DOMINGO XXVIII - C (09 Octubre del 2022)
Proclamación del Evangelio según San Lucas 17, 11 -19:
17:11 Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través
de Samaría y Galilea.
17:12 Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez
leprosos, que se detuvieron a distancia
17:13 y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten
compasión de nosotros!"
17:14 Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a
los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
17:15 Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió
atrás alabando a Dios en voz alta
17:16 y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en
tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
17:17 Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron
purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?
17:18 ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este
extranjero?"
17:19 Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha
salvado". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos(as): En el Señor Paz y Bien.
"¿Es verdad que son pocos los que se salvan?" (Lc
13,23). En sentido opuesto, si hay pocos
que se salvan ¿serán muchos los que se condenaran? Dios quiere salvar a los
diez: “Él quiere que todos se salven y llegando al conocimiento de la verdad”
(I Tm 2,4). Pero en la enseñanza de hoy, solo uno participa de la salvación, el
que sabe ser agradecido. “Jesús le dijo entonces: ¿Cómo, no quedaron
purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar
gracias a Dios, sino este extranjero? Y agregó: Levántate y vete, tu fe te ha
salvado" (Lc 17,17-19).
“Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les
abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que
llama, se le abrirá” (Mt. 7,7). Los discípulos piden solo dos cosas básicas:
“Enséñanos a orar” (Lc. 11,1). Y la otra: “Auméntanos la fe” (Lc 17,5).
El evangelio de hoy es el manifiesto de la fe de los diez
leprosos que gritaron: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al
verlos, Jesús les dijo: Vayan a presentarse a los sacerdotes. Y en el camino
quedaron sanos” (Lc 17,13-14). Otro episodio similar: “Una mujer cananea,
comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está
terriblemente atormentada por un demonio… Jesús le dijo: Mujer, ¡qué grande es
tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo! Y en ese momento su hija quedó curada” (Mt
15,22-28). El padre del muchacho endemoniado dijo: si puedes ayúdalo. Respondió
Jesús: Todo es posible para el que cree. Inmediatamente el padre del niño
exclamó: Creo, pero aumenta mi fe" (Mc 9,23-24). Jesús dijo a la
hemorroisa: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu
enfermedad. Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa
del jefe de la sinagoga y le dijeron: Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir
molestando al Maestro? Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al
jefe de la sinagoga: "No temas, basta que tengas fe" (Mc 5,34-36)
¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a
Dios?” Y le dijo: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado.” (Lc 17,18). Pero al
inicio dice: Jesús de camina a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría
y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez leprosos,
que se pararon a lo lejos y, a gritos, decían: “¡Jesús, Maestro, ten compasión
de nosotros!” (Lc 17,11-13). Como es de verse, resaltamos al inicio el clamor
de los diez leprosos y al final la gratitud de solo uno de ellos, el de un
leproso samaritano y la ingratitud de los 9 leprosos judíos.
Al inicio de nuestra reflexión me viene a la mente la
ilusión y entusiasmo de los samaritanos que esperan la venida del Mesías: “La
mujer samaritana dijo a Jesús: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, vendrá
pronto. Cuando él venga, nos enseñará todo». Jesús le respondió: «El Mesías que
esperan soy yo, el que habla contigo». (Jn 4,25-26)…Y Jesús le dijo a la mujer
sus verdades respecto a su marido…”La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a
la ciudad y dijo a la gente: Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo
que hice. ¿No será el Mesías?” Y los samaritanos salieron de la cuidad al
encuentro de Jesus” (Jn 4,28-30). Al escuchar a Jesús los samaritanos decían a
la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído
y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo». (Jn 4,42). Otro
pasaje famoso de los samaritanos es el del buen samaritano: “Un hombre bajaba
de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de
todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por
el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí
un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí,
al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus
heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia
montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente,
sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole:
"Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver" ¿Cuál de
los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los
ladrones? El que tuvo compasión de él, respondió el doctor. Y Jesús le dijo:
“Ve, y procede tú de la misma manera”(Lc 10,30-37).
El evangelio de hoy nos reporta varias ideas: En primer
lugar, la religión de la ley es una religión que excluye y sobre esta primera
idea dice San Pablo: “Sabemos que la Ley es buena, si se la usa debidamente, es
decir, si se tiene en cuenta que no fue establecida para los justos, sino para
los malvados y los rebeldes, para los impíos y pecadores, los sacrílegos y
profanadores, los parricidas y matricidas, los asesinos, los impúdicos y
pervertidos, los traficantes de seres humanos, los tramposos y los perjuros. En
una palabra, la Ley está contra todo lo que se opone a la sana doctrina del
Evangelio que me ha sido confiado, y que nos revela la gloria del
bienaventurado Dios” (ITm 1,8-11). Pues, estos pobres leprosos tienen que vivir
lejos de toda convivencia humana. Tienen que hablar a lo lejos. Es posible que
hoy hayamos vencido la lepra y que hayan surgido otras razones que marginan. No
será la lepra, pero sí la pobreza. También hoy hay zonas en las que los pobres
no tienen espacio.
En segundo lugar, resaltamos la idea de: cómo el dolor y el
sufrimiento es capaz de unir lo que la religión separaba. De los diez, nueve
eran judíos y uno samaritano. A pesar de no hablarse unos y otros, el
sufrimiento era capaz de juntarlos y unirlos. Dios al respecto ya dijo: “Yo los
tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los
llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán
purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les
daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de
su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi
espíritu en ustedes y haré que signa mis preceptos, y que observen y practiquen
mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo ha dado a sus padres. Ustedes
serán mi Pueblo y yo seré su Dios” (Ez 36,24-28).
Una tercera idea que nos aporta el evangelio de hoy es que,
de los diez leprosos que son curados, nueve de ellos regresan a la religión que
los excluyó es decir a la religión judía. Y también al respecto y con gran
sabiduría Dios nos dice: “El perro vuelve a su vómito y el necio recae en su
locura” (Prov 26,11). Y mismo Jesús nos dice: “Nadie te condeno, tampoco te
condeno, ve y no vuelvas a pecar mas” (Jn 8,11).
Y Una última idea que el evangelio de hoy nos aporta es la
actitud grata del Leproso extranjero. Solo uno es capaz de regresar alabando a
Dios a gritos y se postra a los pies de Jesús dando gracias. Los demás se
olvidan y son incapaces de dar gracias. “Y se echó a los pies de Jesús con el
rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano” (Lc 17,16). El único que
tiene un corazón agradecido es precisamente un pagano. Pareciera insignificante
pero nada más real y cierto que nuestra realidad: De los 10 católicos solo uno
es agradecido y se compromete con su fe y agradece a Dios alabando y anunciando
su mensaje por doquier, los demás 9 católicos, todos indiferentes: les importa
un ápice su fe, su bautismo, con tal de disfrutar “gozar” con indiferencia ante
el milagro grandioso de Dios que les regala la vida y la salud. Pero en fin, al
respecto ya dijo Jesús: “Al que me proclame abiertamente ante los hombres, yo
lo proclamaré y lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero quien me
calla o se avergüence de mi ante los hombres, yo también me avergonzaré de él
ante mi padre celestial” (Mt 10,32-33).
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