DOMINGO XXVIII – B (10 de Octubre de 2021)
Proclamación del santo evangelio según San Marcos 10, 17-30:
10:17 Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y,
arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar
la Vida eterna?"
10:18 Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo
Dios es bueno.
10:19 Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no darás falso testimonio no perjudicarás a nadie, honra
a tu padre y a tu madre.
10:20 El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he
cumplido desde mi juventud".
10:21 Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta
una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en
el cielo. Después, ven y sígueme".
10:22 El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue
apenado, porque poseía muchos bienes.
10:23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus
discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de
Dios!"
10:24 Los discípulos se sorprendieron por estas palabras,
pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el
Reino de Dios!
10:25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
10:26 Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban
unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?"
10:27 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo:
"Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es
posible".
10:28 Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido".
10:29 Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya
dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la
Buena Noticia,
10:30 desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno
en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las
persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
El evangelio de hoy nos sitúa en tres escenas: La inquietud
del joven rico (Mc 10,17-21); O por Dios o por la riqueza del mundo (Mc
10,22-27); la recompensa de los que siguen a Jesús (Mc 10,28-30).
La inquietud del joven rico: Heredar la Vida eterna (Mc
10,17-22, inquietud que tiene que ser de todos: Heredar la vida eterna, la
salvación. ¿Por qué tiene que también interesarnos la salvación? Porque la otra
opción es la muerte eterna o condenación. Dijo Jesús: "Vayan
por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y
se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15-16). Salvación
es equivalente al cielo y condenación al infierno.
La respuesta de Jesús es muy clara, se remite al AT: Honra a
tu padre, no robes, no mientas, no codicies, no desees la mujer de tu prójimo,
no cometas actos impuros (Ex 20,12-17). Recordemos aquel episodio en que dijo
Jesús: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido
a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17). Pues, Jesús en su respuesta al
rico no hace sino reafirmar los mandamientos.
El Joven rico reaccionó y dijo: "Maestro, todo eso lo
he cumplido desde mi juventud" (Mt 10,20). Hasta aquí, denota dos cosas:
El deseo de informarse sobre la vida eterna y los mandamientos “cosa ya
superada para el rico”. Pero, no bastan los buenos deseos si luego no hay
valentía y decisión para hacerlos realidad. No basta soñar si luego la realidad
de la vida mata nuestros sueños. Como tampoco basta ser un buen cumplidor de la
ley o los mandamientos, si no vivimos el ideal de Jesús, el Ideal del Evangelio
y del Reino, siempre estaremos faltos de algo más.
El joven que llega corriendo a Jesús lo tiene “todo” y que,
sin embargo, siente un vacío en su corazón y busca algo más pero esa búsqueda
está motivado por el ego y no por la fe. Por eso, cuando Jesús le pide que
vacíe su corazón de lo que tiene y lo llene con la Novedad del Evangelio
prefiere quedarse con lo que no llena y seguir vacío. Desde luego es triste ver
a un joven correr por la vida tan lleno de ilusiones y luego verlo echarse
atrás triste y apesadumbrado.
La riqueza de por si no es mala ni buena, depende cómo se
use. Lo malo es cuando las riquezas se nos pegan y nos invade el corazón. ¿Qué
ofrecemos a nuestros jóvenes que andan inquietos por llenar el vacío del
corazón? Ofrecemos algo que dé sentido a sus vidas o, somos nosotros mismos los
que matamos las ilusiones que brotan en sus mentes y en sus corazones.
En realidad, tenemos miedo a confrontarlos con los retos y
desafíos de la vida (Lc 5,4) y preferimos mantenerlos arropados en un pasado
que no les dice nada. ¿No será que nosotros mismos preferimos la religión de la
ley a la religión del Evangelio? ¿No será que también nosotros preferimos
llenar el corazón de cosas más que de Dios? Tengamos fe en los jóvenes que,
aunque nosotros no tengamos valor, son capaces de abrirse a lo grande y bello
de la vida.
El joven del evangelio lo tenía todo, pero no era feliz, su
corazón seguía buscando algo más. Las cosas son necesarias, las riquezas son
necesarias, pero no pueden llenar el corazón. El corazón es más grande que
todas las riquezas. Las riquezas no son malas, reitero. Al contrario, creo que
lo malo es la pobreza. Por tanto, el problema no puede estar en las riquezas,
sino en el apego del corazón a las mismas. Es decir, el problema está en nuestra
actitud frente a las riquezas: “Solo te falta una cosa; vende todo lo que
tienes, dáselo a los pobres y sígueme” (Mc 10,21).
O por Dios o por la riqueza del mundo: “El rico, al oír
estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes”
(Mc 10,22-27). Recordemos aquellas citas que refuerzan la idea que plantea
Jesús al rico: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la
herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.
Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que
los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro,
estará también tu corazón” (Mt 6,19-21). Cuando vemos que el joven rico se fue
triste, comprobamos que su corazón está apegado a su tesoro que es la riqueza
que solo vale para este mundo. El rico esta entre la espada y la pared, tiene
que tomar la decisión de si opta por la propuesta de Jesús o por quedarse con
su riqueza. Ya Jesus en otro episodio dice: “Nadie puede servir a dos señores,
porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y
menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24).
Cuando hablamos o pensamos seguir a Jesús, de vivir a fondo
nuestra fe, pensamos en lo que tenemos que dejar, en lo que tenemos que
renunciar. Y ese no es el verdadero problema del seguimiento de Jesús. Seguirle
a Él no es dejar, sino encontrar. Encontrar algo mejor. Seguirle a Él no es
renunciar, sino descubrir. Descubrir que Jesús es el valor supremo ante el cual
el resto de valores queda relativizado. De ahí que el camino de la fe, tiene
que comenzar por descubrir la belleza del Evangelio, la belleza del Reino, la
belleza de Dios. Cuando esta belleza invade el corazón todo el resto queda relativizado.
Pablo lo dice de sí mismo: “A causa del Señor, nada tiene valor para mí en este
mundo, todo lo considero basura comparado con la riqueza de mi Señor Jesús”
(Flp 3,8).
Andrés dijo Simón: "Hemos encontrado al Mesías, que
traducido significa Cristo” (Jn 1,41). Del encuentro con Jesús nace el anuncio
de la buena Noticia. Luego, es necesario presentar a Jesús, hacer que se
descubra a Jesús. Solo entonces, cuando Jesús sea nuestro verdadero valor, la
moral nos resultará lo más normal de la vida. La pedagogía de la fe no ha de
comenzar por “prohibir” que es lo que solemos hacer, sino por presentar la
figura y el ideal de Jesús. El joven rico quería algo más, pero aún no había
descubierto a Jesús ni al Evangelio. No entendió aun lo del pasaje: “El Reino
de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo
encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y
compra el campo” (Mt 13,44).
Efecto de los que optan por Dios: Pedro le dijo: "Tú
sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió:
Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre,
hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo,
recibirá el ciento por uno… Y en la otra vida recibirá la Vida eterna” (Mc
10,28-30). El Señor promete el cielo a quien opte por Dios. Y recordemos que
estas, no son meras promesas, sino realidades, así lo dice: ”El cielo y la
tierra pasaran, mis palabras no pasaran” (Mt 24,35). El Hijo del hombre vendrá
en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles y entonces pagará a cada uno
de acuerdo con sus obras” (Mt 16,27). Es claro que el optar por seguir a Jesús
es el camino correcto porque entonces optamos por el cielo, pero si como el
joven rico del evangelio optamos por nuestra riqueza material que solo vale
para este mundo, entonces hemos optado por lo opuesto al cielo que es el
infierno y lamentablemente no hay más opciones o caminos que seguir.
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