DOMINGO XIII – A (02 de Julio de 2023)
Proclamación del Santo Evangelio según san Mateo: 10,37-42:
10:37 En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: El que
ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su
hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
10:38 El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
10:39 El que trate de salvar su vida, la perderá;
y el que pierda su vida por mí, la salvarà.
10:40 El que los recibe a ustedes, me recibe a
mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
10:41 El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la
recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la
recompensa de un justo.
10:42 Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque
sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo,
no quedará sin recompensa". PALABRA DEL SEÑOR.
Hermanos (as) en el Señor paz y bien.
“Dios es amor” (I Jn 4,8). “¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos de la ley? Respondió Jesús: Ama a Dios con toda tu fuerza con toda
tu mente, con todo el corazón, es el primero de todos” (Mt 22,36). El amor a
Dios está por encima de todo.
“El que busca salvar su vida, la perderá; y el que pierda su
vida por mí, la salvará” Mt 10,39). El tema de enseñanza de hoy es la
salvación. Jesús al afirmar con contundencia el modo de obtener la salvación
nos recuerda aquella inquietud del maestro de la ley que también
debería a todos inquietarnos; se acercó y preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué
obras buenas debo hacer para conseguir la salvación eterna?" (Mt 19,16). U
otra inquietud: “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). O dígase lo mismo
cuando los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron:
"Entonces, ¿quién podrá salvarse?" (Mt 19,25).
¿Por qué tiene que ser también inquietante e importante para
nosotros el tema de la salvación? Porque la salvación trae a colación otra idea
opuesta, la condenación: Jesús les dijo: "Vayan por todo el mundo,
anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se
salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que
crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán
tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará
ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán" (Mc
16,15-18).
¿Cómo asegurar nuestra salvación? Amándonos más a
nosotros mismos? a nuestros padres? Hijos? Bienes? Casas? Riqueza? Nada de eso.
Hoy, nos da pautas de cómo podemos ser merecedores de la salvación: El amor
hacia Jesús debe superar el amor al padre y a la madre y a los hijos (Mt
10,37). Que, la cruz forma parte del seguimiento de Jesús (Mt 10,38). Incluso
hasta saber o estar dispuesto a perder la vida para poderla poseer (Mt 10,39):
"El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con
su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que
pierda su vida a causa de mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el
mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su
vida?” (Mt 16,24-26).
Pareciera contraproducente la enseñanza de hoy, cuando el
Señor nos recalca: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno
de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt
10,37). Nos prohíbe amar a nuestros padres o hijos? Claro que no. Debiera ser
lo mismo que amando a nuestros padres es como amamos a Dios que por amor a Dios
debemos amar a nuestros padres o prójimo. El problema está en que el amor a los
padres o hijos, hoy se toma como causa final o ultima. El amor autentico
siempre nos deja lugar a entender que la causa final de nuestra vida y por ende
nuestra salvación es Dios y no nuestra vida ni nuestros
padres ni nuestros hijos.
¿Por qué tiene que ser importante para el
creyente el amor autentico a Dios? Recordemos que de por medio está en juego
nuestra salvación. Al respecto Jesús bien dijo a Nicodemo: “Tanto a amó Dios
amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no
muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar
al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es
condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18). Además recordemos aquella escena cuando
el doctor de la ley preguntó: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de
la Ley? Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el
primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los
Profetas" (Mt 22,36-40). Jesús se remite a las escrituras y la ley del
A.T:
Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a
tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje,
al acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y que estén como
una marca sobre tu frente. Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus
postes” (Dt 6,4-9).
Juan en su primera carta nos define algo importante:
“Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios,
y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a
Dios, porque Dios es amor” (I Jn 4,7-8). Pero ¿nuestro amor a Dios hace más o
menos a Dios? ¿Será Dios más si lo amamos? Claro que no. Recordemos aquella
cita: Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo,
Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de
Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se
contenten con decir: Tenemos por padre a Abraham. Porque yo les digo que de
estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham” (Mt 3,7-9). Así también
Dios puede sacar de las piedras que lo amen.
San Juan nos dice también: “Nadie ha visto jamás a Dios,
pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor
de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (I Jn 4,12). Mismos
Jesús nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo que se amen unos otros como le he
amado” (Jn 13,34). “Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un
mentiroso” (I Jn 4,20). ¿Cómo nos amó Dios? Bonito? Jugando? Nada de eso. Dios
nos amó en su Hijo hasta dar su vida por nosotros. Por eso es que, la causa
final o última del amor autentico es el amor a Dios y no solo el amor a los
padres y menos amar mas a los padre e hijos que a Dios. Amando a los padres o
hijos es como amamos de verdad a Dios. En saber amarnos unos a otros es como
amamos en verdad a Dios.
Reitero: ¿Cuál debe ser la actitud de aquel quien quiere
seguir a Cristo? 1) "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no
es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de
mí” (Mt 10,37). 2) “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt
10,38). 3) “El que trate de salvar su vida, la perderá; y
el que pierda su vida por mí, la salvarà” (Mt 10,39). Ademas conviene agregar
algo: 4) "Los apóstoles volvieron muy contentos y dijeron, Señor hasta los
demonios se nos someten en tu nombre. Jesús les dijo: no se alegren porque los
demonios se los someten; alégrense mas bien porque su nombre estén escrito en
cielo" (Lc 10,20). ¿Cómo hacer que nuestros nombres estén escritos en el
cielo? Anunciando el Evangelio por todo el mundo (Mc 16,15). Y recordemos
también lo que nos dice Jesús: "Quien me confiese en este mundo ante los
hombres, yo también lo confesare a el ante mi Padre que esta en el cielo, pero
quien me niegue, yo también lo negare ante mi Padre" (Mt 10,32). Al
respecto, San Pablo, quien cumplió esto como Cristo lo exige, pudo llegar a
exclamar al decir: “Ya no soy yo quien vivo, sino es Cristo Quien vive en Mí”
(Gál. 2, 20).
Tras la enseñanza del amor a Dios que se alcanza amando al
prójimo se acuña la idea de la vida de santidad. Porque dice Dios: “Yo soy su
Dios, el que les ha sacado de la tierra de Egipto, para ser su Dios. Sean,
pues, santos porque yo soy santo” (Lv 11,45). En eso consiste la
santidad: en ese morir continuamente a uno mismo para dejar que sea
Dios Quien viva en uno. Esa palabra “santidad”
asusta. Pero ... ¿qué es la santidad? No es
algo inalcanzable ... Tratar de ser santos es tratar de seguir la
Voluntad de Dios para nuestra vida. Y ¿cómo se hace esto? Se hace
dejando de tener voluntad propia, dejando de tener planes y rumbos propios,
dejando de tener criterios y pretensiones propias ... Es cambiar
todo eso por lo que Dios quiere para mí. Es renunciar a la
propia voluntad y asumir la Voluntad de Dios como propia. Es dejar
que Dios sea Quien haga, Quien muestre su plan, Quien indique rumbos, Quien
proponga criterios, etc.
Jesús nos promete: “El que a causa de mi Nombre deje casa,
hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces
más en esta vida y obtendrá la recompensa de la Vida eterna” (Mt
19,29). ¿En qué consiste esa recompensa? Al final de todo cada uno recibe la
recompensa: “El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus
ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras” (Mt 16,27). La
paga cosiste en: "Donde estoy yo estén también uds” (Jn 14,3). Estar con
Dios el Enmanuel (Mt 1,23).
"El que los recibe a uds, me recibe a mí, y el que me
recibe, recibe al que me ha enviado". Es otra sentencia predilecta de
Jesús (Mt 18,5; Mc 9,37; Lc 9,48;10,16; Jn 12,44-45;13,20). El premio del que
recibe al mensajero de Jesús es el mismo premio que si lo hubiese recibido a él
y al Padre. El apóstol de Jesús es un ser pequeño, un hombre corriente, débil y
necesitado, que ha dejado sus cosas para vivir por los caminos, a disposición
de los hombres, que deja el problema de su sustento en las manos de Dios y de
los demás, que se contenta con poco, y ese poco le basta para reemprender
-nuevamente solo- su camino. El pensamiento es ilustrado con tres ejemplos: el
que recibe al "profeta" o al "justo" como tales, tendrá
paga de profeta o de justo.
Recibir a los profetas no es fácil, porque el anuncio que
lleva suele provocar divisiones. La elección por Jesús o contra Jesús divide a
la humanidad, a las familias y el corazón de cada uno. Con frecuencia
desearíamos que los profetas justificaran nuestros falsos planteamientos. Pero
el profeta es insobornable e inflexible. Por eso recibir a un profeta es casi
tan difícil como serlo.
La enseñanza se completa, al modo oriental, con un ejemplo
de acogida insignificante a sus seguidores: "El que dé de beber, aunque no
sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos sólo porque es
mi discípulo, no perderá la paga, os lo aseguro". Estos pequeños, que en
otras ocasiones han significado niños u otra clase de personas sin importancia,
aquí son los mismos enviados.
La triple clasificación -profetas, justos, pobrecillos-
seguramente no pasa de ser en este contexto palabras sinónimas. En los tres
casos se refiere a los apóstoles, que son, a la vez, profetas, justos y
personas sencillas.
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Paz y Bien
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