domingo, 18 de agosto de 2024

DOMINGO XXI - B (25 de Agosto del 2024)

 DOMINGO XXI - B  (25 de Agosto del 2024)

Proclamación del Santo Evangelio según San Juan 6, 60 - 69:

6:60 Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?"

6:61 Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?

6:62 ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

6:63 El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

6:64 Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

6:65 Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".

6:66 Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

6:67 Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?"

6:68 Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

6:69 Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.

 Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

 Les dijo Jesús: “Las palabras que les he dicho son Espíritu y Vida” (Jn 6,63) ¿Qué dijo Jesús en sus enseñanzas?: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,54), y “El que me envió esta en la verdad y lo que El me enseño, eso es lo que yo enseño” (Jn 8,26).

Cuando sucedió que alguno o muchos se retiraron, Jesús tuvo que llevarse una gran desilusión. Ver que toda aquella gente que decía seguirlo, de pronto se echa atrás y lo abandona. Jesús tuvo una gran desilusión, y no lo siente tanto por Él y sus enseñanzas cuanto por la gente misma. ¿Por qué por la gente misma? Porque no acepta el mensaje porque el precio del cielo es muy alto y se cierra a la buena noticia del Reino. Comenzaron el nuevo camino y se desalentaron. Comienzan a buscar excusas. “Esta palabra es dura. ¿Quién puede escucharle?” (Jn 6,60). ¿Qué Palabra del Maestro fue muy dura para la gente que se marchó? Jesús les dijo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". ¿Cómo reaccionaron los judíos? Se escandalizaron y discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?" (Jn 6,51-52). Estas afirmaciones de Jesús como “el pan que tenemos que comer”, tenían sin duda que sonarles a algo bien extraño.

Mientras Jesús nos habla del pan material o de la mesa, todo va bien. Recordemos aquella advertencia que Jesús  ya había hecho a la gente: "Les aseguro que ustedes no me buscan, porque entendieron el signo que les mostré sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento que dura un día, sino por el pan que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello" (Jn 6,26-27). Como vemos, ya Jesús advierte a la gente que los que lo siguen lo hacen por interés de saciar el estómago y no porque buscan saciar el espíritu. Al respecto san Pablo nos aclara que: “El reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino alegría y vida en el espíritu” (Rm 14,17).

Pues, ahora bien, cuando nos hablan de un nuevo pan: “Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente" (Jn 6,58). Simplemente ya no entendieron ni entendemos nada. Lo mismo le sucedió a Nicodemo cuando Jesús le dice que tiene que “nacer de nuevo” (Jn 3,3-5) y él no entiende otro nacimiento que el regresar al vientre de su madre.

 En ese discurso y enseñanza respecto al pan y el reino del cielo, se produce el conflicto del seguimiento y consiguientemente el requerimiento y decisión del hombre respecto a Jesús. Es una decisión libre y responsable de los hombres, como veremos, pero Jesús reitera que la iniciativa es totalmente de Dios. El primer paso es tener en cuenta cuando dijo: “Quien quiera venirse conmigo, que se niegue a si miso, que cargue con su cruz de cada día y me siga” (Mt 16,24). El siguiente paso es entender el consejo: “Lo que Dios espera de Uds. es que crean en el que Él envió. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae. Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre” (Jn 6,29.37.44.65). Es una decisión radical y no a medias, así nos advierte cuando nos dice: “Quien pone mano al arado y mira atrás no es digno del reino celestial” (Lc 9,62). Es decir, optar por Dios, no es cuestión de mera ilusión o de bonitas palabras, así por ejemplo aclara al joven inquieto que le dijo te seguiré a donde quiera que vayas: “Las zorras tienen madrigueras, las aves su nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Lc 9,57).

Hasta ahora la decisión de la mayoría, incluidos de algunos discípulos, ha sido rechazar sus palabras y abandonarlo. Los únicos que no se han pronunciado aún son los Doce. Pero Jesús también va a urgir una decisión personal libre de ellos: “¿También Uds. quieren marcharse?” (Jn 6,67). La respuesta de Pedro es libre y representa a los Doce, y también a todos los que creemos en Cristo: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna”(Jn 6,68). Pero, según la afirmación de Jesús, ellos y nosotros respondemos así porque somos de aquellos a quienes “el Padre ha atraído”(Jn 6,65). Por eso nosotros seguimos diciendo con Pedro: “Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68). Y, sin embargo, “uno de los Doce” (Jn 6,70) lo iba a entregar. Ante esto no podemos más que exclamar: ¡Que insondable misterio el de la libertad humana! (Slm 8,5).

En resumen: “Dios hizo al hombre en el principio y lo dejó librado a su propio albedrío. Si quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que le agrada. Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que el escoja” (Eclo 15,14).

Las doce tribus de Israel (Iglesia en el A.T.) llegan a la tierra prometida, Josué las convoca para sellar un  pacto de fidelidad al Señor. Podemos recordar aquí el largo camino por el desierto, tantas  dificultades que ahora llegan a término. Ahora es un momento decisivo. Y en este momento  decisivo hay que escoger: el Dios que ha conducido a Israel (con todo lo que eso también  implica de estilo de vida liberado y liberador), o los dioses antiguos y los dioses de los  pueblos vecinos (Jos 24,15-18). Tres aspectos resultan especialmente significativos:

1. Es una decisión. Y una decisión nada fácil, que el mismo Josué presenta de manera  polémica e incluso desafiante. Nuestra voluntad de seguimiento de Jesús también es una  decisión, y no algo que vamos arrastrando sin planteárnoslo nunca (¡Y sin que, en  consecuencia, nos implique nunca nada!)

2. La decisión se toma por un convencimiento experiencial profundo. Los motivos que el  pueblo da para seguir al Señor no son motivos teóricos: es la experiencia, la liberación  vivida, toda una historia que hace inimaginable ninguna otra posibilidad que no sea esta de  seguir al Señor. La última frase es maravillosa: "También nosotros serviremos al Señor: ¡es  nuestro Dios!" (Jos 24,18). El motivo es éste: él "es nuestro Dios". También el seguimiento de Jesús  funciona así. Es la gran síntesis de Pedro: "¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras  de vida eterna, Tu eres el santo de Dios"(Jn 6,68-69).

3.  La asamblea (Iglesia- Mt ,18) es el lugar de la decisión. La  decisión de seguir al Señor no es una decisión individual, sino una decisión que se plantea  colectivamente, en asamblea. La asamblea es el lugar en donde se afirma y se renueva  esta voluntad de seguimiento. Y eso nos ha de interpelar a nosotros. Nosotros tampoco  somos cristianos individualmente, como si fuera una cuestión de línea directa entre cada  uno y Dios. Nuestra asamblea eucarística de cada domingo es el lugar donde se hace  visible y real esta característica básica del ser cristiano en comunidad. Y la Eucaristía  tiene que ser un lugar donde se reafirma y renueva, cada domingo, la adhesión al Señor:"¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios" (Jn 6,68-69).

“Desde ese momento muchos se retiraron”(Jn 6,66): ¿DONDE ESTA LO INACEPTABLE? El evangelio de hoy concluye esta serie de cinco domingos de Juan. Y la concluye, como  la primera lectura, con una exigencia de decisión.

Lo inaceptable para los seguidores de Jesús (¡son los seguidores los que se  escandalizan, no los de fuera del grupo!) no es, ciertamente, sólo una comprensión  antropofágica del anuncio de la Eucaristía. Eso es más bien la excusa. Lo inaceptable es que, todo lo que pretende Jesús: por un lado, ser él, un hombre como los demás, el hijo de José (Jn 6,52),  el único criterio de vida, el único camino a seguir si uno tiene ganas de "obrar como Dios  quiere"; por otro, ser él -recordémoslo: un hombre- quien da vida, y vida eterna, e invita a  unirse a él de una manera que supera toda unión humana y que llega incluso a la  experiencia física del alimento.

Lo inaceptable, al fin y al cabo, es que Jesús lo pretende todo (Jn 14,6). Pretende que quien quiera llegar a Dios debe cambiar radicalmente su vida y asumir una  vida entregada hasta la muerte por amor; y pretende ser él el objeto de fe, el depositario de  la vida divina, quien puede hacer pasar a los hombres de la realidad débil y contingente de  este mundo a una realidad definitiva, la realidad de Dios (Jn 5,24).

Hoy Jesús mismo muestra dónde está realmente el problema: el momento  clave, en el que culminará todo lo que él ha querido decir, será el misterio pascual: cuando  el Hijo del hombre "suba a donde estaba antes" (Jn 6,62). Aquel será el gran momento de la decisión,  el momento en que habrá incluso quien le traicionará y le llevará a la muerte.

La pregunta final de Jesús es la versión joánica de la confesión de Cesarea, pero con  más dramatismo. En Cesarea Jesús constata que nadie comprende quién es él y pregunta  a ver si los discípulos lo han comprendido (Mt 16,15). Ahora, aquí, la pregunta es si también los doce  le abandonarán. Y la respuesta también es de Pedro, y con un toque fuertemente vivencial:  "¿A quién vamos a acudir?" (Jn 6,67-68). Al hablar de la primera lectura ya dábamos algunas concreciones para la homilía. De todo  cuanto llevamos dicho, la concreción más clara es hacernos la pregunta de si nosotros  realmente asumimos todo lo que Jesús pretende, o si sólo asumimos una parte (¿el estilo  de vida?, ¿el tenerlo como punto de referencia personal? ¿la fe en su salvación? ¿el don  de la Eucaristía?...), y si todo lo que él pretende forma de verdad parte inseparable de  nuestra vida.

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