablando el lenguaje de
las ovejas porque promueve vida e infunde vida abundante.