DOMINGO XXXI - C (02 de Noviembre del 2025)
Evangelio: San Lucas 19, 1-10
19:1 Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
19:2 Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era
jefe de los publicanos.
19:3 Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de
la multitud, porque era de baja estatura.
19:4 Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder
verlo, porque iba a pasar por allí.
19:5 Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le
dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu
casa".
19:6 Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
19:7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha
ido a alojar en casa de un pecador".
19:8 Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor,
ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado
a alguien, le daré cuatro veces más".
19:9 Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a
esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,
19:10 porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo
que estaba perdido". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Un hombre y le preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué obras
buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna? Jesús respondió: Cumple los
Mandamientos". El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido desde pequeño:
¿qué más me falta?" Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, vende
todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo.
Después, ven y sígueme". Al oír estas palabras, el joven se retiró
entristecido, porque poseía muchos bienes” (Mt 19,16-22). No se puede entrar en
el cielo siendo egoístas. No es lo mismo vivir en el egoísmo (Joven rico) que
en el amor (Zaqueo).
Jesús dijo a sus discípulos: "Les aseguro que
difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más
fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
Reino de los Cielos. Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y
dijeron: Entonces, ¿quién podrá salvarse? Jesús, fijando en ellos su mirada,
les dijo: Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es
posible" (Mt 19,23-26).
El Rico y Lázaro (Lc 16,22-31): El Pecado de Omisión: La
condenación del rico (a menudo llamado "Epulón") no se debe a que
fuera rico, sino a su indiferencia radical y activa omisión. Vivía en opulencia
("banquete con esplendidez cada día") mientras Lázaro, un mendigo con
nombre (que significa "Dios ayuda"), yacía a su puerta, deseando
"saciar su hambre con lo que caía de la mesa" (Lc 16,21).
Juicio: El rico no fue castigado por robar o defraudar, sino
por ignorar al prójimo en necesidad, lo que es un fracaso en el mandamiento
fundamental del amor. Su riqueza le sirvió de barrera para no ver a Lázaro,
convirtiendo el dinero en un ídolo que reemplazó a Dios.
Destino: Al morir, es llevado al Hades entre tormentos (Lc
16,23). Su destino sella la enseñanza de que la justicia de Dios invierte el
destino terrenal (las Bienaventuranzas de Lc 6,20ss) y que no hay posibilidad
de arrepentimiento tras la muerte.
Zaqueo (Lc 19,1-10): Conversión y Restitución: Pecado y
Riqueza: Zaqueo también era rico y, además, un jefe de publicanos (recaudador
de impuestos), lo que implicaba defraudar a su pueblo (pecado de acción). Era
un pecador público, odiado y marginado.
Deseo de Encuentro: A diferencia del rico de la parábola,
Zaqueo tiene un deseo activo de ver a Jesús (v. 3), mostrando una pequeña
grieta en su autosuficiencia. Se humilla físicamente (subirse a un árbol),
ignorando el ridículo social.
Conversión: La iniciativa de Jesús ("Zaqueo, baja
pronto, porque es necesario que hoy me quede en tu casa", (Lc 19,5) lo
sella. Zaqueo responde con un acto de fe y justicia radical que supera la Ley: Caridad
que es: "Daré la mitad de mis bienes a los pobres" (Lc 19,8).
Restitución: "Si he defraudado en algo a alguien, le devolveré
cuatro veces más" (Lc 19,8). La Ley mosaica pedía restituir el capital más
una quinta parte o, en caso de robo de animales, devolver el doble o el
cuádruple, pero Zaqueo se aplica el cuádruple a todos sus fraudes.
Destino: Jesús proclama: "Hoy ha llegado la salvación a
esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán" (Lc 19,9). O sea, Zaqueo
demuestra que la riqueza no es la causa de la condenación, sino el apego
idolátrico. Al transformar su riqueza en un instrumento de justicia y caridad,
y al despojarse de la mitad, prueba que la salvación es posible para el rico a
través del arrepentimiento genuino y la reparación de las injusticias.
La narración de Zaqueo en Lucas 19,1-10 es un poderoso
ejemplo de cómo la recepción de la salvación está intrínsecamente ligada a la humildad
y al desprendimiento del ego. La frase de Jesús: "Hoy ha llegado la
salvación a esta casa porque este también es hijo de Abraham" (Lc 19,9) no
es un simple anuncio, sino la confirmación de una transformación radical que
requiere "bajarse" de una posición de orgullo y autosuficiencia.
La historia se centra en Zaqueo, un jefe de publicanos y,
por lo tanto, rico (Lc 19,2). En la sociedad judía, esto lo convertía en un pecador
notorio y marginado, ya que se le acusaba de colaborar con Roma y de
enriquecerse defraudando a su propio pueblo (publicanos eran deshonestos).
El Obstáculo del Ego y la Altura: Zaqueo, siendo de pequeña
estatura (Lc 19,3), no podía ver a Jesús debido a la multitud. Su baja estatura
puede interpretarse simbólicamente como su condición moral o espiritual ante
Dios y la sociedad, pero su posición social y riqueza (su "ego" y
orgullo) lo colocaban en una "altura" (la de ser jefe y rico) que lo
separaba de la gente común y de Dios.
El Gesto de la Humildad ("Bajar del Ego"): Zaqueo corre
y se sube a un sicómoro para ver a Jesús (Lc 19,4). Aunque el acto de subirse a
un árbol parece ridículo para un hombre de su posición, es un gesto de humildad
y deseo genuino de encuentro que ignora el decoro social. Esto es el inicio de
"pisar tierra".
La Iniciativa Divina y el Llamado a "Bajar":
Cuando Jesús llega, lo llama por su nombre: "Zaqueo, baja pronto, porque
es necesario que hoy me quede en tu casa" (Lc 19,5). La orden de "baja"
es la clave: Bajar del árbol: Pisar tierra, dejar el ridículo o la curiosidad
distante para un encuentro real. Bajar de su posición: Dejar la autosuficiencia
de su riqueza y su estatus de "jefe", reconociendo su necesidad.
La Respuesta de la Fe: Zaqueo baja rápido y lo recibe con
alegría (Lc 19,6). Este encuentro lleva a una conversión inmediata y tangible,
evidenciada por sus acciones: "Daré la mitad de mis bienes a los pobres, y
si he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces más" (Lc 19,8). La
restitución y la generosidad son la prueba de que su arrepentimiento es
auténtico.
La Proclamación de la Salvación: Jesús responde confirmando
que el encuentro y el arrepentimiento han traído la salvación, restaurándolo a
su plena identidad como "hijo de Abraham, cielo" (Lc 19,9), es decir,
miembro del pacto y heredero de la promesa.
La experiencia de Zaqueo es una analogía del camino
espiritual de la salvación:
El Pecado/Ego como Altura: La riqueza y el orgullo (el ego)
son el "árbol" o la "multitud" que impiden ver a Jesús y
recibir la gracia. La posición social, el apego a los bienes o la soberbia
espiritual nos colocan en una distancia donde pretendemos controlar el
encuentro o verlo "desde arriba".
La Verdadera Búsqueda: El deseo inicial de Zaqueo de ver a
Jesús es la semilla de la fe. A pesar de los obstáculos (su baja estatura, la
multitud/juicio social, su riqueza), persevera en la búsqueda, un acto de la
voluntad.
El "Bajar" y "Pisar Tierra": La
salvación exige humildad. El "baja pronto" es una invitación a: Reconocer
la necesidad: Admitir la propia miseria y el pecado, la "baja
estatura" espiritual. Renunciar a la autosuficiencia: Dejar la seguridad
que dan las posesiones o el estatus. Aceptar la Gracia: Recibir a Jesús
"con alegría" a pesar del juicio de los demás.
La Conversión Real: El encuentro transforma el corazón y la
cartera. El verdadero arrepentimiento no es solo un sentimiento (el ego no solo
se baja de un árbol, sino que muere), sino una acción concreta de justicia
social y desapego. La salvación no es solo para el alma, sino que impacta las
relaciones con el dinero y el prójimo, que es la forma de pisar tierra y vivir
en la realidad de la caridad.
El mensaje final es que Jesús, el Hijo del Hombre, vino a "buscar
y salvar lo que se había perdido" (Lc 19,10), lo cual incluye incluso a
aquellos considerados más alejados o más ricos, siempre y cuando estén
dispuestos a "bajarse del ego" y "pisar tierra" con un
corazón humilde y dispuesto a la acción justa.
El episodio de hoy nos muestra que, cuando vive envuelto en
el amor no le cuesta hacer obras de caridad que es opuesto a los actos del
egoísmo: la actitud del joven rico y la actitud de Zaqueo. Zaqueo dice:
"Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he
perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más" (Lc 19,8). Zaqueo
entendió que la mejor forma de obtener el tesoro en el cielo cual es la
salvación es dando a los pobre sus bienes (Mt 19,21). En cambio en la escena
del joven rico (Mc 10,17-27). No hay salvación, porque el rico no quiso
desprenderse de sus bienes, no quiso compartir. En cambio Zaqueo se desprendió
y repartió sus bienes y esa actitud es lo que Jesús valora y por eso le dice.
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19,9).
¿Qué idea tenemos de Dios? ¿El que castiga o salva? Dios es
amor (I Jn 4,8). El despliegue del amor de Dios es su Hijo: Cristo Jesús. Por
eso es como Jesús mismo explica a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo, que
entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que
tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el
que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único
de Dios” (Jn 3,16-18).
Si Dios es amor (I Jn 4,8) Dios nos dice por el profeta
Ezequiel: "Juro por mi vida –oráculo del Señor– que yo no deseo la muerte
del malvado, sino que se convierta de su mala conducta y viva. (Ez 33,). Alguien
de la gente un buen día pregunto a Jesús: ¿Señor serán pocos los que se salven?
(Lc.13,23). Si Dios es amor, por supuesto que Dios quiere que todos se salven:
“Dios salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven llegando al
conocimiento de la verdad” (I Tm 2,4). ¿Cómo obtener nuestra salvación?
Primero: Buscar a Jesús como Zaqueo; recibir en casa a Jesús; mostrar gestos
concretos de amor a los demás (I Jn 4,20): Dar con amor a los pobres lo que
tenemos; restituir todo a las personas de los que un día pudimos habernos
aprovechado injustamente. Y no hay otra fórmula mágica de salvación. La
salvación no se obtiene con bonitas ideas o razones. “¿De qué le sirve a uno,
hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede
salvarlo?” (Stg 2,14). “Como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así la f
sin obras está muerta” (Stg 2,26).
Jesús les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aun
en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus
riquezas. Les dijo entonces una parábola: Había un hombre rico, cuyas tierras
habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: ¿Qué voy a hacer? No tengo
dónde guardar mi cosecha. Después pensó: Voy a hacer esto: demoleré mis graneros,
construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y
diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa,
come, bebe y date buena vida. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche
vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado? Esto es lo que sucede al
que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios" (Lc
12,15-21). Los bienes materiales son medio de salvación para el hombre siempre
que sepa compartir, pero son medio de perdición si no sabe compartir. Así pues,
Dios quiere salvar a todos, tanto al rico como al pobre; pero, si ni el pobre y
ni el rico no hacen lo que Dios manda, será difícil que el hombre logre la
anhelada salvación.