DOMINGO XXVIII - A (15 de Octubre del 2017)
Proclamación del Santo Evangelio
según San Mt 22,1-14:
22:1 Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo:
22:2 "El Reino de los Cielos se parece a un rey que
celebraba las bodas de su hijo.
22:3 Envió entonces a sus servidores para avisar a los
invitados, pero estos se negaron a ir.
22:4 De nuevo envió a otros servidores con el encargo de
decir a los invitados: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados
mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las
bodas".
22:5 Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se
fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
22:6 y los demás se apoderaron de los servidores, los
maltrataron y los mataron.
22:7 Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas
para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
22:8 Luego dijo a sus servidores: "El banquete nupcial
está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
22:9 Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos
los que encuentren".
22:10 Los servidores salieron a los caminos y reunieron a
todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de
convidados.
22:11 Cuando el rey entró para ver a los comensales,
encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.
22:12 "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el
traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio.
22:13 Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de
pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar
de dientes".
22:14 Porque muchos son llamados, pero pocos son
elegidos" PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el
nombre de Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros" (Mt 1,23).
El reino de Dios no es otra cosa que Dios está con nosotros y nosotros con
Dios. El estar con Dios hoy se nos dice que es un ambiente festivo: "El
Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo” (Mt
22,2).
El reino de Dios tiene que ver con nuestra salvación. De ahí
que nos preguntamos constantemente: “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc
13,23). Se salvaran todos los que entran al banquete de boda del Cordero. Previa aceptación de la invitación que se nos
hace (Mt 22,10) “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). Los que están revestidos
con traje de fiesta (Mt 22,12) “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener
la salvación eterna?” (Mt 19,16). Obtener el denario como recompensa de la
jornada de trabajo en la viña (Mt 20,8). Es decir tener el pase de entrada a la
fiesta (denario).
Para obtener la
salvación hace también hace falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada,
y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la
oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt
18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad
significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un
propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su
viña” (Mt 20,1). “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús”
(Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad
(Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir,
todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo:
“El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale
a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1).
Los de los dos hijos enviados a la viña (Mt 21,28-32), los
de los viñadores homicidas (Mt 21,33-43), lo del banquete de boda del hijo del
rey (Mt22,1-14) tienen en común un hilo conductor como ya hemos dicho reiteradas
veces y es respecto a Reino de Dios: La interpelación a la libre opción.
Siempre se hace sobre la libre voluntad de los que son llamados. Incluso el
evangelio de hoy termina destacando que: “Muchos son los llamados, pocos los
escogidos” (Mt 22,14). El mensaje es que Dios no nos obliga, no nos mete a
empellones al cielo; sino que, más bien nos deja a la libre decisión y espera
nuestra respuesta muy pacientemente. Es así como: Los hijos son invitados a
trabajar en la viña del padre. A los viñadores se les recuerda que deben
entregar los frutos que le corresponden al patrón. Los invitados son llamados a
participar en el banquete de la boda del Hijo del Rey. Y conviene recordar que
solo tenemos dos opciones: Si o no (Mt 5,37). Y cada una de estas opciones
tienen connotaciones muy distintas como efecto: El cielo o el infierno (Lc
16.19-31).
Jesús otra vez habló en parábolas (Mt 13,34) y les dijo:
"El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su
hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos
se negaron a ir… no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su
campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los
apaliaron y los mataron” (Mt 22,2-6). En efecto, Dios nos ha enviado un montón
de tarjetas de invitación a la boda de su Hijo y los que recibieron estas
invitaciones no quisieron participar de la boda. Todos estaban demasiado
ocupados, sus ocupaciones eran más importantes que la boda de Jesús con el
hombre (Lc 9,57-62). Nunca comprendieron o comprendimos lo que se nos dice:
“Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero" (Ap
19,9).
La relación de Dios con el hombre se describe en la Biblia
como alianza: “Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel,
después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley dentro de ellos, y
la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jer
31,33). Mismo Jesús se declaró en algún
momento como el novio: "¿Acaso los amigos del novio pueden estar tristes
mientras el novio está con ellos? Llegará el momento en que el novio les será
quitado, y entonces ayunarán. (Mt 9,15). La Iglesia presentada como la novia:
“Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de
Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo” (Ap 21,2).
¿En qué momento es el desposorio entre el novio y la novia si no es el momentos
del sacrificio de la redención?: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”
(Lc 23,46). ¿Se imaginan la muerte de Jesús como una boda? ¿Y se imaginan que,
nosotros a veces nos neguemos a participar de la boda de Dios con nosotros en
cada Santa Misa festiva o dominical?
Los primeros invitados, los que han tenido preferencia y se
negaron a asistir, serán suplidos por otros, por aquellos a quienes nadie
invita. Salgan, dice, al cruce de los caminos e inviten a todos los que
encuentren bueno y malos. No se fijen si son de los que la gente excluye y
margina. Desde ahora, quiero que todos sean invitados del novio y participen de
la boda de mi Hijo (Mt 22,9). La parábola de los invitados a la boda, puede ser
un bello modelo de cómo quiere Jesús que sea su Iglesia. Si Jesús es el novio,
la Iglesia es la novia, y el Padre es quien organiza la fiesta de bodas. Y
¿dónde entramos a tallar nosotros si no es en la iglesia por el bautismo? (Jn
3,5). Pero no todos tienen vocación de fiesta. Abundan los que siempre tienen
alguna excusa para no asistir y, claro, siempre son los mismos. Los que han
comprado campos. Los que tienen que probar la nueva máquina. Pero aquí un detalle. Dios no se da por
rendido. Por eso dice: “Salgan al cruce de caminos, y a todos los que
encuentren, invítenlos a la boda.” Los criados salieron y reunieron a todos los
que encontraron, malos y buenos.” Entonces la sala se llenó de comensales (Mt
22,9).
Pero antes del inicio de la fiesta de boda, hay un detalle
importante. El Rey entró a saludar a todos los comensales y advirtió que uno,
no llevaba traje de fiesta, era un intruso y le dijo: "Amigo, ¿cómo has
entrado aquí sin el traje de fiesta? El otro permaneció en silencio. Entonces
el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a
las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,12-13). Es
necesario revestirnos con traje de fiesta. Claro que hemos sido invitados a la
boda no por ser buenos, sino incluso por ser malos, pero al entrar en la
fiesta, en la misma puerta debemos despojarnos del traje de luto, dolor,
resentimientos, rencores, etc. Quien pretende participar de la fiesta ceñida de
falsedad o hipocresía, no está revestido con traje de fiesta, y será echado a
las tinieblas, que es el infierno: “Epulón exclamó: Padre Abraham, ten piedad
de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque
mi lengua, porque estas llamas me atormentan" (Lc 16,24).
El traje de fiesta es la santidad. Si deseamos estar en el
banquete de bodas del hijo, debemos si o si revestirnos con traje de santidad.
Jesús oró al padre: “Hazlos santos mediante la verdad. Tu palabra es verdad”
(Jn 17,17). San Pedro dice: “Así como
aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta,
(IPe 1,15) de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy
santo, (Lev 9, 2).
Somos especialistas en saber disculparnos: “no tengo
tiempo”, “estoy ocupadísimo”, “otra vez será”, “lo siento mucho pero no puedo”.
También somos educados en disculparnos ante Dios: “Se me pasó y no me di cuenta
que era domingo o fiesta.” “Tenía mucho que hacer, porque durante la semana
trabajo.” “Tenía que cuidar de mis niños.” Cuando se trata de negarnos a creer,
tampoco nos faltan motivos: “Es que la Iglesia no soluciona el problema de los
pobres.” “Es que en la Iglesia hay muchos pecadores.” “Es que la Iglesia está
compuesta de hombres.” “Yo sí creo en Jesús, pero no en la Iglesia.” “Yo sí
creo en Dios, pero a mi manera.” Nos falta mucha sinceridad y nos sobran
disculpas. Nos falta mucha honestidad con Dios y nos sobran razones para no
creer en Él. Creo a cualquier noticia de periódico y hasta la divulgamos, pero
eso de creer en Dios está ya desfasado y pasado de moda. Eso por no decir, Dios
me estorba porque me impide vivir como yo deseo. Yo quiero ser libre. Se
olvidan que Dios es libertad. No me conviene creer en el Evangelio porque
tendría que cambiar de vida y no estoy dispuesto a hacerlo. Por eso, muchos que
dicen no creer, en el fondo llevan como una polilla que les habla de Dios.
Hacer cosas de Dios no es cuestión de ilusiones. No seamos
como el joven rico que ilusiona el cielo y ahí queda todo: “Un hombre corrió
hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer
para heredar la Vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios
es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no mientas, no robes… él
dijo: todo eso ya cumplí, que más me faltará? Jesús le dijo: si quieres ser
perfecto anda, vende todo y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme” (Mc
10,17). Dijo también que al cielo no se llega con bonitos deseos: “No son los
que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los
Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu
Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu
Nombre?". Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense
de mí, ustedes, los que hacen el mal" (Mt 7,21-23).