UN SALUDO FRANCISCANO DE PAZ Y BIEN A TODOS LOS PARTICIPANTES DEL CONGRESO DIOCESANO DE TACNA Y MOQUEGUA - PERÚ "EL PAPEL DEL LAICO A LA LUZ DEL CONCILIO VATICANO II"
"AUMENTANOS LA FE"
DOMINGO 27 - C / 6 de octubre del 2013
Evangelio según San Lucas 17,5 - 10:
En aquel tiempo, dijeron los apóstoles al Señor; “Auméntanos
la fe.” El Señor dijo: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza, y si dijeran a
esta montaña: "Arráncate y plántate en el mar", y les obedecería.”
“¿Quién de Uds. tiene un siervo arando o pastoreando y,
cuando regresa del campo, le dice: "Pasa al momento y ponte a la mesa?"
¿No le dirá más bien: "Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme
hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?"
¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le
fue mandado? De igual modo Uds. cuando hayan hecho todo lo que les fue mandado,
digan: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer.” PALABRA DEL
SEÑOR.
Estimados amigos(as) en el Señor paz y bien.
El domingo anterior hemos meditado Lc. 16,19-31, donde el
Señor nos describe dos realidades distintas al que el alma nuestra un día
tendrá que afrontar: O bien estará en el seno de Abraham que es el cielo (Lc 16,22) o bien estará en
el abismo que es el infierno (Lc 19,23). No hay otra posibilidad y ¿cuándo será
eso? Nadie lo sabe… “Estén preparados -dice el Señor- porque a la hora que menos lo piensen
viene el hijo del hombre” (Mt 24,44).
¿Por qué es importante situar la dimensión de la fe? Hoy, el
tema a meditar en el evangelio es, sin duda la fe. Y es que, no es posible ilusionar el
cielo en base a la riqueza y fortuna material (Mc 10,17ss) sino en base a la
fe. Porque solo quien tiene fe sabrá qué busca y adónde va y así nos ha dicho
el Señor: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le
abrirá” (Mt. 17-8) ¿Los discípulos
auténticos le piden pocas cosas a Jesús por no decir lo sustancial? Claro que
algunos atrevidos le pidieron los primeros puestos en el Reino (Mc. 10,37).
Fuera de eso solo dos cosas básicas le pidieron: “Enséñanos a orar” (Mt. 6,6).
Y la otra, lo que hemos leído hoy: “Auméntanos la fe” (Lc 17,5).
Al tratar este tema, me recuerda lo del padre del muchacho
endemoniado que dice a Jesús: “a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua
para matarlo. Si puedes hacer algo por mi hijo, ten piedad de nosotros y
ayúdanos. Si puedes...!, Jesús respondió: Todo es posible para el que cree y
tiene fe. Inmediatamente el padre del niño exclamó: Creo, pero aumenta mi fe porque tengo
poca fe” (Mc 9,22-24). Pues, sería dable preguntarnos si los discípulos no
tenían fe, claro que los tenía esa fe, pero era todavía una fe incipiente, fe
del Antiguo Testamento, insuficiente como para seguirle de verdad a Él. Por
eso, no le piden la fe, sino que aumente la que tienen. No es que traten de
aumentar la “cantidad”, sino la “calidad”, porque la verdadera fe no se aumenta
por cantidad, se aumenta por la calidad.
Es posible que muchos de nosotros le hayamos pedido muchas
cosas al Señor pero ¿le hemos pedido alguna vez “Señor aumenta nuestra fe”? Si
nos examinamos debidamente puede que seamos creyentes, pero nuestra fe resulta
demasiado pobre, insuficiente como para orientar y animar nuestra vida. También
pudiera darse que con la costumbre nuestra fe debe purificarse porque también
se va degenerando y necesita limpiarse de demasiadas adherencias que la
deforman, cosas que no son del querer de Dios, sino del enemigo, como la mala
hierba o la cizaña (Mt 13,24).
En el año de la fe sería bueno preguntarnos ¿Cuál es la
concepción de Dios que tenemos? ¿Quién es Jesús para mí? ¿Acaso no es cierto
que hemos deformado demasiado la imagen de Dios? ¿Acaso no hemos deformado
demasiado la imagen de Iglesia? ¿Acaso no hemos deformado demasiado la imagen
del mismo Jesús y de su Evangelio? ¿Acaso no hemos deformado demasiado la misma
concepción de Dios autentico para creer en un dios de nuestra conveniencia? Y
¿Dónde quedo el Dios que Jesús nos presenta? Sería conveniente y muy urgente
pedir al Señor: aumenta nuestra fe para que dejemos de vivir en ese dios de
nuestros caprichos y vivamos en el Dios autentico que Jesús nos ha revelado.
Los discípulos un día le pidieron a Jesús: “Enséñanos a
orar” (Mt 6,6). Y no es que no supiesen orar, sabían orar como se oraba en el
Antiguo Testamento. Lo que necesitan es aprender a orar con la nueva visión de
oración ceñida en el Nuevo Testamento. Sabían orar como habían aprendido en la
Ley, ahora quieren aprender a orar como oraba Jesús. Jesús les advierte que la fe del formalismo o de la ley como esa fe de los fariseos no tiene sentido en el seguimiento a Jesús. La ley mata mas el espíritu da vida dirá San Pablo (IICor 3,6).
Esta vez le piden: “Aumenta nuestra fe” (Lc 17,5). Algo así
como si fuese aumentar de peso o aumentar de sueldo. La respuesta de Jesús
resulta un tanto extraña, pero muy real. No es cuestión de “cantidad o volumen
de fe”. Jesús más bien les hace ver que no tienen apenas fe. “Porque si
tuvieran fe como un granito de mostaza, la fe mueve montañas”
Es posible que muchos de nosotros también le pidamos “que
nos aumente la fe”, que nos “dé más fe”. La fe no es cuestión de “cuánta”
tenemos, sino de “cómo” es la que tenemos. Lo importante no es la cantidad de
fe, sino la “calidad de nuestra fe”. Porque podemos pensar que creemos y que
tenemos bastante fe, pero una fe de escasa calidad, nuestra fe no transmite
vida. La fe de mama, o papa o la abuela tuvo su tiempo, ahora nuestros tiempo
requieren de una fe más acorde a nuestra realidad. Y quien te dijo que la fe se
queda petrificada en el pasado y como cosa de historia?.
Tenemos fe en sus doctrinas. Tenemos fe en lo que se nos
dice. Pero lo que realmente necesitamos es “reavivar en nosotros una fe viva y
fuerte en la persona de Jesús”. “Lo importante no es creer en cosas que bien
puede darnos Jesús, sino creer en Él.”
Para tener más fe en Jesús, necesitamos conocerle más a Él,
y cómo conoceremos más Jesús si no gustamos experimentar su presencia en
nuestras vidas que empezará por leer su palabra, orar con su palabra, meditar
en su forma de vida, es decir sentir la dulzura en el alma por vivir en Jesús.
Pero no se trata de un conocimiento de sus doctrinas, que luego vendrán por su
pie, sino de conocerle como se conocen a las personas. No conocemos a las
personas por sus ideas, sus teorías o por el lugar que ocupan, donde viven y de
donde vienen. A las personas las conocemos cuando entramos dentro de ellas, las
vemos por dentro y nos fiamos de ellas, confiamos en ellas, y hasta somos
capaces de entregarles nuestras vidas. ¿Acaso el matrimonio no es un fiarnos el
uno del otro hasta entregarle nuestra vida “hasta que la muerte nos separe, en
la alegría y la tristeza, en la riqueza y pobreza, en la salud y en la
enfermedad” (forma de consagración conyugal)? “De manera que ya no son dos,
sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mt 19,6).
Nuestra fe necesita de mejor calidad. Puede que seamos
creyentes, pero hasta donde nos sentimos atraídos por la persona de Jesús.
¿Hasta dónde nos fiamos plenamente de Jesús? ¿Hasta dónde somos capaces de dar
nuestras vidas por El? La cantidad está bien para el dinero, más para la fe lo
que se necesita es calidad, de lo contrario no llegará ni siquiera a un
diminuto “grano de mostaza”. Mejor dicho con la forma de fe como tenemos, nos
es fácil seguir a un Jesús “el súper héroe” o un Jesús una tanto ceñido de nuestras fantasías
y por el contrario nos es difícil seguir a un Jesús que tiene que someterse a
manos de sus enemigos y ser muerto. Pedro le confiesa orgulloso como el Mesías
de Dios como el cree tener a su gusto. En cambio, cuando Jesús les habla de su
muerte, la fe de Pedro se viene abajo y hasta recibe una buena reprimenda (Mt.
16,21-23). En tal contexto, ¿cómo no va a ser necesario que nos aumente la fe
para re-direccionar o purificar nuestra fe de esas fantasías que nos despoja
del ser autentico de Dios?