DOMINGO XV – B (14 de julio de 2024)
Proclamación del Santo Evangelio según San Marcos 6,7-13:
6:7 Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos,
dándoles poder sobre los espíritus impuros.
6:8 Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un
bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;
6:9 que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos
túnicas.
6:10 Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den
alojamiento hasta el momento de partir.
6:11 Si no los reciben en un lugar y la gente no los
escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio
contra ellos".
6:12 Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión;
6:13 expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos
enfermos, ungiéndolos con óleo. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
“Jesús los llamó a los Doce y los envió de dos en dos” Mc
6,7). Ser cristiano es una vocación. Muchos recordaran aquellas inefables
sentencias del viejo catecismo: somos cristianos por la gracia de Dios. Y así
es. Ser cristiano es responder con un sí a la llamada de Dios. Pablo les
recordaba esta verdad entrañable a los cristianos de Éfeso. “Antes de que
fuese creado el mundo, ya Dios nos había llamado, nos había elegido en la
persona de Cristo para fuésemos santos a irreprochable ante El por el amor” (Ef
1,4). En el correr de los tiempos, en Jesús y por Jesús Dios ha
derrochado su gracia para que pudiésemos conocer el misterio de su voluntad. Nos
ha manifestado y nos ha asociado a su plan de recapitular todas las cosas, las
del cielo y las de la tierra, en Cristo. Con Cristo se ha abierto el
último capítulo de la historia de la humanidad, el principio de la nueva
tierra en que habita la justicia, el germen de la familia de los hijos de
Dios, la fraternidad universal. Pues en la persona de su Hijo ha querido
que todos los hombres seamos sus hijos. “Dios, no nos llamó a una vida de
impureza, sino a la vida de santidad” (I Tes 4,7).
La misión del cristiano. Cristo es el punto y aparte en la
historia. Y es, además, el punto final. Es alfa y omega, el principio de
la misión y su recapitulación final. En medio está el cristianismo, estamos
los cristianos y nuestra misión como continuación de la de Cristo: el
reino de Dios. Para esa tarea, Jesús eligió primero, formó luego y envió
después a sus discípulos, a los cristianos. La misión del cristiano es,
en consecuencia, anunciar el reino de Dios y echar del mundo y de los
hombres a los demonios. Mal podemos cumplir la misión de anunciar el reino
del poder, del dinero, del bienestar, del placer. Y no podemos exorcizar
al mundo y a los hombres, si nosotros mismos vivimos encantados de la
vida, poseídos de los demonios del egoísmo, de la injusticia, de la
insolidaridad, del pecado.
Para esa misión no hacen falta alforjas. Jesús envió a sus
discípulos de dos en dos. Pero les recomendó que fueran a cuerpo limpio,
sin provisiones. Dios proveerá. La palabra de Dios es eficaz por ser de
Dios. Los discípulos de Jesús no podemos confundir el evangelio con una
campaña publicitaria. Predicar no es vender nada, no es abrir mercado, ni
es forzar a nadie al consumo indiscriminado. Tampoco es un modus vivendi para
obtener beneficios. Bien lo reconoció el profeta Amós frente a la
insolencia del sacerdote Amasías. El profeta, que vivía y se ganaba la
vida cuidando rebaños y cultivando higos, no predicaba por gusto ni por
conveniencia, sino para obedecer a Dios, para seguir su vocación. Bien es
verdad que Jesús les permitió utilizar un bastón, pero sólo para sostener la
marcha y no desfallecer, en modo alguno no para dominar y someter por la
fuerza, haciendo proselitismo con engaños o amenazas.
Los misioneros no llevan consigo nada más que el mensaje que
anuncian y el poder dado por Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el
Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló
sobre ellos y les dijo reciban el Espíritu Santo”(Jn 20,21-22). Todo lo demás
pasa a segundo plano. Pedro dijo al paralítico de la Puerta Hermosa en el
Templo: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de
Jesucristo, el Nazareno, ponte a caminar” (Hch 3,6).
En el pasaje distinguimos las siguientes partes: 1)
Convocatoria a los Doce (Mc 6,7). 2) Instrucciones para la misión (Mc 6,8-11):
Acerca de lo que se debe llevar consigo (Mc 6,8-9). Acerca del comportamiento
que hay que tener en caso de acogida o de rechazo (Mc 6,10-11). 3) La
realización de la misión (Mc 6,12-13). Aunque la mirada está puesta en la acción
misionera que van a realizar los Doce, es notable que la persona de Jesús está
en el centro de todo: él llama, él envía, él les reviste de poder y él es quien
determina cómo deben comportase los misioneros.
1. Convocatoria y envío de los Doce (Mc 6,7): “Llama a los
Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus
inmundos”. Tres breves frases en progresión temporal abren el relato: Él llamó
a los Doce, y los envío de dos en dos dándoles poder sobre los
espíritus impuros. Jesús está en el centro de todo: llama hacia él, les
capacita y envía al mismo tiempo.
Jesús llama a los Doce (Mc 6,7). En el inicio del Evangelio
ya se menciona lo que hoy leemos en estos términos: “Jesús subió a la montaña y
llamó a su lado a los que Él quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a
Doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de
expulsar a los demonios” (Mc 3,13-15). En otro episodio dice Jesús: “No son
ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los
destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que
pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá” (Jn 15,16). “Mis ovejas
escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,27). La vocación a la
vida consagrada al servicio de Dios no es de uno sino de Dios. En esta línea
también manifiestan los profetas, así por ejemplo se dice: "Antes de
formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno,
yo te había consagrado, te había constituido profeta de las naciones. Yo
respondí: ¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven. El
Señor me dijo: No digas: 'Soy demasiado joven', porque tú irás adonde yo te
envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos, porque yo
estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—. El Señor extendió su mano,
tocó mi boca y me dijo: Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco
profeta en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y
derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar" (Jer 1,5-10).
Jesús advierte dificultades en la misión cuando dice: “Yo
los envío como a ovejas en medio de lobos… Cuídense de la gente,
porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas a causa
de mí, los harán comparecer ante gobernadores y reyes, pero así darán
testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen a los
tribunales, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que
deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los
que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano
entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo;
los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán
odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin
se salvará” (Mt 10,16-22).
“Los envió de dos en dos” (Mc 6,7). De aquí entendemos que
los misioneros: No van en nombre propio, sino como testigos de un mensaje
recibido de Jesús. Deben ayudarse y apoyarse entre sí (incluso corregirse).
Tienen una visión comunitaria de la misión: parte de la comunidad, se realiza
en comunidad y apunta a la formación de la comunidad y una vida fraterna. La
vida de hermandad es el talante fortaleza de la Iglesia y lo que caracteriza a
la comunidad es el amor cuando dice Jesús: “Les doy un mandamiento nuevo, que
se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes
los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos:
en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34-35). En suma –
Dice el Señor- “Todos Uds. son hermanos” (Mt 23,8). Y por algo decimos “Padre
Nuestro que estas en el cielo” (Mt 6,9).
2) Jesús les da poder sobre los espíritus impuros (Mc 6,7).
Esta prerrogativa suya (Mc 1,22-27) ahora Jesús se la transfiere al grupo de
los Doce. Se entiende que dicho poder es para expulsar los demonios, tal como
se afirma al final: “Expulsaban a muchos demonios” (Mc 6,13). Hasta ahora se
han mencionado seis veces los exorcismos de Jesús en el evangelio de Marcos:
1,22-27.34.39; 3,11-12.22; 5,1-20; esto muestra que dentro del anuncio del
Reino ésta es una actividad esencial. Pues bien, siguiendo a Jesús en la misión
el cristianismo también tendrá como tarea la expulsión de los demonios del
mundo, enfrentar las diversas manifestaciones del mal y vencerlo con el poder
de Jesús. En este episodio es contundente cuando Jesús dice: “Si yo expulso a
los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios
ha llegado a ustedes” (Lc 11,20).
Jesús Resucitado se apareció a los 11 y les dijo: "¡La
paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a
ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu
Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán
retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20,21-23). Aquí se
entiende que los apóstoles ahora tiene el poder a autoridad sobre los demonios.
Al principio la acción principal de los misioneros son los exorcismos, pero al
final del relato vemos que Jesús también les confió, junto a esta, otras dos
tareas: la predicación de la conversión y la curación de los enfermos (Mc
6,13).
En la práctica los aspectos de la misión son tres, los
cuales se refieren a la obra eficaz del acontecer del Reino rescatando al
hombre de una dirección equivocada en la vida y de las garras destructoras del
mal que desfigura su belleza, para que el hombre sea lo que está llamado a ser
según el proyecto divino: Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis
discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con
ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20).
3) ¿Qué llevar para la misión? (Mc 6,8-9): “Les ordenó que
nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni
calderilla en la faja; sino: Calzados con sandalias y no lleven dos túnicas”.
Porque la riqueza, poder y fuerza para misión está en la misma fuente del
Evangelio. Más aun dice el Señor: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la
polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los
roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni
herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu
tesoro, estará también tu corazón” (Mt 6,19-21). El tesoro del misionero es el
mismo Señor (Jn 1,41). Y porque el mismo Señor manifiesta que: “Nadie puede
servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se
interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios
y al Dinero” (Mt 6,24).
Los misioneros son caminantes que van en busca de la gente,
ellos no se permiten acomodaciones e instalaciones. Este también es un rasgo
esencial de la misión cristiana. La itinerancia requiere previsiones, mucho más
en un contexto en que los trayectos son largos y escabrosos y las vías son
inseguras. Por tanto, ¿qué es lo que deben llevar consigo? La respuesta ya
hemos dicho y con mucha razón un buen día San Pablo exclamó: “Todo lo que hasta
ahora consideraba una ganancia, nada tiene valor para mí, todo estimo por
basura a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con
el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él, he sacrificado
todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a
Cristo” (Flp 3,7-8).
4) La radicalidad en el desprendimiento: Primero Jesús les
ordena que no lleven nada para el camino: “Les ordenó que nada tomasen para el
camino” (Mc 6,8). La renuncia total a las posesiones exigida para el
seguimiento también lo es para la misión: “Pedro se puso a decirle: ‘Ya lo ves,
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido y Jesús respondió, ninguno que
haya dejado casa, campos, familia, hijos en por mí en este mundo quedará sin
recompensa, pues recibirá cien veces más y en la otra la vida eterna” (Mc.
10,28).
Los apóstoles “salieron a predicar, exhortando a la
conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos,
ungiéndolos con óleo” (Mc 6,12-13). En los Hechos se narra un episodio: “En la
puerta Hermosa del Templo Pedro y los demás apóstoles se encontraron con un
paralitico y le dijeron: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en
nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar” (Hch 3,6).
“Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al
salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”
(Mc 6,10-11). Las cosas de Dios no imponen, no se hacen por obligación, sino
por amor y convicción. Pero en caso que el misionero sea rechazado asuma su
responsabilidad porque dice el Señor: “El que los escucha a ustedes, me escucha
a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza,
rechaza a aquel que me envió" (Lc 10,16).
La regla de la constancia (Mc 6,10): Se debe presuponer que,
en principio, el misionero que viene en son de paz, completamente desprendido
de todas las cosas, encuentre la benévola acogida de familias que le ofrecen un
espacio en sus casas. Si ocurre así, se le prohíbe al misionero cambiar de
alojamiento. Con esto se busca que el misionero: No ande buscando espacios más
cómodos y más bien se contente con lo que una pobre familia tiene para
compartirle. Se dé el tiempo suficiente para acompañar a una familia que inicia
un camino de fe (no hay que abrir procesos para dejarlos rápidamente); esto
exige constancia y cierta estabilidad por parte del misionero, sólo así se
podrá formar una comunidad. No haga distinción de personas en pro de sus
propias preferencias.
¿Qué hacer cuando hay rechazo? Hay que partir “de
allí”, pero esto no quiere decir que se le cierren todos los horizontes a la
misión, se abrirán nuevos espacios. Pero el momento de partida está marcado por
un gesto significativo: “sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en
testimonio contra ellos” (Mc 6,11). El gesto quiere decir el fin de toda
relación. Quitarse el polvo de los pies o de la ropa pertenecía a un ritual
simbólico con el que el israelita se purificaba cuando regresaba de tierra
pagana; puesto que se pensaba que la tierra participaba del carácter de sus
habitantes (Números 5,17), había que liberarse de él. El israelita no entraba
en comunión con estilo de vida del pagano ni mucho menos participaría del
destino que le aguardaba. Por eso el gesto, ahora realizado por misioneros
cristianos, tenía el valor de un testimonio de advertencia de no estar de
acuerdo con su actitud negativa y un último llamado a la conversión, ya que el
rechazo del anuncio del Reino traería consecuencias funestas. Quien rechaza al
misionero rechaza también la Buena Nueva que anuncia.
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