DOMINGO III T.O. – B (24 de Enero del 2021)
Proclamación del santo evangelio según San Marcos 1,14-20
1:14 Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a
Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
1:15 "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está
cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".
1:16 Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a
Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran
pescadores.
1:17 Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores
de hombres".
1:18 Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
1:19 Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y
a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En
seguida los llamó,
1:20 y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los
jornaleros, lo siguieron. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna o el reino
de Dios? (Mc 10,17). Para heredar la vida eterna tenemos que escuchar la
Palabra de Dios (Jn 1,14), que nos dice: “Yo soy camino verdad y vida, nadie va
al Padre sino por mi” (Jn 14,6). Y nos invita: “Vengan a mí todos los que están
fatigados y cansados, y yo les daré descanso” (Mt 11,28).
El evangelio de hoy aborda el tema de la llamada y tiene dos
partes: la primera parte comprende solo dos versículos (Mc 1,14-15) y se puede
resumir en un solo verbo: Anunciar. ¿Anuncio de que? De la buena noticia. Y ¿en
qué consiste esta buena noticia?: “Que el tiempo se ha cumplido: el
Reino de Dios está cerca. Ahora qué hacer? Hay que Convertirse y creer en el
evangelio (Mc 1,15).
La segunda parte del evangelio comprende 5 versículos (Mc
1,16-20) y se puede resumir con otro verbo: seguir. Jesús les dijo:
"Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos
dejaron sus redes y lo siguieron” (Mc 1,17-18).
Y si deseamos profundizar el mensaje conviene preguntarnos:
¿Quién, qué, cómo, cuándo y paraqué anunció? Luego más preguntas: ¿Por qué,
cómo cuándo y para que seguir? El anuncio es la proclamación que hace Jesús de
su mensaje; el seguimiento lo vemos en dos escenas de pescadores, llamados a ir
en pos de Jesús: Simón y Andrés, Santiago y Juan, dos parejas de hermanos
carnales entre sí, que son el paradigma de cuál es el seguimiento de todo
cristiano, que ha tomado a Jesús como maestro, como guía, como Señor y
Salvador. Jesús anuncia o proclama cuatro cosas:
1) Que el tiempo se ha cumplido. 2) Que el reino de Dios
irrumpe sin demora. 3) Que nos convirtamos, 4) acogiendo el Evangelio.
Este fue el anuncio de Jesús, anuncio que hoy nos llega a
toda la Iglesia en son de una atenta invitación. En la primera comunidad
cristiana el anuncio será el kerigma, el anuncio cumplido, Jesús muerto y
resucitado: “Pedro y los demás apóstoles proclamaron ante todo el pueblo de
Israel. Sepan que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho
Señor y Mesías. Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y
dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: "Hermanos, ¿qué debemos hacer
ahora? Pedro les respondió: Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de
Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del
Espíritu Santo” (Hch 2,36-38).
Ahora Jesús nos ha dicho “El tiempo se ha cumplido” (Mc
1,15). Jesús ve la historia humana como “tiempo de Dios”, tiempos sucesivos en
los que él iba actuando y haciendo su obra. Y ve que este es el tiempo final,
la verdadera culminación de la historia. San Pablo llamará a esta etapa la
“plenitud de los tiempos” o la “plenitud del tiempo”: “Cuando llegó la plenitud
del tiempo envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley” (Gal
4,4). O simplemente como lo dice Juan: “La Palabra de Dios se hizo carne” (Jn
1,14). Luego el mismo Señor nos lo dirá: “El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a
los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús
cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían
los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido este
pasaje de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4,18-21).
Jesús es consciente de que este es el tiempo de Dios, el
tiempo final detrás del cual no viene otro superior, no hay otra etapa
realmente nueva en la historia humana, y sabe que él es el centro y el
protagonista de este tiempo. Y lo dice de esta forma: “y el reino de Dios está
cerca” (Mc 1,15), una frase que ha dado lugar a múltiples explicaciones. Pero a
la luz de la secuencias de los hechos de la vida de Jesús, nosotros nos damos
cuenta de que el reino de Dios ha comenzado a llegar con él. Los milagros de
Jesús están delatando, todos ellos, que el reino de Dios estaba allí. Jesús es
el inicio del reino de Dios, que definitivamente se ha empezado a implantar en
la tierra y que no tiene marcha atrás. Jesús al dejarnos oír estas palabras,
felizmente nos sentimos involucrados: con Jesús estamos en el reino; somos
testigos de las maravillas del reino; testigos y beneficiarios. Jesús comienza
a actuar de esta manera: anunciando la obra de Dios en la historia.
Los primeros que se apuntan a este reino, que comienza a
hacer su aparición en la tierra son unos pescadores humildes del lago (Mc
1,16-20). En realidad, no se apuntan ellos; Jesús los llama con divina
autoridad y ellos aceptan la llamada al instante. El reino no es ninguna
conquista, sino que es un don del Padre. Eso fue entonces y eso es hoy. El
reino no es una opción que uno hace con generosidad, incluso perdiéndolo todo
por alcanzarlo; el reino es siempre, absolutamente siempre, un regalo que
gratuitamente nos da el Padre del cielo. Lo que pide Jesús para entrar en el
reino es una sola cosa. Está expresada en esta frase del Evangelio: Convertíos
y creed en el Evangelio (Mc 1,15), una llamada que se podría expresar
correctamente de esta manera: “Convertíos, creyendo en el Evangelio”. ¿Qué es
convertirse? Creer. Creer en el Evangelio o “creer en el Jesús del Evangelio”,
que es lo mismo, creer en Jesús, aceptar a Jesús, haberse encontrado con Jesús
dándole plena entrada en nuestro corazón.
Convertirse no es dejar una vida de pecado y
esforzarse por una vida ejemplar. Es algo más simple, más exigente, más vital y
constante: Convertirse es adherirse a Jesús, porque realmente lo he encontrado
y esto es el acontecimiento nuevo y absoluto de mi vida. Aquí comienza el mundo
y aquí culmina, cuando yo me encuentro con Jesús. Es un encuentro de amor que
ha dado un rumbo y un sentido nuevo a mi vida. Es el comenzar a vivir bajo el
régimen de la gracia, no de la ley. Evidentemente que si antes uno está en el
ámbito de los vicios y pecados, al punto saldrán de aquellas esclavitudes para
aceptar el dulce yugo del Señor.
Las dos escenas de seguimiento que vienen a continuación nos
dicen qué es esta conversión y seguimiento, este cambio de vida y nacimiento de
algo diferente, nuevo y totalmente inesperado. “Vengan en pos de mí y los haré
pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”(Mc
1,17-18). Dejaron una vida, dejaron todo y se lanzaron camino de un nuevo
amanecer. Dejaban redes, dejaban familia, dejaban pasado, dejaban futuro.
¿Adónde les iba a llevar el nuevo rumbo que se abría, y que
se llama simplemente fe? Les llevaba a Jesús y adonde Jesús fuera. Conversión y
seguimiento, fruto de un anuncio, de una llamada, conversión fulminante que se
presenta como la nueva creación. La palabra de Jesús opera lo que dice, igual
que Dios en la creación: Dios lo dijo y existió.