DOMINGO XXXI – A (05 de Noviembre de 2017)
Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 23,1-12:23:
1 Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
23:2 "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de
Moisés;
23:3 ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan,
pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.
23:4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de
los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
23:5 Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias
y alargan los flecos de sus mantos;
23:6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes
y los primeros asientos en las sinagogas,
23:7 ser saludados en las plazas y oírse llamar "mi
maestro" por la gente.
23:8 En cuanto a ustedes, no se hagan llamar
"maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son
hermanos.
23:9 A nadie en el mundo llamen "padre", porque no
tienen sino uno, el Padre celestial.
23:10 No se dejen llamar tampoco "doctores",
porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
23:11 El más grande entre ustedes será el que los sirva,
23:12 porque el que se ensalza será humillado, y el que se
humilla será ensalzado". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
Dios dice al pueblo: “Suscitaré entre Uds. un profeta semejante
a Moisés, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le
ordene. Al que no escuche mis palabras,
las que este profeta pronuncie en mi Nombre, yo mismo le pediré cuenta¨ (Dt
18,18-19). Si un profeta (falso) se atreve a pronunciar en mi Nombre
una palabra que yo no le he ordenado decir, o si habla en nombre de otros
dioses, ese profeta morirá" (Dt 18,20). Si te preguntas: "¿Cómo saber que tal palabra
viene o no viene de Dios? Si lo que el
profeta dice en nombre del Señor y no se cumple lo que dice no viene de Dios¨
(Dt 18,21).
Siguiendo el hilo conductor de nuestra reflexión conviene reiterar
las inquietudes: “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación
eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán
salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes nos
topamos en el domingo anterior con aquella escena: “¿Cuál es el mandamiento
principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y al prójimo (Mt 22,36). Esta
respuesta contextualiza cuando Jesús describe el banquete de boda del cordero
como fiesta de los salvos o salvados; para ser parte de la fiesta requiere
estar revestido con traje de fiesta: “¿Cómo entraste sin traje de fiesta” (Mt
22,12). Y el traje de fiesta tiene connotación
de santidad. Dios manda al pueblo: “Uds. sean santos porque yo soy santo” (Lv
11,15).
Si para revestirnos con traje de fiesta (Mt 22,12) hace
falta sabernos amar unos a otros como Dios nos ha amado (Jn 13,34), ahora
resaltamos otro elemento importante de la estrategia para ser santos.
Cumpliendo con eficiencia la misión: “Id al mundo entero y enseñar el Evangelio
a toda la creación, quien crea y se bautice se
salvara, quien se resiste en creer será condenado” (Mc 16,15). Es decir,
depende cuan eficientes somos en la misión para que mucho o pocos se salven,
depende de este trabajo también nuestra salvación. En este contexto de misión nos
preguntamos ¿Qué tipo de catequesis hacemos? ¿Somos como nuestro maestro Jesús
o somos como los falsos maestros (fariseos)? (Mt 23,3). ¿Cuál es la diferencia
entre el maestro verdadero y maestro falso? ¿Qué diferencia hay entre el
creyente autentico y el creyente falso? Es el tema de reflexión hoy.
“Cuando Jesús terminó de enseñar, la multitud estaba
asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y
no como sus escribas” (Mt 7,28-29). Esta escena contraponemos aquella escena: “Ustedes
hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras,
porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros
de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo”
(Mt 32,3-4). Con decir palabras bonitas respecto al cielo, o hablar todo el día
sobre Dios, pero sin mover un solo dedo, no lograremos ganarnos el traje de fiesta,
por ende no estamos con facultad de ser parte del banquete de boda del cordero
((Mt 22,12). Recordemos la enseñanza del maestro: “No son los que me dicen:
Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen
la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor,
Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e
hicimos muchos milagros en tu Nombre? Entonces yo les manifestaré: Jamás los
conocí” (Mt 7,21-23).
¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no
hacen lo que les digo? El que escucha mis palabras y las practica. Es como un hombre
que, construye su casa, puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la
creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no
pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha
la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construye su
casa sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se
derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande"(Lc 6,46-49). Los
falsos maestros son los hombres necios que creen que por hablar bonito sobre
Dios se salvaran. “No hacen lo que dicen, dicen una cosa y hacen otras cosas”
(Mt 23,3). Los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se escandalizaron
al oírte hablar así? Él les respondió: "Toda planta que no haya plantado
mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Déjenlos: son ciegos que guían a
otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo" (Mt
15,12-14).
¿Cómo ser discípulos verdadero del maestro, y no ser falsos
maestros? Jesús dijo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo
no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá
ni una letra ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la
tierra, hasta que todo se cumpla. El que no cumpla el más pequeño de estos
mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor
en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla lo que enseñe, será
considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,17-19). “¡Feliz el seno que
te llevó y los pechos que te amamantaron! Jesús le respondió: Felices más bien
los que escuchan la Palabra de Dios y la practican" (Lc 11,27-28). “Tengan
cuidado de los falsos maestros, que se presentan cubiertos con pieles de
ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán.
¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol
bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol
bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos.
Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego” (Mt
7,15-19).
El única modo de ser auténticos discípulos del maestro es: “El
que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es
porque no son de Dios"(Jn 8,47). Luego de escuchar la palabra de Dios
sigue poner en práctica su enseñanza: “Todo el que escucha las palabras que
acabo de decir y las pone en práctica, es como un hombre sabio que edificó su
casa sobre roca” (Mt 7,24). “Ustedes son mis amigos si hacen y cumplen lo que
yo les enseño. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que
hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí
de mi Padre” (Jn 15,14-15). “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que
permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada
pueden hacer” (Jn 15,5). Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como
yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10). San
pablo dice: “Vivo yo pero no soy el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal
2,20). Viviendo en el amor de Dios somos hombres de Dios y es el mejor medio de
enseñar.
Jesús nos enfatiza: “Les doy un mandamiento nuevo que se amen los unos a los otros. Así como yo los he
amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que
ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros"
(Jn 13,34). Lo mismo dijo Jesús a la pregunta ¿Cuál es el mandamiento principal
de la ley? (Mt 22,26) la respuesta fue: Ama a Dios y ama a tu prójimo. San Juan
nos enfatiza: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso”
(IJn 4,20).
En nuestra reflexión conviene preguntarnos ¿Qué o cómo
estamos anunciando el evangelio? Como mera teoría o con nuestro testimonio de
vida? Si estamos anunciando a Jesús como teoría, no sirve, incluso se puede
hacer teología pero sin Jesús. Al final cada uno tendrá que dar cuentas a Dios
de como hizo su trabajo evangelizador. Se puede hacer una catequesis sistemático
per si esa catequesis solo es sacramental y no contribuye a la salvación, pues quizá
estemos a tiempo y podemos reorganizar nuestra catequesis.
No se ama lo que no se conoce. Si no conocemos a Dios,
anunciamos un Dios desconocido, y
estamos perdiendo tiempo. Para conocer a Dios tenemos que empaparnos de
la palabra de Dios que es Jesús el Señor: “La Palabra de Dios se hizo carne “(Jn
1,14). “A Dios nadie ha visto jamás, pero el Hijo que está en el senos del
Padre, nos lo dio a conocer” (Jn 1,18). Los judíos preguntaron: "¿Dónde está tu
Padre? Jesús respondió: Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me
conocieran a mí, conocerían también a mi Padre" (Jn 8,19). Si hacemos una
catequesis sin conocer la sagrada escritura, estamos haciendo una catequesis
sin Jesús, por ende sin Dios. De ahí que las catequesis inician con numerosos
niños, y jóvenes, pero terminan con pocos y de los pocos, nadie sigue y ejerce
su fe. ¿Qué está fallando, no estaremos en la línea de los falsos maestros?: “Enseñan
una cosa y hacen otra cosa” (Mt 23,3).
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Paz y Bien
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