DOMINGO XII – CICLO C T.O. – (23 de Junio)
Evangelio según San Lucas 9,18 - 24:
En aquel tiempo sucedió que mientras Jesús estaba orando a
solas, se hallaban con Él los discípulos y Él les preguntó: "¿Quién dice
la gente que soy yo?" Ellos respondieron: "Unos, que Juan el
Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había
resucitado."
Les dijo: "Y uds. ¿quién dicen que soy yo?" Pedro
le contestó: "Tu eres el Cristo de Dios." Pero les mandó enérgicamente
que no dijeran esto a nadie. Dijo: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho,
y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser
matado y resucitar al tercer día."
Decía a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera
salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la
salvará."
PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Ayer en el domingo XII del tiempo Ordinario el Evangelio nos
presentaba esta escena en la que Jesús pregunta ¿Quién dicen la gente que
soy?... directamente: Y uds. ¿quién dicen que soy yo? Una pregunta que debió
despertar gran interés en las primeras comunidades ya que lo traen los tres
Evangelios sinópticos. Pero antes de dar nuestro parecer conviene dar una
mirada panorámica en los evangelios respecto al tema. Respuestas diversas, que
nos permiten situarnos en sintonía con la palabra de Jesús, que es la misma
Palabra de Dios.
Antes resaltamos que la espera del Mesías, el Cristo está
muy latente por la comunidad. Pero la escena después de la respuesta correcta de
Pedro que pone en tela de juicio es aquello que Jesús mismo pone:
El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por
los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al
tercer día" (Lc9,22). Es decir, la aclaración muy precisa que hace Jesús
sobre la concepción del Mesías que el pueblo judío espera no está en
concordancia con el Mesías que Dios envía por eso el descontento a esta: “Jesús
hablaba de esto con mucha seguridad. Pedro, pues, lo llevó aparte y comenzó a
reprenderlo (que esto de la derrota en manos de tus enemigo no puede pasarte,
lo evitaremos). Pero Jesús, dándose la vuelta, vio muy cerca a sus discípulos.
Entonces reprendió a Pedro y le dijo: “¡Pasa detrás de mí, Satanás! Tus
ambiciones no son las de Dios, sino de los hombres” (Mc 8,32-33).
Pero no solo suscita discordias esta corrección al modo de
pensar respecto al Mesías, sino también el modo como tienen que seguir, quienes
quieren seguir: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá;
pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará" (Lc.9,23). Este precio
lo pone Jesús, es el precio del cielo, no es nada barato, ahí que no topamos
con este episodio: “Al escucharlo, cierto número de discípulos de Jesús
dijeron: «¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién querrá escucharlo? Jesús se dio
cuenta de que sus discípulos criticaban su discurso y les dijo: «¿Les
desconcierta lo que he dicho? ¿Qué será, entonces, cuando vean al Hijo del
hombre subir al lugar donde estaba antes? El espíritu es el que da vida, la
carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu, y son
vida… A partir de entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y
dejaron de seguirle. Jesús preguntó a los Doce: «¿Quieren marcharse también
ustedes?» Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de
vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn
6,60-70).
Pero, curiosamente gente que no es de la cultura judía son
los que sin poner peros aceptan y descubren a Dios en Jesús: La mujer samaritana
dijo a Jesús: “Yo sé que el Mesías, (que es el Cristo), está por venir; cuando
venga, nos enseñará todo.” Jesús le dijo: “Ese soy yo, el que habla contigo”
(Jn 4,25). Y la mujer convoca al pueblo para que se acerquen a ver a Jesús: “Vengan
a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el
Cristo?” Salieron, pues, del pueblo y fueron a verlo (Jn 4,29-30). Luego es el
mismo pueblo no judío que dice a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has
contado. Nosotros mismos lo hemos escuchado y sabemos que éste es verdaderamente
el Salvador del mundo” (Jn 4,42).
Como vemos, no siempre es fácil creer en Dios, quizá nos es fácil
creer en un Dios Divino, pero creer en el Dios que se hizo hombre y que se
somete bajo sus leyes, no es siempre fácil. De ahí que Jesús saca una conclusión
que nos lo comparte: “Ningún profeta es bien recibido en su patria” (Lc 4,24).
Pero no obstante estas limitaciones, Jesús siempre fiel al proyecto de Dios: “Pues
él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad. Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres,
Cristo Jesús hombre, que en el tiempo fijado dio el testimonio: se entregó para
rescatar a todos” (ITm 2,4-6). Por eso Jesús al Padre por ser tan fiel porque
sabe que este proyecto no es suyo sino de Dios padre: “Yo te alabo, Padre,
Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los
sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así
fue de tu agrado. Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce
al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a
quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer” (Mt 11,25-27).
Para nuestra reflexión pastoral:
Hoy, mis estimados hermanos, también Cristo, el señor nos
pide una respuesta a cada uno de nosotros, pero esa respuesta tiene que nacer
de nuestra propia convicción porque si nos movemos bajo parámetros culturales o
sociales, es posible que tengamos problemas como las tuvo los apóstoles. Porque
resulta que, hay cristianos que todo lo dan por hecho y nunca se les ocurre
preguntarse, cuestionarse. Y una de las preguntas que debiéramos hacernos
constantemente es: "Yo creo en Dios", pero ¿qué es Dios para
mí?" "Yo creo en Jesús, pero, ¿qué es Jesús para mí?" "Yo
tengo fe, pero ¿qué es la fe para mí?" Quizá, incluso y antes de ensayar
estas preguntas convendría hacernos consigo mismo: ¿Quién soy yo para? ¿Quién quisiera
que yo fuera para la gente? ¿Qué quisiera que la gente pensara en mí? ¿Qué ofrezco
yo para que las cosas cambien? ¿Qué hago para que esto quede desmentido si no
me gusta lo que piensan de mí? ¿Qué hago para reafirmar lo que piensan de mí?
Estas preguntas de introspección tienen el propósito de
saber qué rumbo toma nuestra vida. Porque tanto en la vida cristiana, como en
la vida ordinaria de cada día, en la vida de matrimonio o, incluso, en la vida
sacerdotal, uno de los mayores peligros suele ser la rutina, el acostumbrarnos.
Eso por una razón muy sencilla. Una pareja que no se pregunta y cuestiona con
frecuencia sobre el amor es posible que termine en una especie de aburrimiento,
de un amor apagado o que se va apagando. Es que tanto el amor, como también la
fe, es preciso renovarlos constantemente, es preciso someterlos a autocrítica
con frecuencia, si es que queremos mantenerlos vivos y actualizados las
motivaciones que permitieron llegar a donde estamos o que faltan aún llegar a
aquello que soñamos alcanzar.
Porque no basta decir que creemos en Dios. La pregunta clave
es qué significa Dios hoy en mi vida.
Porque no basta decir que creemos en Jesús. La pregunta clave
es qué significa Jesús hoy en mi vida.
Porque no basta decir que estamos bautizados. La pregunta
clave es qué significa mi bautismo hoy en mi vida. Y dichas respuestas deben
comprometernos a apostar por lo que creemos alcanzar porque en ella se juega nuestra
propia vida, y si así no lo vemos, entonces perdemos tiempo en cosas que no van
con nosotros.
Como tampoco basta con decir "yo estoy casado",
sino qué significa el matrimonio y mi esposa en mi vida. Por eso Jesús pone las
condiciones para quien quiera seguirle. Primero, se define a sí mismo como el
rechazado de los hombres, y luego quien quiera seguirle tendrá que estar a
jugársela entera.
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