IV DOMINGO DE ADVIENTO – C (23 de Diciembre del 2018)
Proclamación del Santo Evangelio según San Lucas: 1,39-45:
1:39 En aquellos días, María partió y fue sin demora a un
pueblo de la montaña de Judá.
1:40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
1:41 Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de
alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
1:42 exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre!
1:43 ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a
visitarme?
1:44 Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi
seno.
1:45 Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te
fue anunciado de parte del Señor". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor paz y bien.
Recordemos el encuentro entre el Ángel Gabriel y la Virgen
María: “El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: ¡Alégrate!, llena de
gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,28). Ahora hemos leído otro saludo:
María entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Lc 1,40). ¿Cómo habrá
sido el saludo de María a Isabel? Si nos aventuramos un poco más en los
evangelios, nos topamos con un saludo especial que Jesús nos enseña y dice: “Al
entrar en una casa, saluden invocando la paz” (Mt 10,12). Este saludo muy
posible que siendo niño Jesús aprendió de su madre. Entonces María posiblemente
saludó a su prima Isabel así: “Shalom” La paz este contigo”. ¿Por qué
resaltamos el saludo? Porque el saludo es portadora del misterio: “alégrate
llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,28) y “La paz este contigo”, el
primer saludo es el inicio de encuentro de Dios con la humanidad: “La Virgen
concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que
traducido significa: "Dios con nosotros" (Mt 1,23).
“Al oír estas
palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese
saludo. Pero el Ángel le dijo: No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lc 1,29-31).
La reacción de María envuelta en temor no hace sino reafirmar la naturaleza
humana de una mujer doncella. María se cree que tendría 14 o 16 años de edad
cuando le sucedió la anunciación. Temor que requiere muchas aclaraciones. Por
eso cuando el Ángel le aclara y dice: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le
pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El
Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob
para siempre y su reino no tendrá fin" (Lc 1,31-33). Es decir, el proyecto
de Dios tiene que ver con la salvación de la humanidad.
La Virgen quiere una aclaración más precisa y por eso reitera
con mayor énfasis y le dice al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, pues, no
conozco varón? El Ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el santo que nacerá de
ti será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,24-35). Ahora está más claro, no hace falta
tener la cooperación del varón para concebir pues de ello se encargará el
Espíritu Santo que es poder de Dios. Y como si fuera poco aun esta aclaración,
el Ángel se remite a otro acontecimiento ya sucedido a suprima Isabel hace 6
meses: “También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la
que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay
nada imposible para Dios" (Lc 1,36-37). A la contundencia del Ángel, la virgen
no hace sino donarse plenamente al decir: “Eh aquí la esclava del Señor, hágase
en mi según tu Palabra” (Lc 1,38).
La virgen poseída del Espíritu Santo va a la casa de su
prima Isabel y constatará lo anunciado por el Ángel: “Apenas Isabel oyó el
saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del
Espíritu Santo exclamó” (Lc 1,41). El solo saludo de la virgen llenó del don
del Espíritu Santo a su Prima Isabel quien ahora también por el don divino
confesará el complemento de la anunciación por parte del Ángel: "¡Tú eres
bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy
yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?” (Lc 1,42-43). Es la
primera proclamación del Evangelio confesada por Isabel y el primer título que
María recibe: “Madre de mi Señor”.
Quinto; y como si fuera poco, Isabel completa lo que el
Ángel dijo a la virgen al decir: “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá
lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc 1,45).
En suma: el misterio de la anunciación como es de verse
tiene dos partes y se complementan: la anunciación de la parte divina por el
Ángel Gabriel a la virgen María (Lc 1,26-38). Y la anunciación de la parte
humana, hecha por Isabel: ambos anuncios tiene una sola causa: la Divinidad y
la humanidad del Hijo de Dios; que San Juan lo resume así: “La Palabra de Dios
se hizo hombre y habito entre nosotros:” (Jn 1,14).
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