IV DOMINGO DE PASCUA - A (03 de Mayo del 2020)
Proclamación del Evangelio según: Juan 10,1-10
10:1 "Les aseguro que el que no entra por la puerta en
el corral de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón y un
asaltante.
10:2 El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
10:3 El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él
llama a las suyas por su nombre y las hace salir.
10:4 Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las
ovejas lo siguen, porque conocen su voz.
10:5 Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él,
porque no conocen su voz".
10:6 Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no
comprendieron lo que les quería decir.
10:7 Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy
la puerta de las ovejas.
10:8 Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones
y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.
10:9 Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá
entrar y salir, y encontrará su alimento.
10:10 El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir.
Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia. PALABRA
DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
“Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a
las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y
un solo Pastor” (Jn 10,16). “Ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis
ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,26-27). Jesús
dijo a Felipe: “¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las
palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las
obras” (Jn 14,10). “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes
no las escuchan, es porque no son de Dios" (Jn 8,47). Jesús dijo a Simón
Pedro tres veces: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Él le
respondió: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: pastorea mis
corderos" (Jn 21,15). “Como el Padre me amó, también yo los he amado a
ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en
mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”
(Jn 15,9-10). “Dios es amor” (I Jn 4,8). En telón de fondo en relación al
pastor y las ovejas lo que une es el amor. Dios como buen pastor nos ama en su
hijo y nos pastorea con amor. Nosotros hemos de amarlo y dejarnos pastorear
siendo files ovejas.
En el análisis y reflexión, el evangelio de hoy tienes dos
partes: El pastor y el rebaño (Jn 10,1-6), la puerta del rebaño (Jn 10,7-10).
Son un comentario al capítulo anterior. Porque Jesús sigue ante los fariseos:
(Jn 9,40 y Jn 10,6-7). Identificados con los judíos (Jn 10,19): ellos son los
que han excomulgado y echado fuera de la sinagoga al ciego (Jn 9,34). Al
respecto dice Dios: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí
mismos! ¿Acaso los pastores no deben apacentar el rebaño?... No han fortalecido
a la oveja débil, no han curado a la enferma, no han vendado a la herida, no
han hecho volver a la descarriada, ni han buscado a la que estaba perdida. Al
contrario, las han dominado con rigor y crueldad. Ellas se han dispersado” (Ez
34,2-5).
Dios se propone: “Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me
ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus
ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los
lugares donde se habían dispersado… Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré
a descansar dice Dios. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la
descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma” (Ez 34,11-16). Y Dios
cumple con su propósito al enviar a su hijo Jesucristo, quien dice: “Yo he
venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
En este contraste violento se describe ahora mediante dos
alegorías: la del pastor (Jn 10,1-6) y la de la puerta (Jn 10,7-10). En ambas
escenas se trata la distinta relación
existente por un lado entre los fariseos y la gente a la que gobiernan y por
otro, entre Jesús y los creyentes. La enseñanza es la afirmación firme de la
seguridad de las ovejas por su
pertenencia a Jesús y su acceso seguro a la salvación. Jesús es el buen pastor
que da la vida por sus ovejas (Jn 10,11). Que sustituirá a los falsos pastores,
los pastores asalariados (Ez 34,3-5).
Jesús, el buen pastor no explota a sus ovejas, sino que está
a su servicio (Mt 20,26-28), da su vida por ellas (Jn 10,11), las conoce
individualmente: “Las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su
nombre y las hace salir” (Jn 10,3). Y las conoce amorosamente (Jn 15,13). Y las
pastorea con amor: “Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las
ovejas lo siguen, porque conocen su voz” (Jn 10,4).
También en la identidad del buen pastor se hace distinción
entre el: Pastor autentico y el falso pastor. Notemos el énfasis en el verbo
“ser”: “Ése es un ladrón y salteador” (Jn 10,1) y el que “Es pastor de las
ovejas” (Jn 10,2). De esta manera, la primera parte de la parábola señala
mediante la contraposición: “El que entra por la puerta falsa” y “El que entra
por la puerta verdadera”. Entonces, hay dos modos de entrar al rebaño que
dependen de lo que se busque: cuidar del rebaño o, por el contrario, hacerle
daño. Así queda establecida la diferencia entre el falso y el verdadero pastor
de las ovejas.
a) El falso pastor: “El que no entra por la puerta… escala
por otro lado…” Quien busca hacer daño no da la cara, entra a escondidas
valiéndose de un subterfugio (Jn 10,1), porque quien tiene segundas o malas
intenciones no gusta de ser reconocido, como bien había explicado Jesús: “Todo
el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean
censuradas sus obras” (Jn 3,20). A quien procede de esta manera se le dan los
dos calificativos fuertes de “ladrón” y “salteador”, dos títulos que señalan la
intención deshonesta y egoísta. Ante todo priman sus propios intereses, el
resto no le importa; su búsqueda de la oveja implica sometimiento, enajenación,
aprovechamiento y, finalmente, muerte para ella.
b) El verdadero pastor: “El que entra por la puerta… le abre
el portero”. El verdadero pastor da la cara al llegar a la puerta y dejarse
convalidar por nuevo personaje en la parábola, el portero, quien dictamina si
es o no es pastor. Obviamente, cuando lo reconoce, éste no duda en dejar entrar
al pastor. También había dicho Jesús: “El que obra la verdad, va a la luz, para
que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (Jn 3,21). Y no
sólo le abre el portero sino que “las ovejas escuchan su voz”, se entabla una
relación estrecha y vivificante entre ellos, como vemos a continuación.
Se resalta también la relación entre el pastor y las ovejas:
“Y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca
fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán
de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Jn.10,3-5). Una vez que se ha
identificado al verdadero pastor, vemos cómo se entabla la relación de éste con
sus ovejas. Podríamos decir también que esta segunda parte de la parábola
igualmente se describe a la verdadera oveja con la contraposición: “Conocen su
voz (del pastor)” y “No conocen la voz de los extraños”. La primera frase lo
afirma claramente: “Las ovejas escuchan su voz”, o sea, no dudan en atender la
voz de quien los guía y, en consecuencia, “le siguen” con docilidad. ¡Una
excelente caracterización del discípulo del Señor! Toda esta sección podría
englobarse bajo el título “Las ovejas escuchan su voz”. Por cierto, más
adelante, en el relato de la pasión, Jesús dirá: “Todo el que es de la verdad
escucha mi voz” (Jn 18,37).
c) El seguimiento del pastor: Se distinguen dos momentos:
cuando la oveja es sacada del redil y cuando es conducida por las praderas. En
ambas ocasiones la “voz” del pastor juega un papel fundamental. El verbo
“sacar” está repetido, es una acción importante. El término es conocido en el
vocabulario del éxodo: “sacar fuera” es un acto de libertad; al respecto,
algunos comentaristas han notado que nunca se habla de un traer de vuelta al
viejo redil. Pues bien, el “sacar” se realiza mediante un llamado: “a sus
ovejas las llama una por una” (“por su nombre”). Cada oveja sabe su propio
nombre y responde enseguida a la voz del que la llama. El “nombre” señala la
identidad de una persona, lo que la distingue y hace única, también su historia
y sus características personales. La oveja es conocida así. Tenemos aquí una
sobria pero elocuente descripción de la relación personal que el pastor entabla
con cada oveja: él se interesa por ella llamándola desde la hondura de su
identidad personal y ella, por su parte, reconoce su voz y le responde
poniéndose en camino hacia él y junto con él.
Comienza la segunda etapa: “va delante de ellas, y las
ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Jn.10,4). Una vez que han sido
llamadas por su nombre, sacadas del redil y congregadas, las ovejas son
encaminadas hacia los lugares de la pradera. La relación llamada y respuesta
ahora progresa hacia la relación precedencia y seguimiento: el pastor camina
delante de ellas, y éstas –ciertamente con gran alegría- siguen a aquel cuya
voz les es familiar.
El discipulado se describe claramente con el “ir delante”
del Pastor y Maestro y el “seguir” de la Oveja y discípulo. El contenido del
seguimiento de Jesús está presentado a lo largo de todo este evangelio, de
punta a punta (si bien el término “seguir” es apenas uno de los términos usados
por Juan para describir el seguimiento de Jesús, vale la pena observar: (Jn
10,27; 13,36-37; 18,15; 21,19.22). Pero aquí lo que el evangelista nos invita a
observar atentamente es qué es lo que dinamiza el seguimiento: “le siguen
porque conocen su voz”. Sin el conocimiento de la voz de aquel que es la
Palabra de Vida (Jn 1,4) no es posible el seguimiento de Jesús.
La fuga ante los extraños: La parábola termina señalando
que las ovejas no sólo “siguen” a Jesús sino que “no seguirán a un extraño” (Jn
10,5). Y el argumento es el mismo: “porque no conocen la voz de los extraños”
(Jn10,5). Es la antítesis del versículo anterior. No sólo se afirma que no
seguirán a los extraños sino que “huirán” de ellos aterradas (Jn 10,5). Una
cosa es la indiferencia frente al extraño y otra es la fuga. Esta última
actitud puede ser leída en dos planos:
1. Teniendo en cuenta que no se reconoce la voz de los
extraños, se puede entender como capacidad de discernimiento por parte del
discípulo del Señor: el discípulo aprende a distinguir lo que proviene y lo que
no del Señor.
2. Teniendo en cuenta la connotación del término fuga, como
carrera en vía contraria, se puede entender como un apartarse decididamente o,
mejor aún, como toma de decisión radical y profética frente a todo aquello que
no va de acuerdo con el camino de vida.
Hay que tener presente que gracias a la familiarización con
la voz de Jesús es que es posible detectar las voces seductoras que proponen
caminos de muerte: ¡la escucha del Señor es la escuela de los auténticos
profetas!
La incomprensión del auditorio: “Jesús les dijo esta
parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba” (Jn 10,6).
Situándonos sobre este plano del “conocimiento” el evangelista nos invita a una
correlación entre la actitud de las autoridades religiosas judías, quienes son
los interlocutores de Jesús (Jn 9,39-41), y los comportamientos descritos en la
parábola (Jn 10,1-5). En pocas palabras: las ovejas oyen la voz del pastor (Jn
10,3-4), pero los fariseos no oyen su voz, no reconocen lo que les está
diciendo. De esta manera se identifica a los fariseos (Jn 9,40) con los “ladrones
y salteadores” de Jn 10,1.
“En verdad, en verdad les digo: yo soy la puerta de las
ovejas. Todos los que han venido delante
de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la
puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará
pasto” (Jn 10,7-9).
La imagen de la puerta había aparecido antes en Jn 10,1-2,
allí era el lugar de entrada correcto para acceder al redil. Ahora se da un
paso adelante: Jesús es esta puerta. Un antecedente bíblico puede ser el Salmo
118, el cual quizás fue interpretado como profecía mesiánica –siempre bajo la
luz de la Pascua- en el cristianismo de los orígenes, particularmente el v.20:
“Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los justos”. Esto quiere decir
que solamente a través de Jesús se puede tener el acceso adecuado a las ovejas
y que por medio de él las ovejas pueden salir hacia los espacios amplios de la
vida representados en las verdes praderas, como se describe en Jn 10,9.
Los que vinieron antes de Jesús son calificados de “ladrones
y salteadores”. Los que antes de Jesús han conducido al pueblo de Dios,
específicamente estos dirigentes que tiene ante sus ojos y que lo rechazan a él
así como a quienes comienzan a aceptar su revelación (por ejemplo, el ciego de nacimiento),
ya no son reconocidos como sus dirigentes: “las ovejas no les escucharon”. Y
puesto que no han entrado por la puerta, no tienen ningún derecho sobre las
ovejas.
Jesús es la mediación de la vida. Y todo esto gracias a la
voz que es escuchada y seguida: “Todo se hizo por medio de ella (la Palabra)…
En ella (la Palabra) estaba la vida / y la vida era la luz de los hombres… La
gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo” (Jn 1,3.4.17).
El “entrar” y “salir” connota también la libertad de la que
se habló en la parábola, en Jn 10,3b-4 (verbo “sacar”). La puerta permanece
grande y abierta, las ovejas van y vienen, no son aprisionadas sino que se las
hace salir y son siempre conducidas por aquel a quien escuchan. Entre libertad
y vida se establece una estrecha relación. Y el don de Dios se da con toda
magnanimidad. Valga recordar que la imagen del “encontrará pastos” parece
retomar la promesa de Dios en Ezequiel 34,14 que se había convertido en anhelo
del Pueblo de Dios: “Las apacentará en buenos pastos, /y su majada estará en
los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán
pingües pastos por los montes de Israel”. Es al servicio de esto que debían
ponerse todos los pastores de Israel. Y es aquí donde la manera de realizar la
misión en función del pueblo se pone en cuestión.
El evangelio termina con esta categórica afirmación: “Yo he
venido para tengan vida abundante” (Jn 10,10). Lo que Jesús “es” se realiza en
la misión para la cual ha “venido”. Las frases contrapuestas “El ladrón no
viene más que robar” y “Yo he venido
para que tengan vida” ponen ante nuestros ojos –en forma comparativa- dos
maneras de presentarse ante las ovejas.
Los verbos “robar”, “matar” y “destruir” aplicados al
ladrón, señalan que no hay nada vivificante en ellos. Relacionemos con los que
habían venido antes de Jesús y se presentaban ante el pueblo como sus
servidores no le ofrecían la vida que necesitaban sino que se valían de él para
mantenerse en su posición de privilegio. Los fariseos y dirigentes del pueblo
quedan definitivamente descalificados como pastores. Los tres verbos de
negación de vida de la oveja que tiene como sujeto al ladrón, se contraponen a
uno solo que tiene como sujeto a Jesús: “Dar Vida”. Ahora se dice de forma
explícita: “Yo he venido para tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn
10,10). Y no solo un poquito sino en abundancia. Esta será la pretensión
inaudita de Jesús, la que será motivo de confrontación cada vez más fuerte con
sus adversarios, la que le llevará finalmente hasta la muerte en la cruz, en la
cual irradiará esa vida abundante sobre la humanidad entera, dando vida con su
propia vida glorificada.
En resumen: El verdadero pastor tiene que entrar
por la puerta que es Jesús y no por otros medios saltándose los muros del ansia
de poder, dominio y prestigio. Segundo, según el Papa Francisco el pastor
camina detrás de las ovejas, en medio de las ovejas, delante de las ovejas y éstas
le siguen. No por detrás con el látigo, sino preocupado que ninguna se quede.
Tercero, las ovejas conocen su voz y por eso le siguen. La voz del pastor tiene
que ser una voz amiga y cercana al rebaño, hablando el lenguaje de las ovejas
porque promueve vida e infunde vida abundante.
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Paz y Bien
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