III DOMINGO DE PASCUA – B (18 de abril 2021)
Proclamación del santo evangelio según San Lucas 24.35-48:
24:35 Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado
en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
24:36 Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se
apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
24:37 Atónitos y llenos de temor, creían ver un fantasma,
24:38 pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados
y se les presentan esas dudas?
24:39 Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y
vean. Un fantasma no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
24:40 Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
24:41 Era tal la alegría y la admiración de los discípulos,
que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para
comer?"
24:42 Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
24:43 él lo tomó y lo comió delante de todos.
24:44 Después les dijo: "Cuando todavía estaba con
ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de
mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
24:45 Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran
comprender las Escrituras,
24:46 y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía
sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
24:47 y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía
predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
24:48 Ustedes son testigos de todo esto. PALABRA DEL
SEÑOR.
Estimados hermanos en el Señor resucitado Paz y Bien.
“Soplo sobre ellos y le dijo reciban el Espiritu Santo” (Jn
20,22); Hoy: “Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender
las Escrituras” (Lc 24,45). Acoger el espíritu de Dios es indispensable para adquirir
sabiduría (Prov 2,6); porque sin sabiduría no hay conocimiento y sin conocimiento
no hay libertad y sin libertad no hay mérito y sin merito no haya salvación que
Dios nos ofrece.
El mensaje de hoy tiene doble connotación: por una parte el
gozo de saber que todas las profecías se han cumplido en Cristo Jesús (en su
muerte y su resurrección); por otra parte, la necesidad de arrepentimiento y
conversión por nuestros pecados.
“Si un profeta se atreve a pronunciar en mi Nombre una
palabra que yo no le he ordenado decir, o si habla en nombre de otros dioses,
ese profeta morirá. Tal vez te preguntes: "¿Cómo sabremos que tal palabra
no la ha pronunciado el Señor?. Si lo que el profeta dice en nombre del Señor
no se cumple, quiere decir que el Señor no ha dicho esa palabra” (Dt 18,20-22).
Lo que significa que, si lo que el profeta dice y se cumple, esa profecía viene
de Dios. En Jesús se cumplió todas las profecías.
El mensaje de este tercer domingo pascual lo encontramos:
Las profecías debían cumplirse. Es decir, todo aquello que había sido escrito
en la ley y Moisés acerca del Mesías, acerca de sus sufrimientos y de su
muerte, debía tener cabal cumplimiento en Cristo. En la primera lectura Pedro
muestra la continuidad entre el Dios de Abraham, el Dios de Issac, el Dios de
Jacob y el Dios que ha glorificado a Jesús. Ninguna ruptura entre las promesas
hechas por Dios y la realidad actual; por el contrario: un cumplimiento cabal y
perfecto del plan de Dios, de su pacto de amor con los hombres llevado hasta el
amor extremo.
“Dios es amor” (I Jn 4,8) y Dios ha hecho al hombre por amor
y a su imagen (Gn 1,26). Dios quiere devolver al hombre la vida que
éste había perdido pecando (Gn 3,1-8). Dios quiere restaurar en el hombre la
imagen primitiva: “La volveré a conquistar, la llevaré al
desierto y le hablaré a su corazón” (Os 2,16). Para realizar esta
obra de redención, de restauración elige un camino largo y penoso: su encarnación
(Lc 1,26-38), su nacimiento (Lc 2,6), su vida, su pasión, muerte y
resurrección. Dios se propone salvar al hombre mediante el misterio
inescrutable de la encarnación. ¡Misterio de Dios! ¡Maravilloso misterio de
Dios que nos rescató haciéndose hombre (Jn 1,14). e incorporándonos a la
naturaleza divina: “Te desposaré para siempre, te desposaré en la
justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la
fidelidad, y tú conocerás al Señor” (Os 2,21-22).
“Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras”
(Lc 24,45). ¿Qué no entendían? ¿Por qué no entendían? ¿Qué hacía
falta para abrirles el entendimiento a los discípulos? Y ¿Por qué era necesario
que entendieran? Creemos que responder a estas preguntas nos dé luces para que
también a nosotros se nos abra el entendimiento.
¿Qué no entendían?: “Cuando Jesús resucitó, sus discípulos
recordaron que él había dicho esto, y recién creyeron en la Escritura y en la
palabra que había pronunciado” (Jn 2,22). Recordemos también las citas
textuales respecto al acontecimiento de la resurrección: “Jesús comenzó a
anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de
los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser
condenado a muerte y resucitar al tercer día” (Mt 16,21). “Mientras bajaban del
monte, Jesús les ordenó que no hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo
del hombre resucite de entre los muertos" (Mt 17,9). Hoy mismo constatamos
que sucede lo mismo cuando Jesús resucitado esta entre ellos: Todavía estaban
hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo:
"La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un
fantasma, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les
presentan esas dudas? (Lc 24,36-38).
¿Por qué no entendían la resurrección de Jesús? Un día Jesús
dijo a Nicodemo: Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos
testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando
les hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que
descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo” (Jn 3,11-13). Es
decir, si no somos capaces entender las cosas terrenales no seremos capaces de
entender las cosas del cielo; para entender las cosas del cielo conviene
entender las cosas terrenales y no solo quedarnos en ella sino dar sentido de
las cosas terrenales en razón de las cosas del cielo y para ellos sabemos que
tenemos dos medios: para entender las cosas terrenales hace falta la razón y
para entender las cosas del cielo en necesario la fe. Y si nos falta alguno de
estos elementos no sabremos entender y por ende creer el misterio de la
resurrección del Señor.
¿Qué hacía falta para abrirles el entendimiento? Tres
cosas:
1) Creer que Jesús resucitó pero hasta aquí ellos no creían
que Jesús haya resucitado y por eso la escena siguiente: “Cuando la oyeron
decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron. Después, se
mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado. Y
ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron. En seguida,
se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su
incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto
resucitado” (Mc 16,11-14).
2) Por tanto hace falta constatar que Jesús el Nazarenos a
quien vieron morir en la cruz es él mismo el que está vivo y para eso hace
falta para los apóstoles tener certeza que está vivo viéndolo y tocándoles las
manos y los pies: “Los otros discípulos le dijeron a Tomas: "¡Hemos visto
al Señor!" Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus
manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado,
no lo creeré. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en
la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas
las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con
ustedes! Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos.
Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino
hombre de fe"(Jn 20,25-27). Hoy en relato ahondamos sobre el asunto:
“Atónitos y llenos de temor, creían ver un fantasma, pero
Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas
dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un fantasma
no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró
sus manos y sus pies” (Lc 24,37-40). 3) y finalmente viene como una estucada
las palabras de aclaración del mismo resucitado: "Cuando todavía estaba
con ustedes, yo les decía esto: Es necesario que se cumpla todo lo que está
escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Entonces
les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras” (Lc
24,44-45).
¿Por qué es necesario creer en el resucitado? Porque en
adelante en su nombre se predicará la conversión: "Así estaba escrito: el
Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y
comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la
conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”
(Lc 24,46-48). Para cumplir esta sagrada misión nos da todo el poder de su
espíritu: "La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo
también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se
los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20,
21-23). Además ya nos dijo el Señor algo importante: “Al que me confiese
abiertamente ante los hombres, yo lo confesaré ante mi Padre que está en el
cielo. Pero quien se avergüence de mi ante los hombres yo también me
avergonzare del él ante mi padre que está en el cielo” (Mt 10,32-33).
Vale la pena traer a colación las primeras profesiones o
proclamaciones del Señor resucitado, misión que es efecto del espíritu del
mismo Señor resucitado en la primera comunidad encabezada por Pedro: “A Jesús
de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su
intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que
había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo
hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo
resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que
ella tuviera dominio sobre él” (Hch 2,22-24).
“Si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana
también la fe de ustedes. Incluso, seríamos falsos testigos de Dios, porque
atestiguamos que él resucitó a Jesucristo, lo que es imposible, si los muertos
no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó” (I Cor
15,14-16).