DOMINGO XXIX - A (18 de octubre del 2020)
Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22, 15-21:
22:15 Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a
Jesús en alguna de sus afirmaciones.
22:16 Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos,
para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda
fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas,
porque tú no te fijas en la categoría de nadie.
22:17 Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto
al César o no?"
22:18 Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo:
"Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?
22:19 Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto".
Ellos le presentaron un denario.
22:20 Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y
esta inscripción?"
22:21 Le respondieron: "Del César". Jesús les
dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de
Dios". PALABRA DEL SEÑOR.
Reflexión
Estimados(as) hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.
Dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen,
como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los
cielos, y en las bestias. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. (Gn 1,26-27). Luego,
“Dios tomó al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo cultive y
cuidase. Y le impuso el mandamiento: De cualquier árbol del jardín puedes
comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el
día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn 2,15-17).
La dignidad del hombre consiste en: Llevar grabado en su ser
la Imagen de Dios su creador. Como criatura de Dios le corresponde obedecer el
mandato: Solo puede comer de los árboles que le ha sido permitido (Gn 2,16). Y
Dios sabe por qué se reservó el árbol prohibido, de la ciencia del bien y del
mal para para sí. Pero, luego pasa algo: “Replicó la serpiente a la mujer. De
ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman del
árbol prohibido, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del
bien y del mal" (Gn 3,4-5). La serpiente que escenifica al demonio fíjese
lo que dice a la mujer: “Serán como Dioses al comer del árbol prohibido” (Gn
3,4). La gran tentación del enemigo es instigar al hombre que se sienta igual a
Dios. Así hoy tenemos la escena del evangelio: "La imagen del Cesar César
equiparado con la Imagen de Dios”. Para los romanos y muchas culturas. Al
respecto Dios manda al pueblo: “No habrá para ti otros dioses delante de mí. No
te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni
de lo que hay abajo en la tierra” (Ex 20,3-4). Por eso Jesús aclaro muy bien al
responderles: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de
Dios” (Mt 22,21).
“Como viese la mujer que el árbol era bueno para comer,
apetecible a la vista y excelente medio para lograr sabiduría, tomó de su fruto
y comió, y dio también a su marido” (Gn 3,6). San Pablo dice: “Por un solo
hombre entro el pecado en el mundo y con el pecado la muerte porque todos
pecaron” (Rm 5,12). El pecado ahora consiste en que el hombre se busca dioses a
su medida y capricho. Un dios manipulable. Inclusos en lugar de Dios poner el
dios dinero, al respecto dijo ya Jesús: “Nadie puede servir a dos
señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el
primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero al
mismo tiempo” (Mt 6,24). Y San Pablo también dice: “La raíz de todos los males
en el mundo es el amor al dinero, y al dejarse llevar por ella, algunos
perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos” (I Tm 6,10).
“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). El domingo
anterior hemos dicho que, se salvaran todos los que entran al banquete de boda
del Cordero. Previa aceptación de la invitación que se nos hace (Mt
22,10) “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). Los que están revestidos con traje
de fiesta (Mt 22,12) “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación
eterna?” (Mt 19,16). Llevando grabado en mi ser la Imagen de Dios mi creador.
Como criatura de Dios me corresponde obedecer el mandato: Solo puedo comer de
los árboles que me ha sido permitido (Gn 2,16). Y no me está permitido hacer lo
que se me antoje. No podré llegar jamás al cielo haciendo lo que mi capricho me
dice, sino obedeciendo y cumpliendo los mandatos de Dios.
Para obtener la salvación hace también falta: “Negarse a sí
mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como
hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta
setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en
una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es
parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para
trabajar en su viña” (Mt 20,1). “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y
seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la
oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt
18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad
significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un
propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña”
(Mt 20,1).
El domingo anterior Jesús nos decía: “El reino de Dios se
parece a un rey que celebraba la boda la boda de su Hijo. Mandó criados para
que inviten a la boda…” (Mt 22,1-14). Y hemos resaltado el episodio: “El rey
entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de
fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de
fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los
guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas.
Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). Y nos preguntamos
¿Qué significa ese traje de fiesta? Y nos respondimos con la enseñanza de San
Pedro “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en
toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo
soy santo” (IPe 1,15-16; Lv 19, 2). Es decir, un día para estar en la fiesta
del banquete de boda del cordero que es el en el cielo y es eterno, hay
que estar con traje de fiesta, hay que ser santo sí o sí.
El anhelar estar en el cielo (Mc 10,17), no nos hace exentos
de nuestras obligaciones y deberes en este mundo: Jesús, conociendo su malicia,
les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la
moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él
les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?" Le
respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que
es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (Mt 22,18-21). Esta enseñanza
nos transmite varios elementos a tener en cuenta:
1. Como vimos, nos exhorta a tomar en serio no sólo nuestras
obligaciones de cristiano, sino también nuestras tareas de ciudadanos, nuestros
deberes políticos: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de
Dios. Al respecto dice San Pablo: “Todos deben someterse a las autoridades
constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen
han sido establecidas por él. En consecuencia, el que resiste a la autoridad se
opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. Los que
hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que
obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su
elogio. Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme
si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al
servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal. Por eso es
necesario someterse a la autoridad, no sólo por temor al castigo sino por deber
de conciencia” (Rm 13,1-5).
2. El episodio del evangelio de hoy, preguntan a Jesús:“¿Se
debe pagar el impuesto al César o no?”
Pero Jesús, enseguida, se da cuenta de la trampa que los
fariseos le quieren tender (Mt 22,18). Afirmar o negar el pago reclamado por
los romanos, es igualmente peligroso para Él. Un NO de Jesús le hace agitador
de la rebelión y enemigo del César o autoridad. Un SÍ implica aceptar la
ocupación romana y negar el ansia judía de liberación. Recordemos que los
romanos dominan sobre los judíos desde el años 64 Ac. y les han impuesto no
solo duras cargas en el impuesto, sino que además les han quitado lo más
precioso, el dar culto a Dios Yahveh, el que los liberó de la esclavitud (Lv
11,45) Y están obligados a dar culto al dios Cesar. Los judíos tienen una única
esperanza: que el mesías prometido, llegará pronto y vencerá y desterrará de
sus tierras a los invasores, los romanos.
En el evangelio de hoy, Jesús se eleva por encima de la
situación momentánea, y da una respuesta para todos los conflictos ulteriores.
Él invita a cumplir la justicia, la que consiste en dar a cada uno lo suyo:
“Den a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Dios
tiene sus derechos y el César tiene los suyos. Pero es de considerar que lo de
Dios no está en el mismo nivel que del Cesar.
3. “Dad al César lo que es del César.”
La autoridad estatal es instrumento de Dios para la
realización de la voluntad de Dios, aunque no lo sepan o quizás no lo quieran.
La primera Lectura de hoy (Isaías 45, 1. 4-6) nos da un ejemplo: Dios se sirve
del rey de Persia para realizar sus planes de salvación con el elegido pueblo
israelita. Así cualquier hombre, cualquier institución pueden ser instrumentos
de Dios. San pablo también nos dice: “Por eso también, ustedes deben pagar los
impuestos: los gobernantes, en efecto, son funcionarios al servicio de Dios
encargados de cumplir este oficio. Den a cada uno lo que le corresponde: al que
se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que se
debe respeto, respeto; y honor, a quien le es debido” (Rm 13,6-7). Cristo
tampoco niega el poder pagano de los romanos, ni lo quiere derrotar por
revolución. De tal manera Él acepta, fundamentalmente el Estado y las
autoridades políticas, independientemente de sus formas concretas.
Condecir “a Cesar lo que es del Cesar” (Mt 22,21), exige
también de nosotros lealtad, obediencia, colaboración y sacrificios frente al
Estado y a sus autoridades. Los cristianos no son enemigos del Estado, sino
ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad. De modo que, nuestra fe
no puede ser nunca una excusa para no cumplir con nuestras obligaciones
familiares, sociales y políticas. Estaremos mucho mejor dispuestos para servir
a Dios, cuando hayamos servido bien a nuestros hermanos. No hay duda de que
pueden nacer tensiones y conflictos. A lo largo de la historia los encontramos
en sus variadas formas. Ya desde el comienzo del cristianismo surgieron los
problemas, pero los fieles supieron superarlos, como atestigua San Agustín:
“Los soldados cristianos sirvieron al emperador infiel; pero cuando se tocaba
la causa de Cristo, no reconocían sino a Aquél que estaba en los cielos.”
4. Lo dicho por Jesús, el Maestro por excelencia vale
con mucha más razón para para nosotros: ”Dad a Dios lo que es de Dios” (Mt
22,21b)”. O como dice San Pedro en los Hechos de los Apóstoles: “Tenemos que
obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Si alguna autoridad actúa
fuera de la voluntad de Dios, no estamos obligados a la obediencia. Por ejemplo
que nos digan “El aborto terapéutico no es pecado” ¿Cómo que no es pecado?
¿Acaso matar un ser indefenso en el vientre de la madre no es un pecado atroz?
Cuando el Estado pretende cosas a las que no tiene derecho, tenemos que negarle
la obediencia. Porque las exigencias del Estado son limitadas. Por eso, cuando
un Estado o sus autoridades exigen injusticias, entonces la resistencia es
nuestra obligación cristiana, y la obediencia sería pecado. En este sentido hay
una “rebeldía” santa. En las persecuciones, miles y miles de cristianos se
hicieron mártires, porque no quisieron dar al César lo que es de Dios. Esta
actitud es saber defender la verdad. Nos dijo Jesús: “Uds. serán mis verdaderos
discípulos si perseveran en mis palabras y conocerán la verdad y la verdad os hará
libres” (Jn 8,31).
Tal vez, hoy no haya tal persecución sangrienta, pero sin
embargo tenemos que estar vigilantes. Las autoridades del Estado, siempre de
nuevo, pueden caer en la tentación de excederse en los límites. Son cosas que
no podemos aceptar ni apoyar como cristianos. Por eso, tenemos que criticar
constructivamente a nuestros políticos y autoridades estatales. Pero, además,
debemos ayudarles por medio de nuestra oración en su difícil labor, en su gran
responsabilidad para que nos guíen por el camino de la verdad.
5. Por las razones expuestas, hoy es necesario optar con
serenidad por las autoridades que sepan tener estos principios para que no nos
lleven por el mal camino. Nuestra confianza debe ir para hombres inteligentes y
solidarios desde luego, pero que además sean cristianos, que vivan su fe y que
se orienten hacia Dios en sus proyectos y acciones. Me parece ser la mejor
garantía para un futuro más fecundo y el porvenir de nuestra sociedad. Porque
las cosas de Dios no son negociables ni para los creyentes ni para los
incrédulos. Pero también el ser cumplidores con Dios no nos hace exentos de
nuestros deberes, en suma: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César” (Mt 22,21). El Hijo de Dios sabe cumplir con las cosas del Cesar, cosas
de este mundo; pero con más razón con las cosas de Dios.
No podemos atrevernos a sacrificar las cosas de Dios por las
cosas del Cesar. De este principio nace los mártires como defensores de las
cosas de Dios: “Cuando los entreguen a los tribunales, no se preocupen de cómo
van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese
momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su
Padre. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el
padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere
hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si
los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de
recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre” (Mt
10,19-23).
San Pablo dice: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará
contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por
todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?... ¿Quién podrá
entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la
persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Como dice la
Escritura: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos
considera como a ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto obtenemos una
amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni
la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo
futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra
criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús,
nuestro Señor” (Rm 8,31-39).
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