III DOMINGO DE ADVIENTO - A (14 de Diciembre del 2025)
Proclamación del Evangelio según San Mateo 11, 2 -11:
11,2 Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras
de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:
11,3 "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a
otro?"
11,4 Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que
ustedes oyen y ven:
11,5 los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos
son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es
anunciada a los pobres.
11,6 ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de
tropiezo!"
11,7 Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús
empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al
desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
11,8 ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento?
Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
11,9 ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro
que sí, y más que un profeta.
11,10 Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi
mensajero delante de ti, para prepararte el camino.
11,11 Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande
que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos
es más grande que él. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN
Queridos amigos(as) en la fe paz y bien.
El domingo anterior leíamos el evangelio en el que se nos
decía que Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea proclamando:
“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 3,2). Y más
adelante decía: “Produzcan el fruto de una sincera conversión” (Mt 3,8). Y
terminaba la enseñanza: “Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero
aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno
de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”
(Mt 3,11). Haciendo clara referencia al profeta Isaías que pregonaba: “El no
juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir. Juzgará con
justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá
al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al
malvado. La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas” (Is
11,3-5).
“Los discípulos le preguntaron a Jesús: "¿Por qué dicen
los escribas que primero debe venir Elías? Él respondió: Sí, Elías debe venir a
poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no
lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán
padecer al Hijo del hombre. Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se
refería a Juan el Bautista (Mt 17,10-13).
Hoy, en el domingo de la alegría (Flp 4,4) nos sitúa
recibiendo los primeros vestigios del amanecer. Juan bautista es como esa
estrella, el lucero que nos anuncia el gran día en que Dios estará con nosotros
de visita, una visita esperada durante muchos siglos y anunciada por los
profetas.
Domingo de gaudete, III domingo de adviento, Según Mt
11,2-11: ¿Qué dijo Cristo de Juan? Acabamos de oírlo: Comenzó a decir a
las turbas acerca de Juan: ¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña movida
por el viento? No por cierto; Juan no giraba según cualquier viento de
doctrina. Pero ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido de ropa
fina? No; Juan lleva un vestido áspero; tenía un vestido de pelos de
camello, no de plumas. Pero ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Eso sí, y
más que un profeta (Mt 11,7-9). ¿Por qué más que un profeta? Porque los
profetas anunciaron al Señor, a quien deseaban ver y no vieron (Lc 10,24), y a
éste se le concedió lo que ellos codiciaron. Juan vio al Señor. Tendió el
índice hacia él y dijo: He ahí el Cordero de Dios, he aquí quien quita los
pecados del mundo (Jn 1,29). Ya había venido y no lo reconocían; por eso
se engañaban con el mismo Juan (Mt 17,12). Y ahí está aquel a quien deseaban
ver los patriarcas, a quien anunciaron los profetas, a quien anticipó la
ley. He ahí el cordero de Dios, he ahí quien quita los pecados del mundo.
Domingo de Gaudete: ¿Quién es este Juan? El tercer
domingo de Adviento es tradicionalmente conocido como Domingo de
Gaudete (Domingo de la Alegría), llamado así por la antífona de
entrada: «Gaudete in Domino semper»—«Alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4).
En medio de la seriedad de la preparación para la Natividad, la Iglesia nos
invita a una alegría profunda: la venida del Señor ya está cerca.
La Pregunta de Juan y el Testimonio de Jesús
El Evangelio de hoy, Mt 11,2−11, nos
presenta un momento de crisis y claridad. Desde la prisión, Juan el
Bautista —el más grande de los profetas— envía a sus discípulos a
preguntar a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o hemos de esperar a
otro?» .
La respuesta de Jesús no es una simple afirmación, sino
un testimonio de sus obras, una referencia directa a las profecías de
Isaías: «Id y anunciad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan y se anuncia la Buena Noticia a los pobres» (Mt 11,4−5;
cf. Is 35,5−6). Este es el signo de que la alegría y
la salvación han llegado.
La Grandeza de Juan: Más que un Profeta
Luego, la atención se centra en la multitud. Jesús, el
Maestro, no quiere que se engañen sobre la identidad de Juan, y pronuncia
un triple elogio retórico sobre él:
1. ¿Una Caña Movida por el Viento?
Respuesta de Cristo: «No por cierto.»
Significado Teológico: Juan no es un hombre débil, inconstante o acomodaticio.
No se dobla ante la opresión política o la moda doctrinal. Es la voz del
desierto, firme en la verdad y la rectitud moral. Es un
modelo de coherencia profética en medio de la adversidad.
2. ¿Un Hombre Vestido de Ropa Fina?
Respuesta de Cristo: «No.»
Significado Teológico: Juan no representa el poder
terrenal, el lujo o la complacencia mundana. Su vestimenta áspera
de pelo de camello es un signo de su ascetismo, su desapego y
su identificación con la misión de Elías (2 Re 1,8).
El Reino de Dios no viene con ostentación, sino con humildad y penitencia.
3. ¿Un Profeta? Sí, y Más que un Profeta.
Respuesta de Cristo: «Eso sí, y más que un profeta.»
Significado Teológico: Aquí radica el punto culminante.
Todos los profetas anunciaron al Señor, deseaban verlo y no
pudieron. Juan es más que un profeta porque a él se le concedió el
inmenso privilegio de ver al Señor, bautizarlo y señalarlo con
el dedo.
- Juan
es el Ángel o Mensajero profetizado por Malaquías (Mal 3,1),
el que prepara el camino.
- Él
es el eslabón que une la Antigua y la Nueva Alianza.
- Él
pasa de la simple profecía a la realización, pues dice: «He
ahí el Cordero de Dios, he aquí quien quita los pecados del mundo» (Jn 1,29).
En resumen: Juan es la voz que introduce a
la Palabra.
Aplicación Homilética
para Gaudete
La alabanza de Jesús a Juan nos interpela en este Domingo de
Alegría:
- La
Coherencia: Juan nos llama a ser «más que cañas». La cercanía de
la Navidad no debe ser un cambio de calendario, sino una firmeza de
vida que no se doblega ante el espíritu del mundo.
- La
Humildad: Juan nos llama a «no buscar ropas finas». La verdadera
alegría de Gaudete no está en el consumo, sino en la penitencia y
el desapego que nos permite recibir al Niño Dios.
- El
Testimonio: Juan es el ejemplo de la alegría del encuentro. Él
nos enseña que el mayor gozo no es anunciar que Cristo
viene, sino señalarlo cuando ya está aquí.
La alegría de Gaudete es la alegría de saber que el Mesías, a quien Juan preparó y señaló, ya ha venido y volverá. Por eso, aunque estemos en la prisión de nuestras pruebas o dudas (como Juan), podemos regocijarnos (Gaudete!) porque el Señor está cerca.
Juan Bautista es como el lucero de la mañana que
anuncio que la luz del día ya está a punto de romper con eliminar las tinieblas
de la noche e iluminar el mundo ( Jn 8,12).
¡Excelente elección! La imagen de Juan el Bautista como
el lucero de la mañana (la estrella de la mañana), anunciando la inminente
salida del Sol de Justicia, es una analogía profundamente rica y teológicamente
hermosa.
Desarrollemos este punto con una reflexión detallada.
El Lucero de la Mañana: Juan, el Anunciador de la Luz
El punto que desea profundizar conecta magistralmente la
figura de Juan con la promesa de Cristo como la Luz del Mundo (Jn 8,12).
Es una imagen de la esperanza y la inmediatez propia del
Adviento, y especialmente del Domingo de Gaudete.
1. Juan, La Estrella que Anuncia el Amanecer
En la analogía celeste, el Lucero de la Mañana (Venus,
visible justo antes del amanecer) no es el sol, pero su aparición en la
oscuridad de la noche es la señal inequívoca de que el sol está por
salir.
Juan no es la Luz: El Evangelio de Juan es muy
claro: «Él no era la luz, sino uno que venía a dar testimonio de la
luz» (Jn 1,8). Juan mismo lo dice: «Es preciso que
él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30).
Juan es el Testigo: Su grandeza radica en esta función.
Su misión no es brillar por sí mismo, sino señalar al que viene. Al
igual que el lucero, aparece cuando la noche es más oscura (el periodo de
silencio profético en Israel), y prepara los ojos de los hombres para
recibir la intensa Luz.
Reflexión Teológica: Juan representa la esperanza
final del Antiguo Testamento. Todos los profetas anteriores eran como
estrellas distantes en la noche. Juan es la estrella que, estando tan cerca del
horizonte, declara: «Ya no es hora de dormir; la espera ha terminado.»
2. La Luz de Cristo: Deshaciendo las Tinieblas
La misión de Juan es preparar el camino para la Luz que es
Cristo, quien dijo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará
en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12).
Las Tinieblas de la Noche: Antes de Cristo, el mundo
estaba envuelto en las tinieblas de la ignorancia de Dios, el pecado,
la Ley (entendida solo como carga y no como promesa), y la muerte.
La Ruptura del Amanecer: Cuando el sol (Cristo) irrumpe
en el mundo, estas tinieblas son disipadas. El anuncio de Juan —«Arrepentíos,
porque el Reino de los Cielos se ha acercado» (Mt 3,2)— es
el grito de la inminencia: el Reino ha llegado para iluminar la vida y disipar
las sombras de nuestros corazones.
Reflexión Homilética: En el Domingo de Gaudete, la
aparición del Lucero (Juan) en el Evangelio nos llama a levantar la cabeza y regocijarnos.
Las tinieblas de la duda, la tristeza o el desánimo no tienen la última
palabra. Si el Lucero ya apareció, ¡el Sol ya viene! La promesa de la
Navidad es la certeza de que la luz de la vida ha vencido la oscuridad del
pecado y la muerte.
3. Nuestra Vocación: Ser Pequeños Luceros
La enseñanza final para nosotros es que, después de que el
Sol de Justicia ha salido, somos llamados a reflejar esa luz.
De Juan a Nosotros: Juan cumplió su misión: fue la voz,
el lucero. Ahora, Jesús nos dice a sus discípulos: «Vosotros sois la
luz del mundo» (Mt 5,14).
La Alegría de la Reflección: Si el Adviento es tiempo
de preparación, este Domingo de Alegría es el momento de reavivar nuestra
propia luz interior. Debemos ser pequeños luceros que, con nuestra firmeza (no
como cañas) y nuestra humildad (no con ropas finas), ayudemos a otros a ver y a
creer que Jesús, el Cordero de Dios, ya está presente y regresa
en gloria.
Conclusión: Juan, el Lucero de la Mañana, nos recuerda
que la luz está más cerca que nunca. Aceptemos la alegría de esta
cercanía, preparemos nuestro corazón y seamos, a su ejemplo, firmes testigos de
que el Sol de Justicia ya rompió las tinieblas del mundo.
Oración de conclusión basada en estas poderosas imágenes
celestiales será un cierre perfecto y edificante para la homilía.
Oración de Conclusión (Domingo de Gaudete) Basada en Juan
como Lucero y Cristo como Luz
Oremos, levantando nuestros ojos al encuentro de la Luz
que viene:
Oh, Dios Padre, fuente de toda luz y consuelo. Te damos
gracias por tu siervo Juan el Bautista, a quien constituiste como el Lucero
de la Mañana, que valientemente anunció el inminente amanecer.
Te rogamos: Así como Juan, en su firmeza y humildad, no se
dejó mover por los vientos de este mundo, concédenos la gracia de la coherencia para
vivir el Adviento con rectitud, apartando de nuestros corazones toda sombra de
duda y desánimo.
Que la alegría de este Domingo de Gaudete sea la
certeza de que tu Hijo, Jesucristo, el verdadero Sol de Justicia,
está cerca. Que su luz, de la que Juan dio testimonio, disipe las
tinieblas de nuestro pecado, ilumine el camino de nuestra fe y nos impulse a
ser, a ejemplo del Bautista, pequeños luceros que señalan tu presencia.
Ven, Señor Jesús, y haz resplandecer tu luz en el mundo para
que, llenos de gozo, podamos contemplar tu Natividad. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.