DOMINGO DEL CORPUS CHRISTI (22 de Junio de 2025)
Proclamación del Santo Evangelio según San Lucas 9,11 - 17:
9:11 Pero la multitud se dio cuenta y lo siguió. Él los
recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían
necesidad de ser curados.
9:12 Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron:
"Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los
alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar
desierto".
9:13 Él les respondió: "Denles de comer ustedes
mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos
pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta
gente".
9:14 Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces
Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de
cincuenta".
9:15 Y ellos hicieron sentar a todos.
9:16 Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y,
levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y
los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud.
9:17 Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se
llenaron doce canastas. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados hermanos(as) en el señor sacramentado Paz y Bien.
Jesús Eucaristía en la Santa Misa es el Corazón de
Nuestra Fe: La Santa Misa no es
simplemente un rito; es el encuentro más profundo y transformador con
Jesucristo. En cada celebración, Jesús no es solo recordado, sino que se hace realmente
presente para nosotros en la Eucaristía. Esta presencia es el centro
de nuestra fe y la fuente de nuestra vida espiritual.
Jesús se Nos Entrega en Cuerpo y Sangre: Cuando participamos en la Misa, somos
testigos y partícipes del milagro más grande: la transubstanciación. Por
las palabras del sacerdote y la acción del Espíritu Santo, el pan y el vino se
convierten en el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo. No es una
representación simbólica ni un recuerdo lejano; es Jesús mismo, entero y
glorioso, que se nos da como alimento espiritual.
Imagina la Última
Cena: Jesús, con un amor inmenso, anticipa su sacrificio en la cruz y se
entrega a sus discípulos bajo las especies del pan y el vino. En cada Misa, ese
mismo acto de amor se renueva. Jesús Eucaristía es el cordero inmolado
que se hace presente, ofreciéndose al Padre por nuestros pecados y abriendo
para nosotros las puertas de la vida eterna. Al comulgar, nos unimos
íntimamente a Él, recibiendo su vida, su gracia y su amor.
El Pan de Vida que Nos Sostiene: Jesús se define a sí mismo como el "Pan
de Vida" (Juan 6,35). En la Eucaristía, Él es ese pan que nos alimenta
en nuestro peregrinar por este mundo. Así como el alimento físico nutre nuestro
cuerpo, la Eucaristía nutre nuestra alma, fortaleciéndonos contra el pecado,
dándonos consuelo en las pruebas y llenándonos de esperanza.
Comulgar no es un
acto rutinario; es un encuentro personal con el Señor Resucitado. Es permitir
que Jesús entre en nuestra vida de la manera más íntima posible, para
transformarnos desde dentro, para que cada vez seamos más como Él. Es recibir
la fuerza para amar como Él amó, para perdonar, para servir y para llevar su
luz al mundo.
Un Banquete que Nos Une: La Eucaristía no solo nos une a Jesús, sino que también nos une como
hermanos en la fe. Al participar del mismo Cuerpo y la misma Sangre, nos
convertimos más plenamente en el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia.
La Eucaristía es el sacramento de la unidad, que nos llama a superar
nuestras divisiones y a vivir el amor y la caridad que Jesús nos enseñó.
Cada Misa es un
anticipo del banquete celestial, el Reino donde estaremos eternamente
con Dios. Al recibir la Eucaristía, saboreamos ya la promesa de la vida eterna
y nos preparamos para ese día glorioso.
Vivir la Eucaristía en lo Cotidiano: Esta fiesta solemne de Jesús Eucaristía en la
Santa Misa nos invita a ir más allá del momento de la celebración. Nos impulsa
a llevar esa presencia de Cristo a nuestra vida diaria. Si hemos comido el Pan
de Vida, estamos llamados a ser pan para los demás: a compartir nuestra fe, a
consolar al que sufre, a ser instrumentos de paz y justicia. Que cada
vez que participemos en la Santa Misa, renovemos nuestra fe en la presencia
real de Jesús Eucaristía y permitamos que este sacramento transforme nuestro
corazón, nuestra mente y nuestras acciones y nos haga hombres nuevos.
La Santa Misa: Culmen y Fuente de la Vida Cristiana en la
Eucaristía: La Santa Misa, como cumbre de la liturgia católica, es el
espacio privilegiado donde el Sacramento de la Eucaristía se celebra y se hace
presente de manera viva y dinámica. Es en esta acción sagrada donde la
reflexión bíblica y la doctrina católica se entrelazan para revelar la riqueza
inagotable de este don divino. Para comprender la profundidad de la Eucaristía
en la Misa, es esencial explorar cómo la Palabra de Dios y la tradición de la
Iglesia iluminan cada momento de esta celebración.
I. Fundamento Bíblico de la Eucaristía en la Misa: La
celebración de la Misa es un eco y una actualización de los momentos
fundacionales de la Eucaristía en las Sagradas Escrituras:
- La
Última Cena (Mateo 26,26-29; Marcos 14,22-25; Lucas 22,14-20; 1 Corintios
11,23-26):
- Institución
del Sacramento: Estos relatos sinópticos y paulinos son el corazón de
la institución eucarística. Jesús toma el pan, lo bendice, lo parte y lo
da a sus discípulos, diciendo: "Tomad y comed, este es mi
Cuerpo". De igual manera, toma el cáliz de vino: "Esta es mi
Sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por muchos para el perdón
de los pecados".
- Mandato:
El "Hagan esto en conmemoración mía" (Lucas 22,19; 1 Corintios
11,24-25) es el mandato explícito que Jesús da a sus apóstoles para que
continúen celebrando este memorial. La Misa es la obediencia continua de
la Iglesia a este mandato divino.
- Significado
del Sacrificio: La Misa actualiza el sacrificio incruento de Cristo
en la cruz. Las palabras "derramada por muchos para el perdón de los
pecados" (Mateo 26,28) conectan directamente la Eucaristía con la
redención y la expiación por los pecados, un concepto que encuentra sus
raíces en los sacrificios del Antiguo Testamento.
- El
Pan de Vida (Juan 6,22-59):
- Discurso
Eucarístico: Este pasaje de Juan, anterior a la Última Cena, es una
profunda catequesis de Jesús sobre la Eucaristía como el "Pan de
Vida". Jesús afirma: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si
uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar
es mi carne por la vida del mundo" (Jn 6,51).
- Necesidad
de Comer y Beber: La insistencia de Jesús "El que come mi carne
y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Jn 6,54) subraya la necesidad
vital de la comunión para la vida en Cristo y la unión con Él. Este
pasaje es fundamental para comprender la Real Presencia.
- Los
Discípulos de Emaús (Lucas 24,13-35):
- Liturgia
de la Palabra y de la Eucaristía: Este relato post-resurrección es un
paradigma de la Santa Misa. Jesús explica las Escrituras a los discípulos
(Liturgia de la Palabra), y es reconocido "al partir el pan"
(Liturgia de la Eucaristía). Muestra cómo la Palabra de Dios y el
Sacramento Eucarístico son inseparables en la experiencia del encuentro
con Cristo resucitado.
II. Doctrina Católica de la Eucaristía en la Celebración
de la Misa
La teología católica ha desarrollado una rica comprensión de
la Eucaristía en la Misa, arraigada en la Revelación y la Tradición.
- La
Misa como Actualización del Sacrificio de Cristo:
- Unico
Sacrificio: La Misa no es un nuevo sacrificio, sino la misma celebración
de Jesús con sus apóstoles, sacramento único del sacrificio de Cristo
en el Calvario. "Cristo nuestro Señor, que iba a ofrecerse una vez
para siempre, por medio de su muerte en el altar de la cruz, a Dios
Padre, para realizar en ellos una redención eterna, quiso dejar a su
Iglesia un sacrificio visible" (Catecismo de la Iglesia Católica,
CIC 1366).
- Carácter
Propiciatorio: Este sacrificio es propiciatorio, es decir,
aplica los méritos de la pasión y muerte de Cristo para el perdón de los
pecados y la remoción de las penas. Se ofrece por los vivos y por los
difuntos.
- La
Presencia Real de Cristo:
- Transubstanciación:
Por las palabras de la consagración y la invocación del Espíritu Santo (Epíclesis:
“Te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu espíritu…”),
el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
manteniendo las apariencias sensibles. Esta es la doctrina de la transubstanciación.
- Presencia
Completa: Cristo está presente total y plenamente bajo cada
una de las especies (pan y vino), y bajo cada fragmento de la Hostia o
gota de la Preciosa Sangre. Su presencia es sustancial, verdadera y real,
no meramente simbólica.
- La
Misa como Banquete Pascual y Comunión:
- Alimento
Espiritual: La Eucaristía es el alimento espiritual que nutre la vida
de gracia en el creyente. Al comulgar, los fieles se unen íntimamente a
Cristo y se asimilan a Él. "La comunión nos une más íntimamente a
Cristo. Él mismo dice: 'El que come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece
en mí, y yo en él' (Jn 6,56)" (CIC 1391).
- Unidad
del Cuerpo Místico: La comunión eucarística fortalece la unidad de
la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo. "Cuantos comen el único
pan, que es Cristo, entran en comunión con Él y forman en Él un solo
cuerpo" (CIC 1396).
- Prenda
de Gloria Futura: La Eucaristía es también una "prenda de la
gloria futura" (CIC 1402), una anticipación del banquete celestial en
la plenitud del Reino de Dios.
- La
Misa como Acción de Gracias (Eucaristía):
- El
término "Eucaristía" significa "acción de gracias".
La Misa es la suprema acción de gracias que la Iglesia, unida a Cristo,
eleva al Padre por todos sus dones, especialmente por la redención. Es
una respuesta de amor y gratitud al amor infinito de Dios.
III. Implicaciones para la Celebración y la Vida del Fiel
La riqueza de la Eucaristía en la Misa tiene profundas
implicaciones:
- Participación
Activa: La comprensión de que la Misa es el sacrificio de Cristo y el
banquete del Señor invita a una participación plena, consciente y activa.
No es un mero espectáculo, sino una acción en la que cada fiel está
llamado a unirse a Cristo en su ofrenda al Padre.
- Adoración
y Reverencia: La Real Presencia exige una profunda adoración y
reverencia hacia el Santísimo Sacramento, tanto durante la Misa como fuera
de ella.
- Formación
Espiritual: La escucha atenta de la Palabra de Dios en la Liturgia de
la Palabra, unida a la participación en la Liturgia Eucarística, forma y
transforma al creyente, nutriendo su vida de fe, esperanza y caridad.
- Misión
y Testimonio: La comunión con Cristo en la Eucaristía impulsa al
creyente a vivir como discípulo, llevando el amor de Cristo al mundo y
construyendo el Reino de Dios.
En conclusión, la Santa Misa es mucho más que una simple
ceremonia; es el lugar donde el misterio de la Eucaristía se desvela en toda su
plenitud. Es el encuentro sacramental con el Cristo resucitado que se entrega
como alimento, nos une a Él y entre nosotros, y nos capacita para vivir una
vida cristiana auténtica, anticipando la plenitud del Reino. Es, en verdad, el
"culmen y fuente de toda la vida cristiana" (CIC 1324).
En el evangelio de Juan todo el capítulo 6 nos habla sobre
el sentido y el valor real de la eucaristía, así por ejemplo nos dice: “Yo soy
el pan vivo que ha bajado del cielo, quien come de esta pan vivirá para
siempre” (Jn 6,51). Inmediatamente la gente se pregunta: “¿Cómo puede éste
hombre darnos a comer su carne?” (Jn 6,52). La gente no entendió, y hasta hoy
todavía hay muchos que no quieren entender aquella palabra que el Ángel dijo a
Marìa: “Nada es imposible para Dios” (Lc 1,37) Jesús mismo nos ha dicho: “Todo
es posible para Dios” (Mt 19,26). Y así un día convirtió el agua en vino (Jn
2,3). Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea.
Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. (Jn 27-11). Así pues,
la omnipotencia de Dios hizo posible que su Palabra se hiciera carne (Jn 1,14),
que esa Palabra que es su Hijo, tiene el poder de convertir el agua en vino,
hoy convierte ante nuestros ojos el Pan en su cuerpo y el vino en su sangre al
decir: "Tomen y coman que esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa,
dio gracias y se la entregó, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque
esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza que será derramada por Uds para el
perdón de los pecados, y hagan esto en conmemoración mía” (Mc 14,22).
En la oración del Padre Nuestro pedimos: “Danos hoy nuestro
pan de cada día” (Mt. 6, 11). Sin embargo, ese alimento diario, que pedimos y
que Dios nos proporciona a través de su Divina Providencia, que es el pan
material, y el pan material nos tiene llevar al encuentro con Dios mediante el
Pan Espiritual, (Eucaristía). No podemos estar pendientes solamente del
alimento material. El pan material es necesario para la vida del cuerpo, pero
el Pan Espiritual es indispensable para la vida del alma. Dios nos provee
ambos.
Jesucristo murió, resucitó (Lc 24,6) y subió a los Cielos, y
está sentado a la derecha de Dios Padre (Credo). Pero también permanece en la
Hostia Consagrada (Mt 26,26), en todos los sagrarios del mundo. Y allí está
vivo, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad; es decir: con todo su ser de Hombre
y todo su Ser de Dios, para ser ese alimento que nuestra vida espiritual
requiere. Es este gran misterio lo que conmemoramos en la Fiesta de Corpus
Christi. El Jueves Santo Jesucristo instituyó el Sacramento de la Eucaristía,
pero la alegría de este Regalo tan inmenso que nos dejó el Señor antes de
partir, se ve opacada por tantos otros sucesos de ese día, por los mensajes
importantísimos que nos dejó en su Cena de despedida, y sobre todo, por la
tristeza de su inminente Pasión y Muerte.
Jesús dijo a sus discípulos: “Yo estaré con ustedes todos
los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Lo mismo: “No les dejare
huérfanos” (Jn 14,18). Y saben por qué; porque como Juan dice: Dios es amor
(IJn 4,8). “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, para todo el que
cree en Él tenga vida eterna” (Jn 3,16). Jesús mismo nos ha dicho: “Si
alguien me ama, guardará mis palabras y mi padre lo amara y vendremos y haremos
morada en èl” (Jn 14,23). Por eso, pienso que fue la mejor definición que dio
de sí el Hijo al decirnos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, quien
come de este pan vivirá para siempre” (Jn 6,51). Al menos en su relación con
nosotros es Jesús quien se dona en la Eucaristía. Convertirse en pan sin
necesidad de panaderos porque de ello hace el Espíritu santo y darse a comer
como pan y carne. Todo ello, ¿qué significa sino que Jesús no vive para sí sino
que vive para que todos tengamos vida eterna. Pero pensar que Dios se hace pan
y se hace carne para que podamos comerlo, realmente es todo un exceso de amor y
de entrega. El pan no sirve para nada si no es para que lo comamos. El pan no es
para sí mismo ni para guardarlo. El pan es siempre para los otros. La carne no
es para sí misma, es para que otros puedan alimentarse.
Los judíos que escuchaban a Jesús se escandalizaron y
disputaban entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? (Jn 6,52). Dios
siempre ha sido escandaloso para los hombres porque es tan creativo que hace
cosas que ni se nos ocurre pensarlas. Esa es la Eucaristía. Algo tan sencillo
como es comulgar y algo tan misterioso que es comernos a Dios entero. Algo tan
misterioso que Dios en su loco amor por nosotros: “Los amo hasta el extremo”
(Jn 13,1), se hace vida en nuestra vida (Jn 14,6). Por eso, no cabe duda que,
la Eucaristía es uno de los mayores milagros del amor de Dios. Por tanto,
debiera ser también una de las experiencias más maravillosas de los hombres.
Sin embargo, uno siente cierta sensación de insatisfacción. ¿No la habremos
devaluado demasiado? Y no porque no comulguemos, sino porque es posible que no
le demos el verdadero sentido a la Comunión que es comunión con el mismo Hijo
(Gal 2,20) que nació de las entrañas de María la virgen (Lc 2,6) y con el mismo
Jesús crucificado (Lc 24,33) y resucitado (Lc 24,46). Es comunión con el pan
glorificado: “El que come mi carne y bebe mi sangre vive de la vida eterna y yo
lo resucitare en el último dia” (Jn 6,54).
Dios buscó el camino fácil y lo más sencillo posible para
nuestro encuentro. Y a nosotros pareciera que lo fácil no nos va, como que
preferimos lo complicado y difícil. Una de las maneras de deformar la
Eucaristía es no vivir lo que en realidad significa. Pablo nos dice: “El pan es
uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque
comemos todos del mismo pan.” (I Cor 10,17) Somos muchos y somos diferentes.
Somos muchos y pensamos distinto. Sin embargo, todos juntos formamos un solo
cuerpo, una sola comunidad, una sola Iglesia, una sola familia. ¿Por qué?
Sencillamente porque “todos comemos del mismo pan”. Por tanto, comulgar
significa unidad, sentirnos un mismo cuerpo, una misma familia (Ef 4,5-6). De
modo que no podemos comulgar “del mismo pan” y salir luego de la Iglesia tan
divididos como entramos (Tit 3,10).
No olvidemos que la Eucaristía es mucho más que un acto
piadoso individualista, es el Sacramento de la Iglesia. Es el Sacramento del
amor de Dios que nos ama a todos (Jn 13,34). Es el Sacramento de la unidad,
donde por encima de nuestras diferencias, todos nos sentimos miembros de un
mismo cuerpo que es Jesús, que es la Iglesia. Por eso San Pablo nos habla desde
su experiencia. Las primeras divisiones en la Iglesia nacieron de la
celebración de la Eucaristía. Todos participaban en la misma celebración, pero
mientras unos comían bien, los otros pasaban hambre. Pablo les dice
enérgicamente: “Esto no es celebrar la Cena del Señor”(I Cor 11,33-34). No se
puede comulgar a Cristo si a la vez no comulgo con mi hermano (I Jn 4,20). No
se puede recibir el pan de la unidad, si vivimos divididos. Por eso decimos que
“la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace a la Iglesia”. “Aunque
somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan.” El
fruto de nuestras Eucaristías tendría que ser “la espiritualidad de unidad y de
la comunión fraterna”.
Cualquiera no comulga sino el que está en gracia de Dios.
Así es como lo describe San Pablo: “El que coma el pan o beba la copa del Señor
indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Que
cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque
si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia
condenación” (I Cor 11,23-29). También hay citas que diversas que resalta
la importancia de la Eucaristía: Éxodo 24, 8; Jeremías 31, 31; Matero 26,
28; Marcos 14, 24; Lucas 22, 20; 2 Corintios 3, 6; Hebreos 8,
8; Hebreos 10, 29.