DOMINGO XXIV – B (12 de Setiembre de 2021)
Proclamación del santo evangelio según San Marcos 8,27-35:
8:27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de
Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién
dicen los hombres que soy yo?”
8:28 Ellos le dijeron: “Unos, que Juan el Bautista; otros,
que Elías; otros, que uno de los profetas.”
8:29 Y él les preguntaba: “Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?” Pedro le contesta: “Tú eres el Cristo.”
8:30 Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca
de él.
8:31 Jesús comenzó a enseñarles: El Hijo del
hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después
de tres días;
8:32 y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo
aparte, comenzó a reprenderlo.
8:33 Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos,
lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus
pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
8:34 Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus
discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga.
8:35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el
que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. PALABRA DEL
SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Si Dios es amor (I Jn 4,16); nadie ama lo que no conoce. ¿Como sabemos que conocemos a Dios? En que guardamos sus mandamientos (I Jn 2,3). Si
no conocemos a Dios en vamos decimos que conocemos a Dios. “Ustedes, ¿quién
dicen que soy yo?" Pedro respondió: "Tú eres el Mesías" (Mc
8,29). La respuesta es correcta, pero ¿Qué entiende Pedro por Mesías? Entiende
como todo judío: Un mesías que les salvara de la esclavitud de los romanos que
somete a los judíos desde el año 63 A.C. los librara mediante la fuerza
(guerra). Los judíos esperan un Mesías héroe, guerrillero. Por eso cuando
Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho
y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que
debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de
esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo (Mc
8,31-32).
El domingo anterior, recordemos que en la parte final del
evangelio la gente hizo una profesión colectiva y publica y decían: "Todo
lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Mc 7,37).
Hoy siguiendo en la misma línea de profesión de fe constamos también la
profesión de fe de los apóstoles pero con un matiz muy diverso y sorpresivo. Y
para su mejor comprensión podemos resaltar tres escenas:
1) La profesión de fe de Pedro (Mc 8,27-30). 2) El primer
anuncio de la Pasión (Mc 8,31-33). 3) Condiciones para seguir a Jesús (Mc
8,34-35).
En el preámbulo de nuestra reflexión, traemos a colación dos
pasajes de la sagrada escritura que bien nos puede dar luces en su entendido:
1) “Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios
permanece en él” (I Jn 4,15). 2) “Nadie puede decir: Jesús es el Señor, si no
está impulsado por el Espíritu Santo” (I Cor 12,3).
1) Profesión de la fe de Pedro: Jesús les pregunto: ¿Quién
dicen que soy yo?... Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Pedro respondió:
"Tú eres el Mesías" (Mc 8,28-29). Dos preguntas que amerita
sinceridad para con nosotros mismos y para con Dios. Qué piensa de Él el mundo
hoy y qué pensamos cada uno de nosotros. O ¿quién es Jesús para el mundo y
quién es Jesús hoy para mí? Una pregunta que, en primer lugar, no nos la hace
la gente, nos la hace Jesús mismo: “¿Qué soy yo para ti?” (Mc 8-29) A la vez,
una pregunta que, bajo muchos aspectos, puede clarificar o modificar el sentido
de nuestra fe porque, de ordinario, cuando se trata de fe, todos pensamos en el
Credo. Y el Credo puede ser importante, pero no basta recitarlo para decir que
somos verdaderamente creyentes. Jesús no nos dejó un libro de doctrinas que
podemos entender o que sólo lograrían entender los sabios, los teólogos. La fe
es para todos. La fe no es creer en “algo”, no es creer “en ideas o doctrinas”,
sino hacer de Jesús el centro de nuestras vidas, en enamorarnos de Jesús. No se
trata de cuánto sabemos de Él, sino cuánto lo amamos y lo sentimos.
¿Quién dicen que soy yo?... Y ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?" Pedro respondió: "Tú eres el Mesías" (Mc 8,28-29). Ni la
gente ni los discípulos tienen una idea clara sobre Jesús, y digo ello porque
la bonita respuesta de Pedro: “Tu eres el Mesías” (Mc 8,29) no tiene convicción
y eso se constata en seguida: Cuando Jesús lo reprende al decir:
"Retírate, ve detrás de mí, Satanás Porque tus pensamientos no son los de
Dios, sino los de los hombres" (Mc 8,33). Si nos fijamos en la respuesta,
todos saben muy bien lo que piensa la gente. “Ellos contestaron en coro.
Mientras que cuando la pregunta es personal, todos callan y sólo habla Pedro.
Pero esa palabra por no tener raíz se la lleva el viento. De todos modos, la
respuesta que dan parece bien real y puede ser también la respuesta que damos
hoy. No cabe duda de que la persona de Jesús tenía que ser ambigua para ellos,
pero hay tantas imágenes o respuestas sobre Él también hoy. Para muchos alguien
del pasado. Para otros una fantasía. Para otros, sencillamente no significa
nada. Sin embargo, para muchísimos otros es alguien fundamental en sus vidas.
¿Es o será importante para el cristiano saber lo que hoy
piensa el mundo sobre Jesús? Si es importante. Para mí no me puede ser
indiferente lo que tú pienses o no pienses de Él. Además, si queremos anunciar
de verdad a Jesús hoy a los hombres, tenemos que saber lo que piensan. Es
preciso presentar un Jesús que les diga algo a sus inquietudes y preocupaciones.
Además la respuesta de los demás expresa cuánto de trabajo evangelizador serio
yo estoy haciendo. Si hice buen trabajo, la gente estará preparada para dar una
respuesta correcta.
El Señor constató que la gente y los mismos discípulos no
tienen una concepción clara sobre El Mesías en el querer de Dios, sino un
Mesías en el criterio humano. Buscan un Dios a la medida de sus criterios. La
corrección que hizo el Señor de la idea equivocada del Mesías triunfador
temporal, fue especialmente severa para con Pedro, pero fue para todos los
discípulos, pues nos dice el texto que “Jesús se volvió y, mirando a los
discípulos, reprendió a Pedro”. Le dijo sin ninguna suavidad: “¡Apártate
de mí, Satanás! Porque tú no piensas según Dios, sino según los
hombres” (Mc 8,33).
San Pablo tiene razón: “Nadie puede decir: Jesús es el
Señor, si no está impulsado por el Espíritu Santo” (I Cor 12,3). La respuesta
desatinada tiene que tener algún motivo serio. Pedro estaba siendo
tentado por el Demonio y a ésta actitud Jesús le responde igual que cuando en
el desierto quiso también tentarlo con el poder temporal. Por la severa
respuesta de Jesús, resulta evidente que, para sus seguidores, rechazar el
sufrimiento no es una opción. Todo intento de rechazo de la cruz y
del sufrimiento, todo intento de buscarnos un cristianismo sin cruz y
sufrimiento, es una tentación y, como vemos, no va de acuerdo con lo que Jesús
continúa diciéndonos en este pasaje. Hoy, es una gran tentación buscar un
camino fácil para llegar al cielo o sin cruz. Dice el texto que, luego de
reprender a Pedro, se dirigió entonces a la multitud y también a los
discípulos, para explicar un poco más el sentido del sufrimiento: el suyo y el
nuestro.
2) Anuncio de la pasión: Jesús comenzó a enseñarles que el
Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después
de tres días” (Mc 8,31). En otro pasaje ya nos dijo Jesús: “No piensen que vine
a abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una letra, ni una coma de la
Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se cumpla. El
que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a
hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio,
el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos”
(Mt 5,17-19). Resalta el enseñar y cumplir, profesar la fe y vivir. Pedro
profesó bien la fe al decir “Tu eres el Mesías” (Mc 8,29).Pero le faltó
reafirmar su profesión con la actitud de seguir al Señor sin poner peros, de
ahí que se hago la llamada de atención.
3) Condiciones para seguir: “El que quiera venir conmigo,
que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Mc 8, 34). Más
claro no podía ser: el cristianismo implica renuncia y sufrimiento. Seguir a
Cristo es seguirlo también en la cruz, en la cruz de cada día. Y
para ahondar un poco más en el asunto, agrega una explicación adicional: “El
que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por
el Evangelio, la salvará” (Mc 8,35).
Pero... ¿qué significa eso querer salvar nuestra
vida? Significa querer aferrarnos a todo lo que consideramos que es
“vida” sin realmente serlo. Es aferrarnos a lo material, a lo
perecedero, a lo temporal, a lo que nos da placer, a lo que nos da poder, a lo
ilícito, etc. Y a veces, inclusive, a lo que consideramos lícito y hasta un
derecho. Si pretendemos salvar todo esto, lo vamos a perder todo. Y,
como si fuera poco, perderemos la verdadera “Vida”. Pero si
nos desprendemos de todas estas cosas, salvaremos nuestra Vida, la verdadera,
porque obtendremos, como Cristo, el triunfo final: la resurrección y la Vida
Eterna. San Pablo nos dice: “No tengamos puesta la mirada en las cosas
visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve
es eterno” (II Cor 4,18).
En la Segunda Lectura (St. 2, 14-18) el Apóstol Santiago nos habla de que la fe sin obras es cosa muerta. Relacionando esto con el sentido del sufrimiento humano, podríamos decir que si el cristiano no testimonia su fe en Cristo, aceptando llevar con El su cruz, esa fe es vana. No se llega al cielo sin fe, como no hay Iglesia sin Jesús. El fin de nuestra fe no es la Iglesia, sino Jesús. La misión de la Iglesia no es ella misma, sino llevarnos a todos a la fe y al encuentro y al seguimiento de Jesús.
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