DOMINGO XXIII – B (05 de Setiembre del 2021)
Proclamación del Santo evangelio según San Marcos 7,31-37:
7:31 Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por
Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
7:32 Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron
que le impusiera las manos.
7:33 Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le
puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
7:34 Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le
dijo: "Efatá", que significa: "Ábrete".
7:35 Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la
lengua y comenzó a hablar normalmente.
7:36 Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a
nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban
7:37 y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo
ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos". PALABRA
DEL SEÑOR.
Queridos(as) hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.
“Señor, abre mis labios, y mi boca tu alabanza” (Sal 51,17).
“Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gn
1,31). Admirados, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos" (Mc 7,37). Toda obra buena viene de Dios, porque Dios
siempre hace cosas buenas como la creación y el hombre también ha sido creado
para obras buenas. “Dios formó al hombre con polvo de la tierra, e insufló en
sus narices aliento de vida (espíritu), y resultó el hombre un ser viviente”
(Gn 2,7). Dios creo Hombre y le transmitió
su espíritu para que se asombre y diga: “Todo lo ha hecho bien”. La admiración del
hombre por la obra creadora de Dios ha
de reflejarse en sus buenas obras. “Dios creó al hombre para la
incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; pero por envidia del
diablo entró la muerte en el mundo (el mal), y la experimentan los que le
pertenecen” (Sab 2,23-24).
Dijo Jesús: "He venido a este mundo para un juicio.
Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven". Los fariseos
que estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros
somos ciegos?" Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no
tendrían pecado” (Jn 9,39-41). El pecado está en que, ven y no creen en lo que
ven. Preguntan a Jesús: "Juan el Bautista nos envía, Señor: "¿Eres tú
el que ha de venir o debemos esperar a otro? En esa ocasión, Jesús curó a mucha
gente de sus enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y
devolvió la vista a muchos ciegos. Entonces respondió a los enviados:
"Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los
paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los
muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres” (Lc 7,19-22).
Los discípulos preguntaron a Jesús: ¿Quién ha pecado, él o
sus padres, para que este naciera ciego? Jesús respondió: Ni él ni sus padres
han pecado para que naciera ciego, sino que este ha nacido ciego para que se
manifieste en él, la gloria de Dios” (Jn 9,2-3).
En el evangelio leído hoy se puede notar tres momentos: 1)
La descripción (Mc 7,31-32). 2) Los signos y gestos (Mc 7,33-34). 3) Los
efectos (Mc 7,35-37).
1. La descripción: “Se marchó de la región de Tiro y vino de
nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un
sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre
él” (Mc 7,31-32).
El evangelista Marcos ve la necesidad de dar detalles
precisos sobre el sufrimiento del sordo y mudo. En el versículo (Mc 7,32) hace
dos afirmaciones concretas sobre la situación del sordomudo. Primero lo
describe como un sordo que además hablaba con dificultad. Se trata de una
persona que no oye y que se expresa con unos sonidos confusos, guturales de los
cuales no se consigue captar el sentido. Pero en segundo lugar él especifica
que le ruegan a Jesús que imponga la mano sobre él. Se nota también que este
hombre no sabe siquiera qué es lo que quiere puesto que es necesario que otros
lo lleven hasta donde Jesús. El caso en sí es bien desesperado.
2. Los signos y gestos: “El, apartándole de la gente, a
solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y,
levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere
decir: ¡Ábrete! Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su
lengua y hablaba correctamente” (Mc 7,33-35). Jesús, apartándose de la gente a
solas con este enfermo de incomunicación lo lleva de un espacio de bullicio a
otro espacio de silencio que supera el silencio absurdo al que ha sido sometido
este hombre por su enfermedad. Jesús lo lleva a un nuevo silencio, un silencio
que brota de la comunión íntima entre los dos. Esta toma de distancia de la
multitud lleva al sordomudo a una nueva experiencia, a abrir también los oídos
a un nuevo conocimiento de Dios que se revela a través del interés, de la
delicadeza que Jesús muestra amablemente por él.1) Le introduce los dedos en
las orejas para volver a abrirle los canales de la comunicación. 2) Le unge la
lengua con saliva para transmitirle su misma fluidez comunicativa en la que
expresa toda la riqueza que lleva dentro. Jesús le da su propia comunicación,
su capacidad de hablar desde el fondo del misterio.
¿Cómo describir la intensa identificación entre Jesús y el
sordomudo? La increíble manera que Jesús tiene de entrar en la vida de una
persona encerrada en su propio mundo, en su inercia para sacarla de allí, no de
una manera superficial sino para hacer que se exprese de una manera clara como
lo hacía el mismo Jesús que se relacionaba con Dios, con los pecadores, con los
enemigos, con los niños, con los grandes sin ninguna dificultad. Y ¿Cómo
expresarle amor a quien se ha bloqueado, a quien se ha encerrado en sí mismo
sino con gestos físicos concretos? Jesús comienza con la sanación de la escucha
y luego como consecuencia la sanación de la lengua. Primero saber oír para
después poder hablar. La comunicación no es solamente física sino una
comunicación profunda de corazón en la que Jesús capta lo hondo del corazón de
este enfermo y le da voz en su propia oración. Este suspiro de Jesús indica la
plenitud interior del Espíritu Santo en Jesús.
Effatá. Esta misma orden fue desde muy antiguo pronunciado
en la liturgia del bautismo en el rito de iniciación cristiana de adultos. E
inmediatamente después del imperativo, el evangelista nos describe el relato
sin perder la finura. El milagro se describe en tres pasos: en primer lugar
como una apertura: se le abrieron sus oídos. Se describe como una soltura de la
lengua, como un nudo complicado que después se desata. Apertura, soltura de la
lengua y capacidad de expresión correcta. Esto es lo que sucede en este hombre.
3. Efectos: “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran.
Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se
maravillaban sobremanera y decían todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos
y hablar a los mudos” (Mc 7,36-37). La capacidad de expresión del sordomudo de
repente se vuelve contagiosa. Todo el mundo se vuelve comunicativo. Se caen las
barreras de la comunicación, la palabra se expande como el agua que ha roto las
barreras de un dique. La gente queda tremendamente maravillada: “Todo lo ha
hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37).
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