BAUTISMO DEL SEÑOR - A (12 de Enero del 2014)
Evangelio según San Mateo 3,13 -17
En aquel tiempo, Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se
presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy
yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi
encuentro!». Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene
que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento
se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y
dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy
querido, en quien tengo puesta toda mi predilección». PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien:
Hoy, es el domingo del Bautismo del Señor, fiesta con el que
se termina esta primera parte del tiempo litúrgico de este año ciclo “A” que
iniciamos con el primer domingo de adviento a fines del mes de noviembre del
año pasado 2013.
A Juan Bautista preguntaron si era el Mesías, Juan respondió
con humildad y la verdad que no es el Mesías, ni profeta. Y le dijeron que si
no es nada de eso, Por qué bautizaba. (Jn 1,26-27). El evangelista san Lucas nos
reporta: Juan tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene
uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa
de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego” (Lc
3,16).
El evangelio de hoy termina diciendo: Apenas fue bautizado,
Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu
de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del
cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi
predilección». (Mt 3,16-17). Mientras que San Lucas dice: Cuando Jesús se
bautizaba, el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una
paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, yo te he
engendrado hoy” (Lc 3,22).
Testimonios de este acontecimiento:
El bautismo del Señor, un singular acontecimiento del que Juan
dio este testimonio en estos términos: “He visto al Espíritu descender del
cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que
me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender
el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu
Santo". Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios” (Jn
1,32-34).
Cuando Jesús se bautizaba, el Espíritu Santo descendió sobre
él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú
eres mi Hijo amado, yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22). Más tarde hay otro testimonio
del mismo Padre en favor del Hijo Único: Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y
subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus
vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante… Mientras hablaba, una
nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron
de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Este es mi Hijo, el
Elegido, escúchenlo” (Lc 9,28-35).
Pero también tenemos el testimonio de este acontecimiento
del mismo Señor. El Hijo Único: "El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a
los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar
la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". Jesús
cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían
los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este
pasaje de la Escritura que acaban de oír” (Lc 4,18-21). Es decir, todas las profecías
del A.T. se cumplen a plenitud en el Mesías esperado que es Jesús, quien con
certeza dice: “Salí del Padre y vine al mundo…” (Jn 16,28). “El que me ha
visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos al Padre»?¿No crees que yo
estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías:
el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí.” (Jn 14,9-10).
¿QUES ES PUES EL BAUTISMO PARA NOSOTROS?
Respecto al valor del Bautismo Jesús mismo dice lo siguiente:
“Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. Nicodemo
le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede
entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?». Jesús le
respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede
entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de
Espíritu es espíritu” (Jn 3,3-6).
San Pablo nos sitúa la importancia del bautismo porque está
relacionado al pecado original: “Por un solo hombre entró el pecado en el
mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres,
porque todos pecaron” (Rm 5,12). Y Juan agrega: “Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (IJn
1,8)n¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos
hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la
muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros
llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos identificado con Cristo por una
muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la
resurrección” (Rm 6,3-6). Pero es dable aclarar lo que en la carta a los hbreos
se nos dice: “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de
nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros,
a excepción del pecado” (Heb 4,15).
Para nuestra reflexión, destacamos dos rasgos fundamentales
también para nosotros hoy: El primer rasgo es que Jesús no se siente incómodo
mezclándose con todos los pecadores que hacen turno para que Juan los bautice,
no tiene reparo alguno de que le tengan por un pecador más en la fila de los
pecadores. Esto marca, de alguna manera, su estilo de vida. A Jesús le podrán
acusar de todo, pero no dirán que Jesús es de los que anda siempre con los
buenos. Toda su vida pública estará marcada por estar cerca a los malos, los
pecadores, por su amor hacia ellos y por su acogida a todos ellos: “Yo no he
venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan” (Lc
5,32).
El segundo rasgo es que Jesús queda marcado y su corazón
como tatuado por una profunda experiencia de ser el amado, el querido, el
preferido del Padre. Quedó marcado por sentirse amado y de ahí que toda su vida
será también una experiencia de amor primero para con el Padre y luego para con
todos los hombres.
Esta doble experiencia será como la espina dorsal de su
personalidad y la dará consistencia a su propia identidad. La sicología moderna
insiste mucho en esta primera experiencia del amor como base para la
estructuración de nuestra personalidad. ¿Nos sentimos nosotros los amados de
Dios? Quisiera recordar aquí lo que dice el Papa Francisco: “Si vais al Baptisterio
de San Juan de Letrán, en la catedral del Papa, en el interior hay una
inscripción latina que dice más o menos así: «Aquí nace un pueblo de estirpe
divina, generado por el Espíritu Santo que fecunda aguas; la Madre Iglesia da a
luz a sus hijos en estas olas.»”
A los treinta años se da un gran acontecimiento. En Navidad
lo vemos en la cuna. En el Templo lo vemos adolescente. En Nazaret lo vemos
adulto. Hoy lo vemos metido entre los pecadores como un pecador anónimo,
esperando recibir el bautismo de Juan. Fue uno de esos momentos que marcó la
vida de Jesús pero también las esperanzas del Pueblo fiel.
Jesús es confesado públicamente por el Padre como su “Hijo
amado”. Por fin, después de tantos años en los que el Pueblo sentía que,
víctima de sus pecados, el pueblo se le había cerrado, de nuevo el cielo se
abre. De nuevo suena la voz de Dios. Jesús queda marcado humanamente como “Hijo
amado”. Esa experiencia humana de su filiación lo sella para toda su vida. En
lo sucesivo será el “Hijo que habla en nombre del Padre”, será el “Hijo que
hace lo que el Padre le manda”, será “Hijo enviado”, será “el Hijo que vuelve
al Padre”. Una vida marcada y señalada por la paternidad y la filiación.
También quedará marcado por su amor a los pecadores. Desde
entonces sus “amados” serán precisamente los publicanos y pecadores sus
“predilectos”. Se sentirá como el enviado del Padre “a los enfermos” más que a
los que se creen sanos. El nacimiento nos marca de alguna manera genéticamente
con la realidad de nuestros padres. El Bautismo nos marca genéticamente con el
amor y la vida de Dios porque también a nosotros se nos dice “Uds. son mis
hijos amados, mis predilectos”. Sobre nosotros como sobre Él desciende el
Espíritu Santo, cuya misión será también la de “empujarnos” y vivificarnos. Por
eso el Bautismo tiene que ser como el punto de partida de nuestra vida de
creyentes, de nuestra vida de cristianos, de nuestra vida de “hijos amados de
Dios”.
Finalmente Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo he
recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y
yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”