lunes, 9 de septiembre de 2019

DOMINGO XXIII - C (08 de setiembre de 2019)

DOMINGO XXIII - C (08 de setiembre de 2019)

Proclamación del santo Evangelio según San Lucas 14,25 - 33:

14:25 Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:
14:26 "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
14:27 El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
14:28 ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?
14:29 No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:
14:30 "Este comenzó a edificar y no pudo terminar".
14:31 ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?
14:32 Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
14:33 De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados amigos en la fe Paz y Bien.

¿Serán pocos los que se salven? (Lc 13,23. “El que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado” (Lc 14,11). Respondería Jesús: Se salvaran todos los que dejan ensalzar por Dios. Y Para que Dios nos ensalce hace falta que seamos humildes y sencillos de corazón (Mt 11, 28). Ahora para que Dios nos salve o nos ensalce hace falta que lo amemos como él nos amó (Jn 13,34). El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.  El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará” (Mt 10,37-39).

San pablo dice: “Para mí, Cristo Jesús lo es todo” (Col,3,11) o lo mismo: “A causa del Señor nada tiene valor para mí, todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,8), “Para mí la vida es Cristo” (Flp 1,21). En efecto, para quien piensa de esta manera las palabras del evangelio de hoy tienen mucho sentido. Aunque la  primera impresión que pudiera Jesús suscitar en nosotros es que quiere poner muy alto el precio a su seguimiento. Pero nada concordante es nuestro parecer con el querer y mensaje de hoy. Lo que Jesús busca es decirnos que: "Nadie puede estar al servicio de dos amos, pues amarà a uno y al otro despreciara, no pueden servir a Dios y al dinero al mismo tiempo" (Mt 6,24).

No es poner muy alto precio del cielo y menos el tratar de apagar las ilusiones y las esperanzas de nadie y menos se piense que Jesús trata de desanimar a alguien que desea seguirle. Es sencillamente un llamado a la realidad. Y es que, seguir a Jesús y por ende optar por el cielo, no es cosa de juego, no es una broma, ni tampoco un irnos de un buen paseo un fin de semana. Jesús no quiere un corazón dividido de sus discípulos. Seguir a Jesús es una decisión para toda la vida y con todas las consecuencias. Aquí no hay lugar y no debiera haber motivo alguno para dar vuelta atrás, y es que sencillamente Dios no está jugando con nadie, la cuestión del Reino de Dios no es una cosa pasajera y entre bromas.

Dios se jugó todo por la humanidad y por tanto también exige de quien desea seguirle que se la juegue todo por él. Y dígase lo mismo de un matrimonio. ¿A quién le gustaría que se jueguen de él? ¿A quién le gustaría que lo vean hoy como un vaso descartable que se usa y se bota? Dice Jesús: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mt 19,6). Es decir, el amor conyugal es para siempre. De la misma forma, Dios quiere que quien opte por seguirle opte para siempre y con un corazón indiviso y por eso recalca: " Ahí donde esta tu tesoro ahí estará también tu corazón" (Mt 6,21).

Me es imposible seguir hablando y no ceñirme a las mismas palabras de Jesús y lo primero que me viene a la mente es este famoso episodio del joven rico y del doctor de la ley que preguntan al Señor: “Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme” (Mc 10,17-21). Fíjese lo que dice Jesús “dáselo a los pobre todo” y no le dijo y así ya estás en el cielo, sino que, dice luego “vente conmigo”. Y es que nadie puede llegar al cielo por su propia cuenta, con Razón ya dijo en otro episodio: “Yo soy camino verdad y vida, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6).

“Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos” (Mc 12,28-31).

Así, pues, cuando hoy Jesús nos dice: "Si alguno viene donde mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26). Jesús nos invita que si queremos seguirle, primero que reflexionemos seriamente, y somos libres de seguirlo, pero si decidimos ir tras su llamada; porque no acepta seguidores que digan si y luego se cansen y se queden a medio camino, como quien comienza a edificar una torre pero no tiene con qué terminarla. La gente se va a reír de él, "comenzó y no pudo terminar". (Lc 14,30). Esto hay que aplicarlo a todo. Por ejemplo en el matrimonio ha de ser lo mismo: "Antes de casarte, piensa si estás dispuesto a llegar hasta el final del camino con este hombre o con esta mujer, y no quejarte y pedir el divorcio." O te casas para siempre o no te cases mejor. Igual habría que decir que si te sientas llamado al sacerdocio o vida consagrada, piénsalo bien, no sea que luego vengas con el cuento de que no era para ti esta forma de vida. Desde luego hay muchos episodios que nos recuerda esta opción a medias que Jesús nunca aceptará: 
“Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9,57-62).

Jesús ya nos había dicho: “La verdad os hará libres” (Jn 8,32). Jesús no tiene reparo alguno al proponer como meta de su seguimiento una meta muy alta. Ser capaz de aventurarse a una fidelidad que puede llevar hasta la mismísima cruz: “El que quiera venir detrás de mí, que se renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino» (Mt 16,24-28).

Jesús es realista, y sabes por qué? porque somos fáciles de entusiasmarnos con altos ideales, y también sabe que somos demasiado fáciles para luego echarnos atrás o quedarnos a medio camino. Pudiéramos pensar como ya hemos dicho al inicio que aquí Jesús trata de desalentar a la gente a que le siga. Sin embargo, Jesús lo que hace es, primero, ponernos una meta alta y es cierto que es muy difícil, pero si  es posible porque Dios nunca nos manda lo que no es posible para el hombre (Dt 30,11). Por eso no quiere seguidores que se entusiasman hoy y se desalientan mañana. Lo que nos reclama es que nadie está obligado a seguirle, es una opción libre que cada uno asume, pero quiere que sea una opción pensada. Primero es preciso "sentarse y pensar" hasta donde tenemos el coraje de llegar.

Ser cristiano no es una broma, pretender llegar al cielo no es cuestión de mera ilusión como lo del joven rico (Mc. 10,17). Ser cristiano no es juego de un día. Ser cristiano no es que yo hoy me entusiasme y mañana no, muy bonitos deseos en la noche, pero que se apagan tan pronto como llega el día. Ser cristiano es tomar en serio el Evangelio y es tomarle en serio a Él. Cuando en Cafarnaún Jesús anunció el "pan de vida" y, por tanto, su muerte, la gente que le seguía se escandalizó, muchos se echaron atrás después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?». 

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: ¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen (Jn 6,60-63)». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. 

Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». Jesús continuó: «¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un demonio” (Jn 6,67-70).

Ser cristiano implica tomar decisiones bien pensadas y reflexionadas. De lo contrario, corremos el peligro del que decidió construir una torre y no tenía con qué terminarla (Lc 14,30). Al final, todo el mundo se reiría de él. Yo pienso cuántos no se reirán de muchos de nosotros, cristianos que nos quedamos en la pila bautismal y no avanzamos más que hasta la Primera Comunión y ahí nos sentamos y toda la vida la pasamos piola como dirían los jóvenes de hoy. Recordemos lo que nos ha dicho ya el mismo Señor: “No todos los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.  Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?”. 

Entonces yo les manifestaré: Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal». Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena». Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande” (Mt 7,21).

Jesús no quiere cristianos que hagamos el ridículo ante la gente. No quiere cristianos arrepentidos que tratan de buscar caminos más fáciles. Jesús quiere cristianos de cuerpo entero que son capaces de jugarse enteros por él, porque él y en él Dios se jugó todo por él hombre: “Tanto, Dios amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.  Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Paz y Bien

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.