DOMINGO VII – C (Domingo 23 de Febrero de 2025)
Proclamación del santo Evangelio según San Lucas 6,27-38:
6:27 Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus
enemigos, hagan el bien a los que los odian.
6:28 Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que
los difaman.
6:29 Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la
otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
6:30 Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se
lo reclames.
6:31 Hagan por los demás lo que quieren que los hombres
hagan por ustedes.
6:32 Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen?
Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.
6:33 Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes,
¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.
6:34 Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir,
¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir
de ellos lo mismo.
6:35 Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin
esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán
hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
6:36 Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es
misericordioso.
6:37 No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán
condenados; perdonen y serán perdonados.
6:38 Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una
buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que
ustedes midan también se usará para ustedes". PALABRA DEL
SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor paz y Bien.
A las bienaventuranzas y amenazas del domingo anterior,
leemos hoy el cuerpo central del "sermón del llano" de Lucas,
equivalente reducido del sermón de la montaña de Mateo.
La gran diferencia del texto de Mateo respecto al de Lucas,
aparte su mayor brevedad, es que en el segundo no figuran las referencias y los
contrastes con la Ley de Israel que sí contiene, en cambio, Mateo. Y eso hace
que, precisamente, el texto de Lucas sea mucho más ágil y mucho más fácilmente
captable para el lector actual, de mentalidad más cercana a la griega, para la
cual escribía Lucas, que a la de los buenos conocedores de la Ley a los que se
dirigía Mateo.
El evangelio de hoy es como la "carta magna" de
los sentimientos de fondo que debe llevar en su interior el cristiano, que debe
moverle en todas sus actuaciones y que ha de configurarle todos los criterios
de pensamiento. Aunque el texto no lo diga, estos sentimientos de fondo son,
precisamente, los de Jesús. Y no son, precisamente, los que más espontáneamente
salen del corazón de las personas ni los que más fácilmente se promueven
colectivamente a todos los niveles (sociales, políticos, eclesiales...). Pero
sí son (por eso llamamos "Buena Noticia" al mensaje de Jesús) los que
harían que el mundo llegase a funcionar bien. Podemos resaltar de ellos los
siguientes aspectos:
- Una frase central: "Traten a los demás como ellos
quieren que los trate" (Lc 6,31). Entendida en profundidad, esta regla de
oro comporta desear y tratar a todo el mundo, sea quien sea y haya hecho lo que
haya hecho, lo mejor posible siempre.
- Una actitud emblemática y sintomática: "Amen a sus
enemigos" (Lc 6,35). El mejor punto de examen para saber si tenemos los
sentimientos de Jesús: ¿Qué deseamos para los que nos han hecho daño o nos caen
mal?
- Un modelo: "Sean compasivos como su Padre es
compasivo" (Lc 6,36). Mateo dice "perfectos", que por ser tan
global puede parecer abstracto. Lucas se fija en un atributo muy específico, y
hace de él el objetivo de la imitación cristiana de Dios.
Preguntaron a Jesús: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer
para heredar la Vida eterna?" Jesús respondió. Tú conoces los
mandamientos: No cometerás adulterio, no robes, no mientas, honra a tu padre y
a tu madre. El hombre le respondió: "Todo esto lo he cumplido desde mi
juventud". Al oírlo, Jesús le dijo: "Una cosa te falta todavía: vende
todo lo que tienes y distribúyelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en el
cielo. Después ven y sígueme" (Lc 18,18-22). Respecto a los mandamientos,
preguntaron también: “Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
¿Cuál es el primero de los mandamientos? Jesús respondió: "El primero es:
Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú
amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu
espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos" (Mc 12,28-31).
Los diez mandamientos se resume en dos: Amor a Dios y amor
al prójimo. Incluso los une los dos mandatos en una sola: “Les doy un
mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado,
ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que
ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros"
(Jn 13,34-35). Es decir, que el amor a Dios tiene que pasar por el amor al
hermano. De ahí que Juan dice: “Queridos míos, amémonos los unos a los otros,
porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos
manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por
medio de él” (I Jn 14,7-9). Es más: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su
hermanos un mentiroso” (IJn 4,20).
Hoy nos ha dicho que el amor no solo es entre los que nos
aman, el amor verdadero va incluso hasta los que no nos aman: “Amen a sus
enemigos, hagan el bien sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de
ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los
desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es
misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán
condenados; perdonen y serán perdonados. Porque la medida con que ustedes midan
también se usará para ustedes" (Lc 6,35-38).
¿Saben cuál es el acto más grande de Dios? El amor por cada
uno de nosotros. El efecto su amor se nos manifiesta en el perdón. A nuestro
Dios no le cuesta trabajo perdonar porque nos ama. A nuestro Dios le gusta
perdonar porque nos ama. Nuestro Dios ha amado hasta el extremo en
su hijo Cristo Jesús (Jn 13,1). San pablo dice: “La prueba de que
Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Y ahora que estamos justificados por su sangre, con mayor razón seremos
librados por él de la ira de Dios. Porque si siendo enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos
reconciliados, seremos salvados por su vida” (Rm 5,8-10).
El amor perdona siempre y el perdón nos hace libres. Nuestro
Dios se hizo amor en Jesús de Nazaret y éste se hizo vida y muerte con nosotros
para entregarnos el perdón de Dios. Jesús en el evangelio de hoy, dice:
"Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien
a los que los odian” (Lc 6,27). ¿Hay aquí alguien que no tenga enemigos?
¿Alguien que no sienta el peso del odio? ¿Alguien que no haya sido insultado y
maltratado? Pon esos nombres propios. Repásalos y preséntaselos a Dios. Los
actos que quiere el Señor de ti son: ama, haz el bien, bendice y ora. ¿Le gusta
esta medicina? ¿Quién se toma esta medicina? Los que escuchan y siguen al
Señor. Lo ordinario lo hacen hasta los pecadores. Lo extraordinario, los que
escuchan de verdad a Jesús. Jesús no vino a enseñarnos lo ordinario.
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