DOMINGO XXXI - C (30 de Octubre del 2022)
Evangelio: San Lucas 19, 1-10
19:1 Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
19:2 Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era
jefe de los publicanos.
19:3 Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de
la multitud, porque era de baja estatura.
19:4 Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder
verlo, porque iba a pasar por allí.
19:5 Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo:
"Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".
19:6 Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
19:7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha
ido a alojar en casa de un pecador".
19:8 Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor,
ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado
a alguien, le daré cuatro veces más".
19:9 Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a
esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,
19:10 porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo
que estaba perdido". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Un hombre y le preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué obras
buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna? Jesús respondió: Cumple los
Mandamientos". El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido desde
pequeño: ¿qué más me falta?" Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto,
vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el
cielo. Después, ven y sígueme". Al oír estas palabras, el joven se retiró
entristecido, porque poseía muchos bienes” (Mt 19,16-22). No se puede entrar en
el cielo siendo egoístas. No es lo mismo vivir en el egoísmo que en el amor.
Jesús dijo a sus discípulos: "Les aseguro que
difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más
fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
Reino de los Cielos. Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y
dijeron: Entonces, ¿quién podrá salvarse? Jesús, fijando en ellos su mirada,
les dijo: Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es
posible" (Mt 19,23-26).
El episodio de hoy nos muestra que, cuando vive envuelto en
el amor no le cuesta hacer obras de caridad que es opuesto a los actos del
egoísmo: la actitud del joven rico y la actitud de Zaqueo. Zaqueo dice:
"Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he
perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más" (Lc 19,8). Zaqueo
entendió que la mejor forma de obtener el tesoro en el cielo cual es la
salvación es dando a los pobre sus bienes (Mt 19,21). En cambio en la escena
del joven rico (Mc 10,17-27). No hay salvación, porque el rico no quiso
desprenderse de sus bienes, no quiso compartir. En cambio Zaqueo se desprendió
y repartió sus bienes y esa actitud es lo que Jesús valora y por eso le dice.
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19,9).
¿Qué idea tenemos de Dios? ¿El que castiga o salva? Dios es
amor (I Jn 4,8). El despliegue del amor de Dios es su Hijo: Cristo Jesús. Por
eso es como Jesús mismo explica a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo, que
entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que
tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el
que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único
de Dios” (Jn 3,16-18).
Si Dios es amor (I Jn 4,8) Dios nos dice por el profeta
Ezequiel: "Juro por mi vida –oráculo del Señor– que yo no deseo la muerte
del malvado, sino que se convierta de su mala conducta y viva. Conviértanse,
conviértanse de su conducta perversa! ¿Por qué quieren morir, casa de Israel?».
Y tú, hijo de hombre, di a la gente de tu pueblo: Al justo no lo librará su
justicia si comete un delito; al impío no lo hará sucumbir su maldad si se
convierte de ella. Y cuando un justo peque, no podrá sobrevivir a causa de su
justicia. Si yo digo al justo: «Vivirás», pero él, confiado en su justicia, comete
una iniquidad, no quedará ningún recuerdo de su justicia: él morirá por la
iniquidad que cometió. Por el contrario, si digo al malvado: «Morirás», pero él
se convierte de su pecado y practica el derecho y la justicia: si devuelve lo
que tomó en prenda, si restituye lo que arrebató por la fuerza y observa los
preceptos de vida, dejando de cometer la iniquidad, él ciertamente vivirá y no
morirá (Ez 33,11-15).
Alguien de la gente un buen día pregunto a Jesús: ¿Señor
serán pocos los que se salven? (Lc.13,23). Si Dios es amor, por supuesto que
Dios quiere que todos se salven: “ Dios salvador nuestro quiere que todos los
hombres se salven llegando al conocimiento de la verdad” (I Tm 2,4). ¿Cómo
obtener nuestra salvación? Primero: Buscar a Jesús como Zaqueo; recibir en casa
a Jesús; mostrar gestos concretos de amor a los demás (I Jn 4,20): Dar con amor
a los pobres lo que tenemos; restituir todo a las personas de los que un día
pudimos habernos aprovechado injustamente. Y no hay otra fórmula mágica de
salvación. La salvación no se obtiene con bonitas ideas o razones. “¿De qué le
sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa
fe puede salvarlo?” (Stg 2,14). “Como el cuerpo sin el espíritu está muerto,
así la f sin obras está muerta” (Stg 2,26).
Jesús les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aun
en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus
riquezas. Les dijo entonces una parábola: Había un hombre rico, cuyas tierras
habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: ¿Qué voy a hacer? No tengo
dónde guardar mi cosecha. Después pensó: Voy a hacer esto: demoleré mis
graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis
bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años;
descansa, come, bebe y date buena vida. Pero Dios le dijo: Insensato, esta
misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado? Esto es lo
que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de
Dios" (Lc 12,15-21). Los bienes materiales son medio de salvación para el
hombre siempre que sepa compartir, pero son medio de perdición si no sabe
compartir. Así pues, Dios quiere salvar a todos, tanto al rico como al pobre;
pero, si ni el pobre y ni el rico no hacen lo que Dios manda, será difícil que
el hombre logre la anhelada salvación.
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