DOMINGO XXVI – A (01 de Octubre del 2023)
Proclamación del santo Evangelio según San Mateo:
21,28-32
21:28 En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos
sacerdotes y ancianos del pueblo: "¿Qué les parece? Un hombre tenía dos
hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a
trabajar a mi viña".
21:29 Él respondió: "No quiero". Pero después se
arrepintió y fue.
21:30 Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le
respondió: "Voy, Señor", pero no fue.
21:31 ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su
padre?" "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les
aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino
de Dios.
21:32 En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la
justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas
creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han
arrepentido ni han creído en él. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Queridos amigos en el Señor Paz y Bien.
"El Señor es justo en
todo sus caminos y es bondadoso en todas sus acciones" (Slm144,17); "¿No tengo
libertad para hacer lo que quiera con mis asuntos? ¿O vas a tener envidia
porque soy bueno con todos?" (Mt 20,15); “Todos los trabajadores recibieron de
pago un denario cada uno” (Mt 20,9). El Señor es bueno con todos, pero también es
justo. Por ser bueno nos invita a todos trabajar en su Iglesia. Al pagar el
denario es justo con todos. Solo recibe el pago del denario los que trabajan,
los que no trabajan no tienen derecho al denario. Y el denario es el pasaje
para entrar en el cielo. Hoy nos
muestra que solo el primer hijo fue a la viña a trabajar: "No quiero -
Dijo- Pero después se arrepintió y fue” (Mt 21,19). Solo este hijo tiene
derecho al pago del denario y se gana el cielo. Y Solo este hijo obediente cumplió con el cuarto mandamiento: Honra a tu padre (Ex 20,12), el segundo hijo al decir voy a trabajar y no fue, atento contra el octavo mandamiento: No mentiras (Ex 20,16).
“Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de
Dios y la cumplen” (Lc 8,21). Al escuchar la palabra de Dios, digamos si y el
actuar sea el reflejo de nuestro si. Dijo el Señor: “Uds. hagan y cumplan lo
que los falsos maestros les dicen, pero no los imitan, porque ellos dicen una
cosa y hacen otra cosa” (Mt 23,3).
En las enseñanzas de estos domingos vamos buscando
respuestas a la preguntas de fondo: “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25).
“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras buenas tengo que
hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Al buscar respuestas a
estas inquietudes, el Señor nos ha dicho en los domingos anteriores que, para
obtener la salvación hace falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y
seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la
oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt
18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad
significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un
propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su
viña” (Mt 20,1)… al fin de la jornada salió de nuevo y, encontrando
todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin
trabajar?" Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado".
Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al terminar el
día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y
págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los
primeros" (Mt 20,6-8). Hoy nos agrega:
Un hombre tenía dos hijos dijo al primero: "Hijo, ve
hoy a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero
después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este
le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la
voluntad de su padre?" "El primero" Respondieron (Mt 21,28-31).
El tema de la salvación suscita preguntarnos reiteradas
veces: ¿Cómo y qué obras buenas debemos hacer para obtener nuestra
salvación? (Mt 19,16): Debemos de contratarnos para trabajar en la viña (Mt
20,1); luego de contratarnos en el Bautismo Dios nos invita ir a trabajar en la
viña (Mt 21,28). Con el bautismo decimos “si” al Señor y si no ejercemos la fe
y no ponemos en práctica los dones recibidos, estamos diciendo “no” somos como
el segundo hijo. Al respecto ya nos dijo el Señor: No todo el que me dice
Señor, Señor se salvará sino quienes cumplen la voluntad de mi Padre” (Mt
7,21). Luego agrega y dice: “Quien escucha mis palabras y las pone en práctica
es como un hombre sabio que edifica su casa sobre roca, vienen los embates de
la naturaleza y no se cae (Mt 7,24).
Recordemos otras citas: “Ustedes han oído también que se
dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos
hechos al Señor. Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo,
porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus
pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures
tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de
tus cabellos. Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan
"no", que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno” (Mt
5,33-37). También les recordó el octavo mandamiento: “No mentiras” (Mc 10,19).
Y dijo a los judíos: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán
verdaderamente mis discípulos, entonces conocerán la verdad y la verdad los
hará libres" (Jn 8,31-32).
En este domingo Jesús nos enseña en esta parábola de los dos
hijos (Mt. 21,28-32): ser siempre coherentes entre el sí de nuestras palabras y
el sí de nuestro obrar. Caso contrario estaríamos en el mismo error y muy grave
error de los falsos maestros a los que Jesús se enfrentó porque les
desenmascaró sus verdades, verdades falsas. Dijo a sus apóstoles: “Ustedes
hagan y cumplan todo lo que ellos (Fariseos, maestros de la ley) les digan,
pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen, enseñan una cosa
y hacen otra cosa” (Mt 23,3). Las verdades a medias que son las incoherencias,
Jesús los llama hipocresías: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas,
que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo
esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que
practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y
se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que
limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de
codicia y desenfreno!” (Mt 23,23-25). Estas palabras tan duras y directas
contra los falsos creyentes y maestros de ley, son el presupuesto que condujo a
Jesús ganarse la muerte en Cruz: “El mundo me odia porque les digo sus verdades
y la malicia de sus actos” (Jn 7,7).
En el evangelio de hoy nos dijo Jesús: "¿Qué les
parece? Un hombre tenía dos hijos y, dijo al primero: hijo ve a trabajar a mi
viña. Él respondió: no quiero, pero luego recapacito y fue a trabajar
(Son de los pagamos, los que no creen y conocen a Dios, pero una vez que se les
anuncia el evangelio, abandonan su negación a Dios, se convierten al evangelio
y creen en Dios). Al segundo le dijo lo mismo, este dijo si (Bautizados), pero
después se arrepintió y no fue (No ejercen su fe). ¿Cuál de los dos cumplió la
voluntad de su padre?" "El primero", le respondieron!” (Mt
21,28-31). Por eso, al final del evangelio dice el señor: "Les aseguro que
los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios” (Mt
21,31). Porque, claro; abandona el pecado y se convierten al evangelio, es
decir de un “no” a un “si”.
¿A cuál de estos dos hijos pertenecemos? ¿Al que dice sí,
pero es no? ¿Al que dice no, pero es sí? Creo que somos demasiados los que
pensamos que a Dios lo podemos engañar y lo convencemos con nuestras bonitas
palabras y quizá, incluso acompañado del juramento. Y Pero, resulta que con
meras palabras nadie queda bien delante de Dios porque Dios no le cree a las
palabras, sino a la vida hecha obra. A Dios no es fácil engañarle, con el gato
por liebre. Recordemos aquello que ya nos lo dijo: “No hay nada oculto que no
deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido, todo se sabrá tarde
o temprano” (Mt 10,26); “No todo el que me dice Señor, Señor se salvara, sino
los que cumplen la palabra de Dios y la cumplen” (Mt 7,21); “¿Por qué me dicen
Señor, Señor y no hacen lo que yo les digo?” (Lc 6,46).
No es dable ser cristianos de meras palabras como el segundo
hijo que dice sí, pero no va a trabajar (Mt 21,30). Esas respuestas de media
verdad (si, pero no) no valen para Dios. Recordemos por ejemplo aquello que ya
nos dijo el Señor: “No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en
el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está
en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no
profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos
milagros en tu Nombre?". Entonces yo les manifestaré: "Jamás los
conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal" (Mt 7,21-23). No
podemos ser cristianos que hoy le decimos que sí a Dios y mañana le decimos no.
Dios no nos juega con trampas. Que con apariencias no escalamos el cielo.
Ni los buenos somos siempre tan buenos como pensamos y
creemos, ni los malos son tan malos como nos imaginamos y creemos. Es posible
que muchos a quienes miremos como malos, sean mejores que nosotros ante los
ojos de Dios. Hasta es posible que a los que nosotros calificamos de tener
“mala vida” estén más abiertos que nosotros al Evangelio y al Reino de Dios. Es
que una es la manera que tiene Dios de vernos y otra la manera de cómo nos
vemos nosotros. Nuestra verdad está en lo que somos delante de los ojos de
Dios. Por eso tampoco debemos desalentarnos. Es posible que nos consideremos
malos porque hicimos o dejamos de hacer esto o lo otro; pero ante Dios, que
conoce la verdad de nuestro corazón, seamos sus hijos queridos. Pero tampoco
nos creamos de ser tan bueno y perfectos como los falsos maestros de la ley o
los fariseos.
Jesús en su segunda enseñanza al decirnos hoy:
"Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes
al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y
no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él.
Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído
en él” (Mt 21,31-32). Hace un paralelo con aquello del episodio del pago de los
trabajadores: “Al terminar la jornada de trabajo, el propietario llamó a su
mayordomo y le dijo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por
los últimos y terminando por los primeros. (Mt 20,8). Pero, los de la
primera hora dijeron: Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les
das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor
durante toda la jornada. El propietario respondió a uno de ellos: Amigo, no soy
injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo
y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho
a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos" (Mt
20,8-16). Tal como nos lo dijo también el profeta: "El proceder del Señor
no es correcto dicen Uds. Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de
ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se aparta de su
justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el
malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la
justicia, él mismo preserva su vida. Él ha abierto los ojos y se ha convertido
de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no
morirá” (Ez 18,25-28).
Lo ideal es que digamos si, cuando es si (Mt 5,37), nos bauticemos
y vayamos a la viña (Iglesia) a trabajar para ganarnos el denario (Mt 20,8) y
no busquemos corregir el actuar de Dios al cuestionar: ¿Por què pagas el
denario a los que dijeron no, pero fueron y trabajaron poco? es decir los que
dijeron no, pero luego si (Pecadores arrepentido). Ya nos dijo el señor: "
No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores" (Mt 9,13). Al
cielo no entraremos anteponiendo caprichos personales. No es decir y pensar que
“Dios me salve pero como yo quiero que me salve”. Al cielo si o si entraran los
que no ponen ningún pero.
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