DOMINGO DE LA PASCUA DE RESURRECCIÓN - B (04 de abril de 2021)
Proclamación del Santo
Evangelio según San Juan 20, 1-9:
20:1 El primer día de la
semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al
sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
20:2 Corrió al encuentro de Simón
Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado
del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
20:3 Pedro y el otro discípulo
salieron y fueron al sepulcro.
20:4 Corrían los dos juntos, pero
el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
20:5 Asomándose al sepulcro, vio
las vendas en el suelo, aunque no entró.
20:6 Después llegó Simón Pedro,
que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo
20:7 y también el sudario que
había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un
lugar aparte.
20:8 Luego entró el otro
discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él vio y creyó.
20:9 Todavía no habían
comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los
muertos. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados hermanos en el
Señor glorificado paz y bien.
“Si un profeta se atreve a
pronunciar en mi Nombre una palabra que yo no le he ordenado decir, o si habla
en nombre de otros dioses, ese profeta morirá". Y ¿Cómo sabremos que tal
palabra no la ha pronunciado el Señor? Si lo que el profeta dice en nombre del
Señor no se cumple y queda sin efecto, quiere decir que el Señor no ha dicho
esa palabra” (Dt 18.20-22). Pero si lo que el profeta dice y se
cumple lo que dice, esa palabra viene de Dios y el profeta viene de
Dios. “Cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho
esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado” (Jn
2,22).
El Evangelio leído en esta
fiesta de las fiestas podemos titular con este anuncio: “¿Por qué buscan entre
los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó. Acuérdense de lo que les dijo
cuando todavía estaba en Galilea: el Hijo del Hombre debe ser entregado en
manos de los pecadores y ser crucificado, y al tercer día resucitará.” (Lc
24,5-7). La experiencia pascual que significa: “Antes de la fiesta de Pascua,
sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al
Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el
extremo. Y sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y
que había salido de Dios y que a Dios volvía” (Jn 13,1;3). Es la puesta en
práctica de todo lo que dijo e hizo.
Dijo ya Jesús: “Salí del
Padre y vine al mundo… Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16,28) ¿Por
qué vino y a qué vino Jesús? Vino porque Dios no quiere la muerte del pecador
sino que se convierta y viva (Ez 33,11). El hijo tiene esa misión: “Tanto amó
Dios al mundo que envió a su Hijo Único, para que quien cree en él no muera,
sino que tenga vida eterna. Porque, Dios no envió al Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16). Por eso
Jesús siempre ha dicho: “Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la
tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor que da su vida por las
ovejas". En el afán de cumplir su misión Jesús dio su vida: “Así como
Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también el Hijo del hombre
será levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”
(Jn 3,14). “Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces
sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el
Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo
hago siempre lo que le agrada” (Jn 8,29-29).
En primer lugar: María Magdalena
descubre que la tumba está vacía (Jn 20,1-2).Notemos los movimientos de María
Magdalena destacando la figura de la mujer en el anuncio de la Buena Noticia
(La tumba vacía, Jesús resucitado): María muy madrugada: “Va al sepulcro cuando
todavía estaba oscuro” (Jn 20,1). Esta acción es signo evidente de
que su corazón latía fuertemente por aquel que vio morir en la cruz. Pero
también es cierto que la hora de la mañana y los nuevos acontecimientos tienen
correspondencia: de madrugada muchos detalles anuncian un gran y radical
cambio, la noche se aleja, el horizonte se aclara y bajo la luz todas las cosas
van dando poco a poco su forma. Así sucederá con la fe en el Resucitado:
habrá signos que anuncian algo grande, pero sólo en el encuentro personal y
comunitario con el Resucitado todo será claro, el nuevo sol se habrá levantado
e irradiará la gloria de su vida inmortal.
María una vez descubierta
la puerta movida “corre” enseguida porque presupone que el cuerpo del señor no
está porque no entró a la tumba y va a informarles a los discípulos más
autorizados, apenas se percata que el sepulcro del Maestro está vacío (Jn
20,2a). Esta carrera insinúa el amor de María por el Señor. Lo seguirá
demostrando en su llanto junto a la tumba vacía (Jn 20,11ss). Así María se
presenta ante Pedro y el Discípulo Amado como símbolo y modelo del auténtico
discípulo del Señor Jesús, que debe ser siempre movido por un amor vivo por el
Hijo de Dios.
Nótese que María confiesa a
Jesús como “Señor”: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde
le han puesto” (Jn 20,2b). A pesar de no haberlo descubierto vivo, para ella
Jesús es el “Señor” (Kýrios), el Dios de la gloria y por lo tanto inmortal (lo
seguirá diciendo: Jn 20,13.10). Ella está animada por una fe vivísima en el
Señor Jesús y personifica así a todos los discípulos de Cristo, que reconocen
en el Crucificado al Hijo de Dios y viven para Él.
He aquí un ejemplo para
imitar en las diversas circunstancias y expresiones de la existencia, sobre
todo en los momentos de dificultad y aún en las tragedias de la vida. Para la
fe y el corazón de esta mujer la muerte en Cruz de Jesús y su sepultura, con
todo su amor por el Señor se ha revelado “más fuerte que la muerte” (Cantar
8,6).
Los dos discípulos corren hacia
tumba vacía fuente de información de la Buena noticia (Jn 20,3-10). Según el
evangelista Juan los dos seguidores más cercanos a Jesús se impresionan con la
noticia e inmediatamente se ponen en movimiento, ellos no permanecen
indiferentes ni inertes sino que toman en serio un anuncio (“no
sabemos dónde han puesto”, Jn 20,2). Notemos cómo las acciones de
los dos discípulos se entrecruzan entre sí y superan cada vez más las primeras
observaciones de María Magdalena.
“Se encaminaron al
sepulcro” (Jn 20,3). La mención de los dos discípulos no es casual, ambos gozan
de amplio prestigio en la comunidad y la representan. Se distingue en primer
lugar a Pedro, a quien Jesús llamó “Kefas” (Roca; 1,42), quien confiesa la fe
en nombre de todos (Jn 6,68-69), dialoga con Jesús en la cena (13,6-10.36-38) y
al final del evangelio recibe el encargo de pastorear a sus hermanos (Jn
21,15-17). Por su parte el Discípulo Amado es el modelo del “amado”
por el Señor, pero también del que “ama” al Señor (Jn 13,23; 19,26; 21,7.20).
“El otro discípulo llegó
primero al sepulcro” (Jn 20,4). El Discípulo Amado corre más rápido que Pedro
(v.4). Esto parece aludir a su juventud, pero también a un amor mayor. ¿No es
verdad que correr es propio de quien ama? “Se inclinó, vio las vendas en el
suelo, pero no entró” (Jn 20,5) El discípulo amado llega primero a la tumba,
pero no entra, respeta el rol de Pedro. Se limita a inclinarse y ver las vendas
tiradas en la tierra. Él ve un poco más que María, quien sólo vio la piedra
quitada del sepulcro.
“Simón Pedro entra en el
sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no
junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte” (Jn 20,6-7). Al principio
Pedro ve lo mismo que vio el Discipulado Amado, pero luego ve un poco más: ve
que también el sudario que estaba sobre la cabeza de Jesús, estaba doblado
aparte en un solo lugar (v.7). Este detalle quiere indicar que el
cadáver del Maestro no ha sido robado, ya que lo más probable es que los
ladrones no se hubieran tomado tanto trabajo y darse el tiempo para dejar en
orden las cosas. Por lo tanto Jesús se ha liberado a sí mismo de los
lienzos y del sudario que lo envolvían, a diferencia de Lázaro, que debió ser desenvuelto
o ayudado por otros (Jn.11,42-44). Lo que significa a diferencia de la
resurrección de Lázaro, Jesús rompió las ataduras de la muerte.
Desde luego que la tumba vacía y
las vendas no son una prueba de la resurrección, son simplemente un signo de que
Jesús ha vencido la muerte. Sin embargo Pedro no comprende el signo. En cambio
el discípulo amado “Entró... vio y creyó” (Jn 20,8) “...que según la Escritura
Jesús debía resucitar de entre los muertos” (Jn 20,9) El Discípulo Amado ahora
entra en la tumba, ve todo lo que vio Pedro y da el nuevo paso que éste no dio:
cree en la resurrección de Jesús.
La constatación de simples
detalles despierta la fe del Discípulo Amado en la resurrección de Jesús, el
orden que reinaba dentro de la tumba para él fue suficiente. No necesitó más
para creer, como sí necesitó Tomás. A él se le aplica el dicho de Jesús:
“dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20,29). Pero ¡atención! El
Discípulo Amado “vio” y “creyó” en la Escritura que anunciaba la resurrección
de Jesús (Jn20,9). Esto ya se había anunciado en Juan 2,22. Aquí el
evangelista no cita ningún pasaje particular del Antiguo Testamento, tampoco
ningún anuncio por parte de Jesús. Pero queda claro que la
ignorancia de la Escritura por parte de los discípulos implica una cierta dosis
de incredulidad por cuanto el Señor ya los anticipó del hecho (ver también
1,26; 7,28; 8,14). Así pues, la asociación entre el “ver” y el “creer” (v.8)
formará en adelante uno de los temas centrales del resto del capítulo, donde se
describen las apariciones del resucitado a los discípulos, para terminar
diciendo: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han
creído” (v.29). Nosotros los lectores, hacemos el camino del Discípulo Amado
mediante de los “signos” testimoniados por él en el Evangelio (Jn 20,30-31).
En la pascua Jesús se convierte
en el centro de la vida y de todos los intereses del discípulo. En la mañana
del Domingo la única preocupación de los “tres discípulos del Señor” –María,
Pedro y el Discípulo Amado- es buscar al Señor, pero ¿dónde lo buscan? Buscan a
Jesús muerto sobre la Cruz por amor pero resultado de entre los muertos para la
salvación de toda la humanidad. El amor los mueve a buscar al Resucitado en ese
estupor que sabe entrever en los signos el cumplimiento de las promesas de Dios
y de las expectativas humanas. Entre todos, cada uno con su aporte, van
delineando un camino de fe pascual.
La búsqueda amorosa del Señor se
convierte luego en impulso misionero. Como lo muestra el relato, se
trata de una experiencia contagiosa la que los envuelve a todos, uno tras otro.
Es así como este pasaje nos enseña que el evento histórico de la resurrección
de Jesús no se conoce solamente con áridas especulaciones sino con gestos
contagiosos de amor gozoso y apasionado. El acto de fe brota de uno que se
siente amado y que ama. Así todos nosotros, discípulos de Jesús, debiéramos
amar intensamente a Jesús y buscar los signos de su presencia resucitada en la
pascua de nuestra vida.
Jesús tiene naturaleza divina como
el Padre. Cristo se las da de Dios. Cristo afirma que Él es Dios: “Cuando
ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy
y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El
que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que
le agrada” (Jn 8,28-29). Además los milagros que hacen lo demuestra que si es
Dios: “Ellos quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he
dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». El muerto
salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un
sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar” (Jn 11,41-44).
La gran prueba de la divinidad de
Cristo es su propia resurrección. Cristo profetizó que al tercer día
resucitaría, para demostrar que era Dios (Mc 10,33). Para estar seguros de la
resurrección de Cristo, primero, tenemos que estar seguros de que murió. Si no
murió, no pudo resucitar. Y tenemos cuatro clases de testigos de que Cristo
murió en la cruz.
1) Para LOS
VERDUGOS: JESÚS ESTA MUERTO. (Jn 19,33): Los verdugos sabían que Cristo estaba
muerto, porque cuando fueron a rematarle, a partirle las piernas, no lo
hicieron. A los crucificados les partían las piernas con una maza de madera o
de hierro, para que al partirle las piernas, el crucificado no pueda apoyarse
en el clavo de los pies, y al quedar colgado de los brazos, los brazos tiran
del diafragma, el diafragma oprime los pulmones y se asfixia. Cuando van a
rematar a Cristo, lo ven muerto y no le parten las piernas. En opinión de los
verdugos, que estaban muy acostumbrados a crucificar, y sabían muy bien cuándo
un hombre está muerto, Cristo está muerto. En opinión de los verdugos Cristo
estaba muerto en la cruz.
2) Para la AUTORIDADES: Cristo
estaba muerto . (Mc 15,44-45): Cuando Nicodemo y José de Arimatea van a pedirle
a Pilato permiso para llevarse el cuerpo de Cristo, Pilato se extraña de que
Cristo esté muerto tan pronto, y no concede el permiso sin recibir el aviso
oficial de que Cristo está muerto. Así lo cuenta San Marcos. Sólo entonces,
concede el permiso a Nicodemo y a José de Arimatea para que se lleven el
cadáver de Cristo. Según la ley romana los familiares y amigos tenían derecho a
llevarse el cadáver del ajusticiado para darle sepultura. Por lo tanto,
oficialmente, Cristo está muerto.
3) Para los ENEMIGOS, Cristo
estaba muerto. (Mt 27,62-66): Porque los fariseos, con el trabajo que les costó
llevar a Cristo a la cruz, ¿podemos pensar que permitieran que se llevaran el
cadáver sin estar seguros de que Cristo estaba muerto? Ellos sabían que Cristo
había profetizado que al tercer día iba a resucitar (Mc 10,33). Para evitar que
nadie se llevara el cadáver y simulara una resurrección, pusieron una guardia a
la puerta del sepulcro (Mt 27,63-65).
¿Cómo los fariseos iban a dejar
que bajaran a Cristo de la cruz todavía vivo, para que se curara y volver a
empezar la historia? ¡Con el trabajo que les costó que Pilato les permitiera
crucificar a Cristo, después de que repetidas veces manifestó que Cristo era
inocente y que no encontraba culpa en Él! Por fin ellos lograron atemorizarle
amenazándole con denunciarle al César, pues Cristo era un revolucionario que
sublevaba al pueblo. Al fin, Pilato, sin estar convencido de la culpabilidad de
Cristo, les permite que lo lleven a la cruz. Los fariseos no podían permitir
que la historia volviera a empezar. Los fariseos tuvieron mucho cuidado de que
a Cristo no le descolgaran hasta que estuviera totalmente muerto. Cuando los
fariseos permiten que bajen a Cristo de la cruz y lo entierren, es porque los
fariseos sabían que Cristo estaba muerto. Allí no había nada que hacer, porque
Cristo estaba muerto. En opinión de los fariseos, Cristo estaba muerto.
4) Para los AMIGOS, Jesús
está muerto (Mc 15,47): ¿Cómo es posible pensar que María Santísima dejara a
Cristo en el sepulcro y se fuera, si hubiera advertido en Él la más mínima
esperanza de vida? Cuando María Santísima, José de Arimatea y Nicodemo dejan a
Cristo en la tumba y se van, es porque estaban seguros de que estaba muerto.
Porque si hubieran observado la más mínima esperanza de recuperación, ¿iban a
dejarlo en la tumba y marcharse? María Santísima, José de Arimatea, Nicodemo y
San Juan estaban seguros de que Cristo estaba muerto. Por eso lo dejaron en la
tumba y se fueron. Y después de la fiesta volverían las mujeres a terminar de
hacer todas las ceremonias de la sepultura. En opinión de los verdugos, en
opinión de las autoridades, en opinión de los enemigos y en opinión de los
amigos, Cristo estaba totalmente muerto en la cruz.
¿Por qué es importante que Jesús
muriese de verdad? La muerte de Jesús en la cruz tiene connotaciones
trascendentales para nuestra fe: Si Jesús murió de verdad, entonces es hombre
de verdad y sufrió de verdad y su murió de verdad, entonces resucitó
de verdad. Porque si no ha muerto Jesús entonces no puede haber resurrección,
solo si Jesús murió entonces resucitó. Y Jesús si resucitó. Por tanto se
comprueba que todo lo que dijo Jesús es verdadero: “Para esto he nacido y he
venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad,
escucha mi voz” (Jn 18, 37).