DOMINGO XXIII - C (08 de setiembre de
2019)
Proclamación del santo Evangelio
según San Lucas 14,25 - 33:
14:25 Junto con Jesús iba un gran
gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:
14:26 "Cualquiera que venga a
mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus
hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
14:27 El que no carga con su cruz
y me sigue, no puede ser mi discípulo.
14:28 ¿Quién de ustedes, si quiere
edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si
tiene con qué terminarla?
14:29 No sea que una vez puestos
los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:
14:30 "Este comenzó a
edificar y no pudo terminar".
14:31 ¿Y qué rey, cuando sale en
campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres
puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?
14:32 Por el contrario, mientras
el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
14:33 De la misma manera,
cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi
discípulo. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados amigos en la fe Paz y
Bien.
¿Serán pocos los que se salven?
(Lc 13,23. “El que se ensalce será humillado y el que se humille será
ensalzado” (Lc 14,11). Respondería Jesús: Se salvaran todos los que dejan
ensalzar por Dios. Y Para que Dios nos ensalce hace falta que seamos humildes y
sencillos de corazón (Mt 11, 28). Ahora para que Dios nos salve o nos ensalce
hace falta que lo amemos como él nos amó (Jn 13,34). El que ama a su padre o a
su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija
más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno
de mí. El que quiera salvar su vida, la
perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará” (Mt 10,37-39).
San pablo dice: “Para mí, Cristo
Jesús lo es todo” (Col,3,11) o lo mismo: “A causa del Señor nada tiene valor
para mí, todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,8), “Para
mí la vida es Cristo” (Flp 1,21). En efecto, para quien piensa de esta manera
las palabras del evangelio de hoy tienen mucho sentido. Aunque la primera impresión que pudiera Jesús suscitar
en nosotros es que quiere poner muy alto el precio a su seguimiento. Pero nada
concordante es nuestro parecer con el querer y mensaje de hoy. Lo que Jesús
busca es decirnos que: "Nadie puede estar al servicio de dos amos, pues
amarà a uno y al otro despreciara, no pueden servir a Dios y al dinero al mismo
tiempo" (Mt 6,24).
No es poner muy alto precio del
cielo y menos el tratar de apagar las ilusiones y las esperanzas de nadie y
menos se piense que Jesús trata de desanimar a alguien que desea seguirle. Es
sencillamente un llamado a la realidad. Y es que, seguir a Jesús y por ende
optar por el cielo, no es cosa de juego, no es una broma, ni tampoco un irnos
de un buen paseo un fin de semana. Jesús no quiere un corazón dividido de sus
discípulos. Seguir a Jesús es una decisión para toda la vida y con todas las
consecuencias. Aquí no hay lugar y no debiera haber motivo alguno para dar
vuelta atrás, y es que sencillamente Dios no está jugando con nadie, la
cuestión del Reino de Dios no es una cosa pasajera y entre bromas.
Dios se jugó todo por la humanidad
y por tanto también exige de quien desea seguirle que se la juegue todo por él.
Y dígase lo mismo de un matrimonio. ¿A quién le gustaría que se jueguen de él?
¿A quién le gustaría que lo vean hoy como un vaso descartable que se usa y se
bota? Dice Jesús: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mt
19,6). Es decir, el amor conyugal es para siempre. De la misma forma, Dios
quiere que quien opte por seguirle opte para siempre y con un corazón indiviso
y por eso recalca: " Ahí donde esta tu tesoro ahí estará también tu
corazón" (Mt 6,21).
Me es imposible seguir hablando y
no ceñirme a las mismas palabras de Jesús y lo primero que me viene a la mente
es este famoso episodio del joven rico y del doctor de la ley que preguntan al
Señor: “Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose,
le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los
mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso
testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre
le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo
miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y
dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”
(Mc 10,17-21). Fíjese lo que dice Jesús “dáselo a los pobre todo” y no le dijo
y así ya estás en el cielo, sino que, dice luego “vente conmigo”. Y es que
nadie puede llegar al cielo por su propia cuenta, con Razón ya dijo en otro
episodio: “Yo soy camino verdad y vida, nadie va al Padre sino por mi” (Jn
14,6).
“Un escriba que los oyó discutir,
al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el
primero de los mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha,
Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus
fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento más grande que estos” (Mc 12,28-31).
Así, pues, cuando hoy Jesús nos
dice: "Si alguno viene donde mí y no me ama más que a su padre, a su
madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su
propia vida, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26). Jesús nos invita que si
queremos seguirle, primero que reflexionemos seriamente, y somos libres de
seguirlo, pero si decidimos ir tras su llamada; porque no acepta seguidores que
digan si y luego se cansen y se queden a medio camino, como quien comienza a
edificar una torre pero no tiene con qué terminarla. La gente se va a reír de
él, "comenzó y no pudo terminar". (Lc 14,30). Esto hay que aplicarlo
a todo. Por ejemplo en el matrimonio ha de ser lo mismo: "Antes de
casarte, piensa si estás dispuesto a llegar hasta el final del camino con este
hombre o con esta mujer, y no quejarte y pedir el divorcio." O te casas
para siempre o no te cases mejor. Igual habría que decir que si te sientas
llamado al sacerdocio o vida consagrada, piénsalo bien, no sea que luego vengas
con el cuento de que no era para ti esta forma de vida. Desde luego hay muchos
episodios que nos recuerda esta opción a medias que Jesús nunca aceptará:
“Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!».
Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus
nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Y dijo a
otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi
padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos;
tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero
permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto
la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9,57-62).
Jesús ya nos había dicho: “La
verdad os hará libres” (Jn 8,32). Jesús no tiene reparo alguno al proponer como
meta de su seguimiento una meta muy alta. Ser capaz de aventurarse a una
fidelidad que puede llevar hasta la mismísima cruz: “El que quiera venir detrás
de mí, que se renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el
que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí,
la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su
vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre
vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a
cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están
aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su
Reino» (Mt 16,24-28).
Jesús es realista, y sabes por
qué? porque somos fáciles de entusiasmarnos con altos ideales, y también sabe
que somos demasiado fáciles para luego echarnos atrás o quedarnos a medio camino.
Pudiéramos pensar como ya hemos dicho al inicio que aquí Jesús trata de
desalentar a la gente a que le siga. Sin embargo, Jesús lo que hace es,
primero, ponernos una meta alta y es cierto que es muy difícil, pero si es posible porque Dios nunca nos manda lo que
no es posible para el hombre (Dt 30,11). Por eso no quiere seguidores que se
entusiasman hoy y se desalientan mañana. Lo que nos reclama es que nadie está
obligado a seguirle, es una opción libre que cada uno asume, pero quiere que
sea una opción pensada. Primero es preciso "sentarse y pensar" hasta
donde tenemos el coraje de llegar.
Ser cristiano no es una broma,
pretender llegar al cielo no es cuestión de mera ilusión como lo del joven rico
(Mc. 10,17). Ser cristiano no es juego de un día. Ser cristiano no es que yo
hoy me entusiasme y mañana no, muy bonitos deseos en la noche, pero que se
apagan tan pronto como llega el día. Ser cristiano es tomar en serio el
Evangelio y es tomarle en serio a Él. Cuando en Cafarnaún Jesús anunció el
"pan de vida" y, por tanto, su muerte, la gente que le seguía se
escandalizó, muchos se echaron atrás después de oírlo, muchos de sus discípulos
decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».
Jesús, sabiendo lo
que sus discípulos murmuraban, les dijo: ¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará
entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu
es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son
Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen (Jn 6,60-63)». En
efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y
quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie
puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde ese momento, muchos de
sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó
entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le
respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros
hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». Jesús continuó: «¿No soy yo,
acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un
demonio” (Jn 6,67-70).
Ser cristiano implica tomar
decisiones bien pensadas y reflexionadas. De lo contrario, corremos el peligro
del que decidió construir una torre y no tenía con qué terminarla (Lc 14,30).
Al final, todo el mundo se reiría de él. Yo pienso cuántos no se reirán de
muchos de nosotros, cristianos que nos quedamos en la pila bautismal y no
avanzamos más que hasta la Primera Comunión y ahí nos sentamos y toda la vida
la pasamos piola como dirían los jóvenes de hoy. Recordemos lo que nos ha dicho
ya el mismo Señor: “No todos los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán
en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que
está en el cielo. Muchos me dirán en
aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a
los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?”.
Entonces yo les
manifestaré: Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal».
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en
práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron
la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al
contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un
hombre insensato, que edificó su casa sobre arena». Cayeron las lluvias, se
precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se
derrumbó, y su ruina fue grande” (Mt 7,21).
Jesús no quiere cristianos que hagamos el
ridículo ante la gente. No quiere cristianos arrepentidos que tratan de buscar
caminos más fáciles. Jesús quiere cristianos de cuerpo entero que son capaces
de jugarse enteros por él, porque él y en él Dios se jugó todo por él hombre:
“Tanto, Dios amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que
cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es
condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).
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