DOMINGO XXX - A (29 de Octubre del 2023)
Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo
22,34-40:
22:34 Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús
había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar,
22:35 y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó
para ponerlo a prueba:
22:36 "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de
la Ley?"
22:37 Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
22:38 Este es el más grande y el primer mandamiento.
22:39 El segundo es semejante al primero: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.
22:40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los
Profetas". PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
“Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un
mentiroso” (IJn 4,20).
¿Qué obras buenas tengo que hacer para entrar en el cielo?
Dijo Jesús: Para entrar en el cielo deberás cumplir los mandamientos” (Mt
19,16). Los mandamientos de Dios son diez (Ex 20,3-17). Pero los judíos han
diversificado dichos mandamientos en más de seiscientos. Por eso, el doctor de
la ley no sabe cuál de tales leyes es lo más importante. De ahí, la pregunta: ¿Cuál
es el mandamiento principal de la ley? (Mt 22,36). Jesús dice: el amor a
Dios es lo primero y el segundo el amor al prójimo. San Juan agrega muy bien al
respecto al decir: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un
mentiroso” (IJn 4,20).
Para obtener la salvación hace también falta: “Negarse
a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección
como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar
hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se
agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo y, en tal sentido el
Señor en sus enseñanzas dijo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario
que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt
20,1). Solo quienes trabajan en la viña se gana el denario, que es el pasaje
para entrar en el cielo.
“El rey entró para ver a los comensales, encontró a un
hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado
aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el
rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a
las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). ¿Qué
connotación de significatividad tiene lo del Traje de fiesta? San Pablo dice: “Uds.
han sido purificados, santificados y por ende salvados en nombre de Jesús el Señor”
( I Cor 6,11). Llevamos traje de fiesta cuando tenemos alma puro y santo: Felices los que tienen corazón puro
y limpio” ( Mt 5,8); Sean Uds para mi santo porque yo soy santo” (Lv 20,26).
Todos los judío saben que el primer mandamiento de
toda la ley es el amor a Dios, pero Jesús va más lejos en su respuesta y
agrega, el segundo es similar: "ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mt
22,37-39). Que el segundo mandamiento sea igual y tan importante como el
primero. Es decir, que amar al prójimo es tan importante como amar a Dios.
Además añade, que toda esa gama de mandamientos y preceptos que el pueblo
multiplicó de los diez mandamientos, en total más de seiscientos, todos ellos
quedan reducidos a dos principios: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mt
22,37-39), Aquí hay toda una enseñanza nueva e incluso una nueva concepción de
Dios. Para nosotros tampoco hay duda en aceptar que el amar a Dios es el primer
mandamiento de la ley, pero no estamos tan convencidos en poner en el mismo
nivel, al amor al prójimo. Lo digo porque hoy tenemos muchos conflictos en el
mundo, guerras, odios, rencores, mucha gente que muere de hambre… me van a
decir que ¿si nos amáramos como Jesús nos dice hoy, habría tanta miseria en el
mundo? Jesús no dio tanta importancia al primero, no porque no le importase el
amor a Dios sino que el amor autentico a Dios pasa por el amor al prójimo. No
en vano, a lo largo del Evangelio como enseñanza central de Jesús es esta: “Les
doy un mandamiento nuevo; que se amen unos a otros como yo les he amado, en
esto les reconocerán que son mis discípulos, en que Uds. saben amarse unos a
otros como les amé” (Jn 13,34).”
El amor del auténtico creyente tiene que tener su
sustento en las mismas palabras y enseñanzas de Jesús. Y para dar mayores
pautas del amor del que Jesús nos habla hoy, recordemos cuando Jesús nos dice:
“Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les
digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da
una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra… Ustedes han
oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo:
Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre
que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace
caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los
aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan
solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los
paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el
cielo” (Mt 5,38-48).
Pero, Jesús ¿nos pide amar incluso hasta a los
enemigos? Si, y Jesús nos lo ha demostrado que si es posible amar al enemigo.
Desde la cruz, cuando sus enemigos lo están crucificando, la primera palabra
que dijo es: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen conmigo” (Lc 23,34)
y la última palabra es expresión de su amor y fidelidad al Padre: “Padre en tus
manos encomiendo mi espíritu y dicho esto murió” (Lc 23,46). Escena que Juan
los describe así: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para
que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no
envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque
no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).
Luego, mismo Jesús nos lo dice que esta es la medida
del amor del que nos habla en sus enseñanzas: “Les doy un mandamiento nuevo.
Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado. En esto les reconocerán
que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros
como yo les amé" (Jn 13,34). Y el amor con que Jesús nos ha amado procede
del mismo Padre cuando nos dice: “Como el Padre me amó, también yo los he amado
a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en
mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”
(Jn 15,8-10).
Como vemos las enseñanzas de Jesús están todas
centradas en lo más profundo deseo y querer de Dios a quien nos ha presentado
como Padre cuando le dijeron: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta.
Jesús le respondió: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía
no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos
al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las
palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las
obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos,
por las obras” (Jn 14,8-11). Y a este Dios Padre, nos presenta como Padre
amoroso (Jn 15,9).
Porque simplemente Dios es amor (I Jn 4,8).
¿Cómo ser amados por el Padre amoroso que es Dios que
Jesús nos presenta? Pues ahora nos lo ha dicho: Amando al prójimo podemos amar
y ser amados por Dios Padre amoroso (Mt 22,36-39). Y con razón en las cartas de
Juan y en los cuatro evangelios están desplegadas solo esta premisa: “Queridos
hijos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que
ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor(I Jn 4,8). Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo
único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no
consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero,
y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos
míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los
otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios
permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros “
(I Jn 4,7-12). Y lo reitera Juan lo mismo que hoy nos ha dicho Jesús:
"Quien dice que ama a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo
puede amar a Dios, a quien no ve, y no amar a su hermano, a quien ve? Este es
el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a
su hermano” (I Jn 4,20-21). “Hijitos míos, no amemos de labios para fuera y de
palabra, sino con obras y de verdad” (I Jn 3,18).
San Pablo nos definió sabiamente en una sola palabra:
“Si no tengo amor no soy nada” (I Cor 13,2). Pero también nos deja su enseñanza
al dimensionar entre el amor al prójimo y a Dios: “Que la única deuda con los
demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm
13,8). Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, (Éx 20, 14; Lev 18,
20;20, 10; Dt 5, 18; MT 5, 27;19, 18; Mc 10, 19; Lc 18, 20; Stg 2,
11; no matarás, (Gn 9, 6;Éx 20, 13; Lev 24, 17; Dt 5, 17). “El amor no
hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley” (Rm
13,10). Jesús a la pregunta del joven rico (Mc 10,17) responde resumiendo los
mandamientos: 1º,2º,3º en el amor a Dios; Los mandamientos: 4º,5º,6º,7º,8º,9º,10º
en el amor al prójimo.
Las preguntas que hacen a Jesús son de orden superficial,
como la pregunta del domingo pasado: ¿Es dable pagar impuesto al cesar o no?
Jesús les dijo den a César de lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”
(Mt 22,17-21), pero la pregunta de esta vez es mucho más radical. Porque hoy le
preguntan por lo esencial: “¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?” (Mt
22,36). La intención no era muy sana, pero no deja de ser de mayor profundidad.
Le preguntaron “para ponerlo a prueba”. Y Jesús que no le gusta los rodeos,
aceptó el reto y se definió con toda claridad respecto a la ley de Dios y la
ley de la convivencia basado en el: “El amor.” (Mt 22,27-29). El amor a Dios y
el amor al prójimo. El resto de la ley que para los judos son más de
seiscientos no sirve de nada cuando no hay amor. San Pablo lo entendió muy bien
cuando dijo al respecto:
“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y
de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un
platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los
misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de
trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis
bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no
tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor
no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no
busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no
se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará
jamás” (I Cor 13,1-8).
En la enseñanza de Jesús lo más maravilloso de la
revelación de Dios está en que ha valorado tanto al hombre que casi lo pone en
términos de igualdad con Él. Toda la ley se compendia en amar a Dios y amar al
prójimo (Mt 22,37-39). Quien dice amar a Dios, no ama al prójimo “es un
mentiroso” (I Jn 4,20). Yo me siento preocupado de cuántos seremos los
mentirosos que andamos por la vida. La mayor mentira no es la que le dices a tu
amigo para no complicarte la vida. La mayor mentira que podemos decir es decir
que amamos a Dios sin amar al hermano porque hace mentiroso nuestro amor a
Dios. ¿Quieres saber si amas a Dios? Pregúntate cuánto amas al prójimo y cómo
le amas. Tu amor al prójimo te da la medida y la calidad de tu amor a Dios.
Además, si amas de verdad, olvídate del resto. Quien pueda responder a estas dos
preguntas ya aprobó el examen de lo demás por tanto ya está vestido con traje
de fiesta y participará del banquete de boda del cordero en el cielo (Mt
22,12).
Si, yo voy a Misa todos los domingos. Pero no amo ni
perdono. Yo rezo diariamente el rosario. Pero no amo ni perdono. Yo leo
diariamente el Evangelio. Pero no amo ni perdono. Yo me confirmé. Pero no amo
ni perdono. Yo me confieso con frecuencia. Pero no amo ni perdono. Yo comulgo
diariamente. Pero no amo ni perdono. Recuerda lo que ya nos ha dicho Jesús: “Si
perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los
perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los
perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15). ¿Me quieres decir, entonces de qué te sirve
todo esto, y tanta oración? ¿Me quieres decir de qué te sirve la misa si sales
con el corazón envenenado de rencor? ¿Me quieres decir de qué te sirve
comulgar, si luego no perdonas a tu hermano? Dios está donde hay amor. Dios
solo entiende el lenguaje del amor. Dios solo cree al amor, porque “Dios es
amor”(IJn 4,8). Con razón, San Juan nos recuerda: "Quien dice que ama a
Dios y no ama a su hermano es un mentiroso" (I Jn 4,20).
En resumen: “Nadie ha visto nunca a Dios, Pero si nos
amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha
llegado a su plenitud en nosotros” (I Jn 4,12). Si vivimos imbuidos en el amor
de Dios, somos hombres de Dios y como Pablo podemos exclamar: “Vivo yo, pero no
soy el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). ¿Cómo compruebo que
Cristo vive en mí? Cuando siento amor por mi prójimo, como Cristo nos amó hasta
dar su vida por nosotros en la cruz. Jesús nos lo dice: “No hay amor más grande
que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).