DOMINGO XXIX - A (19 de octubre del 2014)
Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22, 15-21:
En aquel tiempo, los fariseos se reunieron para sorprender a
Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos
herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas
con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las
personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece:
¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?"
Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo:
"Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que
pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó:
"¿De quién es esta figura y esta inscripción?" Le respondieron:
"Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César,
y a Dios, lo que es de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.
Reflexión
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
En el domingo anterior Jesús nos decía: “El reino de Dios se
parece a un rey que celebraba la boda la boda de su Hijo. Mandó criados para
que inviten a la boda…” (Mt 22,1-14). Y hemos resaltado el episodio: “El rey
entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de
fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de
fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los
guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas.
Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). Y nos preguntamos ¿Qué
significa ese traje de fiesta? Y nos respondimos con la enseñanza de San Pedro “Así
como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su
conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo”
(IPe 1,15-16; Lv 19, 2). Es decir, un día para estar en la fiesta del banquete
de boda del cordero que es el en el cielo y
es eterno, hay que estar con traje de fiesta, hay que ser santo sí o sí.
Con el evangelio de hoy, se complementa la enseñanza de Jesús
respecto al reino de los cielos; ¿Cómo así? Pues veamos: El anhelar estar en el cielo (Mc 10,17), no
nos hace exentos de nuestras obligaciones y deberes en este mundo: Jesús,
conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una
trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron
un denario. Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta
inscripción?" Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo:
"Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (Mt
22,18-21). Esta enseñanza nos transmite varios elementos a tener en cuenta:
1. Como vimos, nos exhorta a tomar en serio no sólo nuestras
obligaciones de cristiano, sino también nuestras tareas de ciudadanos, nuestros
deberes políticos: Dad al César
lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Al
respecto dice San Pablo: “Todos deben someterse a las autoridades constituidas,
porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido
establecidas por él. En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al
orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. Los que hacen el
bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si
no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio. Porque
la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme si haces el mal,
porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al servicio de Dios para
hacer justicia y castigar al que obra mal. Por eso es necesario someterse a la
autoridad, no sólo por temor al castigo sino por deber de conciencia” (Rm 13,1-5).
2. El episodio del evangelio de hoy, preguntan a Jesús:¿Se debe pagar el impuesto al César o no?
Pero Jesús, enseguida, se da cuenta de la trampa que los
fariseos le quieren tender (Mt 22,18). Afirmar o negar el pago reclamado por
los romanos, es igualmente peligroso para Él. Un NO de Jesús le hace agitador
de la rebelión y enemigo del César o autoridad. Un SÍ implica aceptar la
ocupación romana y negar el ansia judía de liberación. Recordemos que los
romanos dominan sobre los judíos desde el años 64 Ac. y les han impuesto no
solo duras cargas en el impuesto, sino que además les han quitado lo más
precioso, el dar culto a Dios Yahveh, el que los liberó de la esclavitud (Lv
11,45) Y están obligados a dar culto al dios Cesar. Los judíos tienen una única
esperanza: que el mesías prometido, llegará pronto y vencerá y desterrará de
sus tierras a los invasores, los romanos.
En el evangelio de hoy, Jesús se eleva por encima de la
situación momentánea, y da una respuesta para todos los conflictos ulteriores.
Él invita a cumplir la justicia, la que consiste en dar a cada uno lo suyo: “Den
a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Dios tiene
sus derechos y el César tiene los suyos. Pero es de considerar que Lo de Dios
no está en el mismo nivel que del Cesar.
3. Dad al César
lo que es del César.
La autoridad estatal es instrumento de Dios para la
realización de la voluntad de Dios, aunque no lo sepan o quizás no lo quieran.
La primera Lectura de hoy (Isaías 45, 1. 4-6) nos da un ejemplo: Dios se sirve
del rey de Persia para realizar sus planes de salvación con el elegido pueblo
israelita. Así cualquier hombre, cualquier institución pueden ser instrumentos
de Dios. San pablo también nos dice: “Por eso también, ustedes deben pagar los
impuestos: los gobernantes, en efecto, son funcionarios al servicio de Dios
encargados de cumplir este oficio. Den a cada uno lo que le corresponde: al que
se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que
se debe respeto, respeto; y honor, a quien le es debido” (Rm 13,6-7). Cristo
tampoco niega el poder pagano de los romanos, ni lo quiere derrotar por
revolución. De tal manera Él acepta, fundamentalmente el Estado y las
autoridades políticas, independientemente de sus formas concretas.
Condecir “a Cesar lo que es del Cesar” (Mt 22,21), exige
también de nosotros lealtad, obediencia, colaboración y sacrificios frente al
Estado y a sus autoridades. Los cristianos no son enemigos del Estado, sino
ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad. De modo que, nuestra fe
no puede ser nunca una excusa para no cumplir con nuestras obligaciones
familiares, sociales y políticas. Estaremos mucho mejor dispuestos para servir
a Dios, cuando hayamos servido bien a nuestros hermanos. No hay duda de que
pueden nacer tensiones y conflictos. A lo largo de la historia los encontramos
en sus variadas formas. Ya desde el comienzo del cristianismo surgieron los
problemas, pero los fieles supieron superarlos, como atestigua San Agustín: Los soldados cristianos sirvieron al emperador infiel; pero
cuando se tocaba la causa de Cristo, no reconocían
sino a Aquél que estaba en los cielos.
4. Lo dicho por Jesús, el Maestro por excelencia vale con mucha más razón para para nosotros: ”Dad a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21b). O como dice San Pedro en los Hechos de los Apóstoles: Tenemos que obedecer a Dios antes
que a los hombres (Hch 5,29). Si alguna autoridad actúa
fuera de la voluntad de Dios, no estamos obligados a la obediencia. Por ejemplo
que nos digan “El aborto terapéutico no es pecado” ¿Cómo que no es pecado? ¿Acaso
matar un ser indefenso en el vientre de la madre no es un pecado atroz? Cuando
el Estado pretende cosas a las que no tiene derecho, tenemos que negarle la
obediencia. Porque las exigencias del Estado son limitadas. Por eso, cuando un
Estado o sus autoridades exigen injusticias, entonces la resistencia es nuestra
obligación cristiana, y la obediencia sería pecado. En este sentido hay una “rebeldía”
santa. En las persecuciones, miles y miles de cristianos se hicieron mártires,
porque no quisieron dar al César lo que es de Dios. Esta actitud es saber
defender la verdad. Nos dijo Jesús: “Uds. serán mis verdaderos discípulos si
perseveran en mis palabras y conocerán la verdad y la verdad os hará libres” (Jn
8,31).
Tal vez, hoy no haya tal persecución sangrienta, pero sin
embargo tenemos que estar vigilantes. Las autoridades del Estado, siempre de
nuevo, pueden caer en la tentación de excederse en los límites. Son cosas que
no podemos aceptar ni apoyar como cristianos. Por eso, tenemos que criticar
constructivamente a nuestros políticos y autoridades estatales. Pero, además,
debemos ayudarles por medio de nuestra oración en su difícil labor, en su gran
responsabilidad para que nos guíen por el camino de la verdad.
5. Por las razones expuestas, hoy es necesario optar con serenidad
por las autoridades que sepan tener estos principios para que no nos lleven por
el mal camino. Nuestra confianza debe ir para hombres inteligentes y solidarios
desde luego, pero que además sean cristianos, que vivan su fe y que se orienten
hacia Dios en sus proyectos y acciones. Me parece ser la mejor garantía para un
futuro más fecundo y el porvenir de nuestra sociedad. Porque las cosas de Dios
no son negociables ni para los creyentes ni para los incrédulos. Pero también el
ser cumplidores con Dios no nos hace exentos de nuestros deberes, en suma: A
Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” (Mt 22,21). El Hijo de
Dios sabe cumplir con las cosas del Cesar, cosas de este mundo; pero con más razón
con las cosas de Dios.
No podemos atrevernos a sacrificar las cosas de Dios por las
cosas del Cesar. De este principio nace los mártires como defensores de las
cosas de Dios: “Cuando los entreguen a los tribunales, no se preocupen de cómo
van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese
momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su
Padre. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el
padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes
serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el
fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los
persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer
las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre” (Mt 10,19-23).
San Pablo dice: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El
que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no
nos concederá con él toda clase de favores?... ¿Quién podrá entonces separarnos
del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el
hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Como dice la Escritura: Por tu
causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos considera como a
ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria,
gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la
vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los
poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá
separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”
(Rm 8,31-39).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Paz y Bien
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.