DOMINGO 14 - A (6 de Julio del 2014)
Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo: 11,25-30
En aquel tiempo,
Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber
ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a la
gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido mejor. Todo me ha sido
dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce
al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan
a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy
manso y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es
suave y mi carga liviana". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
En el evangelio de hoy en la enseñanza resaltamos TRES elementos de la vida con Dios:
Oración de gratitud, Unidad entre el Padre y el Hijo, y Consejo.
1.- En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te
alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a
sabios e inteligentes, y se las has revelado a sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido
mejor. (Mt 11,25-26).
2.- Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce
al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo se lo quiera revelar (Mt 11,27).
3.- Vengan a mí todos los que están cansados y fatigados, y
yo les daré descanso. Tomen sobre Uds. mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso
y humilde de corazón; y hallaran descanso para sus almas. Porque mi yugo es
suave y mi carga ligera. (Mt 11,28-30).
Una estrategia para entender el mensaje del evangelio es hacerse
preguntas como: ¿Quién habla, a quién, cuándo, por qué, qué dice, como lo dice?
Entre otras preguntas. Así para este episodio nos preguntamos: ¿Cuál es el
punto del texto que más ha llamado mi atención y que más me gusta? Y recuerda
que el texto lo hemos divido en tres partes para su mejor entendido:
En la primera parte (Mt 11, 25-26), Jesús se dirige al Padre
en un ámbito de oración de gratitud. Pero
¿Qué imagen del Padre revela en su oración? ¿Cuáles son los motivos que le
empujan a dar alabanza a Dios? Y yo ¿qué imagen tengo de Dios? ¿Cómo y cuándo
alabo al Padre? En la segunda parte: (Mt 11,27) ¿Quién es Jesús para el Padre y
para mí? Recordemos la pregunta del domingo anterior: Jesús preguntó: ¿Uds
quien dicen que soy? Pedro respondió y dijo: “Tu eres el Mesías, el hijo de
Dios vivo” (Mt 16,15-16). Ahora Jesús nos ha dicho: “Todo me ha sido entregado
por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). Jesús
es, aún más tajante al decir: “Todo poder se me dio en el cielo y en la tierra”
(Mt 28,18). Y en la tercera parte: ¿A quién se dirige Jesús? (Mt 11,28-30)? Se
dirige a cada uno de los pobres y pequeños, es decir a cada uno de nosotros.
Nos ha dicho: “Vengan a mí todos los que
están cansados y fatigados, y yo les daré descanso. Tomen sobre Uds. mi yugo, y
aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaran descanso para
sus almas” (Mt11,28-29). ¿Cuál es el yugo que mayormente pesaba sobre el pueblo
de aquel tiempo? Y ahora ¿cuál es el yugo que más pesa sobre ti? ¿No es el
odio, el resentimiento, envidia, orgullo etc? Y ¿Cuál es el yugo que me da
descanso? ¿No es el amor, la misericordia, la caridad, el perdón, la paz? ¿Cómo
pueden las palabras de Jesús ayudar a nuestra familia a ser un lugar de reposo
para nuestras vidas?
Fíjense que Jesús se nos presenta como revelador y como
camino al Padre. Algo que ya nos dijo: “Yo soy camino, verdad y vida, nadie va
al padre sino por mi” (Jn 14,6). Ahora bien conviene otra vez preguntarnos: ¿Quién
es Jesús para mí? Y ojala nos respondiéramos como Pedro que respondió: “Tu eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16) y ten seguridad que Jesús nos diría
también lo mismo que dijo a Pedro: “Feliz de ti Pedro, porque eso que me has
dicho nadie te revelo de carne y hueso, sino mi Padre del cielo. Ahora te digo
Tu eres Pedro y sobres esta piedra edificare mi Iglesia” (Mt 16,17-18). Pero
esta respuesta por parte nuestra tiene que implicar un compromiso de ser el
mensajero de Dios; al respecto el profeta dice: “Que hermoso son los pasos y
los pies del mensajero que anuncia la palabra de Dios” (Is 52,7). Pero mismo Jesús
nos dice: “Al que me anuncie abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré
ante mi Padre que está en el cielo. Pero quien me niegue entre los hombres yo también
lo najaré ante mi Padre que está en el cielo” (Mt 10,32). Este trabajo implica
un compromiso serio, es el trabajo misionero.
En el Evangelio de Mateo, el discurso de la Misión ocupa
todo el capítulo 10. En la parte narrativa que sigue después de los capítulos
11 y 12, donde se describe cómo Jesús realiza la Misión, aparecen
incomprensiones y resistencias que Jesús debe afrontar. Juan Bautista, que
miraba a Jesús con una mirada del pasado, no lo comprende (Mt 11, 1-15). El
pueblo, que miraba a Jesús sólo por interés, no es capaz de entenderlo (Mt 11,
16-19). Las grandes ciudades en torno al lago, que habían oído la predicación y
habían visto los milagros, no quieren abrirse a su mensaje (Mt 11, 20-24). Los
escribas y doctores que juzgaban todo a partir de su ciencia, no son capaces de
entender la predicación de Jesús (Mt 11,25). Ni siquiera los parientes lo
entienden (Mt 12,46-50) Sólo los pequeños entienden y aceptan la buena nueva
del Reino (Mt 11,25-30). Los otros quieren sacrificios, pero Jesús quiere
misericordia (Mt 12,8). La resistencia contra Jesús lleva a los fariseos a
intentar matarlo (Mt 12,9-14). Ellos lo llaman Beelzebul (Mt 12, 22-32). Pero
Jesús no cede; él continúa asumiendo la misión del Siervo, descrito por el
profeta Isaías (Is 43, 1-4) y citado al completo por Mateo (Mt 12, 15-31).
Así, este contexto de los capítulos 10-12 sugiere que la
aceptación de la buena nueva por parte de los pequeños es la realización de la
profecía de Isaías. Jesús es el Mesías esperado, pero es diverso de lo que la
mayoría imaginaba. No es el Mesías glorioso nacionalista, ni siquiera un juez
severo, ni un Mesías rey poderoso. Sino que es el Mesías humilde y siervo que
"no rompe la caña cascada, ni apagará la mecha humeante" (Mt 12,20).
Él proseguirá luchando, hasta cuando la justicia y el derecho prevalezcan en el
mundo (Mt 12,18. 20-21). La acogida del Reino por parte de los pequeños es la
luz que brilla (Mt 5,14), es la sal que da sabor (Mt 5,13), es el grano de
mostaza que (una vez convertido en árbol grande) permitirá a las aves del cielo
anidar entre sus ramas (Mt 13, 31-32).
El resultado del trabajo misionero de los discípulas ha suscitado
en Jesús esta exclamación de gozo. En efecto, con la llegada de los enviados a la misión y la
alegría de ver cómo la semilla ha comenzado a prender y echar raíces en el
corazón de los sencillos, los pequeños, que son precisamente sus preferidos.
Aquello que todos excluyen son los que abren la tierra de sus corazones a las
semillas de la Palabra de Dios. Esta exclamación de gozo y alegría del Señor ¿No
será una llamada de atención para todos y también para la Iglesia? Dar el valor
real a la gente que dio cabida a la palabra de Dios. Todos damos gran
importancia a las ideas de los sabios, de los grandes entendidos que es otro
problema de hoy, pero escuchamos muy poco la sabiduría de la gente
sencilla. Todos consultamos a los grandes, a los intelectuales, a los
teólogos, ¿cuándo será que escuchemos a la madre y al padre de familia que cada
día luchan por el pan de sus hijos y que hasta pudiera darse que no sepan ni
leer ni escribir, pero tienen un corazón lleno de Dios y lleno de la sabiduría
de Dios? Además hay un segundo mensaje que me
parece importantísimo: Jesús nos invita a cuantos estamos cansados, agobiados,
nerviosos y preocupados a buscar en él un poco de descanso. Algo que nosotros
ya no sabemos hacer, ¿verdad? ¿Quién sabe descansar hoy día que andamos como
locos mirando siempre al reloj? Somos como Marta: " Jesús entró en el pueblo, y una mujer llamada Marta lo
recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del
Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres
de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje
sola con todo el servicio? Dile que me ayude. Pero el Señor le respondió:
"Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas. Sin embargo, una
sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada"
(Lc 10,38-42).
Hay algo a lo que solemos dar poca importancia. Es que
también nosotros leemos del Evangelio lo que nos conviene. Jesús nos dice que
Él no ha venido a imponernos cargas pesadas, al contrario, ha venido a regalarnos
el don de la libertad. Nos vino a liberar de las esclavitudes. La fidelidad al
Evangelio no es hacer insoportables las cosas, sino hacerlas ligeras y
llevaderas. Aquí todos tenemos mucho que aprender. La primera expresa la
ternura de la relación de Jesús con el Padre, como en la casa la relación entre
hijo y papá. Aquí es Jesús que acude a la oración lleno de gozo a contarle al
Padre lo que está sucediendo con el anuncio del Reino (Mt 11,25-26). Yo no sé si alguna vez
hemos hablado con Dios para contarle algún acontecimiento que hemos visto o nos
ha sucedido. ¿No es nuestro Padre? ¿Por qué no tener esa libertad de espíritu y
esa confianza para hablarle a Dios de las cosas que nos suceden cada día?. Por ejemplo, cuanto tenemos que aprender de los pobres como el ciego que ha sido curado por Jesús y luego le pregunto: "¿Crees en el Hijo del hombre? Él respondió: ¿Quién es,
Señor, para que crea en él?. Jesús le dijo: "lo estás viendo: es el que te
está hablando". Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se
arrodilló y lo adoró” (Jn 9,35-38).
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