DOMINGO XXIX - A (22 de octubre del 2017)
Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22, 15-21:
22:15 Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a
Jesús en alguna de sus afirmaciones.
22:16 Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos,
para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda
fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas,
porque tú no te fijas en la categoría de nadie.
22:17 Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto
al César o no?"
22:18 Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo:
"Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?
22:19 Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto".
Ellos le presentaron un denario.
22:20 Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y
esta inscripción?"
22:21 Le respondieron: "Del César". Jesús les
dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de
Dios". PALABRA DEL SEÑOR.
Reflexión
Estimados(as) hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.
Dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como
semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y
en las bestias. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios
le creó, varón y mujer los creó. (Gn 1,26-27). Luego, “Dios tomó al hombre y le dejó en al
jardín de Edén, para que lo cultive y cuidase. Y le impuso el mandamiento: De
cualquier árbol del jardín puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien
y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio"
(Gn 2,15-17).
“Como viese la mujer que el árbol era bueno para comer,
apetecible a la vista y excelente medio para lograr sabiduría, tomó de su fruto
y comió, y dio también a su marido” (Gn 3,6). San Pablo dice: “Por un solo
hombre entro el pecado en el mundo y con el pecado la muerte porque todos pecaron”
(Rm 5,12). El pecado ahora consiste en que el hombre se busca dioses a su
medida y capricho. Un dios manipulable. Inclusos en lugar de Dios poner el dios
dinero, al respecto dijo ya Jesús: “Nadie
puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se
interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios
y al Dinero al mismo tiempo” (Mt 6,24). Y San Pablo también dice: “La raíz de
todos los males en el mundo es el amor al dinero, y al dejarse llevar por ella,
algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos” (I Tm
6,10).
“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). El domingo
anterior hemos dicho que, se salvaran todos los que entran al banquete de boda
del Cordero. Previa aceptación de la
invitación que se nos hace (Mt 22,10) “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). Los
que están revestidos con traje de fiesta (Mt 22,12) “¿Qué obras buenas tengo
que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Llevando grabado en mi
ser la Imagen de Dios mi creador. Como criatura de Dios me corresponde obedecer
el mandato: Solo puedo comer de los árboles que me ha sido permitido (Gn 2,16).
Y no me está permitido hacer lo que se me antoje. No podré llegar jamás al
cielo haciendo lo que mi capricho me dice, sino obedeciendo y cumpliendo los
mandatos de Dios.
El domingo anterior Jesús nos decía: “El reino de Dios se
parece a un rey que celebraba la boda la boda de su Hijo. Mandó criados para
que inviten a la boda…” (Mt 22,1-14). Y hemos resaltado el episodio: “El rey
entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de
fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de
fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los
guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas.
Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). Y nos preguntamos
¿Qué significa ese traje de fiesta? Y nos respondimos con la enseñanza de San
Pedro “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en
toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo
soy santo” (IPe 1,15-16; Lv 19, 2). Es decir, un día para estar en la fiesta
del banquete de boda del cordero que es el en el cielo y es eterno, hay que estar con traje de fiesta,
hay que ser santo sí o sí.
2. El episodio del evangelio de hoy, preguntan a Jesús:“¿Se
debe pagar el impuesto al César o no?”
En el evangelio de hoy, Jesús se eleva por encima de la
situación momentánea, y da una respuesta para todos los conflictos ulteriores.
Él invita a cumplir la justicia, la que consiste en dar a cada uno lo suyo:
“Den a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Dios
tiene sus derechos y el César tiene los suyos. Pero es de considerar que Lo de
Dios no está en el mismo nivel que del Cesar.
3. “Dad al César lo que es del César.”
La autoridad estatal es instrumento de Dios para la
realización de la voluntad de Dios, aunque no lo sepan o quizás no lo quieran.
La primera Lectura de hoy (Isaías 45, 1. 4-6) nos da un ejemplo: Dios se sirve
del rey de Persia para realizar sus planes de salvación con el elegido pueblo
israelita. Así cualquier hombre, cualquier institución pueden ser instrumentos
de Dios. San pablo también nos dice: “Por eso también, ustedes deben pagar los
impuestos: los gobernantes, en efecto, son funcionarios al servicio de Dios
encargados de cumplir este oficio. Den a cada uno lo que le corresponde: al que
se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que
se debe respeto, respeto; y honor, a quien le es debido” (Rm 13,6-7). Cristo tampoco
niega el poder pagano de los romanos, ni lo quiere derrotar por revolución. De
tal manera Él acepta, fundamentalmente el Estado y las autoridades políticas,
independientemente de sus formas concretas.
Condecir “a Cesar lo que es del Cesar” (Mt 22,21), exige
también de nosotros lealtad, obediencia, colaboración y sacrificios frente al
Estado y a sus autoridades. Los cristianos no son enemigos del Estado, sino
ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad. De modo que, nuestra fe
no puede ser nunca una excusa para no cumplir con nuestras obligaciones
familiares, sociales y políticas. Estaremos mucho mejor dispuestos para servir
a Dios, cuando hayamos servido bien a nuestros hermanos. No hay duda de que
pueden nacer tensiones y conflictos. A lo largo de la historia los encontramos
en sus variadas formas. Ya desde el comienzo del cristianismo surgieron los
problemas, pero los fieles supieron superarlos, como atestigua San Agustín:
“Los soldados cristianos sirvieron al emperador infiel; pero cuando se tocaba
la causa de Cristo, no reconocían sino a Aquél que estaba en los cielos.”
4. Lo dicho por Jesús, el Maestro por excelencia vale con mucha más razón para para nosotros:
“”Dad a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21b)”. O como dice San Pedro en los
Hechos de los Apóstoles: “Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres”
(Hch 5,29). Si alguna autoridad actúa fuera de la voluntad de Dios, no estamos
obligados a la obediencia. Por ejemplo que nos digan “El aborto terapéutico no
es pecado” ¿Cómo que no es pecado? ¿Acaso matar un ser indefenso en el vientre
de la madre no es un pecado atroz? Cuando el Estado pretende cosas a las que no
tiene derecho, tenemos que negarle la obediencia. Porque las exigencias del
Estado son limitadas. Por eso, cuando un Estado o sus autoridades exigen
injusticias, entonces la resistencia es nuestra obligación cristiana, y la
obediencia sería pecado. En este sentido hay una “rebeldía” santa. En las
persecuciones, miles y miles de cristianos se hicieron mártires, porque no
quisieron dar al César lo que es de Dios. Esta actitud es saber defender la
verdad. Nos dijo Jesús: “Uds. serán mis verdaderos discípulos si perseveran en
mis palabras y conocerán la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31).
Tal vez, hoy no haya tal persecución sangrienta, pero sin
embargo tenemos que estar vigilantes. Las autoridades del Estado, siempre de
nuevo, pueden caer en la tentación de excederse en los límites. Son cosas que
no podemos aceptar ni apoyar como cristianos. Por eso, tenemos que criticar
constructivamente a nuestros políticos y autoridades estatales. Pero, además, debemos
ayudarles por medio de nuestra oración en su difícil labor, en su gran
responsabilidad para que nos guíen por el camino de la verdad.
5. Por las razones expuestas, hoy es necesario optar con
serenidad por las autoridades que sepan tener estos principios para que no nos
lleven por el mal camino. Nuestra confianza debe ir para hombres inteligentes y
solidarios desde luego, pero que además sean cristianos, que vivan su fe y que
se orienten hacia Dios en sus proyectos y acciones. Me parece ser la mejor
garantía para un futuro más fecundo y el porvenir de nuestra sociedad. Porque
las cosas de Dios no son negociables ni para los creyentes ni para los
incrédulos. Pero también el ser cumplidores con Dios no nos hace exentos de
nuestros deberes, en suma: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César” (Mt 22,21). El Hijo de Dios sabe cumplir con las cosas del Cesar, cosas
de este mundo; pero con más razón con las cosas de Dios.
No podemos atrevernos a sacrificar las cosas de Dios por las
cosas del Cesar. De este principio nace los mártires como defensores de las
cosas de Dios: “Cuando los entreguen a los tribunales, no se preocupen de cómo
van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese
momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su
Padre. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el
padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere
hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si
los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de
recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre” (Mt
10,19-23).
San Pablo dice: “Si Dios está con nosotros,
¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?...
¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las
angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?
Como dice la Escritura: Por tu causa somos entregados continuamente a la
muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero. Pero en todo
esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo
la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados,
ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo
profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios,
manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,31-39).
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