DOMINGO XVIII - A (02 de Agosto del 2020)
Proclamación del santo Evangelio según San Mateo
14,13-21:
14:13 Al enterarse de la muerte de Juan Bautista, Jesús se
alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la
gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.
14:14 Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y,
compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
14:15 Al atardecer, los discípulos se acercaron y le
dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la
multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos".
14:16 Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se
vayan, denles de comer ustedes mismos".
14:17 Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que
cinco panes y dos pescados".
14:18 "Tráiganmelos aquí", les dijo.
14:19 Y después de ordenar a la multitud que se sentara
sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos
al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y
ellos los distribuyeron entre la multitud.
14:20 Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que
sobraron se llenaron doce canastas.
14:21 Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin
contar las mujeres y los niños. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
“Le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les
respondió: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que
cree en mí jamás tendrá sed” (Jn 6,32-35).
Las parábolas de Mt 13: 1) El sembrador (Mt 13,1-9), 2) El
trigo y la cizaña (Mt 13,24-30). 3) El grano de mostaza (Mt 13,31-32). 4) La
levadura (Mt 13,33). 5) El tesoro escondido en el campo (Mt 13,44). 6) La perla
del mercader (Mt 13,45-46). 7) La pesca en la red que atrapa todo (13,47-50). Y
la conclusión: “Quien entiende las enseñanzas del reino de los cielos es como
el dueño de casa que saca lo viejo y lo nuevo” (Mt 13,51-52). Nos han situado
ante el reino de los cielos y la vida terrenal. Nos han puesto de manifiesto la
contrariedades y las oposiciones que el Reino debía encontrar. Ahora en Mt 14
ya hallamos una de esas contrariedades y como amenaza, la de Herodes. La muerte
de Juan Bautista es un anuncio y una amenaza de muerte para Jesús. Jesús se
marcha a un lugar desierto.
"Al saberlo la gente, lo siguió... Al desembarcar vio
Jesús el gentío..." (Mt 14,13-14): Jesús amenazado por el poder, por
Herodes, pero rodeado por el gentío. Con todo, al escuchar anteriormente las
parábolas, el gentío no había demostrado una especial comprensión del Reino.
Aunque falte esta respuesta profunda de la fe, a Jesús "le dio lástima y
curó a los enfermos" (Mt 14,14). Jesús, perseguido e incomprendido, reúne
con amor a los hombres, los cura y los alimenta. En episodio anterior se nos
dice que: “Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus
sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las
enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban
fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus
discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen
al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha" (Mt
9,35-38).
La multiplicación de los panes tiene fin el de motivar que
la gente sienta el hambre de la palabra de Dios que es lo más importante,
porque lo demás como el hambre del pan material, es efecto de este don: “No se
inquieten diciendo: "¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos
vestiremos? Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que
está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino
y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,31-33). Y otra
parte Jesús les dijo: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron
signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento
perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el
Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello"
(Jn 6,26-27).
Fíjense que el Señor suscitó en la gente el hambre de la
palabra de Dios. En seguida acude a satisfacer la necesidad del hambre material
y aquí hallamos una de las seis narraciones de la multiplicación de los panes y
peces que hay en los evangelios. En un despoblado, como el pueblo de Israel en
el desierto fue alimentado por el maná (Ex 16,15-18), ahora el nuevo pueblo de
Dios, formado por gente dispersa y heterogénea, será alimentado por Jesús.
Notamos en el texto las oposiciones entre la propuesta de los discípulos:
"que vayan a las aldeas y se compren de comer" (Mt 14,15) y la
propuesta de Jesús: "No hace falta que se vayan, denles ustedes de
comer" (Mt 14,16) y entre el hecho palpable del gentío y la escasez de lo
que hay para dar: "no tenemos más que cinco panes y dos peces" (Mt
14,17) Con todo, las siete piezas ya nos indican un número de plenitud. Les
dijo: “Tráiganmelos los 5 panes y los dos peces” (Mt 14,18). Presentaron de
ofrenda todo lo que tenían, señal que algunos han captado el mensaje de la caridad,
equivalente a aquella escena: Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del
Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en
abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas
de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que
esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han
dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que
poseía, todo lo que tenía para vivir" (Mc 12,41-44).
Jesús recibió los 5 panes y los 2 peces: "Alzó la
mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los
discípulos; los discípulos se los dieron a la gente" (Mt 14, 19): Al igual
que el jefe de la familia judía decía en el empiezo de toda la cena la acción
de gracias sobre el pan y lo repartía para cada miembro de la familia,
igualmente lo hace Jesús, y a través de los discípulos da el alimento al pueblo
congregado por él. No podemos desunir la lectura de este hecho, de la imagen de
Jesús como Pan de vida que hallamos en el evangelio de Juan 6,51 y de la
referencia clara que hay, en el vocabulario, a la Eucaristía, signo del don
total de Jesús a los hombres. Todos los evangelistas relatan la multiplicación
de los panes. Mientras Lucas y Juan no narran nada más que una sola
multiplicación de los panes (Lc 9, 10-17; Jn 6,1-13), Marcos y Mateo hacen
referencia a dos multiplicaciones (Mc 6,30-44; 8, 1-10; Mt 14,13-21; 15,
32-39). Parece que las dos narraciones tanto en Mateo como en Marcos tienen
origen de un solo suceso de la multiplicación de los panes, pero que ha sido
transmitido en dos versiones según tradiciones diversas. Además la narración de
Mateo 14,13-21 y Mc 6, 30-44 parecen ser las redacciones más antiguas.
Reitero, el texto nos presenta a Jesús, que habiendo oído la
noticia de la muerte del Bautista a manos de Herodes (Mt 14,12), se retira a
otra parte “en un lugar desierto” (Mt 14,13). Muchas veces en los evangelios,
Jesús se nos presenta como aquél que se retira a un lugar apartado. Aunque no
siempre es así, generalmente en este retirarse quiere demostrar un Jesús
inmerso en la oración, intima unión con el Padre (Jn 11,41). He aquí algunos
ejemplos: “Despedida la gente, subió al monte solo, a orar. Llegada la noche Él
estaba todavía solo, arriba” (Mt 1,23); “En la mañana se levantó cuando todavía
estaba obscuro y salido de casa, se retiró aun lugar desierto y allá oraba” (Mc
1,35); “Jesús se retiraba a lugares solitarios para orar” (Lc 5,16); “conducido
por el Espíritu” Jesús se retira después de su bautismo al desierto para ser
tentado por el diablo venciendo sus seducciones con la fuerza de la palabra de
Dios (Mt 4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-13) Otras veces Jesús llama consigo a sus
discípulos: “Vengan a un lugar desierto y apartado a descansar un poco” (Mc
6,31). En este pasaje, Jesús reza antes de la multiplicación de los panes. Los
evangelios demuestran que a Jesús le gustaba orar antes de acontecimientos
importantes en el curso de su ministerio, como el bautismo, la transfiguración,
la pasión (Jn 17,21).
Esta vez, como ya mencionamos, la gente lo sigue al desierto
(Mt 14,13) y Jesús siente compasión por ellos, curando a los enfermos (Mt
14,14). En Jesús se asoma una compasión por los que le siguen (Mt 15,32). El
Maestro se conmueve porque ellos “eran como ovejas sin pastor”(Mc 6,34). Jesús
en efecto es el buen pastor que alimenta a su pueblo como ha hecho el profeta
Eliseo (2 Re 4, 1-7, 42-44) y Moisés en el desierto (Ex 16; Num 11). En el
evangelio de Juan, Jesús con el discurso sobre el pan de la vida (Jn 6,55).
Explica el significado del signo de la multiplicación de los panes. Este
prodigio es una preparación al pan que será dado en la Eucaristía. Los gestos
realizados por Jesús antes de la multiplicación de los panes, en todos los
evangelios nos recuerdan el rito de partir el pan, la eucaristía.
Los gestos son: a) toma el pan, b) alza “los ojos al cielo”,
c) pronuncia “la bendición”, d) parte el pan, e) hace distribuir a los
discípulos (Mt 14,19). Estos gestos se encuentran en la narración de la última
cena de Jesús (Mt 26,26; Lc 22,19-20; Mc 14,22). Escenas que pueden muy bien
resumir este episodio: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de
este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del
mundo… Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6,51-56).
Todos comen y se sacian de este pan. Sobran doce cestas de
los restos de pan (Mt 14,20). Jesús es aquél que sacia al pueblo elegido de
Dios: Israel, compuesto por las doce tribus. Pero sacia también a los paganos
en la segunda multiplicación (Mt 15,32-39), simbolizados esta vez por siete
panecillos, el número de las naciones de Canaán (Hch 13,19) y también el número
de los diáconos helenistas (Hch 6,5; 21,8) que tenían el deber de proveer a la
distribución cotidiana de las mesas. La comunidad recogida en torno a Jesús,
primicia del Reino de los Cielos, acoge en sí Hebreos y Gentiles, todos son
llamados a aceptar la invitación de participar de la mesa con el Señor. Jesús
hace ver esto incluso con su gesto de sentarse a la mesa con publicanos y
pecadores y con su enseñanza en las parábolas de los banquetes, donde “muchos
vendrán de oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y
Jacob en el reino de los cielos” (Mt 8,11; Mt 2,34; Lc 14, 16-24).
No podemos hacernos ilusiones: por el amor mutuo y, en
particular, por la atención a los necesitados porque, se nos reconocerá como
verdaderos discípulos de Cristo (Jn 13,35; Mt 25,31-46) por nuestros frutos (Mt
7,16). En base a este criterio se comprobará la autenticidad de nuestras
celebraciones eucarísticas, en las que Cristo se nos da como pan, alimento de
nuestra vida espiritual (Jn 6,51), en tanto nosotros también nos ofrezcamos
como medio de salvación para los demás, transmitiendo mensajes de vida.
Los apóstoles sólo pudieron recolectar 5 panes y 2
peces (dos números que no tienen un significado importante en la simbología,
sin embargo si sumamos los panes y peces nos dan 7 el número de la plenitud, de
la perfección). Con siete alimentos consiguió que sobrase comida, doce
cestos (otro número simbólico: doce eran las tribus de Israel). Jesús
primero se pone en oración con el Padre, bendice la comida y reparte, pero
¿cómo pudo sobrar tanta comida? Simplemente porque cuando se comparte motivado
por el amor, por poco que tengamos, recordemos la viuda que dio lo único que
poseía: una moneda, todos tienen, todos sacian su hambre y al final
sobra.
La esperanza de las gentes que habían seguido a Jesús, no
quedo fallida, ellos recibieron lo que necesitaban, llegaron enfermos y fueron
curados, para saciar su hambre les proporcionó pan, para saciar su espíritu, Él
les entrego su la Palabra. El que sigue resueltamente a Jesucristo, encuentra
todo lo que necesita para sí, en esta vida terrenal y luego en la vida eterna.
Nuestro amado Padre Bueno, ya nos ha regalo su amor. En Cristo nos ha dado
todo, se ha dado a sí mismo. ¿Qué otro poder será más fuerte que este amor
generoso y apasionado que el Padre manifestó en Jesús? Este amor nos sostiene
en medio de toda circunstancia adversa. Así lo comprendió también San Pablo;
¿Quién podrá separamos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias,
la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? (Rom 8, 35).
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