DOMINGO XXXIII – A (15 de Noviembre del 2020)
Proclamación del santo Evangelio según San Mateo 25,14-30:
25:14 El Reino de los Cielos es también como un hombre que,
al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.
25:15 A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a
un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,
25:16 el que había recibido cinco talentos, fue a negociar
con ellos y ganó otros cinco.
25:17 De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros
dos,
25:18 pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró
el dinero de su señor.
25:19 Después de un largo tiempo, llegó el señor de aquellos
empleados y les pidió las cuentas.
25:20 El que había recibido los cinco talentos se adelantó y
le presentó otros cinco. "Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos:
aquí están los otros cinco que he ganado".
25:21 "Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su
señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra
a participar del gozo de tu señor".
25:22 Llegó luego el que había recibido dos talentos y le
dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que
he ganado".
25:23 "Está bien, servidor bueno y fiel, ya que
respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar
del gozo de tu señor".
25:24 Llegó luego el que había recibido un solo talento.
"Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has
sembrado y recoges donde no has esparcido.
25:25 Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí
tienes lo tuyo!"
25:26 Pero el señor le respondió: "Servidor malo y
perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he
esparcido,
25:27 tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y
así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
25:28 Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,
25:29 porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero
al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
25:30 Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil;
allí habrá llanto y rechinar de dientes". PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN
Estimados(as) amigos(As) en el Señor Paz y Bien.
Sigue latente la pregunta: “¿Qué hare para heredar la vida
eterna? Respondió Jesús: Si quieres entrar en la vida cumple los mandamientos”
(Mt 19,16). El domingo pasado nos decía que, para entrar en la vida hay que
tener la lámpara encendida (Mt 25,10). Hoy, nos dice que para entrar en la vida
(cielo) hay que ser productivos con los talentos recibidos (Mt 25,20-21).
El Reino de los Cielos se parece a uno (Dios) que repartió
sus bienes (sabiduría e inteligencia) a sus siervos (c/u de nosotros): Al
primero le dio cinco talentos, al segundo dos, y al tercero uno, a cada uno
según su capacidad; y después partió” (Mt 25,15)… “Después de un largo tiempo,
llegó el señor de aquellos empleados y les pidió las cuentas (juicio)” (Mt
25,19): El primero: "Señor, me has confiado cinco talentos. Aquí están los
cinco y otros cinco (vida ceñida en el amor) que he ganado" (Mt 25,20)…
“Su señor, le dijo muy bien, ya que has sido fiel en lo poco, te encargaré de
mucho más: pasa al banquete (Cielo) de tu señor" (Mt 25,21)… “Vino el
tercero y dijo: Sé que eres exigente, tuve miedo, fui y enterré tu talento:
(vida sin amor= odio, egoísmo) ¡aquí tienes lo tuyo!"(Mt 25,25). Su
señor dijo: “Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez…y a este siervo
inútil échenlo a las tinieblas (Infierno)” (Mt 25,28-30). En pocas palabras
dijo Jesús: “A Ud. Se les quitará el reino de Dios y se le entregará a un
pueblo que de frutos a su tiempo para el reino de Dios” (Mt 21,43).
La parábola de los talentos (Mt 25,14-30). Nos da una
explicación panorámica sobre las inquietudes que a todos nos preocupa: “¿Qué
obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17).
“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt
19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes ya nos topamos con
escenas como: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió:
Amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,36). La respuesta del amor a Dios y al
prójimo, así como hacer lo que decimos siendo hermanos (Mt 23,3-8); es la
estrategia eficaz para revestirnos con traje de fiesta (santidad) y ser parte
del banquete de boda del cordero como fiesta de los salvos o salvados (Mt
22,12).
¿Qué hace que unos sean invitados al banquete: “Pasa al
banquete de tu señor" (Mt 25,21); y otro sea excluido: “A este siervo
inútil échenlo a las tinieblas” (Mt 25,30)? La respuesta es que unos trabajaron
los talentos responsablemente y produjeron frutos. Al respecto Jesús dice: “Yo
soy la vid y Uds. los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, ese da
frutos porque sin mi nada pueden hacer” (Jn 15,5). Y ¿Cómo permanecer unidos a
Jesús?: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan
en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo
cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,9-10). O
sea, la única forma de dar frutos para el reino de Dios es viviendo en el amor
de Dios. Y ¿Cómo saber si vivimos en el amor de Dios? Jesús nos lo dice: “Por
sus frutos los reconocerán. Todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol
malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un
árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo
corta y se lo arroja al fuego” (Mt 7,16-19).
Para vivir en el amor de Dios, mismo Dios nos dio el don de
la sabiduría (talento): “El Señor da la sabiduría, de su boca procede saber e
inteligencia” (Prov 2,6). Luego se nos dice: “Feliz el hombre que
encuentra la sabiduría, porque la sabiduría es más rentable que la plata y más
precioso que el oro fino” (Prov 3,13). “Si Uds. buscan tronos y los cetros,
honren a la Sabiduría y reinarán para siempre” (Sab 6,21). Así pues, los que
descubren el don de la sabiduría actúan como los hombres que hicieron
producir o trabajar los talentos: “El que había recibido cinco talentos, fue a
negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos,
ganó otros dos” (Mt 25,16-17). En cambio los que no hacen uso correcto del don
de la sabiduría de Dios, actúan como el hombre necio: “El que recibió un solo
talento, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor” (Mt 25,18). Lo peor del
hombre que huye del don de la sabiduría de Dios es, como se nos dice: “Todo el
que obra en el mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus
obras sean descubiertas” (Jn 3,20). Y el hombre sumergido en las tinieblas vive
sin principios, sin valores: son como un perrito con rabia, hace mucho daño.
“El que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para
que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas según Dios" (Jn
3,21). Es decir son hombre de bien. Viven dando testimonio de su fe. Son como
los hombres que haces producir el talento (Mt 25,16-17). Los frutos brillan
ante los hombres: “Así como brilla la lámpara, así debe brillar ante los ojos
de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas
obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). Y esto es posible
si nos dejamos guiar por el don de la sabiduría de Dios, así nos lo aconseja
Jesús: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la Vida"(Jn 8,12).
Es bueno recordar que si queremos obtener nuestra salvación,
tenemos una misión sagrada que cumplir según el mandato de Jesús: "Vayan
por todo el mundo, enseñen la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y
se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15). Los frutos
que se nos exige tienen que ver con la salvación de muchos por no decir
de todos. Si hay mucha gente que crea y se bautice, señal que hemos dado buen
testimonio del evangelio; que ahora se nos describen como los hombres que
hicieron producir sus talentos (Mt 25,16). Y si por nuestro testimonio de
vida ceñida al evangelio se salvan muchos, entonces tenemos obras
meritorias para recibir la buena noticia: “Pasa al banquete de tu señor
(cielo)” (Mt 25,21). Pero, si no damos testimonio de vida ceñida al evangelio,
por ende serán mucho los que no crean y no se bauticen, y por ser incrédulos se
condenarán (Mc 16,15), entonces también nosotros por ser como hombre necio (Mt
25,18), seremos acreedores de la condenación porque se nos dirá: “A este siervo
inútil échenlo a las tinieblas” (Mt 25,30).
Como se ve, el capítulo 25 de Mateo, contiene tres grandes
parábolas: La parábola de las vírgenes (25,1-13), la parábola de los talentos
(25,14-30) y la parábola del juicio final (25,31-46), colocan la vida del
discípulo ante el destino final, época que San Pablo señala como el tiempo de
la parusía (ITes 4,16-17) . Tiempo que hay que aprovechar, como ya se
manifestó, para cumplir la misión hasta la venida del Señor. ¿Qué se espera que
haga el “servidor”? ¿Qué tan importante puede ser lo que haga o lo que deje de
hacer? ¿Cuál es el destino del “servidor” fiel? Y ¿Cuál es el destino del
servidor infiel? Esta parábola (Mt 25,14-30) que es más conocida como la
parábola de los talentos responde a dichas inquietudes y para dar algunos
detalles más, podemos resaltar tres partes:
1) Distribución de los talentos (Mt 25, 14-15). 2) El
negocio de los talentos (Mt 25,16-18). 3) La recompensa de los siervos (Mt
25,19-30).
Hay que recordar que las parábolas son estrategias de
enseñanza que Jesús usa para hacer entender a la gente sobre el reino de los
cielos, misión del Hijo; así se nos dice: “Todo lo decía Jesús a la muchedumbre
por medio de parábolas, y nada les hablaba sin parábolas” ( Mt 13,34-35). Para
que así se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas,
anunciaré cosas que estaban ocultas (Slm 78, 2). Así, hoy en la primera parte
dice Jesús: “El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje,
llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a
otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después
partió” (Mt 25,14-15). Cada uno recibió diferentes cantidades de talentos, pero
en este punto conviene agregar la cita: “Al que se le dio mucho, se le pedirá
mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lc 12,48). Cada
uno hemos de dar cuentas al Señor, tarde o temprano de todos los dones que
hemos recibido: Si hemos recibido cinco talentos, daremos cuenta de los
cinco talentos, si hemos recibido dos, de dos talentos tendremos que responder
y si hemos recibido un solo talento, de un solo talento tendremos que dar
cuentas. El hombre sabio sabrá negociar los talentos.
De los tres siervos ¿Hay alguien que no ha recibido algún
talento? No. Todos han recibido los talentos. Así pues, no nos quejemos al
decir: “Yo no recibe ningún talento”. Todos hemos recibido el o los talentos.
Ahora que no nos demos cuenta de esos talentos o capacidades, es cosa distinta,
pero ahí suscitaría el pecado de omisión. Hemos de preguntarnos ¿Qué tienen los
talentosos que tienen éxito en su vida, que yo no tenga? Los talentosos tienen
dos manos, dos pies, dos ojos, y yo también tengo todo lo que los talentosos
tienen. Por tanto yo también puedo ser talentoso y tener éxito y mi éxito es la
luz que motivará a muchos en el camino de la felicidad.
En la segunda parte, Jesús dice: “El que había recibido
cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma
manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo
un pozo y enterró el dinero de su señor” (Mt 25,16-18). Como es de ver, aquí
aparecen dos actitudes muy diferenciadas entre: Los que hicieron negocio y el
que no hizo negocio, el que trabajo y el que no trabajó. ¿Cómo saber si los
talentos nos estamos trabajando como debiera ser? Recordando la enseñanza:
“Todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos.
Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir
frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja
al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán” (Mt 7,17-20). Los
frutos garantizan que estamos en buen camino, y frutos que tienen que ver con
nuestra felicidad y la felicidad de los demás y si es así, se nos dirá: “Cada
vez que lo hicieron con uno de mis pobres conmigo lo hicieron, hereden el reino
de los cielos” (Mt 25,40).
¿A qué grupo de siervos pertenecemos? Al grupo de los que
saben trabajar y negociar los talentos que el Señor nos dio o somos del grupo
de los que no sabemos trabajar los talentos del Señor? Hay mucha gente muy
inteligente pero que están en absoluta miseria. ¿No crees que ese tipo de
personas son como el siervo del evangelio de hoy que el talento que recibió de
su amo, y que por flojo lo enterró en el suelo? Porque el talento lo tiene
dormido y todo por miedo y no saber arriesgar. Luego, son de los que más
se quejan y reniegan de la vida y hacen problemas a medio mundo. Al respecto
dice San Pablo: “El que no quiera trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos
enterado de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y
entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor
Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan. En cuanto a ustedes,
hermanos, no se cansen de hacer el bien” (II Tes 3,10-13). Y ya desde el
principio Dios nos exhorta al trabajo: “Con el sudor de tu frente comerás tu
pan" (Gn 3,19).
La tercer parte del evangelio de hoy dice el Señor: “Después
de un largo tiempo, llegó el señor y pidió las cuentas a sus servidores.
El que había recibido los cinco talentos… aquí están los otros cinco que
he ganado. Llegó luego el que había recibido dos talentos y lo mismo. Pero
llegó el que había recibido un solo talento. Señor, le dijo: “Tuve miedo y fui
a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo…” Su señor: “Quítenle el talento
para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de
más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las
tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de
dientes" (Mt 25,19-30). El siervo que recibió cinco y dos talentos;
recibieron congratulaciones y son invitados a una mayor administración de
bienes. Son los que supieron portarse como quiso su amo. Son los invitados a
entrar en el reino de los cielos. En cambio el que recibió un talento fue
despojado del talento y echado a las tinieblas, (infierno). Escena que muy bien
resume este pasaje: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si
pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo
del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces
pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que
están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga
en su Reino" (Mt 16,26-28).
En suma, el relato del evangelio en el esquema de las
parábolas resalta las siguientes connotaciones: El patrón o amo es Jesús.
Los siervos somos los que formamos la Iglesia, cuyos miembros hemos recibido
diversas responsabilidades o talentos. El marcharse del patrón es la partida
del Señor en su ascensión. El largo tiempo de la ausencia no es sino el tiempo
de la Iglesia en misión. Su regreso, es la segunda venida (parusía) del hijo
del hombre, venida para el juicio. La recompensa a los buenos servidores es el
premio de la vida celestial. El gozo de su señor es el banquete de la vida
eterna. El castigo al siervo malo es de aquellos que, dentro de la Iglesia (los
bautizados que no ejercieron su fe), por causa de sus omisiones o mala conducta
se condenan a sí mismos a las tinieblas que es el infierno: “Así como se
arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin
del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su
Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el
horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que
oiga!” (Mt 13,40-43).