DOMINGO 7 - A (23 de Febrero del 2014)
Evangelio San Mateo 5,38 - 48:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Ustedes han
oído que se dijo: "Ojo por ojo y diente por diente". Pero yo les digo
que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una
bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere
hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te
exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere
pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo"
y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus
perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace
salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e
injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué
recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a
sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por
lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.” PALABRA
DE DIOS.
REFLEXION.
Queridos amigos(as) en el
Señor Paz y Bien.
Jesús en su enseñanza en el domingo anterior nos invitaba ver
y entender de una manera nueva la ley de la convivencia y nos decía: “han oído
que se dijo… pero yo les digo” (Mt 5,21)… Hoy complementa su enseñanza con
estas palabras. Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y
odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus
perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace
salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e
injustos. Porque, si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa
merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus
hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo
tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt
5,44-48).
El evangelista San Juan puede muy bien resumirnos la
enseñanza del evangelio de este domingo en estos términos: “Les doy un
mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado,
ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que
ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn
13,34-35).
Quien sabe amar como Dios ha amado en su Hijo Cristo Jesús, ¿será capaz de vivir en la ley moral del pasado: "Ojo por ojo y diente por
diente"? (Mt 5,38). O ¿Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo? (Mt
5,43). ¿Cómo andan nuestras relaciones con los otros? Que en el fondo es
también preguntarnos quién es el otro para nosotros. ¿Un amigo? ¿Un enemigo? Y si
tengo enemigos ¿Qué hago para revertir que tenga más enemigos? Recuerda lo que
ya nos dijo en otra ocasión el Señor:
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es
misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán
condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre
el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida
con que ustedes midan también se usará para ustedes” (Lc 6,36-38). Porque si no
sabemos perdonarnos, ¿no estaremos viviendo en la misma ley de talión que hoy Jesús
descalifica?: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero
yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien
te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra” (Mt
5,38-39).
Jesús sigue con el mismo paralelo del “han oído que se dijo”…
“pero yo les digo”. Es decir, el antes de Jesús y el después de Jesús, que
traducido en nuestras vidas pudiera ser: “Yo antes de conocer a Jesús” y “yo
después de conocerle a Él y aceptarlo en mi vida, acepto sus enseñanzas: ámense
unos a otros como yo le he amado” (Jn 13,34). En realidad, el Evangelio que hoy
proclamamos pudiera ser el camino de la paz, de la armonía social, de
entendernos como hermanos. Puede que las afirmaciones de Jesús choquen con
nuestras mentalidades y nuestros criterios, pero son los que mejor expresan el
nuevo mundo, el reino de Dios. Porque eso de “ojo por ojo y diente por diente”,
es un sistema donde prevalece la fuerza. Si te respondo con lo mismo que me has
hecho, ganará el que pueda más; pero si en vez de enseñarte mi ira, soy capaz
de responderte con amor, misericordia y caridad las cosas cambian.
Si se trata de odiar a mi enemigo, nos quedamos en ese pobre
sistema de relaciones que más parecen una pelea de boxeo que un saber buscar
caminos de encentro. En cambio, si logramos amar a nuestros enemigos, es hacer
amigos de los enemigos. Es convertir el mundo en una sociedad de amistad.
Porque, si solo saludamos a los que nos saludan quedamos todos a la misma
altura. ¡Qué lejos quedamos de ese ideal que nos propone Jesús hoy! “Sed
perfectos como vuestro Padre es perfecto.” (Mt 5,48). Buena diferencia entre
tener a Dios Padre como modelo nuestro o tener como modelos a los poderosos, a
los que cada día nos amenazan con sus armas. Digamos, que no podemos quedarnos
en el mundo que vivimos y tenemos que construir un mundo nuevo de amor.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos
creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y
Dios permanece en él. La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en
nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya
en este mundo somos semejantes a él. En el amor no hay lugar para el temor: al
contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un
castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos
porque Dios nos amó primero. El que
dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a
Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Este es el
mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su
hermano” (IJn 4,16-21).
Antes se dijo “ojo por ojo y diente por diente” (Mt 5,38),
es decir, trata de los demás como los demás te tratan a ti. Hoy como los jóvenes
dicen: “El que me la hace me la paga.” Si tú me odias, yo te odio. Si tú hablas
mal de mí, yo hablo mal de ti. Si me has hecho algo malo, me respuesta hacerte
otro tanto a ti. No le hablo porque me hizo mucho daño. No le trato porque me
hizo quedar mal ante los demás. No quiero saber nada con él porque en tal fecha
me hizo sufrir. ¿No suele ser esta nuestra reacción? Hasta es posible que pasen
los años y sigamos con un corazón lleno de resentimientos, rencores y odios.
¿Qué es que lo conseguimos con ello? Tres cosas muy sencillas. 1) Con nuestros
resentimientos de hoy no cambiamos el pasado de lo que nos hicieron. 2) Llenar
nuestro corazón de amargura. Es posible que en el pasado nos hayan hecho
sufrir, pero ahora sufrimos por culpa nuestra recordando el pasado. Así vivimos
amargados toda la vida. 3) Cuando respondemos con la misma ofensa, terminamos
siendo iguales a los que nos han ofendido. Y todo eso, humanamente nos parece “Bien”.
Hoy, no es esta la actitud que nos pide Jesús porque Él no
vino a actualizar el pasado, sino a cambiarlo. El mal no se vence con el mal.
El odio no se suprime con el odio. Las ofensas no se suprimen con más ofensas.
Jesús quiere cambiar el mundo, quiere cambiar las actitudes, quiere cambiar el
modo de tratarnos los unos a los otros. Por eso nos viene a decir: “No devolver
el mal por el mal”, sino vencer el mal por el bien. Viene a evitar que haya
enemigos mediante el cambio de nuestra actitud para con ellos. No viene a
vencer a los enemigos siendo más fuertes que ellos. Al contrario, Jesús nos
viene a decir que el mal solo se vence con el bien; que el odio solo se vence
con el amor; que el resentimiento solo se vence con la comprensión. Se trata de
una nueva visión del mundo. Una nueva visión del trato de los unos con los
otros. Una nueva manera de relacionarnos. No construimos la paz con más guerra.
No construimos un mundo más fraterno con más enemistades. Un mundo nuevo solo
se cambia con corazones nuevos. Un mundo distinto solo es posible con hombres
distintos.
Esta nueva visión o ley moral no es superior a
nuestra capacidad como Dios mismo nos lo dice: “Este mandamiento que hoy te
prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en
el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta
aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica? Ni tampoco está
más allá del mar, para que digas: ¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla
y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?
No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas
y la pongas en práctica” (Dt 30,11-14). Por tanto, la única estrategia para alcanzar
el cielo es la santidad (Lv 11,45) y la santidad tiene su fundamento esencial
cual es vivir en el amor de Dios y el amor al prójimo (Mc 12,38).
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