sábado, 16 de abril de 2016

IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 17 de abril de 2016)


IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 17 de abril de 2016)

Proclamación del Santo Evangelio según San Juan: 10,27-30

En aquel tiempo dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

El evangelio nos sitúa en la figura del pastor que cuida del rebaño que es la Iglesia:

1)            Mis ovejas escuchan mi voz

“Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte” (Dt 6,4-7).

El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios" (Jn 8,47). Jesús les dijo: "Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica" (Lc 11,28). La capacidad de escucha supone una sintonía entre el que habla y el oyente. Jesús hace que sus oyentes se vayan identificando poco a poco con él. Jesús es el Buen Pastor precisamente porque es el Cordero degollado y resucitado, que ha dado la vida por nosotros (Ap 7,9.14-17). No es de extrañar que sus ovejas lo escuchen, lo obedezcan y lo sigan. Quieren vivir con Él porque así encuentran la vida. Los sacerdotes deben identificarse con Jesús, Buen Pastor, y conducir las ovejas hacia Él, y no hacia sí mismos.

Jesús mantiene con los creyentes una relación de amor y de amistad semejante a la que Dios mantenía con Israel en el seno de la alianza. Como Dios, Jesús tiene con sus ovejas una relación personal intensa, de conocimiento y amor. Es un amor de elección y de predilección. Sus ovejas, por su parte, corresponden a ese amor mediante la escucha y el seguimiento. Nada puede, sin embargo, separar a los seguidores de su Señor ya que en Él tienen asegurada la salvación. Es el Padre el que ha dado esas ovejas a Cristo. Las ovejas son del Padre, que es superior a todos, y por eso nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Los creyentes en Jesús, a través de Él, están en buenos manos, en las manos del Padre. El Padre y Jesús son uno. Por eso Jesús puede presentarse como el Pastor del pueblo, título que pertenecía a Dios mismo. El pueblo de los redimidos por Cristo tiene a Él como pastor. Él los conduce a las fuentes de agua vida, que son el Espíritu de Dios. Es Jesús el que nos da su Espíritu. Ese pueblo apacentado por Jesús habita en la casa misma de Dios, en su templo, dándole culto día y noche.

2)            Yo las conozco

Felipe dijo a Natanael: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret". Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?" "Ven y verás", le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez".  "¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús continuó: "Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre" (Jn 1,45-51).

3)            Ellas me siguen

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16,24). “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10,37). Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por el Evangelio, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna” (Mc 10,28-30).

4)            Yo les daré vida eterna

Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras” (Mt 16,27).

5)            Yo y el Padre somos una sola cosa

Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 14,8-11).


Nuevamente Jesús nos compara a nosotros los seres humanos con las ovejas. Y es que la Liturgia nos presenta esta bella imagen una vez al año, en el Domingo Cuarto de Pascua, el cual dedica la Iglesia al Buen Pastor. En el Evangelio vemos a Jesús como ese Buen Pastor que da su vida por sus ovejas. Y sus ovejas somos todos: los de este corral y los de fuera del corral. Dice Jesús: “Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano” (Jn. 10, 27-30). Es cierto, Jesús ha dado su vida por nosotros para que tengamos Vida Eterna. Privilegio inmensísimo que no merecemos ninguno de nosotros. Privilegio que requiere una condición exigida por el mismo Jesús en este trozo evangélico: “Mis ovejas oyen mi voz ... y me siguen”. ¿Cómo escuchar la voz de Dios para poder seguirlo a El y sólo a El? Porque ... hay muchas voces a nuestro derredor: los medios de comunicación, las malas compañías, los enemigos de la Iglesia, los cuestionadores de la Verdad, los mentirosos.

Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse" (Lc 15,4-7).

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