DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD –
C (22 de mayo de 2016)
Proclamación del santo evangelio San
Juan 16, 12 - 15:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: “Mucho tengo todavía que decirles, pero ahora no pueden entender.
Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad completa;
pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo
que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y les anunciará a
Uds. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y
les anunciará a Uds. PALABRA DEL SEÑOR.
Reflexión:
Estimados amigos en el Señor Paz
y Bien.
Si se nos pregunta ¿Cuál es el principio de tu
fe? ¿Qué concepto de Dios manejas? O si te piden descríbeme a ese Dios en quien
crees. ¿Por dónde empezarías? El art. 27del Nuevo Catecismo dice: “El deseo de
Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado
por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en
Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: “La razón
más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión
con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues
no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por
amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor
y se entrega a su Creador” (GS 19,1).
Hasta el día de hoy, el hombre ha
expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos
religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las
ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales
que se puede llamar al hombre un ser religioso: “Dios creó, de un solo
principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la
tierra y determinó con exactitud el tiempo y los límites del lugar donde habían
de habitar, con el fin de que buscasen a Dios, para ver si a tientas le
buscaban y le hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de
nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 26-28).
Por tanto, para dar razón de nuestra
fe no hemos de mirar al cielo, ni tomarnos la cabeza, sino ponernos de rodillas
y empezar a recitar la oración del credo: “Creo en solo Dios Padre todo poderoso,
creador del cielo y de la tierra… Creo en el Hijo único de Dios… Creo en el Espíritu
Santo dador de vida…” Ahí está el principio y el fundamento de nuestra fe. Creemos
en un Solo Dios pero que tuvo a bien revelarse de tres diversas formas: Como
Padre cuya función es la de crear. En el Hijo cuya función es la de Redimir
(salvar a la humanidad). En el Espíritu Santo que tiene la función de
santificar y hacer actual las cosas sagradas. De estas tres divinas personas
solo el Hijo asumió la naturaleza humana: “La palabra de dios se hizo hombre y
habito entre nosotros” (Jn 1,14). Jesús nos dice: “Yo y el Padre somos una sola
realidad” (Jn 10,30). Jesús resucitado mismo dijo: “La paz este con Uds. Como el
Padre eme envió así también les envío yo. Dicho esto soplo sobre ellos y les
dijo: Reciban el Espíritu santo” (Jn 20,21-22).
Dios es amor (I Jn 4,8). Si Dios
es amor, entonces con razón quiso el hombre entrara en esta sintonía de su amor,
por eso le dio el título de ser su: “Imagen y semejanza” (Gn 1,26). Lo que
significa que el misterio de la Trinidad (Padre, Hijo, Espíritu Santo) es el
despliegue de su amor para la humanidad. Con razón la segunda divina persona
Cristo Jesús en su enseñanza central nos exhorta: “Les doy un mandamiento
nuevo, que se amen unos a otros como yo les he amado” (Jn 13,34). Cuando
pregunta a Jesús un doctor de la ley
“Maestro bueno ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? Jesús respondió:
Ama a Dios sobre todas las cosas con toda tu alma y con todo tu ser, el segundo
es similar, ama a tu prójimo como a ti mismo, este mandato es lo principal de
la Dios y los profetas” (Mc 12,28). Luego San Juan Dice: “Si alguno dice, Yo
amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su
hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (IJn 4,20).
Estos dos argumentos nos dan pie para decir con certeza que la fiesta de la
Santísima Trinidad es la fiesta de la manifestación del amor pleno de
Dios.
Jesús redujo toda la Ley a dos
cosas: el amor a Dios y el amor al prójimo. Con lo cual quiso decirnos que no
podemos amar a uno sin amar al otro y que lo que hagamos a uno se lo hacemos al
otro. De ahí entendemos que Benedicto XVI escribió en su primera Encíclica:
"Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí." Y aún añade más:
"Lo que subraya es la inseparable relación entre amor a Dios y amor al
prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar
a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso
lo odia. El versículo de Juan se ha de interpretar más bien en el sentido de
que el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y que
cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también ciegos ante Dios."
(DC n. 16).
Cuando decimos que "no vemos
a Dios" tendríamos que preguntarnos si "realmente vemos al
prójimo". Por tanto el prójimo es el camino del hombre hacia Dios. Si yo
no creo en ti, ¿creeré de verdad en Dios? Si tú me eres indiferente, ¿no que
también Dios termina siéndome indiferente? Si yo te margino a ti de mi vida,
¿no estaré marginando también a Dios?
La Trinidad es una. No confesamos
tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad
consubstancial" (Concilio de Constantinopla II, año 553). Las personas
divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es
enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo
que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir,
un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo XI, año 675). "Cada
una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia
o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV, año 1215).
Las tres Personas divinas son
realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (DS
71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son
simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente
distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el
Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo"
(Concilio de Toledo XI, año 675). Son distintos entre sí por sus relaciones de
origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el
Espíritu Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215). La
Unidad divina es Trino.
Las Personas divinas son
relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no
divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren
unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es
referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin
embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se
cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año
675). El padre crea, el hijo redime y el espíritu santifica. Pero una sola
sustancia, una sola esencia, una sola naturaleza. Ninguno precede en grandeza,
eternidad y potestad. Absolutamente simple, por eso indivisible, inseparable,
inconfundible, e inmutable.
Por tanto el Padre es creador en
cuanto que el Hijo redime y el Espíritu santifica, y el Hijo es redentor en
cuanto que el Padre crea y el Espíritu santifica y el Espíritu santifica en
cuanto que el Padre crea y el Hijo redime. De ahí concluimos que, el Padre no
es el Hijo ni el Espíritu santo y el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu Santo y Espíritu Santo no es ni el Hijo ni el Padre. No son tres Dioses sino tres Divinas personas distintas y un solo Dios.
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