DOMINGO XXIII - C (04 de setiembre de 2016)
Proclamación del santo Evangelio según San Lucas 14,25 -
33:
En aquel tiempo mucha gente acompañaba a Jesús y volviéndose les dijo:
"Si alguno viene donde mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su
mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no
puede ser discípulo mío.
El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede
ser discípulo mío. Porque ¿quién de Uds, que quiere edificar una torre, no se
sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que,
habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se
pongan a burlarse de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo
terminar." O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se
sienta antes y delibera si con diez mil puede salir al paso del que viene contra
él con veinte mil? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para
pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de Uds. que no
renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío." PALABRA DEL
SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados amigos en la fe Paz y Bien.
San pablo dice: “Para mí, Cristo Jesús lo es todo”
(Col,3,11) o lo mismo: “A causa del Señor nada tiene valor para mí, todo lo
considero basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,8), “Para mí la vida es
Cristo” (Flp 1,21). En efecto, para quien piensa de esta manera las palabras
del evangelio de hoy tienen mucho sentido. Aunque la primera impresión que pudiera Jesús suscitar
en nosotros es que quiere poner muy alto el precio a su seguimiento. Pero nada
concordante es nuestro parecer con el querer y mensaje de hoy. Lo que Jesús
busca es decirnos que: "Nadie puede estar al servicio de dos amos, pues
amarà a uno y al otro despreciara, no ppueden servir a Dios y al dinero al
mismo tiempo" (Mt 6,24).
No es poner muy alto precio del cielo y menos el tratar
de apagar las ilusiones y las esperanzas de nadie y menos se piense que Jesús
trata de desanimar a alguien que desea seguirle. Es sencillamente un llamado a
la realidad. Y es que, seguir a Jesús y por ende optar por el cielo, no es cosa
de juego, no es una broma, ni tampoco un irnos de un buen paseo un fin de
semana. Jesús no quiere un corazón dividido de sus discípulos. Seguir a Jesús
es una decisión para toda la vida y con todas las consecuencias. Aquí no hay
lugar y no debiera haber motivo alguno para dar vuelta atrás, y es que
sencillamente Dios no está jugando con nadie, la cuestión del Reino de Dios no
es una cosa pasajera y entre bromas.
Dios se jugó todo por la humanidad y por tanto también
exige de quien desea seguirle que se la juegue todo por él. Y dígase lo mismo
de un matrimonio. ¿A quién le gustaría que se jueguen de él? ¿A quién le
gustaría que lo vean hoy como un vaso descartable que se usa y se bota? Dice
Jesús: "Lo que dios ha unido no lo separe el hombre" (Mt 19,6). es
decir, el amor conyugal es para siempre. De la misma forma, Dios quiere que
quien opte por seguirle opte para siempre y con un corazón indiviso y por eso
recalca: " Ahí donde esta tu tesoro ahí estará también tu corazón"
(Mt 6,21).
Me es imposible seguir hablando y no ceñirme a las mismas
palabras de Jesús y lo primero que me viene a la mente es este famoso episodio
del joven rico y del doctor de la ley que preguntan al Señor: “Cuando se puso
en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro
bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué
me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás,
no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás
a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo
eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo
te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un
tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme” (Mc 10,17-21). Fíjese lo que dice
Jesús “dáselo a los pobre todo” y no le dijo y así ya estás en el cielo, sino
que, dice luego “vente conmigo”. Y es que nadie puede llegar al cielo por su
propia cuenta, con Razón ya dijo en otro episodio: “Yo soy camino verdad y
vida, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6).
“Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había
respondido bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los
mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor
nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El
segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más
grande que estos” (Mc 12,28-31).
Así, pues, cuando hoy Jesús nos dice: "Si alguno
viene donde mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su mujer, a sus
hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser
discípulo mío” (Lc 14,26). Jesús nos invita que si queremos seguirle, primero
que reflexionemos seriamente, y somos libres de seguirlo, pero si decidimos ir
tras su llamada; porque no acepta seguidores que digan si y luego se cansen y
se queden a medio camino, como quien comienza a edificar una torre pero no
tiene con qué terminarla. La gente se va a reír de él, "comenzó y no pudo
terminar". (Lc 14,30). Esto hay que aplicarlo a todo. Por ejemplo en el
matrimonio ha de ser lo mismo: "Antes de casarte, piensa si estás dispuesto
a llegar hasta el final del camino con este hombre o con esta mujer, y no
quejarte y pedir el divorcio." O te casas para siempre o no te cases
mejor. Igual habría que decir que si te sientas llamado al sacerdocio o vida
consagrada, piénsalo bien, no sea que luego vengas con el cuento de que no era
para ti esta forma de vida. Desde luego hay muchos episodios que nos recuerda
esta opción a medias que Jesús nunca aceptará: “Mientras iban caminando,
alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!». Jesús le respondió: «Los
zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del
hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». El
respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le
respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el
Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes
despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el
arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9,57-62).
Jesús ya nos había dicho: “La verdad os hará libres” (Jn
8,32). Jesús no tiene reparo alguno al proponer como meta de su seguimiento una
meta muy alta. Ser capaz de aventurarse a una fidelidad que puede llevar hasta
la mismísima cruz: “El que quiera venir detrás de mí, que se renuncie a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida,
la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le
servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el
hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su
Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus
obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes
de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino» (Mt 16,24-28).
Jesús es realista, y sabes por qué? porque somos fáciles
de entusiasmarnos con altos ideales, y también sabe que somos demasiado fáciles
para luego echarnos atrás o quedarnos a medio camino. Pudiéramos pensar como ya
hemos dicho al inicio que aquí Jesús trata de desalentar a la gente a que le
siga. Sin embargo, Jesús lo que hace es, primero, ponernos una meta alta y es
cierto que es muy difícil, pero si es
posible porque Dios nunca nos manda lo que no es posible para el hombre (Dt
30,11). Por eso no quiere seguidores que se entusiasman hoy y se desalientan
mañana. Lo que nos reclama es que nadie está obligado a seguirle, es una opción
libre que cada uno asume, pero quiere que sea una opción pensada. Primero es
preciso "sentarse y pensar" hasta donde tenemos el coraje de llegar.
Ser cristiano no es una broma, pretender llegar al cielo
no es cuestión de mera ilusión como lo del joven rico (Mc. 10,17). Ser
cristiano no es juego de un día. Ser cristiano no es que yo hoy me entusiasme y
mañana no, muy bonitos deseos en la noche, pero que se apagan tan pronto como
llega el día. Ser cristiano es tomar en serio el Evangelio y es tomarle en
serio a Él. Cuando en Cafarnaún Jesús anunció el "pan de vida" y, por
tanto, su muerte, la gente que le seguía se escandalizó, muchos se echaron
atrás después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este
lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?». Jesús, sabiendo lo que sus discípulos
murmuraban, les dijo: ¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean
al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la
carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay
entre ustedes algunos que no creen (Jn 6,60-63)». En efecto, Jesús sabía desde
el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a
entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el
Padre no se lo concede». Desde ese momento, muchos de sus discípulos se
alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce:
«¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que
eres el Santo de Dios». Jesús continuó: «¿No soy yo, acaso, el que los eligió a
ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un demonio” (Jn 6,67-70).
Ser cristiano implica tomar decisiones bien pensadas y
reflexionadas. De lo contrario, corremos el peligro del que decidió construir
una torre y no tenía con qué terminarla (Lc 14,30). Al final, todo el mundo se
reiría de él. Yo pienso cuántos no se reirán de muchos de nosotros, cristianos
que nos quedamos en la pila bautismal y no avanzamos más que hasta la Primera
Comunión y ahí nos sentamos y toda la vida la pasamos piola como dirían los
jóvenes de hoy. Recordemos lo que nos ha dicho ya el mismo Señor: “No todos los
que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino
los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor,
¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos
muchos milagros en tu Nombre?”. Entonces yo les manifestaré: Jamás los conocí;
apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal». Así, todo el que escucha las
palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre
sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron
los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se
derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis
palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó
su casa sobre arena». Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes,
soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue
grande” (Mt 7,21).
Jesús no quiere cristianos que hagamos el ridículo ante
la gente. No quiere cristianos arrepentidos que tratan de buscar caminos más
fáciles. Jesús quiere cristianos de cuerpo entero que son capaces de jugarse
enteros por él, porque él y en él Dios se jugó todo por él hombre: “Tanto, Dios
amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no
muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya
está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn
3,16-18).
JORNADA MUNDIAL POR LA PAZ EN ASÍS
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