DOMINGO XXXII – A (12 de Noviembre de 2017)
Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 25,1-13:
25:1 Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez
jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.
25:2 Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
25:3 Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de
aceite,
25:4 mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y
también llenaron de aceite sus frascos.
25:5 Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas
y se quedaron dormidas.
25:6 Pero a medianoche se oyó un grito: "Ya viene el
esposo, salgan a su encuentro".
25:7 Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus
lámparas.
25:8 Las necias dijeron a las prudentes: "¿Podrían
darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?"
25:9 Pero estas les respondieron: "No va a alcanzar
para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado".
25:10 Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban
preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
25:11 Después llegaron las otras jóvenes y dijeron:
"Señor, señor, ábrenos",
25:12 pero él respondió: "Les aseguro que no las
conozco".
25:13 Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Las mujeres sabias o prudentes: “El Señor da la sabiduría,
de su boca proceden la ciencia y la inteligencia” (Prov 2,6). “Feliz el hombre
que encuentra la sabiduría, porque la sabiduría es más rentable que la plata y
más precioso que el oro fino” (Prov 3,13). “La Sabiduría es luminosa y nunca
pierde su brillo, se deja encontrar por los que la buscan y contemplar por los
que la aman” (Sab 6,12). “Si ustedes Uds. buscan tronos y los cetros, honren a
la Sabiduría y reinarán para siempre” (Sab 6,21).
Si queremos ser como las mujeres sabias o prudentes hemos de
preguntarnos: ¿Por qué tenemos que interesarnos tanto por nuestra salvación?
Porque solo tenemos esa única opción aconsejable. La otra opción que es la
condenación no es aconsejable (opción de las mujeres necias) y si alguien
piensa que el purgatorio es otra opción; pues, el purgatorio no es un estadío.
No es lo mismo que cielo, e infierno que purgatorio. El cielo es eterno por lo
que el infierno es también eterno, en cambio el purgatorio es eventual. Jesús
nos lo dice al respecto: "Vayan por todo el mundo, enseñen la Buena
Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no
crea, se condenará” (Mc 16,15). El reino de Dios tiene que ver con nuestra
salvación.
Respecto al Reino de Dios: "El tiempo se ha cumplido:
el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia" (Mc
1,15). Los fariseos le preguntaron
cuándo llegaría el Reino de Dios. Jesús les respondió: "El Reino de Dios
no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: Está aquí o Está allí. Porque el
Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20-21). Dijo Jesús: “Si yo
expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino
de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20). Es decir, Jesús es la manifestación y
el despliegue del Reino de Dios, porque en Jesús se realiza el encuentro de
Dios con la humanidad. De ahí que, Jesús dice: "El que me ama será fiel a
mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y haremos morada en él” (Jn
14,23). Juan dice: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del
cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.
Y oí una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios entre
los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará
con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).
Recordemos las preguntas del eje trasversal de nuestras
reflexiones:“¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación
eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes
podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales
inquietudes nos topamos con aquella escena: “¿Cuál es el mandamiento principal
de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,36). La
respuesta del amor a Dios y al prójimo, así como hacer lo que decimos siendo
hermanos (Mt 23,3-8); es la estrategia eficaz para revestirnos con traje de
fiesta (santidad) y ser parte del banquete de boda del cordero como fiesta de
los salvos o salvados (Mt 22,12). Hoy, en la parábola de las diez doncellas se
nos describe el momento preciso del inicio de dicha fiesta: “Llegó el esposo y
las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la
puerta” (Mt 25,10).
Cabe hacernos preguntas como: ¿Quién o qué significa que el esposo
ya llega? ¿Qué significa la sala nupcial? ¿Quiénes si y quienes no entran a la
sala nupcial? Y sobre todo ¿Qué significa, la puerta se cerró? Y ¿Estén preparados?
Estas preguntas tienen que ser precedidas por preguntas más de fondo: ¿Serán
pocos los que se salven? (Lc 13,23). ¿Qué cosas buenas tengo que hacer para heredar
la vida eterna? (Mc 10,17). ¿Quién podrá salvarse? (Mt 19,25).
¿Quién o qué significa que el esposo (Mt 24,44) ya llega?
(Mt 25,6). El esposo es sin duda Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Y la esposa ¿Quién
es? La Iglesia es la esposa: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mt
16,18). Respecto al matrimonio dice Jesús: “Ya no son dos, sino una sola carne.
Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre" (Mt 19,6). Jesús explica
a Nicodemo y dice: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para
que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no
envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”
(Jn 3,16-17). Y ¿Cómo nos salvó? Jesús lo manifiesta: “No hay amor más grande
que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Añadió: "Así estaba
escrito, el Mesías sufrirá y resucitará de entre los muertos al tercer día” (Lc
24,46). Todo este misterio de la redención ya se describe en el A.T: “Yo te
desposaré conmigo para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el
amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor”
(Os 2,21-22). La figura de la Iglesia celestial desposada se describe así: “Vi
la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios,
embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz
potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres:
él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y
será su Dios” (Ap 21,2-3).
¿Quiénes si y quienes no entran a la sala nupcial? “Cuando
llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial
y se cerró la puerta” (Mt 25,10). La sala nupcial tiene connotación de cielo. Y
entran al cielo: “las que estaban preparadas”, las que tenían las lámparas encendidas.
En este punto recordemos las enseñanzas de Jesús: “Ustedes son la luz del
mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no
se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone
sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe
brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que
ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt
5,14-16). “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en las tinieblas
sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).
Se puede tener una lámpara nueva y fina pero si no alumbra,
de nada sirve. La lámpara requiere del aceite. Así, nosotros somos bautizados (Mt 28,19-20). Pero, si no
ejercemos los dones del bautizo como la fe, por ende no brilla nuestra luz,
equivale no tener obras: “La fe sin obras está muerta” (Stg 2,17). Al creyente
se le conoce por sus frutos: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se
presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por
sus frutos los reconocerán. Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol
malo produce frutos malos” (Mt 7,15-17). Así pues, siendo malos no pretendamos
tener lámparas encendidas, o siendo buenos tener lámparas apagadas. No busquemos
sorprender con engaños: "Ustedes aparentan ser buenos ante los hombres,
pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los
hombres, resulta despreciable para Dios” (Lc 16,15). “Este pueblo me honra con
los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto: las
doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos" (Mt 15,8-9).
Por tanto: las doncellas preparadas que entraron con el
esposo a la sala nupcial (Mt 25,10) son los que entran al cielo, y son parte de
los salvados, porque tuvieron encendidas la lámpara, ejercieron su fe, viviendo
lo que el señor nos enseña (Lc 11,28). Llegar al cielo para estar con Dios no
es de mera ilusión, ni de bonitas palabras sobre Dios (Mt 7,21), sino escuchando
la palabra de Dios y poniendo en práctica las enseñanzas del Evangelio (Mt
7,24). Y vivir el mensaje del evangelio equivale ser de la postura de las
mujeres prevenidas con las lámparas encendidas (Mt 25,10).
¿Qué significa, que la puerta se cerró? (Mt 25,10). Que cada
quien tendrá que ocupar el lugar que le corresponde. Quien o quienes están preparadas(os)
tendrán que ocupar un lugar en el cielo. Quienes no estaban preparadas(os), tendrán
que quedar excluidas(os) de la sala nupcial (cielo) y ocupar las tinieblas (infierno=ausencia
de Dios). ¿Qué, no es que Dios es misericordioso? (Lc 6,37), si Dios es muy
misericordioso, pero la misericordia de Dios tiene su límite. La justicia
divina s el límite de la misericordia: “La puerta está cerrada” (Mt 25,10). Al respecto
conviene recordar aquella escena:
“El pobre (Lázaro) murió y fue llevado por los ángeles al
seno de Abraham. El rico (Epulón) también murió y fue sepultado. En la morada
de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a
Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces (Epulón) exclamó: "Padre Abraham,
ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua
y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan. Hijo mío, respondió
Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio,
recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo (cielo), y tú, el tormento
(infierno). Además, entre ustedes (infierno) y nosotros (cielo) se abre un gran
abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí (cielo) hasta allí
(infierno) no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí"
(Lc 16,22-26). De modo que la escena nos confirma que “la puerta cerrada” es el
límite de la misericordia, es decir la
justicia divina. Y como el cielo (sala nupcial=fiesta) es eterna; el infierno
(los excluidos=sin fiesta) es también eterno. Y al respecto se nos dice: “Después
vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el
cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros. Y vi a los que habían
muerto: grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros,
y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron
juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. El
mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo
mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Abismo
fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte. Y los que no
estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al mar de fuego” (Ap
20,11-15).
Por las razones ya citadas, Dios salvador nuestro quiere que
todos nos salvemos llegando al conocimiento de la verdad (I Tm 2,4) y nos
reitera: “No se inquieten entonces, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o
con qué nos vestiremos? Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El
Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero
el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,31-33).
Así, pues, si para revestirnos con traje de fiesta (Mt 22,12) hace falta
sabernos amar unos a otros como Dios nos ha amado (Jn 13,34); con el tema del amor, resaltamos otro
elemento importante de la estrategia para ser santos (Lv 11,45).
Cumpliendo con
eficiencia la misión encomendada: “Id al mundo entero y enseñar el Evangelio a
toda la creación, quien crea y se bautice se
salvara, quien se resiste en creer será condenado” (Mc 16,15). Es decir,
depende cuan eficientes somos en la misión para que mucho o pocos se salven,
depende de este trabajo también nuestra salvación. En este contexto de misión
nos preguntamos ¿Qué tipo de catequesis hacemos? ¿Somos como nuestro maestro
Jesús o somos como los falsos maestros (fariseos)? (Mt 23,3). ¿Cuál es la
diferencia entre el maestro verdadero y maestro falso? ¿Qué diferencia hay
entre el creyente autentico y el creyente falso? (Mt 23,3). Hacer buen trabajo
evangelizador que es tare de todo bautizado (Mt 28,19-20) equivale ser
prevenidos y tener la fe o la lámpara encendida (Mt 25,10). Por lo que, no es
suficiente estar en vela sino cumpliendo la misión, que a su vez equivale tener
lámpara encendida (Mt 25,10).
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