domingo, 5 de junio de 2022

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD – C (12 de Junio de 2022)

 DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD – C (12 de Junio de 2022)

Proclamación del santo evangelio segun San Juan 16,12-15:

16:12 Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.

16:13 Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.

16:14 Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.

16:15 Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: "Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes". En PALABRA DEL SEÑOR.

Reflexión:

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

Si me aman, guardaran mis mandamientos; y yo pediré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté con Uds. para siempre, el Espíritu de la verdad” (Jn 14,15-17). “La prueba que Dios nos ama es que siendo nosotros pecadores Cristo murió por nosotros en la cruz” (Rm5,8).

El camino y la cruz de Jesús constituirán la dote y el distintivo de sus discípulos. Cuando reciban el Espíritu Santo prometido que les enseñará todo lo que concierne a Jesús y les impulsará con el dinamismo que a El le impulsó, los discípulos recorrerán el mismo camino de acercamiento a los hermanos y a la vida de Dios que realizó Jesús en su propio caminar y en su crucifixión y resurrección. Seguir a Jesús no consistirá, por tanto, en un vago subjetivismo. Cada uno de los pequeños, niños, enfermos, ancianos, oprimidos, marginados será una imagen viva de Jesús a quien habrá que acercarse, para acompañarlo, vestirlo, alimentarlo y liberarlo en cuanto sea preciso y posible. De esta manera, los discípulos, en el seguimiento de Jesús, se acercarán al Padre que habita en los cielos al mismo tiempo que conoce el secreto del hombre. Y ¿cómo podría realizarse ese dinamismo literalmente divino sin la fuerza espiritual del Don de Dios?

 

De este modo se ha manifestado la Trinidad de Dios: cuando los cielos se abren en la encarnación y en la pascua de Jesús. De este modo también, la humanidad creyente se incorpora a Jesús en la fuerza del mismo Espíritu que él ha recibido de su Padre. Así, en todopaso pascual de muerte a vida, la humanidad incorporada al cuerpo eclesial de Cristo se ofrece al Padre y entra en la unidad perfecta de su amor, allí donde Él "será todo en todas las cosas". La revelación de Dios se realiza con una finalidad soteriológica, y, por eso mismo, en un nivel práctico y dinámico.

Por eso la reflexión sobre la Trinidad no puede ni sabe prescindir de "lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo: cómo Dios [Padre] ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien...". No podemos prescindir de "lo de Jesús de Nazaret, profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo". Jesús sigue siendo el lugar de la revelación del Padre y el camino del encuentro con los hermanos llamados a vivir la comunión del mismo Espíritu. Esta es la causa, como se ha dicho tantas veces, de que la Trinidad manifestada o "económica" coincida con la revelación que Jesús lleva a cabo.

La Trinidad tiene una dimensión soteriológica, vital y práctica: ella debe mostrar su calidad de buena noticia proclamada y manifestada por Jesús. Equivale a decir que Jesús es el camino que lleva al Padre a través del testimonio del amor, afectivo y efectivo, reflejo del mayor Amor.

“Todo lo que es del Padre es mío" (Jn 16,15). Y luego: “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn 16,13). EL Espíritu no solo es Inteligencia o fuerza sino que es también conocimiento de Dios. Por el Espíritu conocemos al Hijo: “Nadie puede decir Jesús es el Señor si no es movido por el Espíritu Santo” (I Cor 12,3). Y Por el Hijo conocemos lo que es el Padre. Y las tres divinas personas nos constituye en ser Imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), cuando somos bautizados: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19).

Si nos preguntan por ser creyentes al ser bautizados: ¿Cuál es el principio de tu fe? ¿Qué concepto de Dios manejas? O si te piden descríbeme a ese Dios en quien crees. ¿Por dónde empezarías? El Art. 27del Nuevo Catecismo dice: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador” (GS 19,1).

Hasta hoy, el hombre ha expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso: “Dios creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra y determinó con exactitud el tiempo y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen a Dios, para ver si a tientas le buscaban y le hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 26-28).

Por tanto, para dar razón de nuestra fe no hemos de mirar al cielo, ni tomarnos la cabeza, sino ponernos de rodillas y empezar a recitar la oración del credo: “Creo en solo Dios Padre todo poderoso, creador del cielo y de la tierra… Creo en el Hijo único de Dios… Creo en el Espíritu Santo dador de vida…” Ahí está el principio y el fundamento de nuestra fe. Creemos en un Solo Dios pero que tuvo a bien revelarse de tres diversas formas: Como Padre cuya función es la de crear. En el Hijo cuya función es la de Redimir (salvar a la humanidad). En el Espíritu Santo que tiene la función de santificar y hacer actual las cosas sagradas (Ap 21,5). De estas tres divinas personas solo el Hijo asumió la naturaleza humana: “La palabra de Dios se hizo hombre y habito entre nosotros” (Jn 1,14). Jesús nos dice: “Yo y el Padre somos una sola realidad” (Jn 10,30). Jesús resucitado mismo dijo: “La paz este con Uds. Como el Padre eme envió así también les envío yo. Dicho esto soplo sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu santo” (Jn 20,21-22).

Dios es amor (I Jn 4,8). Si Dios es amor, entonces con razón quiso el hombre entrara en esta sintonía de su amor, por eso le dio el título de ser su: “Imagen y semejanza” (Gn 1,26). Lo que significa que el misterio de la Trinidad (Padre, Hijo, Espíritu Santo) es el despliegue de su amor para la humanidad. Con razón la segunda divina persona Cristo Jesús en su enseñanza central nos exhorta: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo les he amado” (Jn 13,34). Cuando pregunta  a Jesús un doctor de la ley “Maestro bueno ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? Jesús respondió: Ama a Dios sobre todas las cosas con toda tu alma y con todo tu ser, el segundo es similar, ama a tu prójimo como a ti mismo, este mandato es lo principal de la Dios y los profetas” (Mc 12,28). Luego en San Juan: “Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (IJn 4,20). Estos dos argumentos nos dan pie para decir con certeza que la fiesta de la Santísima Trinidad es la fiesta de la manifestación del amor pleno de Dios.

Jesús sintetiza toda la Ley en dos enseñanzas: el amor a Dios y el amor al prójimo. Con lo cual nos exhorta que, no podemos amar a uno sin amar al otro y que lo que hagamos a uno se lo hacemos al otro. De modo que, el versículo de Juan se ha de entender que el amor del prójimo es el camino para eficaz para encontrar también a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también ciegos ante Dios.

Cuando decimos que "no vemos a Dios" tendríamos que preguntarnos si "realmente vemos al prójimo". Por tanto el prójimo es el camino del hombre hacia Dios. Si yo no creo en ti, ¿creeré de verdad en Dios? Si tú me eres indiferente, ¿no que también Dios termina siéndome indiferente? Si yo te margino a ti de mi vida, ¿no estaré marginando también a Dios?

La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de Constantinopla II, año 553). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo XI, año 675). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV, año 1215).

Las tres Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215). La Unidad divina es Trino.

Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675). El padre crea, el hijo redime y el espíritu santifica. Pero una sola sustancia, una sola esencia, una sola naturaleza. Ninguno precede en grandeza, eternidad y potestad. Absolutamente simple, por eso indivisible, inseparable, inconfundible, e inmutable.

Por tanto el Padre es creador en cuanto que el Hijo redime y el Espíritu santifica, y el Hijo es redentor en cuanto que el Padre crea y el Espíritu santifica y el Espíritu santifica en cuanto que el Padre crea y el Hijo redime. De ahí concluimos que, el Padre no es el Hijo ni el Espíritu santo y el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu Santo y Espíritu Santo no es ni el Hijo ni el Padre. No son tres Dioses sino tres Divinas personas distintas y un solo Dios.

El misterio de la Santísima Trinidad solo es posible entender si el hombre es revestido por la fuerza del Espíritu Santo (Hch 1,8). Así nos lo ha reiterado hoy: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá a la verdad plena” (Jn 16,12-13).

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