DOMINGO DE RAMOS – C (10 de abril de 2022)
Proclamamos la Pasión de Jesucristo según San Lucas en el
Capítulo 23, 33-49 (Lectura abreviada)
23:33 Cuando llegaron al lugar llamado "del Cráneo",
lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su
izquierda.
23:34 Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben
lo que hacen". Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre
ellos.
23:35 El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes,
burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es
el Mesías de Dios, el Elegido!"
23:36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose
para ofrecerle vinagre,
23:37 le decían: "Si eres el rey de los judíos,
¡sálvate a ti mismo!"
23:38 Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es
el rey de los judíos".
23:39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba,
diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
23:40 Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No
tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
23:41 Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos
nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
23:42 Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a
establecer tu Reino".
23:43 Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás
conmigo en el Paraíso".
23:44 Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la
oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
23:45 El velo del Templo se rasgó por el medio.
23:46 Jesús, con un grito, exclamó: "Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu". Y diciendo esto, expiró.
23:47 Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a
Dios, exclamando: "Realmente este hombre era un justo".
23:48 Y la multitud que se había reunido para contemplar el
espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.
23:49 Todos sus amigos y las mujeres que lo habían
acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo
sucedido. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXION:
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Con la celebración del domingo de ramos iniciamos la semana
santa y tiene varias escenas, desde el día más oscuro (Viernes Santo) como el
día más claro (Domingo de Pascua). En resumidas cuentas ¿Qué significa la
semana santa? Todo pensamiento que podemos decir, queda insuficiente ante el
misterio y silencio de Jesús en la cruz. Ya el profeta Isaías hace 7 siglos,
antes de la escena de la pasión del Señor anuncio: “Todos andábamos errantes
como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre
él (Hijo) las iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y
ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja
muda ante el que la esquila, él no habría su boca. Fue detenido y juzgado
injustamente, y, ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la
tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo” (Is.
53,7-58).
El salmista clama viendo esta escena de la pasión del Señor:
“Mis enemigos me han rodeado como toros, como bravos toros de Basán; rugen como
leones feroces, abren la boca y se lanzan contra mí. Soy como agua que se
derrama; mis huesos están dislocados. Mi corazón es como cera que se derrite
dentro de mí. Tengo la boca seca como una teja; tengo la lengua pegada al
paladar. ¡Me has hundido hasta el polvo de la muerte! Como perros, una banda de
malvados me ha rodeado por completo; me han desgarrado las manos y los pies.
¡Puedo contarme los huesos! Mis enemigos no me quitan la vista de encima; se
han repartido mi ropa entre si y sobre ella echan suertes” (Slm 21,19). Con
muchos pasajes podemos buscar su real dimensión de la pasión del Señor, incluso
el mis Señor dirá resumiendo todo el A.T: “Estas profecías que acaban de oír,
hoy se cumplen”(Lc 4,21).
En este relato de la pasión del Señor, es tan cierto como el
Profeta lo predijo: “Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su
boca. Como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la
esquila, él no abría su boca para su defensa” (Is 53,7). Donde solo hablan los
hombres y tan cierto que Jesús guarda silencio. Pero con la poca fuerza que le
queda, sólo alguna que otra palabra pronuncia, no en su defensa, sino
manifestando su amor incluso a sus verdugos. Esas que llamamos las siete
palabras. Lucas pone en boca de Jesús tres palabras: La del perdón (Lc 23,34),
la de la promesa al buen ladrón (Lc 23,43) y la entrega de su espíritu en manos
del Padre (Lc 23,46). Lucas trae un detalle: la muerte de Jesús está sellada
con la confesión de fe del Centurión Romano, un pagano que reconoce a Dios en
la Cruz por ver el modo como muere (Lc.23,47).
Las tres Palabra citadas en la pasión, relatadas por Lucas
son de doble dimensión: divinas y humanas. Divinas porque sólo Dios puede
olvidarse de sí mismo y de sus sufrimientos para seguir pensando en el hombre.
Sólo Dios puede morir perdonando, que es el mejor oficio de Dios. Y sólo Dios
es capaz de abrir a la esperanza de la salvación a un facineroso que muere a su
lado. Morir regalando esperanza. Y sólo Él es dueño de la muerte. Por eso sólo
Él es capaz de vencer a la muerte (Jn 11,25) entregando voluntariamente su
espíritu en las manos del Padre (Lc 23,46). Son también, palabras profundamente
humanas. Revelan la gran sensibilidad de Jesús hacia el dolor de los demás (Lc
23,43). Revelan que se puede morir olvidándose de su muerte para dedicar sus
últimos momentos a quienes están necesitados de perdón y de esperanza (Lc
23,34). Por eso mismo, la Semana Santa no podemos vivirla sin sentirnos
solidarios con los demás (Mc 12,28). La Semana Santa es un diálogo con Dios y
con los hombres, un compromiso con Dios y con los hombres. Porque es la gran
semana del amor (Jn 13,34).
¡QUÉ DIFICIL ES CREER EN UN DIOS QUE SE DEJA MORIR! (Lc
23,46)
¿Qué Dios se nos manifiesta en la Semana definitiva de la
Pasión? Un Dios, para muchos, un tanto extraño, un Dios que no responde a
nuestras expectativas. Pues a nosotros nos encanta un Dios que lo sabe todo, lo
puede todo. En la Pasión Dios se nos revela con un rostro totalmente diferente.
Es el Dios débil, del que los hombres pueden hacer lo que les viene en gana:
prenderlo, juzgarlo, condenarlo y crucificarlo. Aquí no hay nada de grandeza
humana, lo único que hay es debilidad: “Pero yo no soy un hombre, sino un
gusano; ¡soy el hazmerreír de la gente!” (Slm 21,7) . Un Dios que, hasta los
soldados y criados, se permiten el lujo de escupirle en la cara, darle de
bofetadas, y convertirlo en objeto de diversión y burla. ¿A esto se ha reducido
Dios? ¿Es posible que Dios se haya podido empequeñecer más? Un Dios víctima de
todos. Todos tienen derecho a jugar con él. El único que carece de derechos es
él.
¿Qué tipo de Dios tenías en la mente? El Dios de la Pasión
es el Dios débil y de los débiles, crucificado y de los crucificados, el Dios
que calla y sufre en el silencio, mientras todos vociferan y piden a gritos su
condena. Sin embargo, todo eso no es sino el ropaje con el que se reviste Dios
porque, por dentro, la realidad es otra. El Dios de la Pasión es el Dios que
encarna los valores del Reino. El Dios que se sale del sistema humano(Razón) y
anuncia un sistema nuevo(Fe y amor). Se sale del sistema de la fuerza y el
poder y proclama el sistema del amor y la solidaridad y la fraternidad. El Dios
que se comparte a sí mismo con los débiles y ofrece la esperanza a los débiles.
El Dios que no ama el dolor, pero que es capaz de convertirlo en expresión de
amor y de vida. Un Dios que, colgado en la Cruz, es capaz de olvidarse de sí
mismo y escucha y atiende las súplicas de un crucificado que se desangra a su
lado.
Hoy, propios y extraños nos preguntamos: ¿qué hace un Dios
colgado de la Cruz? ¿No parece el mayor absurdo humano? Pues lo único que hace
Dios colgado de la Cruz es hacernos entender cuánto Dios nos ama, perdonar,
salvar, dar su vida por ti. Dar la vida por los demás, dar su vida para que
otros vivan, puede ser un absurdo humano, pero es la sabiduría divina. Con
razón dijo san Pablo: “El mensaje de la cruz es una locura para los que están
en camino de perdición, pero para los que están en camino de salvación es
fuerza de Dios. Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios y
rechazaré la ciencia de los inteligentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el
hombre culto? ¿Dónde el docto sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado
que la sabiduría del mundo es una necedad? En efecto, ya que el mundo, con su
sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios
quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación. Mientras los
judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en
cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura
para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido
llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que
la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la
fortaleza de los hombres” (I Cor 1,18-25).
En resumidas cuentas, la escena de la pasión del Señor no es
sino la manifestación del amor de Dios en su Hijo a la humanidad y la concreción
y manifestación del Hijo que nos enseña por su palabra y ahora por su
testimonio: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si
alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra”
(Mt 5,38-39).
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