DOMINGO
DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR - B / 29 de marzo del 2015
Proclamación
del Evangelio según Marcos 14 1-15, 47
(Lectura breve) Y los
que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: “¡Eh, tú!,
que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo
bajando de la cruz!”
Igualmente los sumos
sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: “A otros
salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje
ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.” También le injuriaban los que
con él estaban crucificados.
Llegada la hora
sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona
gritó Jesús con fuerte voz: “Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?”, - que quiere decir
- “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” Al oír esto algunos de los
presentes decían: “Mira, llama a Elías.”
Entonces uno fue
corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le
ofrecía de beber, diciendo: “Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.” Pero
Jesús lanzando un fuerte grito, expiró. Y el velo del Santuario se rasgó en
dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que había
expirado de esa manera, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.”
PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el señor paz y bien.
Jesús había dicho: “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn 10,30). Ahora
nos preguntamos: ¿Qué hace Dios en la Cruz? ¿Qué
puede hacer con las manos y pies clavados? ¿Qué quieres que haga Dios? Pero el
problema no es “qué hace”, sino algo mucho más profundo "qué significa un
Dios en la Cruz". ¿Quién ese Dios en que creías? ¿Cómo es
ese Dios que te imaginabas? Estas y otras preguntas nos inquietan después de
esta lectura de la pasión de N.S. Jesucristo.
Un Dios capaz de hacer milagros para evitarse cualquier sufrimiento. Pero,
estas imaginaciones hoy se nos derrumban.
Porque, ahora ¿Qué piensas de un Dios que es inocente y sin embargo es juzgado
y termina siendo condenado? ¿Qué piensas de un Dios a quien todo el mundo
considera reo de muerte? ¿Qué piensas de un Dios que tiene que morir
crucificado como “una maldición y vergüenza de la humanidad”? ¿Verdad que ese
no es nuestro Dios, el que tú yo pensábamos? Sin embargo, esa es la verdadera realidad de Dios. Es decir: Un Dios que ama por encima de todo. Un
Dios débil y que lleva a cabo su obra en la debilidad.
Un Dios que prefiere amar a condenar. Un Dios que vence el mal en su propio
sufrimiento. Los días de la Semana Santa tendrían que ayudarnos a revisar
nuestra imagen de Dios verdadero.
Hace poco tiempo Dios nos asombró
en su Hijo, cuando nació en un pesebre entre los pastores, hoy nos asombras aun
al mostrarse ante la humanidad como un manso cordero: “Al ser maltratado, se
humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como
una oveja muda ante el que la esquila, él no habría su boca. Fue detenido y
juzgado injustamente y, ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado
de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo. Se le
dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había
cometido violencia ni había engaño en su boca” (Is 53,7-9).
El profeta Isaias
describe los gestos de Cristo en la Cruz y son muchos los gestos y actitudes de
Jesús en la Pasión que debiéramos meditar y recordar estos días. Pero subrayo y
resalto dichos gestos descrito por el profeta:
El silencio. Una de las cosas que los
Evangelios resaltan y que más extrañan en la Pasión de Jesús es su silencio. “Y
Jesús callaba”. Le acusaban “y Jesús callaba”. Le condenan a muerte “y Jesús
callaba”. Le cargan con la Cruz “y Jesús callaba”. El difícil y doloroso
silencio del inocente. ¡Qué difícil callar cuando alguien nos acusa! ¡Qué
difícil callar cuando creemos tener la razón!
No se justifica. Otro de los rasgos es que en todo
momento Jesús no trata en modo alguno de defenderse, justificarse. Sabe que
cualquier justificación no será escuchada. Sabe que los hombres no están para
escuchar la verdad sino sus propios intereses e intenciones. El que habló tanto
durante su vida, sabe que ahora es el momento del silencio. Del dejarse llevar
y manejar.
No se encierra sobre sí mismo. Jesús
no es de los que utiliza el sufrimiento como un medio para que le presten
atención. No es de los que se encierra en sus propios dolores. Al contrario,
sigue pensando en los demás. Difícil tarea: pensar en los otros cuando uno está
sufriendo. En la Cruz tiene una oración por los mismos que le han juzgado y
condenado. Y hasta los disculpa. “Perdónales,
Padre, porque no saben lo que hacen.” (Lc 23,34). En la Cruz, se
olvida de sí mismo para atender el grito del que con El sufre en la Cruz: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.” (Lc
23,43) En la Cruz, tiene una recuerdo para su Madre: “Madre, he ahí a tu hijo. Hijo, he ahí a tu
madre.” (Jn 19,26).
La esperanza. Cuando
todo se oscurecía en su corazón, sólo una cosa seguía alumbrando su espíritu:
la esperanza. En ningún momento hay desesperación. No hay gritos de rabia. Hay
paz en el espíritu. Entrega su vida en la paz y serenidad de la esperanza. No
se ve nada, pero sabe que amanecerá.
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Paz y Bien
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