ADVIENTO 1 - A (1° de Diciembre del 2013)
Lectura del Evangelio de San Mateo 24,37-44
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el
Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron
al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca;
y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo
mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el
otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra
dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo
bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón,
velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén
preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. PALABRA
DEL SEÑOR.
Estimados(as) hermanos(as) en la fe, Paz y Bien.
Dice el Señor Dios. “Yo soy el alfa y omega, principio y fin”
(Ap 1,8). Dice también: “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no
pasaran” (Mc 13,13). O también aquellas palabras: “Ya llega el novio salgan a
su encuentro” (Mt 25,6). Palabras bíblicas que nos permiten entrar a un tiempo
nuevo. Hoy inauguramos el año nuevo litúrgico Ciclo A-2014. Aunque aún que
seguimos en el año 2013 pero ya en el último mes. Y empezamos con el tiempo de
adviento, tiempo que nos prepara para una fiesta grandiosa, la fiesta del Niño Jesús.
Y empezamos con bendiciendo la corona de adviento y encendiendo la primea vela.
La tradición litúrgica de nuestra iglesia nos presenta cada
año el rito de las cuatro velas, una cada semana, es decir estaremos durante
cuatro semanas en tiempo de conversión y cambio. Pueden pasar como un rito casi
intrascendente. Sin embargo, siguen teniendo el simbolismo de algo que se
enciende, de una luz nueva que alumbra nuestras vidas. Como una esperanza que
se enciende en nosotros. Decía mismo Jesús: “Yo soy la luz del mundo, quien me
sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Y
encender la primera vela significa el inicio de la espera en vigilia o en vela.
Pienso que este rito que celebramos al comienzo de cada Misa
los domingos del Adviento debiéramos repetirlo luego en nuestros hogares con
toda la familia. Un miembro de la familia las enciende mientras otro,
preferible el padre o la madre, leen en voz alta la oración correspondiente. Una
manera que tiene la familia de vivir a la espera de la Navidad. Una manera que
tiene la familia para afirmar su esperanza y su fe en aquel a quien esperamos
con gozo. Un gozo que ha de ser experiencia espiritual de “esperar a Alguien”.
El gozo de sentir que interiormente nuestros corazones se van iluminando y
abriendo para recibir a Jesús. No es cuestión de hacer “Nacimientos” bonitos,
es cuestión de hacer de nuestro hogar todo un nacimiento. Un nacimiento no de
cartones, sino de vidas, de corazones conversos a la luz de dos que es la
gracia suprema.
RITO DE BENDICION DE LA CORONA DE ADVIENTO:
Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta
corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos
recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida
y la esperanza. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona
debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.
Oración al comienzo del Adviento:
La tierra, Señor, se alegra en estos días y tu Iglesia
desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa,
para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y
del pecado. Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona
con ramos del bosque y la ha adornado con luces. Dígnate derramar tu bendición en
ella para que vivamos este tiempo de conversión según tu voluntad practicando
obras de misericordia y caridad para que cuando llegue tu hijo seamos con él
admitidos a su reino…+… en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu santo,
Amén.
Oración del primer domingo de Adviento:
Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su
lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. Muchas sombras
nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen. Queremos estar despiertos y
vigilantes, queremos caminar alegres hacia ti, porque Tú nos traes la luz más
clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven,
Señor Jesús!
Unidos en una sola voz digamos Padre nuestro...
V. Ven Señor Jesús, haz resplandecer tu rostro sobre
nosotros.
R. Y seremos salvados.
REFLEXIÓN:
¿De qué se trata el tiempo de Adviento? Se trata de una
esperanza de siglos (todo el Antiguo Testamento) que, después de mucha espera,
recién comienza a realizarse. Pero, aunque parezca mentira y nos obliga a
esperar, la esperanza misma ya es una razón para seguir mirando lejos. Puede
que nosotros no veamos todavía nada, pero la fuerza de la esperanza nos da esa
seguridad de que “vendrá”, lo “lograremos”. Por eso mismo quien tiene esperanza
firme en lo nuevo, no se desanimará aunque tarde. Son muchos los desilusionados
de todo. Desilusionados de ellos mismos. Desilusionados de la familia, de la
sociedad, de la política, de la economía, incluso desilusionados de la Iglesia
misma. Mientras nos enredamos en esas desilusiones, dejamos de ver amanecer una
luz de esperanza que nos dice que todo puede cambiar.
Hoy comenzamos el camino del Adviento, camino de preparación
para el que ha de venir al final de los tiempos, pero que nosotros la vivimos
mejor, esperando al que ha de venir en estas Navidades, ese Dios encarnado es
la “Esperanza de Dios” y que está llamado a ser la razón de nuestra esperanza.
Porque lo que nosotros no podemos, sabemos que Él sí lo puede y con Él, también
nosotros. No es la esperanza que viene de nuestros sueños. Es la esperanza de
Dios “que ama tanto al mundo que entrega a su propio Hijo para que todos los
que creen en el tengan vida eterna” (Jn 3,16). Ahí está el porqué y el para qué
de nuestro esperar.
De tanta insatisfacción nos estamos quedando sin esperanza,
sin ganas de luchar comprometernos de verdad. Por eso nos quedamos arañando las
cosas. Prepararse para la Navidad ha de ser un levantar la cabeza por encima de
nuestras dificultades, un mirar por encima de nuestras inmediateces, un ser
conscientes de que nunca una noche ha vencido al amanecer, y nunca un problema
ha vencido a la esperanza.
El evangelio de hoy inicia con aquellas palabras de Jesús
que se remite a los sucesos del A. T. “Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá
como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía,
bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca…” (Mt 24,37-38). Y termina
con las mismas: “Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre
vendrá a la hora menos pensada” (Mt 24,44). Jesús nos exhorta prepararnos y
este tiempo de adviento es para esa preparación, pero ¿Cómo prepararnos?
San Pablo en la carta a los Romanos nos da pautas de cómo
puede ser una buena preparación. Todo un programa de vida. Primero, que tomemos
conciencia del momento en que vivimos. Segundo, que despertemos los que vivimos
dormidos. Estamos metidos en la noche, pero ahí está la esperanza “el día se
echa encima”, es hora de dejar las obras de las tinieblas y armarnos con las
obras de la luz. A vivir como en pleno día. Y añade algo más: nada de
entregarnos a la vida del placer y menos todavía a las riñas y enemistades.
Para ello es el momento de revestirnos del Señor Jesús. ¿No le parece todo esto
todo un plan de vida capaz de cambiar las cosas?
En resumidas cuentas, lo primero que la Palabra de Dios nos
pide en este Primer Domingo de Adviento es que abramos los ojos, que dejemos
esa vida en tinieblas que nos atonta y nos impide ver la realidad. Uno de
nuestros peores problemas es no darnos cuenta de la realidad en la que vivimos,
es como enterarnos de las cosas después que han pasado. La única manera de
vivir la realidad y de comprometernos con ella, es tomar conciencia de lo que
pasa. Pablo nos habla claro, hay que despertarse del sueño. Es cierto que la
noche va avanzada, pero también el día está encima en que todo quedará al
descubierto. Los problemas pueden ser grandes, pero también las soluciones se
hacen cada vez más posibles. Para ello es preciso andar añorando la plena luz
del día y no a tientas en la oscuridad. Comencemos el Adviento despiertos, con
lo ojos abiertos, para que la venida de Jesús no nos tome a todos por sorpresa.
No vaya a sucedernos como a las mujeres necias del evangelio:
“A medianoche se oyó un grito: "¡Ya viene el esposo, salgan a su
encuentro!". Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus
lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: "¿Podrían darnos un poco de
aceite, porque nuestras lámparas se apagan?". Pero estas les respondieron:
"No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al
mercado". Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas
entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las
otras jóvenes y dijeron: "Señor, señor, ábrenos", pero él respondió:
"Les aseguro que no las conozco". Por tanto, estén prevenidos, porque
no saben el día ni la hora” (Mt 25,6-13).