DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN I- A (09 de Abril de 2023)
Proclamación del Santo
Evangelio según San Lucas 24,13:
24:13 Aquel mismo
día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios
de Jerusalén,
24:14 y conversaban
entre sí sobre todo lo que había pasado.
24:15 Y sucedió que,
mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con
ellos;
24:16 pero sus ojos
estaban retenidos para que no le conocieran.
24:17 El les dijo:
“¿De qué discuten entre Uds. mientras van andando?” Ellos se pararon con aire
entristecido.
24:18 Uno de ellos
llamado Cleofás le respondió: “¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no
sabe las cosas que estos días han pasado en ella?”
24:19 El les dijo:
“¿Qué cosas?” Ellos le dijeron: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta
poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo;
24:20 cómo nuestros
sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.
24:21 Nosotros
esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas
cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.
24:22 El caso es que
algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de
madrugada al sepulcro,
24:23 y, al no
hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de
ángeles, que decían que él vivía.
24:24 Fueron también
algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían
dicho, pero a él no le vieron.”
24:25 El les dijo:
“¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los
profetas!
26 ¿No era necesario
que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?”
24:27 Y, empezando
por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre
él en todas las Escrituras.
24:28 Al acercarse
al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.
24:29 Pero ellos le
forzaron diciéndole: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha
declinado.” Y entró a quedarse con ellos.
24:30 Y sucedió que,
cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo iba dando.
24:31 Entonces se
les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado.
24:32 Se dijeron uno
a otro: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”
24:33 Y,
levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los
Once y a los que estaban con ellos,
24:34 que decían:
“¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!”
24:35 Ellos, por su
parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en
la fracción del pan. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados hermanos
en el Señor Paz y Bien.
“Señor, quédate con
nosotros, porque ya anochece.” (Lc 24,29)
a)
Mañana
del domingo
Los cristianos de los primeros tiempos cuando se encuentran
por pascua se saludan con la tradicional expresión: "El Señor ha
resucitado", a lo que se responde: "Verdaderamente ha
resucitado". Ciertamente es un saludo mucho más expresivo que nuestro costumbre
banal "Felices pascuas". Es en la liturgia donde encontramos las
expresiones adecuadas para manifestar el gozo de la pascua. La respuesta al
salmo invitatorio del oficio de lecturas corresponde al saludo ruso:
"Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya".
Con el correr del tiempo se han desarrollado costumbres de
todas clases en torno a las fiestas religiosas, especialmente navidad y pascua.
Una costumbre merece especial consideración". Se trata de una práctica que
tiene lugar especialmente en ambientes rurales, donde la gente madruga en la
mañana de pascua para ver la "danza" del sol. Creo que esta idea y la
costumbre correspondiente puede tener una interpretación cristiana como, por
ejemplo, que la creación entera comparte el gozo de la resurrección. Así lo
expone san Pablo: "La creación está aguardando ser liberada como nosotros de
la esclavitud de la decadencia para gozar la misma libertad y gloria que los
hijos de Dios" (Rom 8,19-23). La redención ganada por Cristo se extiende
por todo el universo.
La misa. A plena luz del día, la Iglesia se reúne por
segunda vez para celebrar la eucaristía pascual. El cirio está encendido sobre
su candelero elevado. El presbiterio adornado con flores. Las vestiduras son
blancas para simbolizar la alegría, y la antífona de entrada comienza con
gozosas palabras: "He resucitado y aún estoy contigo, has puesto sobre mí
tu mano: tu sabiduría ha sido maravillosa, aleluya". ¡Con cuánta habilidad
la Iglesia se sirve de los salmos para expresar tanto los dolores como el gozo
de Cristo! Aquí es el mismo Cristo quien habla dirigiéndose al Padre. Ha resucitado,
ha vuelto ya al Padre. Este es el verdadero grito de la victoria del Cristo total,
cabeza y miembros. Como bien dice una de las oraciones de la vigilia
pascual, los que han caído son levantados, lo viejo se renueva y todo es
llevado a perfección.
La oración colecta de la misa pide una renovación de nuestra
vida moral en consonancia con el misterio de la resurrección: "Concede a
los que celebramos la solemnidad de la resurrección de Jesucristo ser renovados
por tu Espíritu, para resucitar en el reino de la luz y de la vida".
En los Hechos de los Apóstoles (10,34.37-43), san
Pedro nos dirige la palabra dando testimonio de la resurrección de Jesús. Su
discurso da un resumen de la vida pública de nuestro Señor, comenzando por su
bautismo de manos de Juan. Todos los acontecimientos de esa vida demuestran
tener poder salvífico y culminan en la muerte y resurrección.
La realidad de la resurrección se afirma rotundamente no
sólo por la declaración: "Dios lo resucitó al tercer día", sino también
por la afirmación de que después de la resurrección los apóstoles habían
"comido y bebido" con él. San Pedro, el jefe de los apóstoles, da
testimonio de todo ello. Habla como testigo presencial, pero también desde la
experiencia de su fe personal iluminada por el Espíritu Santo. Este testimonio
apostólico es importante para nuestra propia aceptación de la fe. El discurso
de Pedro no es solamente una narración de lo que aconteció en la vida de
Cristo; es también una profesión de fe, una proclamación de la creencia
cristiana.
Esta lectura contiene además otro mensaje: la salvación que
Cristo nos conquistó tiene una finalidad universal. "Quien cree en él,
recibe la remisión de los pecados por su nombre". A través de la fe todos
los hombres tienen acceso al poder salvífico de su muerte y resurrección.
En la segunda lectura, san Pablo se dirige a los cristianos
de Colosas (Col 3,1-4) exhortándolos a vivir según el estado adquirido
recientemente. La resurrección de los cuerpos y la gloria que nos está
reservada sigue siendo objeto de esperanza; pero por nuestra unión íntima con
Cristo disfrutamos con anticipación el gozo de la herencia futura.
Mientras peregrinamos en la tierra hemos de buscar siempre
al Señor, porque él es nuestra vida: "Deleitaos en lo de arriba, no en las
cosas de la tierra". Pero no es que san Pablo nos sugiera negligencia en
las tareas humanas o en la atención a las personas con quienes vivimos. Eso
sería una espiritualidad falsa. Hemos de vivir completamente comprometidos en
la vida de este mundo sin quedar sumergidos o cautivados por él. Debemos tener
presente que nuestro destino último no está aquí, en el mundo material, sino
"oculto con Cristo en Dios", y que esperamos su venida y
manifestación para que nuestras vidas reales puedan ser manifestadas.
El leccionario presenta otra lectura alternativa tomada de
la primera carta de san Pablo a los Corintios (5,7-8); en ella los exhorta a
vivir en "sinceridad y verdad", puesto que Cristo, nuestra pascua, ha
sido inmolado.
La secuencia victimae paschali es una composición
medieval que resume el misterio de la redención en forma poética. Cuando se
canta con la melodía gregoriana, contagia del alborozo del primer domingo de
pascua. Se presenta en forma de un apresurado diálogo entre nosotros y María Magdalena.
María da testimonio de lo que ha visto; y nosotros, creyentes y discípulos,
damos también nuestro propio testimonio: "Sabemos que Cristo ha resucitado
verdaderamente de entre los muertos". (Es de notar cómo el tema de combate
victorioso, tan grato a los padres de la Iglesia, aparece de nuevo en la
secuencia.)
El evangelio está tomado de san Juan (20,1-9). Una vez más
encontramos a María Magdalena, que llega a la tumba "muy de mañana el
primer día de la semana" y descubre que está vacía. De momento queda
consternada. Luego corre a comunicarlo a los dos discípulos, los cuales, al
oírlo, rivalizan corriendo hacia la tumba para llegar el primero. Llega antes
Juan, pero permite a Pedro que pase delante.
"Entonces entró también el otro discípulo, el que había
llegado primero al sepulcro; vio y creyó". Este ver y creer constituye el
clímax del evangelio. La proclamación del evangelio de pascua tiende a suscitar
en cada una de las asambleas litúrgicas la misma respuesta de fe. Esta fe se
apoya en el testimonio de los apóstoles y en las Escrituras inspiradas, que
revelan el plan de Dios.
La celebración de este día debería hacernos más conscientes
del carácter pascual de toda misa. La aclamación a la que estamos tan
acostumbrados adquiere nueva profundidad y significado en el tiempo pascual:
"Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección; ven, Señor
Jesús", es particularmente adecuada para el día de hoy y hace eco al
prefacio de pascua: "Muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró
la vida". En el mismo prefacio se describe a Cristo como "el
verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo", palabras que anticipan
las que dice el sacerdote antes de la comunión: "Este es el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo".
Nuestra participación en el sacrificio y sacramento de la
misa nos capacita para vivir más auténtica y efectivamente el misterio que se
inició en nosotros con el bautismo. En palabras de J. M. Tillard: "Por su
conversión de corazón y su arrepentimiento, (el cristiano) entra en la muerte
de Jesús; por la nueva calidad de obras y de vida, entra en su resurrección. Es
la ley pascual del misterio cristiano".
Finalmente, hay una nota escatológica que se pone de
especial relieve en la liturgia de pascua y que nunca está ausente de cualquier
celebración eucarística: cada vez que comemos de este pan y bebemos de este
cáliz anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas (1 Cor 11,26). En la
oración que sigue a la consagración (anamnesis) no sólo conmemoramos
misterios pasados, sino que también consideramos la venida del Señor en su
gloria. La liturgia de este día imprime en nuestras mentes algo que ya sabemos,
que la eucaristía es prenda de vida eterna, de nuestra futura resurrección. El
sagrado banquete de la eucaristía nos hace pregustar la eterna fiesta pascual:
"¡Dichosos los llamados a esta cena!", es decir, "a la fiesta de
las bodas del Cordero" (Ap 19,9).
Con esta nota de gozosa expectación, la oración poscomunión
resume nuestras esperanzas y peticiones: "Protege, Señor, a tu Iglesia con
amor paternal, para que, renovada por los sacramentos pascuales, llegue a la
gloria de la resurrección".
La solemne bendición, que puede usarse en el tiempo pascual,
dirige también nuestros pensamientos hacia la gloria futura: "Ya que por
la redención de Cristo recibieron el don de la libertad verdadera, por su bondad
recibieron también la herencia eterna... Y pues confesando la fe han resucitado
con Cristo en el bautismo, por sus buenas obras merezcan ser admitidos en la
patria del cielo".
b)
Domingo por la tarde
La tarde del domingo de pascua está llena de sugerencias
para nosotros. En primer lugar nos recuerda la aparición del Señor a dos
discípulos por el camino de Emaús, que nos relata san Lucas (24,13-35). Los dos
hombres van caminando abatidos y no reconocen al forastero que se une a ellos
en el camino. Van discutiendo acerca de lo que acaba de suceder. Jesús reprende
su falta de fe, y luego les explica cómo todo aquello estaba previsto en las
Escrituras. Cuando llegan a la posada invitan al forastero a cenar y quedarse
con ellos durante la noche. Luego, mientras comían, sus ojos se abrieron y
"lo reconocieron al partir el pan".
Si se celebra misa el día de pascua por la tarde, debe
leerse el evangelio de Lucas que narra este hecho 6. Es lo más apropiado para
esta tarde. Aunque no figure en la liturgia, no deberíamos omitirlo en nuestra
lectura bíblica.
"Quédate con nosotros, Señor, que anochece". La
Iglesia hace suya esta apremiante invitación. Es una llamada al Señor para que
permanezca con su pueblo y proteja a su comunidad. Es un grito que se oye con
frecuencia durante la liturgia del tiempo pascual 7.
Con las segundas vísperas del domingo de pascua se cierra el
triduo pascual. Esta oración de alabanza, acción de gracias y petición cierra,
en ambiente de recogimiento, las celebraciones del día. Con los salmos, el
cántico del Apocalipsis y el Magnificat, la Iglesia expresa su acción de
gracias por la redención.
La tradición cristiana asocia a los nuevos bautizados con
esta acción vespertina. La ceremonia incluía una procesión al baptisterio en
donde, la noche precedente, aquellos nuevos cristianos habían recibido las
aguas del nuevo nacimiento. Allí cantaban algunos salmos y el Magnifrcat, conmemorando
agradecidos el sacramento que habían recibido. Visitaban también la capilla en
que habían sido confirmados. Esta especial oración vespertina de pascua tuvo
origen en Roma entre los siglos v y vi; de allí se propagó a otras partes de
Europa, conservándose acá y allá hasta nuestros días. Atraía de tal manera la
devoción popular que solía llamarse el "Oficio glorioso" (Officium
gloriosum).
En esta misma tarde, el primer día de la semana, Jesús se
apareció también a sus discípulos reunidos en la sala de arriba en Jerusalén.
El evangelio que nos relata este hecho es de san Juan (20,19-31). Se lee en la
misa del segundo domingo de pascua; pero en el día mismo de resurrección se
recuerda este maravilloso acontecimiento dentro de la oración de la tarde. La
antífona del Magnificat dice: "Al anochecer de aquel día, el
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas, y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: `Paz a vosotros'.
Aleluya".
Con esta nota de paz termina el domingo de pascua. La
celebración termina; sin embargo, continúa, en una atmósfera de quietud y
recogimiento, a nivel personal. Junto a la celebración pública y litúrgica está
la "fiesta íntima" del corazón.
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Paz y Bien
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