DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO - A (19 de Enero del 2014)
En aquel tiempo, Juan vio acercarse a Jesús y exclamó: «Este
es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando
dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que
yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera
manifestado a Israel».
Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender
del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el
que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas
descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el
Espíritu Santo". Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de
Dios». PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
En el domingo de la Epifanía, los Reyes magos al entrar en
la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron
homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y
mirra” (Mt 2,11). Este hecho no es sino la revelación de Jesús a la humanidad.
En el domingo anterior, en el bautismo del Señor: “Se oyó una voz del cielo que
decía: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”
(Mt 3,17). Es otra Epifanía o manifestación de Dios en el Bautismo, es la
Epifanía del Padre y del amor del Padre en el corazón y en el espíritu de
Jesús. En este domingo, el evangelio (Jn.1,29-34) nos manifiesta la tercera Epifanía,
la manifestación de Dios por los mismos judíos representados por Juan Bautista,
en quien reza esta enseñanza: “Ahí está el cordero Dios el que quita el pecado
del mundo” (Jn 1,29).
El evangelio de este domingo podemos resumir así: el
testimonio de Juan Bautista sobre Jesús y que a su vez comprende cuatro enunciados:
1.- El testimonio de Juan Bautista sobre Jesús.
2.- Jesús es el cordero de Dios.
3.- Él es el que quita el pecado del mundo: que a su vez
puede aportarnos tres connotaciones:
- la redención
de Jesús es universal.
- la redención
consiste en la liberación integral del hombre.
- que
lo sitúa en la victoria con Cristo sobre el pecado.
4.- Dios nos quiere como testigos del evangelio (Hch 1,8)
Juan Bautista actúa como testigo de Jesús hasta tres veces:
1.- Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos
enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres
tú?». El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías».
Le preguntaron: «¿Eres Elías?». Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco»,
respondió… Juan les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el
camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». Algunos de los enviados eran
fariseos y estos dijeron: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías,
ni Elías, ni el Profeta?». Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio
de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo
no soy digno de desatar la correa de su sandalia». (Jn 1,19-27).
2.- Es el testimonio que hoy hemos leído en el evangelio: Juan
vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me
precede, porque existía antes que yo… Y Juan dio este testimonio: «He visto al
Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él… Yo lo he
visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios». (Jn 1,29-34).
3.- El tercer testimonio tiene que ver con el abajamiento
total de Juan y la plenitud del hijo de Dios: “Al día siguiente, estaba Juan
otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo:
«Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oírlo hablar así,
siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó:
«¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí –que traducido significa
Maestro– ¿dónde vives?». «Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron dónde
vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde (Jn
135-39).
El momento cumbre del testimonio de Juan Bautista constituye
el episodio que hoy leímos en el evangelio: «Este es el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo… He visto al Espíritu descender del cielo en forma de
paloma y permanecer sobre él… Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el
Hijo de Dios». (Jn 1,29-34). Cuando juan dice “Yo he visto bajar del cielo el Espíritu
y posarse sobre el, se remite al episodio del bautismo de Jesús en el Jordán. Mientras Juan bautizaba: “Todo el pueblo se
hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió
el cielo. El Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una
paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en
quien tengo puesta toda mi predilección” (Lc 3,21-22).
Es uno de los momentos más esplendorosos en la vida de
Jesús. Es un momento en el que Jesús encarnado, Jesús hombre, siente la voz de
Padre que le reconoce como Hijo y, además, le hace sentirse amado, el
predilecto del Padre. Pienso que debió de ser un momento extraordinario dentro
de la experiencia de fe de Jesús y que lo marcó definitivamente para toda su
vida.
Pero el mismo Señor da testimonio sobre esta unidad en el Espíritu
del padre, cuando dice: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un
año de gracia del Señor". Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y
se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a
decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”
(Jn 4,18-21).
Desde luego, cuando uno lee después el Evangelio, uno se da
cuenta de que si de algo pudieron acusarle a Jesús fue de andar en compañía de
los malos, de los pecadores. Esa fue la gran verdad de Jesús porque esa es
también la verdad del amor. El amor no hace distinción de personas, además el
amor siempre busca a los más débiles. Y esa fue la historia de Jesús. Por eso
su figura chocaba tan radicalmente con la de los “santos fariseos” y por ende
con los mismos judíos: Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron
muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al
ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con
publicanos y pecadores?». Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos
los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué
significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9,10-13).
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