Evangelio según San Lucas 14,25 - 33:
En aquel tiempo mucha gente
acompañaba a Jesús y volviéndose les dijo: "Si alguno viene donde
mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus
hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío.
El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser
discípulo mío. Porque ¿quién de Uds, que quiere edificar una torre, no se
sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que,
habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se
pongan a burlarse de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar."
O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y
delibera si con diez mil puede salir al paso del que viene contra él con veinte
mil? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir
condiciones de paz.
Pues, de igual manera, cualquiera de Uds. que no renuncie a
todos sus bienes, no puede ser discípulo mío." PALABRA DEL SEÑOR.
COMENTARIO:
Estimados amigos en la fe Paz y Bien.
San pablo dice: “Para mí, Cristo Jesús lo es todo”
(Col,3,11) o lo mismo: “A causa del Señor nada tiene valor para mí, todo lo
considero basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,8), “Para mí la vida es
Cristo” (Flp 1,21) Para quien piensa de esta manera las palabras del evangelio
de hoy tienen mucho sentido. Aunque la primera impresión que pudiera Jesús suscitar
en nosotros es que quiere poner muy alto precio a su seguimiento. Pero nada
concordante es nuestro parecer con el querer y mensaje de hoy. Lo que Jesús
busca es decirnos que: No te afanen tan pronto, piénsenlo bien antes de decidir.
Pero esto no es poner muy alto precio y tratar de apagar las ilusiones y las
esperanzas de nadie y menos se piense que Jesús trata de desanimar a alguien
que desea seguirle. Es sencillamente un llamado a la realidad. Y es que, seguir
a Jesús y por ende optar por el cielo, no es cosa de juego, no es una broma, ni
tampoco un irnos de un buen paseo un fin de semana. Seguir a Jesús es una
decisión para toda la vida y con todas las consecuencias. Aquí no hay lugar y
no debiera haber motivo alguno para dar vuelta atrás, y es que sencillamente
Dios no está jugando con nadie, la cuestión del Reino de Dios no es una cosa
pasajera y entre bromas. Dios se jugó todo por la humanidad y por tanto también
exige de quien desea seguirle que se la juegue todo por él. Y dígase lo mismo
de un matrimonio. ¿A quién le gustaría que se jueguen de él? ¿A quién le gustaría
que lo vean hoy como un vaso descartable que se usa y se bota?
Me es imposible seguir hablando y no ceñirme a las mismas
palabras de Jesús y lo primero que me viene a la mente es este famoso episodio
del joven rico y del doctor de la ley que preguntan al Señor: “Cuando se puso
en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro
bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué
me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás,
no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás
a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo
eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo
te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un
tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme” (Mc 10,17-21). Fíjese lo que dice Jesús
“dáselo a los pobre todo” y no le dijo y así ya estás en el cielo, sino que,
dice luego “vente conmigo”. Y es que nadie puede llegar al cielo por su propia
cuenta, con Razón ya dijo en otro episodio: “Yo soy camino verdad y vida, nadie
va al Padre sino por mi” (Jn 14,6).
Y algo más: “Un escriba que los oyó discutir, al ver que les
había respondido bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los
mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro
Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y
con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que
estos” (Mc 12,28-31).
Así, pues, cuando hoy Jesús nos dice: "Si alguno viene
donde mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a
sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío”
(Lc 14,26). Jesús nos invita que si queremos seguirle, primero que reflexionemos
seriamente, y somos libres de seguirlo, pero si decidimos ir tras su llamada;
porque no acepta seguidores que digan si y luego se cansen y se queden a medio
camino, como quien comienza a edificar una torre pero no tiene con qué
terminarla. La gente se va a reír de él, "comenzó y no pudo terminar".
(Lc 14,30). Esto hay que aplicarlo a todo. Por ejemplo en el matrimonio ha de
ser lo mismo: "Antes de casarte, piensa si estás dispuesto a llegar hasta
el final del camino con este hombre o con esta mujer, y no quejarte y pedir el
divorcio." O te casas para siempre o no te cases mejor. Igual habría que
decir que si te sientas llamado al sacerdocio o vida consagrada, piénsalo bien,
no sea que luego vengas con el cuento de que no era para ti esta forma de vida.
Desde luego hay muchos episodios que nos recuerda esta opción a medias que Jesús
nunca aceptará: “Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré
adonde vayas!». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves
del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la
cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a
enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren
a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré,
Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El
que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de
Dios” (Lc 9,57-62).
Jesús ya nos había dicho: “La verdad os hará libres” (Jn
8,32). Jesús no tiene reparo alguno al proponer como meta de su seguimiento una
meta muy alta. Ser capaz de aventurarse a una fidelidad que puede llevar hasta
la mismísima cruz: “El que quiera venir detrás de mí, que se renuncie a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida,
la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le
servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el
hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su
Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus
obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes
de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino» (Mt 16,24-28).
Por eso decimos que, Jesús es realista, sabe que somos
fáciles de entusiasmarnos con altos ideales, y también sabe que somos demasiado
fáciles para luego echarnos atrás o quedarnos a medio camino. Pudiéramos pensar
como ya hemos dicho al inicio que aquí Jesús trata de desalentar a la gente a
que le siga. Sin embargo, Jesús lo que hace es, primero, ponernos una meta alta
y es cierto que es muy difícil, pero si
es posible porque Dios nunca nos manda lo que no es posible para el
hombre. Por eso no quiere seguidores que se entusiasman hoy y se desalientan
mañana. Lo que no reclama es que nadie está obligado a seguirle, es una opción
libre que cada uno asume, pero quiere que sea una opción pensada. Primero es
preciso "sentarse y pensar" hasta donde tenemos el coraje de llegar
hasta el final.
Ser cristiano no es una broma, pretender llegar al cielo no
es cuestión de mera ilusión como lo del joven rico (Mc. 10,17). Ser cristiano
no es fuego de un día. Ser cristiano no es que yo hoy me entusiasme y mañana no,
muy bonitos deseos en la noche, pero que se apagan tan pronto como llega el día.
Ser cristiano es tomar en serio el Evangelio y es tomarle en serio a Él. Cuando
en Cafarnaún Jesús anunció el "pan de vida" y, por tanto, su muerte,
la gente que le seguía se escandalizó, muchos se echaron atrás después de
oírlo, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede
escucharlo?». Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: ¿Esto
los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir
donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las
palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que
no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que
no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho
que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde ese momento,
muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús
preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le
respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros
hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». Jesús continuó: «¿No soy yo,
acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un
demonio” (Jn 6,60-70).
Es que ser cristiano no es tomarse un fin de semana en un
campamento en la sierra o en la playa. Ser cristiano es la mayor aventura de la
vida, el mayor riesgo de la vida porque es seguirle a Jesús y llegar hasta
donde Él llegó. Por eso ser cristiano implica tomar decisiones pensadas,
reflexionadas. De lo contrario, corremos el peligro del que decidió construir
una torre y no tenía con qué terminarla (Lc 14,30). Al final, todo el mundo se reiría de
él. Yo pienso cuántos no se reirán de muchos de nosotros, cristianos que nos
quedamos en la pila bautismal y no avanzamos más que hasta la Primera Comunión
y ahí nos sentamos y toda la vida la pasamos piola como dirían los jóvenes de hoy. Recordemos lo que nos ha dicho ya el mismo Señor: “No todos los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán
en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que
está en el cielo. Muchos me dirán en
aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a
los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?”. Entonces yo les
manifestaré: Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal».
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en
práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y
sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre
roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede
compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena». Cayeron las
lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la
casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande” (Mt 7,21).
Jesús no quiere cristianos que hagamos el ridículo ante la
gente. No quiere cristianos arrepentidos que tratan de buscar caminos más
fáciles. Jesús quiere cristianos de cuerpo entero que son capaces de jugarse
enteros por él, porque él y en él Dios se jugó todo por él hombre: “Tanto, Dios
amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no
muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es
condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).
JORNADA MUNDIAL POR LA PAZ EN ASÍS