DOMINGO XIX T.O. CICLO – B (11 de Agosto del 2024)
Proclamación del Santo evangelio según San Juan 6, 41-51
6:41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho:
"Yo soy el pan bajado del cielo".
6:42 Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de
José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora:
"Yo he bajado del cielo"?"
6:43 Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren
entre ustedes.
6:44 Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me
envió; y yo lo resucitaré en el último día.
6:45 Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán
instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a
mí.
6:46 Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de
Dios sólo él ha visto al Padre.
6:47 Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
6:48 Yo soy el pan de Vida.
6:49 Sus padres, en el desierto, comieron el maná y
murieron.
6:50 Pero este es el pan que desciende del cielo, para que
aquel que lo coma no muera.
6:51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de
este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del
mundo". PALABRA DEL SEÑOR.
“Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no
muera” (Jn 6,49-50).
El profeta Elías, es defensor infatigable de la pureza de la
fe en Yahveh, Dios de Israel, alzó su voz contra la idolatría de su pueblo;
pero su voz de fuego despertó también, e inevitablemente, las iras de la impía
reina Jezabel. Y Elias tuvo que huir de la persecución de la reina. Sin
embargo, la fuga del profeta no significaba, por su parte, renuncia alguna a la
misión que había recibido y que consistía en restaurar el culto verdadero. Por
eso Elías orienta sus pasos hacia el monte Horeb y convierte la fuga en
peregrinación: el hombre de Dios, heredero de la mejor tradición, vuelve a los
orígenes de la fe de Israel. Y Dios le conforta en su camino dándole a comer
pan del cielo. Es como en los días del éxodo. Porque es preciso renovar la
alianza y comenzar de nuevo, porque es necesario escuchar otra vez la palabra
de Dios.
El pan que recibe el profeta Elías y el maná que comieron
los israelitas en el desierto no son más que una imagen del verdadero pan de
vida al que se refiere Jesús cuando dice: "Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre" (Jn 6,51) Y en los
tres casos se trata de un pan que da fuerza al caminante, de un viático para el
éxodo a través del desierto hacia la tierra prometida (Cielo).
Jesús habla del pan de vida en tres sentidos distintos o,
mejor, en tres niveles distintos de un mismo significado. En primer lugar,
llama pan de vida a la palabra de Dios; esto es, a la palabra que él anuncia
como enviado de Dios. El que coma de este pan, el que crea, vivirá y no morirá
para siempre. La palabra de Dios, el evangelio, es proclamación y promesa al
mismo tiempo.
Como proclamación revela la presencia de Dios en Jesucristo,
como promesa anuncia la plena manifestación de Dios al fin de los tiempos,
cuando vuelva el Señor con poder y majestad.
Como promesa, la palabra de Dios pone en esperanza al que la
escucha con fe; esto es, en camino hacia la tierra prometida, que es el reino
de Dios. Y como proclamación, mantiene a los creyentes y les ayuda a superar
las dificultades y peligros en el desierto de este mundo que pasa.
Jesús dice que él mismo y no otra cosa es el verdadero pan
de vida bajado del cielo. Porque él es también la Palabra de Dios en persona
(Jn 1,14) . De manera que en cada una de sus palabras y de sus obras él mismo
es el que se ofrece como alimento a los creyentes, como vida de nuestras vidas.
Por lo tanto, el que escucha a Jesús con fe no recibe solamente palabras de
Jesús o sobre Jesús, sino la Palabra de Dios, que es el mismo Jesús (Lc 10,16).
La fe cristiana no es propiamente la creencia en una doctrina, sino un
encuentro personal con Cristo: una verdadera comunión con Cristo. De suerte que
Pablo pudo decir que "Vivo yo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien
vive en mi" (Gal 2,20).
Por último, Jesús dice que el pan de vida es su cuerpo. Más
exactamente: "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo"
(Jn 6,51). Fijémonos bien en estas palabras. No dice solamente "mi
carne", sino "mi carne para la vida del mundo". Por lo tanto, el
pan de vida es el cuerpo de Cristo que se entrega para que todos tengan vida. Y
esto significa que comulgar es para los discípulos de Jesús -debe ser- recibir
a Jesús e incorporarse a la vez a la causa de Jesús: "para la vida del
mundo". No recibimos el pan de vida, y si lo recibimos no lo recibimos con
provecho, cuando sólo buscamos nuestro provecho; esto es, cuando no aceptamos
con fe a Cristo y a Cristo crucificado, cuando estamos con él el Jueves Santo y
le abandonamos al llegar la hora de dar la vida. Para recibir a Cristo en la
comunión hay que comulgar con Cristo, con los sentimientos de Cristo y con la
causa de Cristo.
En definitiva resulta que el pan que da la vida es siempre
el amor (IJn4,8). Un amor que viene de
Dios para los hombres y se realiza en Cristo y por Cristo. Un amor que
recibimos de Cristo y que debemos hacer extensivo a todos los hombres. Un amor
que está en camino hacia su plenitud y que nos pone en camino hasta que Dios,
que es Amor, sea todo en todos. Este es el amor que nos eleva por encima de los
egoísmos y nos hace luchar no sólo por el pan, sino para que todos tengan pan.
Y esto puede ser un primer paso, pues el que lucha para que todos tengan pan ya
no busca sólo pan. Tiene hambre de algo más, hambre de justicia y de
fraternidad, hambre de todo aquello que soñamos cuando en nuestras eucaristías
compartimos un mismo pan.
“El Señor, Dios formó al hombre con polvo del suelo, e
insufló en su nariz aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Gn
2,7). El hombre participa de la doble dimensión: humana (formado por Dios del
polvo de la tierra) y espiritual (Dios insuflo en su nariz aliento de vida),
por eso es imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26). Por lo mismo requiere de dos
tipos de alimentos: Pan material y pan espiritual. El pan material es
importante pero, solo es fuente de energía para el cuerpo: “Comieron pan hasta
saciarse”; sus padres comieron mana y murieron” (Jn 6,49). El pan del alma
(espiritual) es otro alimento: “Este es el pan que desciende del cielo, para
que aquel que lo coma no muera” (Jn 6,50); “Yo soy el pan vivo bajado del
cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi
carne para la Vida del mundo" (Jn 6,51).
Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo
dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman, esto es mi Cuerpo. Después
tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: Beban todos de ella,
porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por
muchos para la remisión de los pecados” (Mt 26,26-28). Jesús, estando a la
mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él
había desaparecido de su vista. Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro
corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?" (Lc 24,30-32). “Lo reconocieron al partir el pan” (Lc 24,35).
Si no tenemos fe, no sabremos reconocer a Jesús en la eucaristía.
La fe es la certeza de lo que esperamos, y la convicción de
lo que no se ve (Heb 11,1). Por ella fueron alabados nuestros mayores. Por la
fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, (Gn 1,1) de
manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece. Por la fe, ofreció Abel
a Dios un sacrificio más excelente que Caín, por ella fue declarado justo, con
la aprobación que dio Dios a sus ofrendas; y por ella, aun muerto, habla
todavía” (Heb 11,1-4). ¿Por qué cito el tema de la fe?:
En primer lugar, la Encarnación de Jesús (Jn 1,14) que es el
acercamiento de Dios al hombre (Jn 14,7-10) se convierte en el gran obstáculo
para creer en Él. Porque no siempre coincide el pensar humano con la de Dios.
Recordemos por ejemplo la escena de Pedro con una inquietud humana ante Jesús
que dijo que el hijo del hombre será entregado en manos d sus enemigos y lo
mataran pero al tercer día resucitará: Pedro lo llevó aparte y comenzó a
reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".
Pero Jesús, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Apártate, de mi vista Satanás!
Tú eres para mí un obstáculo, porque tú piensas como los hombres y no como Dios”
(Mt 16,22-23). Hoy se reitera este impase ya no con sus discípulos sino con
todo el pueblo cuando Jesús les dijo: "Yo soy el pan bajado del
cielo". Ellos murmuraron: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José?
Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: "Yo
he bajado del cielo"? (Jn 6,41-42).
En segundo lugar, conviene saltar estas frases: “Serán todos
discípulos de Dios” o como dice el texto “serán todos enseñados por Dios” (Jn
6,45). Para ser discípulos hay que aprender del maestro y eso implica pensar
como el maestro y no como uno desearía. Por eso en otro episodio cita Jesús
estas afirmaciones: “El que no cree al Hijo, no cree al Padre que lo envió. Les
aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene
Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a
la Vida” (Jn 5,23-24).
En tercer lugar, se nos anuncia una gran verdad: “El que
cree ya tiene la vida eterna.” (Jn 6,47). No tenemos por qué esperar la muerte
para tener en nosotros la vida eterna de Dios. Ya la llevamos dentro. Así nos
lo dice San Pablo: Ahora que ha llegado la fe, ya no estamos sometidos a la
ley. Porque todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, ya que
todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo.
Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni
mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si ustedes
pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud
de la promesa” (Gal 3,25-29). O entro momento dice: “De Jesús aprendieron que
es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que
se va corrompiendo dejándose arrastras por los deseos engañosos, para renovarse
en lo más íntimo de su espíritu y revestirse del hombre nuevo” (Ef 4,22-24).
Y, en cuarto lugar, una afirmación que es todo un misterio
de gracia: “Nadie puede conocer a Jesús si el Padre no le atrae.”(Jn 6,44) Lo
cual nos está planteando todo un mundo de cuestionamientos sobre la fe. Con
razón un día los mismos discípulos dijeron: "Auméntanos la fe. Él
respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y
dijeran a esa montaña que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el
mar", ella les obedecería” (Lc 17,5-6). Así pues, si movidos por el don de
la fe nos acercamos al Maestro supremo, sus enseñanzas tienen profundo sentido
cuando hoy nos ha dicho; “Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo
soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no
muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo" (Jn
6,47-51).
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