domingo, 14 de diciembre de 2025

DOMINGO IV DE ADVIENTO A (21 de diciembre del 2025)

 DOMINGO IV DE ADVIENTO A (21 de diciembre del 2025)

Proclamación del santo evangelio según San Mateo 1,18-24.

1,18 Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.

1,19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

1,20 Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

1,21 Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

1,22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:

1,23 La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".

1,24 Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,

1,25 y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Je sus. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Queridos amigos en el Señor Paz y bien.

“José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”(Mt 1,20-21). Este episodio, más el relato de Lucas donde el Ángel dice a María: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo” (Lc 1,30-32). Es el Ángel y por ende Dios quien desposa a María y José con la palabra: “Le pondrás por nombre Jesús”. Tanto María como José, ahora como esposos tienen el deber de dar la identidad dando un nombre, el nombre de Jesús que en el mundo bíblico tiene dos connotaciones: En el AT. Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros (Is 7,14). En el NT. (Dios salva, Jn 3,17). San Pablo nos dice al respecto: “Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, toda rodilla se en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame: Jesucristo es el Señor para gloria de  Dios Padre”(Flp 2,8-11).

 El Ángel anuncia a María (Lc 1,28). María acepta, pero ahora vienen los líos con José su esposo. Sorpresivamente, José se da cuenta de que María está embarazada (Mt 1,18), es consciente que él no ha convivido con ella. Por lógica humana uno solo puede pensar en un adulterio, José no quiere pensar eso de María, la conoce muy bien, pero tampoco puede negar la realidad lo que sus ojos están viendo.

¿Se dan cuenta del problema que se ganó José?  ¿Quieren ustedes ponerse en una situación similar? Ponte que tú como novio, estas en la víspera de contraer el matrimonio y que precisamente ahí te sorprendes que tu novia a quien tanto has amado te sale con el cuento que ya está embarazada y el hijo no es precisamente para ti. ¿Qué actitud tomarías como novio? O que tú como novia estas a punto de casarte y que tu novio en las vísperas te sale con el cuento que ya espera un hijo y no es contigo sino con tu amiga. ¿Irías aun en tales circunstancias alegremente al altar con tu pareja? Pues, José esta exactamente envuelto en este lío. “José, su esposo, que era un hombre justo no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto” (Mt 1,19).

Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados” (Mt 1,20-21) ¿Cree alguien que es fácil entender y creer en ello cuando todos sabemos cómo se hacen los hijos y cómo vienen los hijos al mundo?

El Ángel le dijo a José al igual que  María: “No tengas miedo María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,  reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?”. El Ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,31-35). Ahora José cree y se fía de la Palabra del Ángel (Mt 1,20-21). María creyó sin entender, José también cree sin entender nada. Aquí todo se mueve en el plano de la Palabra y de la fe en la Palabra de Dios.

La mayoría de las religiones primitivas situaban a Dios lejos de la vida humana, casi despreocupado de los hombres, que utilizaba intermediarios para comunicarse con ellos en determinados lugares y tiempos. Un Dios terrible al que había que aplacar frecuentemente para evitar sus castigos. El Dios cristiano no está lejos ni ausente: es un Dios humano, el "Dios-con-nosotros" (Is 7,14), que se ha dado a conocer en un Niño (Jn 1,14), en un Hombre crucificado y resucitado (Lc 24,44). Un Dios para todos los hombres, que nos invita a vivir como hermanos (Mt 23,8). No es el Dios de una religión, o de una raza, o de una cultura, o de una Iglesia... Es el Dios de los hombres, de todos sin limitación. Jesús no viene a recibir honores, a triunfar por la violencia. Quiere sacarnos de una vida rutinaria, torcida, vacía, llena de sombras, sin futuro (Ez 33,11). Viene para que aprendamos a ser hombres nuevos y auténticos, para que crezcamos día a día y nos transformemos en hombres nuevos. Que sabe amar y ser amado por Dios (Ez 36,26).

Mt 1, 18-24: El texto nos narra la manera extraordinaria cómo se realiza la concepción de Jesús. El autor, probablemente un judío helenista, se muestra respetuoso de las leyes y normas judías. Como buen judío resalta el protagonismo del varón. Hay un contraste evidente con el evangelio de Lucas. En Lucas María recibe el anuncio del Angel; aquí es José quien recibe el anuncio en sueños. La dificultad y el problema de un embarazo sin concurso de varón recae en María en el evangelio de Lucas: "¿Cómo podré ser madre si no tengo relación con ningún hombre?" (Lc 1, 34). Aquí el problema se centra en José: "José, que era un hombre excelente, no queriendo desacreditarla, pensó firmarle en secreto un acta de divorcio" (Mt 1, 19). En Lucas es María quien da el nombre a su hijo: "Darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús" (Lc 1, 31). Aquí es José quien debe poner el nombre al niño: "Ella dará a luz un hijo al que pondrás el nombre de Jesús" (Mt 1,21).

El relato cita el texto de Isaías 7, 14 recogiendo la traducción de los Setenta y la tradición de la primitiva Iglesia, que atribuye estas palabras a María. Queda así legitimada la lectura mesiánica y mariana del oráculo de Isaías.

El relato desarrolla con toda claridad que la maternidad de María no es obra de José, sino del Espíritu Santo. Por dos veces afirma que no hubo relaciones de pareja: "antes de que vivieran juntos quedó esperando por obra del Espíritu Santo" (Mt 1,18). "Y sin que tuvieran relaciones dio a luz un hijo" (Mt 1,25). Hay en el autor una intención apologética al defender el nacimiento virginal de Jesús, quizás contestando a ciertas opiniones que empezaban ya a difundirse sobre este asunto. El nombre del niño, Jesús, traducción del hebreo "Jechuá", significa "Salvador". Nace para salvar de los pecados, de todos los pecados, y de todo el pecado: se trata pues de una salvación integral, que lo abarca todo. Queda así aclarada la procedencia y la misión de Jesús.

Dios entre nosotros. Este ha sido el deseo de Dios. La mayoría de los profesionales de lo religioso han dicho siempre que la mayor aspiración del hombre debía ser subir al cielo. Y, mientras tanto, Dios ha decidido bajar a la tierra. Pero..., a pesar de que celebremos cada año el nacimiento del Emmanuel, Dios-con/entre-nosotros, cada vez resulta más difícil comprender que Dios habite en este mundo.

El ha puesto su tienda en el centro de nuestra historia y en lo más íntimo de nuestro corazón. Ya no tienes que subir a la montaña para encontrarle, ni salir «fuera del campamento». «Ni en Jerusalén ni en Garicín, sino en espíritu y en verdad». Ya lo sabes, Dios te acompaña. Está cerca de ti y está dentro de ti. ¿No serás capaz de descubrirlo? Hay muchas presencias y muchos sacramentos de Cristo.

Si Dios está con nosotros, ¿quién puede sentirse solo? No hay soledad posible para el que tiene fe. Podemos estar con Dios en una conversación gozosa, ininterrumpida. No necesitas otras diversiones o entretenimientos. El Amigo te acompaña y te llena.

Si Dios está con nosotros, ¿qué se puede temer? Como retaba Pablo: «¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, ¿la muerte o la vida?...» (Rm 8,35-38). O como decía San Basilio al emperador: No temo tus amenazas, ni la confiscación, porque nada tengo; ni el destierro, porque encuentro a Dios en todas partes; ni la muerte, porque me lleva a Dios, lo que más deseo. Teniendo a Dios tenemos nuestra riqueza, nuestra fuerza, nuestro gozo, nuestra vida. Lo único que realmente tendríamos que temer es perder a Dios.

Jesús, el Hijo de Dios, se hace hombre y así cumple las promesas e inaugura el tiempo de la salvación, que es el que nosotros estamos viviendo hasta el final de la historia. El salmo nos ha hecho decir: "va a entrar el Señor, el Rey de la Gloria". Ya hace dos mil años que vino, pero ahora de nuevo quiere entrar en nuestra existencia, hoy y aquí. Su nombre, según la profecía de Isaías que acabamos de escuchar, es "Emmanuel, Dios-con-nosotros". ¿Podemos gozarnos de un nombre y de un acontecimiento más esperanzador? También Pablo nos ha asegurado que Cristo Jesús, en cuanto hombre, ha nacido de la estirpe de David: es el misterio de un niño cuyo nacimiento celebramos, que es a la vez hombre de nuestra raza y el Hijo eterno de Dios. Y viene, nos ha dicho, "a salvar a todos", para "que todos los gentiles respondan a la fe".

El evangelio de Mateo también nos revela cuál es el nombre del que nace en Belén. El ángel se lo dice a José: el hijo de María se llamará "Jesús", que significa "Dios salva", y también "Emmanuel, Dios-con-nosotros", anunciando así que la profecía de Isaías se cumple en Jesús de Nazaret.

En la víspera de Navidad los cristianos de todo el mundo nos alegramos de esto, por encima de otros varios aspectos de la fiesta, amables pero más románticos y superficiales. Celebramos que Dios es Dios-con-nosotros, un Dios Salvador. Es la fiesta mejor que podemos imaginar.

Pero hoy nuestra celebración está impregnada de un recuerdo entrañable: el de la Madre del Mesías, la Virgen María.

Ya Isaías anunciaba que "la virgen dará a luz un hijo, y este hijo será el Emmanuel, el Dios-con-nosotros".

En María se cumple como ha dicho Mateo en el evangelio, la profecía de Isaías, una virgen que da a luz un hijo, que es el Dios-con-nosotros. María es la nueva Eva: en el prefacio (el IV) glorificaremos a Dios "por el misterio de la Virgen Madre. Porque si del antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno virginal de María, la hija de Sión, ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz. La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María..." El recuerdo de María es muy oportuno para que terminemos bien el Adviento y celebremos con fe y profundidad la Navidad. En esta fiesta, en unión con todas las comunidades cristianas del mundo, miramos a la Madre del Señor, la Virgen María, nos gozamos con ella y aprendemos de ella a acoger al Salvador con fe y con amor, abriendo nuestra existencia a su gracia.

Al lado de la Virgen está también José, su esposo. Un joven humilde, trabajador de pueblo, que nos da un ejemplo de actitud abierta hacia Dios y sus planes. Él no entiende del todo el papel que Dios le asigna en la venida del Mesías. El evangelio nos ha contado sus dudas: no porque sospeche nada de María, o porque ignore lo que en ella ha pasado.

Precisamente porque José ya conoce el misterio sucedido y sabe que el hijo que va a tener María es obra de Dios, por eso, en su humildad, no quiere usurpar para sí una paternidad que ya sabe que es del Espíritu y se quiere retirar: no comprende que él pueda caber en los planes de Dios. Es el ángel el que le asegura que sí cabe: va a ser esposo de María y por eso va a hacer que el Mesías venga según la dinastía de David. José acepta los planes de Dios. Como tantos otros en la Historia, que se encuentran desconcertados, pero se fían de Dios. José acepta lo que se le encomienda y vive la Navidad desde una ejemplar actitud de creyente.

Junto con María, también José es un modelo para todos nosotros, abierto a la Palabra de Dios, obediente desde su vida de cada día a la misión que Dios le ha confiado. También de él podemos decir como de su esposa: "feliz tú porque has creído".

En la Navidad celebramos un acontecimiento siempre nuevo: Dios que se hace Dios-con-nosotros, Dios-Salvador. El recuerdo de María y de José nos ayudará a que esta fiesta no sea vacía, una Navidad sin Jesús. Sino una Navidad en la que gozosamente celebramos que Dios se ha hecho de nuestra familia, que ilumina toda nuestra existencia, y que nos pide una acogida de fe y de amor.

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Paz y Bien

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