martes, 17 de julio de 2018

DOMINGO XVI – B (22 de julio del 2018)


DOMINGO XVI – B (22 de julio del 2018)

Proclamación del Santo Evangelio según San Marcos 6,30-34:

6:30 Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
6:31 Él les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
6:32 Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
6:33 Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
6:34 Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. PALABRA DEL SEÑOR.

Amigos en el Señor Paz y Bien.


Un descanso en el Señor es importante en la misión para que, como dijo el Señor: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11,28). “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed” (Jn 4,13-14).

La preocupación de Dios por la Iglesia lo expresa por el profeta: “Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Las sacaré de entre los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las traeré a su propio suelo y las apacentaré en buenos pastizales y su lugar de pastoreo estará en las montañas altas de Israel. Allí descansarán en un buen lugar. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar. Dice el Señor: Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma” (Ez 3,11-16). “Al atardecer, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió a la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te andan buscando. Él les respondió: Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he venido" (Mc 1,32-38). Efectivamente, por Jesús, Dios mismo vino a pastorearnos y por eso Jesús reafirmó al decir: “Yo soy el buen Pastor que da la vida por sus ovejas” (Jn 10,11). Y el salmista bajo la inspiración del Espíritu Santo canta y dice: “El Señor es mi Pastor nada me falta, aun que camine por cañadas oscuras nada temo” (Slm 23).

El domingo anterior, Jesús: “llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros” (Mc 6,7). Hoy, Jesús siendo el buen Pastor, (Jn 10,11)  dice: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco".   (Mc 30,31). ¿Qué harán en el descanso?: Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado” (Mc 6,30). Los apóstoles dan cuenta de la misión de dos cosas: Lo que han hecho y lo que han enseñado.

Los apóstoles regresan de la misión y, a causa del flujo de gente, Jesús les propone que se detengan a reposar en un lugar apartado. Notemos que el centro de la escena es Jesús: 1) en torno a él se reúnen los misioneros, 2) a él le reportan todo lo que han dicho y hecho, 3) él toma la iniciativa de llevárselos aparte a descansar. Los apóstoles no dejan de ser discípulos, el Maestro sigue conduciéndolos para indicarles no sólo la forma de hacer la misión sino qué hacer también después de ella.

El regreso de los apóstoles: “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado” (Mc 6,30). Como ya anotamos, Jesús es el centro de la comunidad apostólica. Los discípulos, que regresan fatigados de la misión, se congregan en torno al Maestro y le cuentan los detalles de la misión vivida. Con relación al “congregarse”, se nota una verdadera reunión, un “estar juntos” para evaluar el trabajo, una experiencia comunitaria a la cual se le da valor.

La comunidad misionera corre el riesgo de dispersarse en las diversas tareas apostólicas y perder su centro, su núcleo, “calor del hogar”: Al ver a Jesús caminar sobre el agua se sobresaltaron los discípulos. Pero él les habló en seguida y les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó” (Mc 6,50-51). Al final de la multiplicación de los panes, cómo con la simple pero precisa anotación “obligó a sus discípulos a subir en la barca”, Jesús presiona a los discípulos para que eviten una de las tentaciones apostólicas más frecuentes: es más fácil quedarse con la gente recibiendo los aplausos, que estar en la comunidad fraterna, donde eventualmente se viven confrontaciones.
Marcos acentúa el hecho de que el contenido de la reunión con Jesús fue la narración de las vivencias en la misión “todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado”. Supone que nada se le oculta a Jesús, todo se convierte en tema de oración, el corazón se abre sin tapujos. Además, este informe, realizado en el diálogo fraterno, es una expresión de la responsabilidad del misionero con aquél que lo envió: “No hay nada oculto que no llegue a saberse ni secreto que no llegue a descubrirse” (Mt 10,26).

“Hacer” y “enseñar”: recuerda que la misión no consiste solamente en “palabras” sino también en “acciones y testimonio” transformadoras que realizan lo que la anuncia la predicación. Se recuerda también que la enseñanza de los apóstoles tiene su raíz en la vida de Jesús y que su acción corresponde puntualmente al encargo recibido de “predicar la conversión” (Mc 6,12) y de hacer acciones liberadoras del mal y de restauración de las personas (“exorcismos y curaciones”, (Mc 6,13). En esta primera parte, Jesús simplemente escucha, acoge lo que los discípulos le presentan. Pero viene enseguida su reacción.

El “descansar” en la misión (Mc.6,31): ‘Vengan también Uds. aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer”. En este evangelio de Marcos, Jesús no se pronuncia (haciendo algún tipo de valoración) sobre el reporte de los discípulos, ya que se ha dado por sentado que entre el Maestro y los discípulos hay una estrecha comunión. En este evangelio Jesús más bien da un paso hacia delante, inédito con relación a los otros evangelistas, para indicarles qué deben “hacer” inmediatamente después de la misión. La palabra de orden ahora es “descansar”. “Para descansar un poco”. Se trata del reposo de la fatiga de la misión. Recordemos que el Jesús que describe el evangelio de Marcos es un misionero que conoce pocos reposos, razón por lo cual alguno que otro lo ha calificado de “hiperactivo”; y al mismo ritmo van los discípulos. Este retrato de Jesús y comunidad refleja la intensidad con que la Iglesia, desde sus orígenes, asumió la misión. Pero, ¡atención!, Jesús también dijo una palabra sobre el descanso.

“El que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa" (Mt 10,42). En el camino de la misión se encuentra un poco de agua que mitiga la sed, de alimento que restaura la fuerza, de fresca brisa que reconforta. Todo esto está contenido en el “descansar” ya es esta deliciosa experiencia que invita Jesús a sus discípulos. Jesús, entonces, se está comportando como buen pastor de sus discípulos. El pastor “competente” es el que conoce los lugares secretos y las rutas seguras para llevar a su rebaño allí donde hay frescura, hierba abundante y agua pura. "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna" (Jn 4,13-14).

No es por casualidad que Marcos ha colocado la motivación principal del descanso: “Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer” (Mc. 6,31). Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha" (Mt 9,35-38).

Jesús no les pide a los discípulos nada que él no haya hecho primero. Por eso, el comportamiento de Jesús al final de ese mismo día, después de la multiplicación de los panes, realiza lo que se había propuesto cuando los invitó a estar “a solas”: “Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar” (Mc 6,46). Jesús es el modelo. Él sabe estar en la presencia de Dios y en la presencia de la sociedad, sin perder el centro ni la fuerza. Por este camino de misión y oración, de expansión y concentración, de trabajo y descanso, lo siguen sus discípulos.

Frente a la comunidad, ya compacta, de los Doce, se coloca ahora el cuadro de una multitud que comienza a fluir de “todas la ciudades”. Llama la atención el énfasis en lo urbano, que es el espacio donde el tejido social suele ser más fuerte. Pero estas “ciudades” no parecen ser “comunidad”, ya que Jesús los ve “como ovejas que no tienen pastor” (Mc. 6,34). Pero aquí no sólo hay una lección sobre la soledad y la dispersión que se vive en el mundo urbano, sino que se apunta al hecho de que la misión de Jesús es universal (como se muestra también en Mc 3,7-8 y 6,53-56): todos los hombres y su realidad toda son el centro de atención de la obra de Jesús, nada ni nadie está fuera de su actuar salvífico. Toda esta multitud de gente citadina que “corre” al encuentro de Jesús porque amaba lo que él les podía dar, logra su propósito: llega primero que la barca; y así, el lugar “solitario” se convierte en el lugar de las personas “solas” (“como ovejas que no tienen pastor”) que necesitan ser congregadas.

El encuentro de Jesús con las multitudes: “Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,34). Jesús desciende de la barca y se encuentra con la multitud de gente. Anotemos enseguida que Jesús no se molesta ni se incomoda por el hecho de ver invadida su intimidad, sino que más bien se conmueve y los involucra, los hace parte de la comunidad. Pongámosle atención a las acciones de Jesús 1) los “ve”, 2) “sintió compasión de ellos”, 3) “se puso a enseñarles”. Hay un movimiento interno en la persona de Jesús, que es ejemplar para el discípulo y misionero: 1) captar la realidad; 2) apropiársela; 3) responder a ella.

 “Estaban como ovejas que no tienen pastor” (Mc 6,34). ¿Qué le sucede a una oveja sin pastor? Le sucede una de estas tres cosas: 1) No puede encontrar el camino. Es claro que solos nos perdemos en la vida. Como escribió una vez Dante: “Me desperté en medio del bosque, y estaba oscuro, y no se veía ningún camino”. 2) No puede encontrar pastos ni agua. Es claro que mientras estemos en esta vida, tenemos que buscar constantemente el sustento para recuperar las fuerzas. El problema es que buscamos donde no es y por eso andamos insatisfechos, con el espíritu en ayunas, con el corazón inquieto. 3) No tiene defensa frente a los peligros que la acechan. Una oveja sin su pastor está perdida frente a los peligros: los ladrones, las fieras. Es claro que tampoco nosotros nos bastamos a nosotros mismos frente a los peligros de la vida, necesitamos de los otros y de este Otro en particular que es Dios.

“Como ovejas que no tienen pastor”, viene de un trasfondo espiritual mucho más profundo de lo que parece a primera vista, es una evocación de otra ya conocida en la Biblia, veámosla completa para que le captemos el contexto: “Habló Moisés a Yahveh y le dijo: ‘Que Yahveh, Dios de los espíritus de toda carne, ponga un hombre al frente de esta comunidad, uno que salga y entre delante de ellos y que los haga salir y entrar, para que no quede la comunidad de Yahveh como rebaño sin pastor’” (Números 27,15-17; y ecos de esta frase los encontramos en 1 Reyes 22,17; 2 Crónicas 18,16; Judith 11,19; Ezequiel 34,5-6). Moisés le pedía a Yahveh un sucesor, uno como él, capaz de conducir al pueblo hasta la tierra, uno capaz de congregar al pueblo entre sí y con Dios, un hombre con corazón de pueblo y con corazón de Dios, un hombre de alianza. Por eso, Marcos nos está dejando entender que Jesús es esa persona que el pueblo estaba esperando, aquel que encarnaría la premura pastoral de Dios con su pueblo de Israel (como lo describe bellamente: Génesis 48,15; Isaías 40,11; Jeremías 31,10 y el Salmo 23).

Jesús “se puso a enseñarles muchas cosas”. En contraste con los maestros de Israel, que fracasaron en su tarea (al final la gente seguía dispersa y desorientada), Jesús es el verdadero Maestro de Israel que conduce eficazmente al pueblo en el proyecto de Dios. El Salmo 23 sigue siendo interpretado por Jesús, aún en este aspecto, por el Pastor que es un Maestro (Salmo 23,3: “me guías”). ¿Por qué Jesús responde precisamente con la “educación”? Jesús le pone remedio a la dramática situación de un pueblo que percibe “como ovejas sin pastor” con su enseñanza, porque ella trata de la conversión, de un nuevo estilo de vida (Mc 1,14-15). No se trata de palabras vacías. Jesús quiere ayudar al pueblo con una instrucción válida, que les de criterios de vida sólidos y un proyecto común. Precisamente la falta de criterios, de valores y de proyectos comunes destruye la unidad y la comunión de un pueblo y lo reduce a una masa de hombres y mujeres privados de orientación, en lucha de intereses entre sí y, por lo tanto, víctimas fáciles de los falsos pastores y de sus promesas embusteras. Por eso, el primer don, el primer servicio, que Jesús le ofrece al pueblo sin pastor es su enseñanza.

Concluyamos recordando que el interés principal del pastor es la vida de sus ovejas, y para ello tarea ineludible es la nutrición. Jesús es el nuevo Moisés que nutre al pueblo con el pan de la enseñanza (Mc 8,14-21) y enseguida lo hará –lo veremos los próximos domingos- con el pan de la Eucaristía, con su propia vida (Palabra hecha carne).

Con toda razón, siendo pastor, Cristo exclamaba: ‘Yo soy el buen pastor’ (Jn 10,11). ‘Yo mismo vendaré la oveja herida y cuidaré de la enferma, iré en búsqueda de la oveja perdida y reconduciré al redil a la extraviada’ (Ez 34,16). Vi el rebaño de los israelitas apresados por el mal, acabar en la morada de los demonios, dilacerado por éstos como por lobos. Y no me quedé indiferente ante lo que vi. Soy yo, en efecto, el buen pastor: no los fariseos que tienen envidia de las ovejas; no aquellos que cuentan como daño propio los beneficios conferidos al rebaño; no aquellos que se afligen porque los otros son liberados de los males o que se disgustan por la dolencias curadas. El muerto resucita, y el fariseo llora; el paralítico es curado y los escribas se lamentan; al ciego se le restituye la vista y los sacerdotes quedan despechados; el leproso es purificado (Lc 7,20-23).

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