DOMINGO XXVI – A (28 de Setiembre del 2014)
Proclamación del santo Evangelio según San Mateo: 21,28-32
La parábola de los dos hijos: Quien dice no, pero si; Quien
dice si pero no.
En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y ancianos
del pueblo: "¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al
primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña".
Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose
al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero
no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?" "El
primero", le respondieron.
Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las
prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a
ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los
publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver
este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Queridos amigos en el Señor Paz y Bien.
Jesús dijo a sus apóstoles: “Ustedes
han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y
cumplirás los juramentos hechos al Señor. Pero yo les digo que no juren de
ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra,
porque es el estrado de sus pies; ni por
Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza,
porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando
ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan "no", que
sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno” (Mt 5,33-37). También les
recordó el octavo mandamiento: “No mentiras” (Mc 10,19). Y dijo a los judíos: "Si
ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos,
entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres" (Jn 8,31-32).
En este domingo Jesús nos enseña en esta parábola de los dos
hijos (Mt. 21,28-32): ser siempre coherentes entre el sí de nuestras palabras y
el sí de nuestro obrar. Caso contrario estaríamos en el mismo error y muy grave
error de los falsos maestros a los que Jesús se enfrentó porque les desenmascaró
sus verdades, verdades falsas. Dijo a sus apóstoles: “Ustedes hagan y cumplan
todo lo que ellos (Fariseos, maestros de la ley) les digan, pero no se guíen
por sus obras, porque no hacen lo que dicen, enseñan una cosa y hacen otra cosa”
(Mt 23,3). Las verdades a medias que son las incoherencias, Jesús los llama hipocresías:
“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la
menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia,
la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato,
mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!” (Mt 23,23-25).
Estas palabras tan duras y directas contra los falsos creyentes y maestros de
ley, son el presupuesto que condujo a Jesús ganarse la muerte en Cruz.
En el evangelio de
hoy nos dijo Jesús: "¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dijo al
primero: hijo ve a trabajar a mi viña. Él respondió: No quiero. Pero después se
arrepintió y fue. Dijo lo mismo al segundo, y este le respondió: Voy, Señor,
pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?" "El
primero", le respondieron!” (Mt 21,28-31). ¿A cuál de estos dos hijos
pertenecemos? ¿Al que dice sí, pero es no? ¿Al que dice no, pero es sí? Creo
que somos demasiados los que pensamos que a Dios lo podemos engañar y lo
convencemos con nuestras bonitas palabras y quizá, incluso acompañado del
juramento. Y Pero, resulta que con meras palabras nadie queda bien delante de
Dios porque Dios no le cree a las palabras, sino a la vida hecha obra. A Dios
no es fácil engañarle, con el gato por liebre. Recordemos aquello que ya nos lo
dijo: “No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba
ser conocido, todo se sabrá tarde o temprano” (Mt 10,26).
No es dable ser cristianos de meras palabras como el segundo
hijo que dice sí, pero no va a trabajar (Mt 21,30). Esas respuestas de media
verdad (si, pero no) no valen para Dios. Recordemos por ejemplo aquello que ya
nos dijo el Señor: “No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en
el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está
en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos
en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu
Nombre?". Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense
de mí, ustedes, los que hacen el mal" (Mt 7,21-23). No podemos ser
cristianos que hoy le decimos que sí a Dios y mañana le decimos no. Dios no nos
juega con trampas. Que con apariencias no escalamos el cielo.
Conviene tenerse en cuenta que la observación que nos hace Jesús:
Ni los buenos somos siempre tan buenos como pensamos y creemos, ni los malos
son tan malos como nos imaginamos y creemos. Es posible que muchos a quienes
miremos como malos, sean mejores que nosotros ante los ojos de Dios. Hasta es
posible que a los que nosotros calificamos de tener “mala vida” estén más
abiertos que nosotros al Evangelio y al Reino de Dios. Es que una es la manera
que tiene Dios de vernos y otra la manera de cómo nos vemos nosotros. Nuestra
verdad está en lo que somos delante de los ojos de Dios. Por eso tampoco
debemos desalentarnos. Es posible que nos consideremos malos porque hicimos o
dejamos de hacer esto o lo otro; pero ante Dios, que conoce la verdad de
nuestro corazón, seamos sus hijos queridos. Pero tampoco nos creamos de ser tan
bueno y perfectos como los falsos maestros de la ley o los fariseos.
Jesús en su segunda enseñanza al decirnos hoy: "Les
aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino
de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no
creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero
ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en
él” (Mt 21,31-32). Hace un paralelo con aquello del episodio del pago de los
trabajadores: “Al terminar la jornada de trabajo, el propietario llamó a su
mayordomo y le dijo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por
los últimos y terminando por los primeros. Fueron entonces los que habían llegado al caer
la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros,
creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y
al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: Estos últimos
trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos
soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada. El propietario
respondió a uno de ellos: Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos
tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega
último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me
parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno? Así, los últimos serán los
primeros y los primeros serán los últimos" (Mt 20,8-16). Tal como nos lo
dijo también el profeta: "El proceder del Señor no es correcto dicen Uds.
Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el
que no es correcto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y
muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal
que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su
vida. Él ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había
cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá” (Ez 18,25-28).
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